SEPTIEMBRE...
NORMA
Tragedia lírica en dos actos, Norma
res son las óperas que sobresalen en toda la producción de Vincenzo Bellini: La Sonnambula, Norma e I Puritani. De las tres, la primera es la más espontánea por la naturaleza del impulso melódico, prácticamente librado a sí mismo; la tercera, la más cuidada (por consejo de Rossini, quien deseaba para su joven protegido las mejores condiciones posibles en la toma de contacto con el público del Teatro Italiano de París); pero la segunda es la más noble y sincera, la más honda y mejor lograda dramáticamente; en suma, la mejor obra lírica de este compositor.
Entre las razones principales que habrían contribuido a sostener esa superioridad artística de Norma, Francis Toye señala el libreto de Felice Romani (que había sido adaptado de una tragedia francesa de Alexandre Soumet y Louis Belmontet: Norma, ou l'infanticid) estrenada no hacía mucho en el Odeón de París), más que por el mérito intrínseco de su calidad real, por el hecho liso y llano de "ser de Romani". Bellini era en efecto amigo íntimo del poeta, y solía sentir su propia aptitud creadora estimulada por los versos de Romani hasta el punto de hacerle perder la ecuanimidad al cotejar su mérito con el de otros colaboradores probados o posibles. La verdad es que los versos del libreto de Norma nada tienen que los destaque sobre el nivel común, salvo su pertinacia en invertir las oraciones anteponiendo la consecuencia al verbo y al sujeto, y es sobradamente convencional en el juego de entradas y salidas de personas y masas. Pero no puede negársele claridad en el planteo de las situaciones dramáticas y cierta sencilla grandeza en algunos pasajes culminantes como el final, los grandes dúos de Norma y Adalgisa, el terceto de ambas con Pollió… Mas con todo el respeto que nos merezca la autoridad del director del Instituto Británico de Florencia, no nos dejemos engañar por el monto real de la calidad poético-dramática del libretista, de quien, como lo aduce el propio Toye, lo más que podrá decirse es que "era superior a sus colegas contemporáneos"; es decir, el tuerto en el país de los ciegos hace de rey.
Es en la música, en el celestial don "belliniano" de la melodía, donde debemos buscar la razón de la inmortalidad de Norma. O, mejor aún, sigamos a Halévy (aunque no lleguemos a hacer totalmente nuestra su opinión, cuya validez caducó en verdad más pronto de lo que él presumía) cuando afirmaba: "El porvenir de la música será de quien sea capaz de escribir otra Casta diva". Aunque ese don melódico se manifiesta con preferencia en motivos breves y no de gran vuelo, su eficacia es tan enorme e instantánea como para sostener hasta la fecha bien erguido el edificio de la composición "belliniana", tan descuidada en punto a armonización (y no por ignorancia, como muchos creen, sino deliberadamente, para perturbar lo menos posible la expansión melódica), y tan falible en materia de buen gusto integral.
Poseemos un retrato literario de este genio menor de la música escénica, debido a León Escudier, que le conoció y pasaba en su época, en París, por escritor de talento: "Todos estaban consagrados a la obra; por una parte Rossini, y en diversos planos interiores, Mercadante, Pacini y Donizetti” (curioso 'ranking' de compositores operáticos, para datar de comienzos del siglo pasado), “cuando apareció un siciliano rubio como las mieses, dulce como los ángeles, joven como la aurora, melancólico como el ocaso. Su alma participaba de las de Pergolesi y Mozart. Si en vez de músico hubiese sido pintor, diríamos que en su alma coincidían las de Rafael y el Correggio. Había visto a Rossini remontándose a tales alturas, que su mirada triste y dulce apenas lograba seguirlo en su osado vuelo; deseó pues ser luna de aquel sol; no pudiendo ser águila, quiso ser cisne. Dios le había colocado una lira en el corazón y él no tuvo más que dejar latir ese corazón para que emitiese los acordes más conmovedores."
No deja de ser también curiosa, y digna del honor de la reproducción, la consecuencia que del examen de las diez partituras operáticas de Bellini extrajo el notable compositor y musicógrafo Ildebrando Pizzetti, consignada en su magistral ensayo sobre el "divino" siciliano: “Cuanto más avancemos cronológicamente en su obra, mayor será la simplicidad. Así, como lo demuestra concretamente el autor de La figlia di lorio, es mucho más complicada en la orquestación y mucho más elaborada contrapuntísticamente Il pirata -1827- que La Sonnambula y Norma, escritas en 1831. Sólo rompe la regla I Puritani, escrita como ya viéramos para el Teatro Italiano de París, y sumamente cuidada en tal sentido, tratándose de Bellini gracias al inteligente consejo de Rossini, apoyado por otros amigos, ya que el público de la capital francesa no pasaba en vano por ser en aquel tiempo el más entendido y exigente del mundo. Esta tendencia deliberada a la simplificación era el fruto concreto de la aspiración "belliniana" a la clarificación de la melodía. Todo lo que pudiese constituir un obstáculo para la percepción inmediata, cabal y completa, de la constante melódica, debía ser eliminado, o por lo menos decisivamente silenciado”.
Pueden admitirsen La Sonnambula y Norma de un mismo impulso creador; en cierto modo, aunque acaso tan nutrida de inmortales melodías como su más gloriosa sucesora inmediata, La Sonnambula fue en la práctica una suerte de test para llegar al fruto más sazonado, más substancioso, más rico en valores dramáticos, que es Norma. Una y otra fueron escritas casi totalmente en Milán, donde el compositor vivía en forma provisoria en una residencia de la calle que hoy lleva el nombre de Pietro Verri. El éxito de La Sonnambula -basado casi exclusivamente en el encanto melódico de su música- fue instantáneo y rasonante, preparando el camino a esta Norma en que iba a basarse la mayor parte de la gloria que la posteridad le reconoce a su creador. La primera había quedado concluída el 6 de marzo; Norma apenas unos meses después, estrenándose en Milán el 26 de diciembre.
Bellini había escrito el rol de Norma pensando en las dotes vocales y dramáticas de Giuditta Pasta. De esa parte tan erizada de dificultades para una voz de soprano de extensión corriente podríamos deducir las aptitudes que adornaban a aquella legendaria cantante. Pero contamos además, por fortuna, con el testimonio de un inteligente contemporáneo, Gino Monaldi, quien nos asegura que era la suya "una extensión extraordinaria: desde un la grave hasta un re sobreagudo, lo que le permitía cantar con igual desenvoltura la música escrita para soprano y para contralto. Y la Pasta dió abundantes pruebas de esa ductilidad cantando con igual bravura en el Tancredo de Rossini, en la Medea de Pacini, en el Romeo e Giulietta de Bellini, y en Gli Orazii e Curiazii de Cimarosa. Un rasgo singular de su voz era la desigualdad del timbre, defecto del cual se valía con gran habilidad para lograr una mayor capacidad de expresión; ¡Giuditta Pasta, la artista de la voz desigual; la cantante que transformaba en ventajas sus propias limitaciones, y fincaba el secreto de su éxito en su capacidad para expresar!" ¿No surgen de este retrato de la inmortal Pasta -la intérprete favorita de Bellini- razones más que suficientes para proclamar a María Meneghini Callas la intérprete más perfecta de las heroínas de este compositor en el siglo pasado?
Pero ese primero y formidable reparto de Norma no se reducía a la Pasta; estaba también la Grisr (Adalgisa), Domenico Donselli (Pollión) y el famoso bajo Negrini (Oroveso). Sin embargo, en su primera noche la nueva obra no fue bien recibida por el público, consecuente con su inveterada costumbre de equivocarse siempre en las veladas de estreno. Minutos después de concluída la representación, Bellini se comunicaba epistolarmente con su amigo Florimo haciéndole conocer el infeliz resultado: "Vengo de La Scala, de la primera representación de Norma. ¿Lo creerás?... ¡Fiasco, fiasco! ¡Un solemne fiasco!... Si debo decirte la verdad, el público estuvo severo; parecía haber acudido allí para juzgarme, y con precipitación (creo) quiere reservar a mi pobre Norma la misma suerte que a la druidesa. No he reconocido ya aquellos queridos milaneses que acogieron con entusiasmo, con la alegría en el rostro y exultante el corazón, Il Pirata, La Straniera y La sonnambula, ¡y eso que yo creía presentarles en Norma una digna hermana de aquéllas!" Y más adelante: "En las obras teatrales, el público es juez supremo; espero presentar apelación a la sentencia pronunciada contra mí, y si al fin reconoce el error, yo habré ganado la causa, y proclamaré a Norma la mejor de mis óperas". Ya hemos podido apreciar el resultado de esa apelación, y como Norma reina en el repertorio representando a Bellini como soberana casi absoluta. Y el concepto no es nuevo; viene contando desde 1839 con un insospechado mantenedor, cuyo prestigio y autoridad tornan innecesaria e inoperante la defensa de su calidad musical. Es Richard Wagner, quien la escoge entonces para dirigirla en noche de honor y beneficio en la Opera de Riga y en un manifiesto justifica el motivo de su elección con estas palabras: "El que suscribe, cree no poder probar mejor su cariño hacia el público de esta ciudad, que escogiendo Norma... Esta ópera es, entre todas las creaciones de Bellini, la que asocia la más rica vena melódica con la más profunda realidad y la pasión más íntima. Aún los adversarios de la música italiana, tendrán que hacer justicia a esta gran partitura admitiendo que ella habla al corazón, y que es la obra de un genio."
Juan Manuel Puente
Resumen argumental
l argumento de Norma, cuyo libreto fuera escrito por Felice Romani, se basa en una tragedia francesa de Alexandre Soumet y Louis Belmontet: Norma, ou l'infanticide (1831), representada en París un año antes del estreno de la ópera en Milán, el 26 de diciembre de 1831. La acción de esta ópera se desarrolla en la Galia, en los bosques sagrados de los Druidas, y en el santuario de Irminsul el año 50 A.C. Además del conflicto sentimental, pone de manifiesto una rivalidad entre los conquistadores romanos y los druidas conquistadores.
La obertura, de regulares proporciones, se inicia con unos compases de carácter marcial que parecen anticipar la turbulenta disposición guerrera de la soldadesca bárbara que ocupará la escena tan pronto como se eleve el telón. Un primer tema es presentado y desarrollado, siguiéndole el motivo que a poco cantarán los guerreros, material melódico de relativo interés, que ha de servir de base al resto de la obertura.
Acto I. Cuadro I. En los Bosques Sagrados
Oroveso, el jefe de los Druidas, soldados y sacerdotisas, aguardan en el bosque la salida de la luna, en cuya mística hora, Norma practicará el rito ancestral de cortar las ramas del muérdago. El canto vigoroso de Druidas y guerreros revela cuán grande es su sed de venganza sobre el invasor romano. Tan pronto como hayan cumplido su misión de entonar este primer número coral (Ite sul colle) se alejarán todos, dispersándose por los bosques a tiempo para que Pollión -el procónsul romano- y su amigo el centurión Flavio, puedan llegar hasta las candilejas sin necesidad de ser vistos por sus enemigos. La indiscreta charla del procónsul, a través de su romanza Meco all'altar di Venere, nos entera del estado de cosas: Norma, la hija de Oroveso y suerte de vestal suprema o gran sacerdotista de los Druidas en el templo de Irminsul, se ha enamorado de Pollión, no titubeando en sacrificar sus votos de castidad en aras de la pasión que supo inspirarle el bello romano. Como resultado de sus entrevistas, Norma tuvo dos hijos que conserva secretamente cerca de ella con el imaginable temor de ser descubierta algún día. Pero el procónsul, puesto a seducir sacerdotisas, no va a detenerse en una primera vestal: ahora ama a Adalgisa, que le corresponde, aunque no sin experimentar cierto temor ante la previsible reacción de Norma de la cual ha tenido en sueños inquietante anticipo.
El rumor de los druidas que regresan interrumpe la narración. Por lo que los romanos corren a ocultarse. Con el cabello suelto, la frente coronada de verbenas y en la mano una hoz de metal precioso, aparece también Norma, rodeada por sus sacerdotisas. Anticipando el peligro que corre la vida de Pollión y para demorar el estallido de la inminente insurrección, Norma asegura que no ha llegado aún el momento propicio para romper el yugo romano. Roma caerá no por la fuerza de las lanzas y las espadas que blandirán los galos, sino consumida por sus propios vicios. Entretanto sólo cabe esperar. Corta ramas del muérdago y las sacerdotisas las colocan en sus cestas. Norma avanza, los brazos en alto, y bajo el claro lunar que luce en toda su intensidad, completa su aria famosa Casta diva, mientras las druidas se regocijan a cuenta de su próxima venganza.
Al marcharse todos (nueva evolución de la comparsería para librar el campo a la próxima escena), el bosque queda al cabo en silencio. Se hace presente Adalgisa, contenta de llegar cuando ha terminado el ritual, para poder dar plena expansión al irrefrenable amor que siente por el romano y que la indujo a rebelarse contra las creencias de sus mayores. Pollión, que no se había alejado mucho al ocultarse, llega también con la mayor oportunidad para inducir a Adalgisa a huir con él, segura de hallar en Roma ambiente propio para sus amores. Hasta dónde es leal el romano al asegurárselo, es cosa que la historia nunca llegará a revelarnos.
Acto I. Cuadro II. Aposento de Norma
Al levantarse el telón nos enteramos de la preocupación de Norma y su confidente Clotilde por mantener el secreto de los hijos que aquélla tuvo de Pollión. Norma lamenta llena de dolor la noticia de la próxima partida del procónsul, que ha sido llamado a Roma. Al retirarse Clotilde con los niños, hace su entrada Adalgisa, quien, en lucha con su conciencia viene a aliviarla confesándose con la vestal, a quien revela que ama a un romano, a cuyas convincentes muestras de pasión no sabe ya resistir. El corazón le anuncia a Norma la inminencia de su total desdicha. "¡El nombre de ese romano!" "¡Míralo!", responde Adalgisa señalando a Pollión que llega en ese momento. La venganza de Norma se anuncia tremenda, y tal lo hacer saber al amante infiel de acudir al reclamo de los bronces del santuario que la convocan a un nuevo ritual sagrado.
Acto II. Cuadro I. En el Interior del Mismo Aposento
Entregada por completo a su cólera, Norma ha formulado su plan: matará a Pollión y a sus dos hijos y luego expiará ella misma su falta y sus crímenes, entregando su cuerpo a la pira expiatoria. Para comenzar, se aproxima con un puñal y una lumbre que guiará sus pasos hasta el dormitorio de sus niños. Pero no puede descargar el golpe mortal: son parte de sus entrañas, y el sentimiento maternal detiene su mano vengadora. Los abrazará en cambio con desesperado afán de conservar su vida.
Adalgisa, previamente citada por Norma, llega en mitad de la noche. Norma la hace total copartícipe de su secreto y le comunica su nueva decisión: le dejará sus niños para que parta con ellos y con Pollión, a cuyo lado, convertida en su espesa, podrá vivir dignamente entre los romanos. Pero el corazón de Adalgisa ha sido tocado por la generosidad de Norma; le implora que conserve a sus hijos, puesto que ella no piensa abandonar jamás las tierras de sus mayores. Ambas guardarán celosamente, ayudándose de ese modo, su doble secreto: las dos víctimas de Pollión unen sus voces en un dúo famoso "Mira ¡oh Norma!" en el que ambas rivalizan por la generosidad de sus impulsos respectivos. Norma acaba de hallar inesperadamente una amiga que se propone ser su compañera hasta que los dioses dispongan que llegue la hora extrema. Con ella podrán encontrar refugio seguro en cualquier lugar de la tierra.
Acto II. Cuadro II. Un lugar Solitario Cerca del Bosque Sagrado
Los druidas aguardan impacientes la señal de los dioses para lanzarse sobre sus odiados enemigos. Mas Oroveso les comunica que el cielo se opone todavía; todos están, sin embargo, de acuerdo en que Roma habrá de consumirse muy pronto, por mandato divino.
Acto II. Cuadro III. En el Santuario de Irminsul
Adalgisa fracasó en su intento de volver a unir a los antiguos amantes. Por el contrario, Pollión, enceguecido por su nueva pasión, trata de llevarse consigo por la violencia a la joven sacerdotisa. El atrevimiento del romano enciende nuevamente la ira de Norma, quien da la señal esperada por los druidas para que comience por fin a correr a torrentes la sangre de los invasores.
Descubierto en el bosque sagrado, Pollión es traído prisionero a la presencia de sus enemigos. Tomando en su mano el puñal de Oroveso, Norma se dispone a hundirlo en el pecho del procónsul. Pero, una vez más, su emoción puede más que su iracundia, y le faltan fuerzas para cumplir su venganza. Los druidas están no poco sorprendidos por el giro de los acontecimientos, pero para ganar tiempo y quedarse a solas un momento con su ex amante, Norma pretexta que necesita hablar con él para averiguar el nombre de la sacerdotista que fue su cómplice.
Le perdonará la vida con una condición: que no intente jamás volver a ver a Adalgisa. Pero Pollión, se rehusa, y Norma vuelve a convocar a los druidas para comunicarles que una nueva víctima propiciatoria será brindada a sus iras vengadoras. Una sacerdotisa perjura violó sus sagrados votos, traicionó a su patria y ofendió a sus dioses. Norma ordena que preparen la pira, y concluye por declararse culpable. Pollión intenta defenderla afirmando que aquella mujer no dice verdad. Pero ella responde que Norma no miente jamás. Aquel despliegue de nobles sentimientos conmueve al procónsul, que siente renacer el antiguo amor y suplica que se le permita morir con ella en las llamas purificadoras. Los niños quedarán con el anonadado Oroveso. Y la sentencia se cumple no sin que el chisporroteo de la humeante pira en que se consuma el tremendo sacrificio deje entrever que está consolidado, puro y noble como nunca antes lo fuera, un amor sublime, destinado a perdurar.
Texto en español e italiano.
Personajes
NORMA Sacerdotisa del templo de Irminsul Soprano
POLLIONE Procónsul de Roma en las Galias Tenor
ADALGISA Joven sacerdotisa de Irmins Mezzosoprano
OROVESO Jefe de los druidas, padre de Norma Bajo
CLOTILDE Confidente de Norma Mezzosoprano
FLAVIO Centurión romano, amigo de Pollione Tenor
La acción tiene lugar en las Galias, durante la época de la ocupación romana, alrededor del año 50 a.C.
ACTO PRIMERO
Escena Primera
(Bosque sagrado de los druidas, presidido
por la encina de Irminsul. Al pie de ésta
se halla la roca druídica, que sirve de altar.
Al fondo colinas boscosas. Es de noche. A lo
lejos unas hogueras crepitan en el bosque.
Al son de una marcha religiosa poco a poco
aparecen escuadras de guerreros galos
y una procesión de druidas, encabezados
por su jefe, Oroveso, sumo sacerdote)
OROVESO
Id, druidas, a las colinas
id y espiad en los cielos
cuando la luna nueva
desvele su argénteo disco;
y la primera sonrisa
de su rostro virginal
por tres veces anunciará el místico
escudo sacerdotal.
DRUIDAS
¿Vendrá Norma a segar
el muérdago sagrado?
OROVESO
Sí, Norma, sí, vendrá,
DRUIDAS
Vendrá, vendrá.
OROVESO
Sí, sí.
DRUIDAS
Con tu aura profética,
oh dios terrible, inspírala;
infúndele, oh Irminsul,
ira y odio contra los romanos,
sentimientos que acaben
con esta paz, para nosotros mortal.
OROVESO
Terribles palabras
en las ancestrales encinas pronunciará,
y las Galias libertará
del águila enemiga;
con el sonido de su escudo,
cual fragor de trueno,
OROVESO Y DRUIDAS
En la ciudad de los césares,
con tremenda fuerza retumbará, etc.
DRUIDAS
...con el sonido de su escudo, etc.
OROVESO
...cual fragor, etc.
(Todos comienzan a internarse
en las profundidades del bosque.)
OROVESO Y DRUIDAS
(desde dentro, alejándose)
¡Apresúrate, oh luna, a surgir!
Norma vendrá al altar.
¡Apresúrate, oh luna!
(Entran Pollione y Flavio, sigilosamente
envueltos en sus togas.)
POLLIONE
Aléjanse las voces,
libre queda el camino
del horrible bosque.
FLAVIO
En ese bosque está la muerte;
Norma te lo dijo.
POLLIONE
Pronuncias un nombre
que me hiela el corazón.
FLAVIO
Pero ¿qué dices?
¡Es tu amante!
¡La madre de tus hijos!
POLLIONE
No puedes hacerme ningún reproche
que yo no merezca;
pero en mi corazón
se ha extinguido la llama primera,
un dios cruel lo ha querido así,
un dios enemigo de mi reposo;
a mis pies veo abrirse el abismo,
en el que yo mismo me precipito.
FLAVIO
¿Acaso amas a otra?
POLLIONE
Habla más bajo.
A otra, sí. A Adalgisa.
Has de verla.
Flor de inocencia, como una sonrisa
de candor y de amor.
Ministra en el templo
de ese dios sanguinario,
parece allí
rayo de estrella sobre un cielo tormentoso.
FLAVIO
¡Infeliz! ¿Y eres amado en la misma medida?
POLLIONE
Esa confianza albergo.
FLAVIO
¿No temes la ira de Norma?
POLLIONE
Atroz, horrenda
así me la representa mi hondo remordimiento.
Un sueño...
FLAVIO
¡Ah! Cuéntamelo.
POLLIONE
¡Al recordarlo me estremezco!
Junto al altar de Venus
estaba Adalgisa, en Roma,
ceñida por blancos velos,
cubiertos de flor sus cabellos;
oía los cánticos de Himeneo,
veía el humear del incienso;
estaban mis sentidos arrebatados
de voluptuosidad y de amor.
De pronto, entre nosotros
una sombra terrible se interpuso;
el amplio manto druídico
cual vapor la envolvía.
Un relámpago cayó sobre el altar
y tras un velo quedó oculto el día;
mudo y sepulcral horror
extendíase por doquier.
A la virgen adorada
ya no la hallé junto a mí,
a lo lejos escuché un gemido,
entremezclado con el llanto de mis hijos,
y una voz terrible
atronó en el templo:
"Así castiga Norma
al amante traidor."
(Se escuchan, fuera de escena, fanfarrias
y la llamada del escudo sagrado de Irminsul.)
FLAVIO
¿Oyes? A cumplir sus ritos
viene Norma al templo.
DRUIDAS
(a lo lejos)
Ya brilla la luna, druidas;
apartaos, profanos,
de estos lugares
FLAVIO
Ven
POLLIONE
Déjame.
FLAVIO
escúchame.
POLLIONE
¡Bárbaros!
FLAVIO
Huyamos.
POLLIONE
Yo os haré frente.
FLAVIO
Ven, huyamos;
alguien podría sorprenderte.
POLLIONE
Los bárbaros traman una conjura,
¡pero yo les haré frente!
FLAVIO
¡Ah! Ven, huyamos;
alguien podría sorprenderte.
DRUIDAS
(a lo lejos)
Apartaos, profanos, de estos lugares.
POLLIONE
Me protege, me defiende
un poder mayor que el suyo;
es el pensamiento de aquella a la que adoro,
es el amor que me ha inflamado.
De ese dios que me disputa
a esta virgen celestial,
incendiaré los bosques,
derribaré su impío altar.
FLAVIO
¡Ven! ¡Ven!
DRUIDAS
(siempre a lo lejos)
¡Ya brilla la luna, druidas!
Apartaos, profanos,
de estos lugares.
POLLIONE
¡Los bárbaros traman una conjura!
FLAVIO
¡Alguien podría sorprenderte!
¡Ven, huyamos!
POLLIONE
¡Pero yo les haré frente!
Me protege, me defiende, etc.
(Pollione y Flavio salen precipitadamente.
Desde el fondo entran los druidas, sacerdotes,
guerreros, bardos y en medio de todos,
Oroveso)
CORO
Norma viene; ciñe sus cabellos
la sagrada verbena de los misterios;
en su mano, cual luna creciente,
la hoz de oro difunde su resplandor.
Ella viene, y la estrella de Roma,
temerosa, se oculta tras un velo.
Irminsul surca los campos del cielo,
cual cometa precursor de horrores, etc.
(En medio de sus sacerdotes avanza Norma
el pelo suelto sobre los hombros, en la frente
una corona de verbena y en la mano una
hoz de oro. Se coloca sobre el altar,
y eleva los ojos hacia el cielo como
inspirada. Todos callan) .
NORMA
Voces sediciosas, voces de guerra,
¿quién osa alzarlas
ante el altar del dios?
¿Acaso hay quienes presumen
dictar sus respuestas
a Norma, la vidente,
y acelerar el arcano destino de Roma?
Éste no depende de poder humano.
OROVESO
¿Y hasta cuándo nos
mantendrás oprimidos?
¿Acaso los bosques de la patria
y nuestros ancestrales templos
no han sido ya bastante contaminados
por el águila romana?
La espada de Breno no puede
por más tiempo permanecer ociosa.
HOMBRES
¡Sea de una vez blandida!
NORMA
Y rota en pedazos caerá.
Sí, rota, si alguno de vosotros
antes de tiempo pretende desenvainarla.
Para nuestra venganza aún no ha llegado el día.
Frente a las hachas de los sicambros son más
fuertes todavía las jabalinas de los romanos.
OROVESO Y HOMBRES
¿Y qué te anuncia el dios?
Habla: ¿cuáles son los augurios?
NORMA
En los arcanos libros del cielo, esto leo:
en las páginas de la muerte
escrito está el nombre de la soberbia Roma.
Algún día perecerá
mas no por vuestra mano.
Perecerá por sus vicios,
consumida por ellos perecerá.
Aguardad esa hora, la hora fatal
en que sea cumplido el gran decreto.
A la paz os conmino
y siego el muérdago sagrado.
(Ella siega el muérdago; las sacerdotisas lo
recogen en unos canastos de mimbre.
Norma avanza y extiende el brazo hacia el
cielo; la luna reluce con todo su esplendor;
todos se postran)
Casta diosa, que con tu esplendor de plata
iluminas estos antiguos y sagrados bosques,
vuelve hacia nosotros tu hermoso semblante
sin nube y sin velo.
OROVESO Y CORO
Casta diosa, que con tu esplendor de plata
iluminas estos antiguos y sagrados bosques,
vuelve hacia nosotros tu hermoso semblante
sin nube y sin velo.
NORMA
Templa, oh diosa,
templa estos ardientes corazones,
templa su celo audaz,
y la paz que en el cielo
haces reinar derrama sobre la tierra.
OROVESO Y CORO.
Diosa, la paz que en el cielo
haces reinar derrama sobre la tierra.
NORMA
Terminado el rito,
que el bosque sagrado
quede libre de profanos.
Cuando el numen airado y tenebroso
exija la sangre romana,
desde el templo druídico
tronará mi voz.
OROVESO Y CORO
Truene;
y que nadie de ese pueblo impío
escape al justo castigo;
y que el primero en sucumbir
bajo nuestros golpes sea el procónsul.
NORMA
Sucumbirá.
Puedo asegurarlo.
(para sí)
Pero mi corazón no sabe castigarlo.
¡Ah! vuelve a mí, tan bello
como en tu primer y fiel amor,
y contra el mundo entero
tu defensa seré.
¡Ah! vuelve a mí, tan bello
con tu serena mirada,
y en tu pecho vida,
patria y cielo hallaré, sí.
OROVESO Y CORO
Mucho te demoras, sí,
oh día de la venganza;
pero ya te apremia el dios airado
que a Roma condenó.
NORMA
¡Ah! retorna a mí, etc.
OROVESO Y CORO
Pero ya te apremia el dios airado,
que a Roma condenó.
NORMA
(Para sí)
¡Ah! regresa, como eras entonces,
cuando te entregué mi corazón, etc.
ah retorna a mí.
OROVESO Y CORO
¡Oh. día, ya te apremia el dios
que a Roma condenó!
(Norma sale y todos la siguen en orden.
Entra Adalgisa)
ADALGISA
Ha quedado desierto el bosque sagrado;
se ha cumplido el rito.
Sin ser vista puedo al fin suspirar,
aquí, donde por primera vez
encontré a aquel fatal romano
que me ha vuelto
rebelde al templo y al dios.
¡Si fuera ésta la última vez
¡Vana esperanza!
Una fuerza irresistible me empuja a venir,
con aquel rostro amado
se regala mi corazón
y la brisa repite para mí el eco
de su voz querida.
(Corre a postrarse ante el altar de Irminsul)
¡Protégeme, oh dios!
Estoy perdida, sí, perdida,
dios, ten piedad, estoy perdida.
(Pollione entra con Flavio)
POLLIONE
(A Flavio)
Allí está. Vete, déjame,
ya no atiendo a razones.
(Flavio se va)
ADALGISA
(viendo a Pollione)
¡Oh! ¡Tú aquí!
POLLIONE
¿Qué veo? ¿Llorabas?
ADALGISA
Oraba.
¡Oh! Aléjate, deja que continúe mi plegaria.
POLLIONE
Oras a un dios
atroz, cruel,
opuesto a tus deseos y a los míos.
¡Oh, amor mío!,
el dios al que debes invocar es el amor
ADALGISA
(apartándose de él)
¡El amor! ¡Ay! ¡Calla!
No quiero oírte.
POLLIONE
¿Huyes de mí?
¿Y adónde irás sin que te siga?
ADALGISA
Al templo, a los altares sagrados
que juré desposar.
POLLIONE
¿Los altares? ¿Y nuestro amor?
ADALGISA
Lo he olvidado.
POLLIONE
Vete, cruel, y al dios despiadado
ofrécele en sacrificio mi propia sangre;
que sea vertida, ay, toda mi sangre,
pero ¡no puedo abandonarte,
no, no puedo!
Al dios sólo fuiste prometida,
pero tu corazón se me entregó por completo.
¡Ah! no sabes cuánto me costaría
renunciar a ti.
¡Ah! no sabes, etc.
ADALGISA
Tampoco tú sabes, ¡ay!
qué dolor tan inmenso me cuesta.
Hacia el altar que he ultrajado
me dirigía inocente y feliz,
sí, me dirigía inocente.
El pensamiento volaba al cielo
y en él distinguía a mi dios.
Ahora, por perjura y rea,
un velo oculta ese cielo y ese dios.
POLLIONE
Un cielo más puro y unos dioses mejores
te ofrezco en Roma, adonde marcho.
ADALGISA
(impresionada)
¿Te marchas?
POLLIONE
Con el nuevo día.
ADALGISA
Te vas... ¿y yo?
POLLIONE
Vienes conmigo.
Más sagrado que tus ritos es el amor.
Entrégate al amor, ah, entrégate a mí.
ADALGISA
(más impresionada)
¡Ah! no lo digas, ¡ah! no lo digas.
POLLIONE
Lo diré, sí, lo diré,
hasta que escuches mis palabras.
ADALGISA
¡Ay! ¡Déjame!
POLLIONE
¡Ah! ¡Cede! ¡Entrégate a mí!
ADALGISA
¡Ah! no puedo.
¡Oh, justo cielo, protégeme!
POLLIONE
¡Así pues, podrías abandonarme!
¡Abandonarme así!
¡Adalgisa! ¡Adalgisa!
(Con ternura)
Ven a Roma, ah, ven, mi amor,
adonde reinan amor, alegría y vida;
embriaguemos nuestras almas
con la felicidad que allí nos aguarda.
¿No oyes en tu corazón una voz
que promete dicha eterna?
¡Ah! confía en sus dulces acentos,
y como esposo, estréchame sobre tu seno.
ADALGISA
(Para sí)
¡Cielo santo! Así le oigo hablar siempre
en todas partes, incluso en el templo.
Esos ojos, esa mirada,
hasta en el altar se me representan.
Triunfa sobre mi llanto,
sobre mi dolor alcanza la victoria.
Libradme de tan dulce encanto,
o al menos perdonad mi falta.
POLLIONE
¡Ah! ¡Ven!
ADALGISA
¡Ay! ¡Piedad!
POLLIONE
¡Ah! ¡Ven! ¡Amor mío! ¡Ven!
ADALGISA
¡Ah! ¡Nunca!
POLLIONE
¡Cruel! ¿Y puedes dejarme?
ADALGISA
¡Ah! ¡Por piedad, déjame!
POLLIONE
¡Así podrías olvidarme!
ADALGISA
¡Ah! ¡Por piedad, déjame!
POLLIONE
¡Adalgisa!
ADALGISA
¡Ah! ¡Que tu piedad me evite
un dolor todavía mayor!
POLLIONE
¡Adalgisa! ¿Y quieres dejarme?
ADALGISA
Yo... ¡ah!
¡Ah!, no puedo. Quiero seguirte.
POLLIONE
Aquí, mañana, a la misma hora,
¿vendrás?
ADALGISA
Lo prometo.
POLLIONE
Júralo.
ADALGISA
Lo juro.
POLLIONE
¡Oh! ¡Qué felicidad! Recuérdalo.
ADALGISA
¡Ah! Lo recordaré.
A mi dios seré perjura,
pero te seré fiel.
POLLIONE
Tu amor me infunde valor,
y sabré desafiar a tu dios.
ADALGISA
Sí, te seré fiel.
(Salen)
Escena Segunda
(Morada de Norma en el bosque. Junto a Norma
se encuentran Clotilde y dos niños)
NORMA
Ve, ocúltalos a mi vista.
Más que nunca, me estremezco al abrazarlos.
CLOTILDE
¿Qué extraño temor te embarga,
que rechazas así a tus hijos?
NORMA
No sé. Sentimientos encontrados
atormentan mi espíritu.
¡Amo y al tiempo odio a mis hijos!
Sufro al verlos y sufro si no los veo.
Siento una alegría desconocida
y al mismo tiempo dolor de ser su madre.
CLOTILDE
¿Y tú eres madre?
NORMA
¡Ojalá no lo fuera!
CLOTILDE
¡Qué cruel contradicción!
NORMA
No puedes imaginártela. ¡Oh, Clotilde!
Pollione ha sido llamado a Roma.
CLOTILDE
¿Y te llevará consigo?
NORMA
Él oculta sus sentimientos.
¡Ay! ¿Y si intentara huir abandonándome aquí?
¡Si llegara a olvidar a sus hijos!
CLOTILDE
¿Eso piensas?
NORMA
No me atrevo.
Esa duda es demasiado atroz,
demasiado horrible.
Alguien viene. Ve, escóndelos.
(Clotilde se lleva a los niños
Norma los abraza. Entra Adalgisa.)
¡Adalgisa!
ADALGISA
(A lo lejos, para sí)
¡Valor, corazón mío!
NORMA
Entra, muchacha, entra.
¿Por qué tiemblas?
He sabido que deseabas
revelarme un gran secreto.
ADALGISA
Es cierto. Pero ¡ay! despójate
de esa austeridad celestial
que brilla en tus ojos.
Dame coraje,
para que sin ningún recelo te abra mi corazón.
(Se inclina)
NORMA
(la levanta)
Ven a mis brazos y habla.
¿Qué es lo que te aflige?
ADALGISA
(después de un momento de indecisión)
El amor. No te irrites.
Luché mucho tiempo por sofocarlo.
Pero venció sobre mi fuerza
y mis remordimientos.
¡Ah! ¡Si supieras el juramento
que acabo de hacer!
Huir del templo,
traicionar el altar al que me hallo unida,
abandonar la patria.
NORMA
¡Ay! ¡Desventurada!
¿Se ha turbado ya la serenidad
en la aurora de tu vida?
¿Cómo y cuando nació
esa llama en ti?
ADALGISA
De una sola mirada, de un solo suspiro,
en el bosque sagrado,
al pie del altar en el que yo oraba al dios.
Temblé, sobre mis labios
murió mi plegaria;
y completamente absorta
ante aquella hermosa aparición,
creí mirar otro cielo,
¡sí, otro cielo en él!
NORMA
(Para sí)
¡Oh, remembranza!
Así quedé yo extasiada
al contemplar su rostro.
ADALGISA
¿No me escuchas?
NORMA
Prosigue. Te escucho.
ADALGISA
Sola, a escondidas, en el templo
lo aguardaba con frecuencia;
cada día más abrasadora
ardía en mí la llama.
NORMA
(Para sí)
Con esa misma llama ardía yo.
ADALGISA
Ven, me decía, permite
que a tus pies me postre
NORMA
(Para sí)
¡Oh, remembranza!
ADALGISA
Deja que tu aliento respire
NORMA
(para sí)
¡Así fui yo seducida!
ADALGISA
Tus dulces suspiros,
que besar pueda yo los rizos
de tus hermosos cabellos.
NORMA
(para sí)
¡Oh! ¡Qué acentos tan dulces!
Eso mismo me susurró,
¡así encontró el camino de mi corazón!
ADALGISA
Dulces cual arpa armoniosa
eran para mí sus palabras;
en sus ojos veía sonreírme
el más hermoso de los soles.
NORMA
(para sí)
Su hechizo también fue el mío.
ADALGISA
Así me perdí y aún lo estoy
NORMA
(A Adalgisa)
¡Ah! Enjuga tu llanto.
ADALGISA
Necesito tu perdón.
NORMA
Yo tendré piedad.
ADALGISA
¡Ay! Ayúdame, guíame
NORMA
¡Ay! Enjuga tu llanto.
ADALGISA
Devuélveme la paz o castígame,
pero sálvame de mí misma,
sálvame de mi corazón.
NORMA
¡Ah! Enjuga tu llanto;
no es eterno el nudo que te ata al altar.
ADALGISA
¡Ah! ¡Repite, cielo santo,
repite tan lisonjeras palabras!
NORMA
¡Ah! ¡Sí! ¡Ah!
¡Ah! ¡Sí! Cobra ánimos y abrázame.
Te perdono y te compadezco.
De tus votos te libro,
quebranto tus vínculos.
Unida a tu amor
vivirás, por fin, feliz.
ADALGISA
Repite, cielo santo, repite
tan lisonjeras palabras;
gracias a ti se apaciguan
mis largos tormentos.
Me devuelves la vida,
si no es pecado el amor.
NORMA
Ah, sí, vivirás por fin feliz, etc.
Mas, dime, ese joven al que amas
¿quién es de entre los nuestros?
ADALGISA
Cuna no tuvo en la Galia;
Roma es su patria.
NORMA
¡Roma! ¿Y es... ? Prosigue.
(Entra Pollione)
ADALGISA
Míralo.
NORMA
¡Él! ¡Pollione!
ADALGISA
¿Por qué esa ira?
NORMA
¿Ése, ése has dicho?
¿He comprendido bien?
ADALGISA
Ah, sí.
POLLIONE
(dirigiéndose a Adalgisa)
¡Desgraciada! ¡Qué has hecho!
ADALGISA
(turbada)
¡Yo!...
NORMA
(a Pollione)
¿Tiemblas acaso? ¿Y por quién?
¿Por quién tiemblas?
(Algunos momentos de silencio. Pollione
está confuso, Adalgisa temblorosa y
Norma estremeciéndose)
Oh, no tiembles, pérfido,
no, no tiembles por ella.
Ella no es culpable,
tú eres el malhechor.
Tiembla por ti, cobarde,
por tus hijos,
¡tiembla por mí, cobarde, ay, por mí!
ADALGISA
(temblorosa)
¡Qué oigo!
(A Norma)
¡Ah! Habla.
(a Pollione)
¡Callas! ¡Te apartas! ¡Ay de mí!
(Se cubre el rostro con las manos;
Norma la coge por el brazo y la
obliga a mirar a Pollione)
NORMA
(a Adalgisa)
¡Oh! ¡De qué cruel y funesto
engaño has sido víctima!
Antes de conocerle
morir habría sido para ti un daño menor.
La fuente del llanto eterno
ha hecho él brotar para ti;
tal y como engañó a mi corazón,
el malvado también ha traicionado el tuyo.
ADALGISA
¡Oh, qué horrible misterio
descubren tus palabras!
NORMA
¡Oh! ¡De qué cruel y funesto etc.
ADALGISA
¡Mi corazón teme preguntar,
teme oír la verdad.
Lo comprendo todo, ay desdichada de mí
toda mi desventura,
Mi desdicha no tendrá fin,
si él me ha engañado.
NORMA
La fuente del llanto eterno etc.
POLLIONE
Norma, tus reproches
tú lanzas contra mí.
NORMA
Antes de conocerle etc.
Malvado, ¿a tanto te atreves?
ADALGISA
¡Oh, qué horrible misterio!, etc.
POLLIONE
¡Ay! A esta afligida virgen
evitémosle esta escena.
Ante un alma tan ingenua
cubramos con un velo nuestra vergüenza
Que sólo el cielo juzgue
cuál de nosotros es más culpable.
NORMA
Fuente, ¡Ah! fuente de llanto eterno etc.
ADALGISA
Lo comprendo todo, ay desdichada de mí, etc.
POLLIONE
¡Ay! A esta afligida virgen
¡ay! Dejémosla respirar;
Que sea el cielo, ¡ah! Quien nos juzgue, etc.
NORMA
(a Pollione)
¡Pérfido!
POLLIONE
(disponiéndose a marchar)
¡Basta ya!
NORMA
Deténte.
POLLIONE
(cogiendo a Adalgisa)
Ven conmigo.
ADALGISA
(soltándose de él)
Déjame, vete;
¡eres un esposo infiel!
POLLIONE
Si lo he sido, lo he olvidado.
ADALGISA
¡Déjame, vete!
POLLIONE
(muy fogoso)
Soy tu amante.
ADALGISA
¡Vete, traidor!
POLLIONE
Mi destino es amarte,
mi destino es abandonarla.
NORMA
(reprimiendo la furia)
Pues bien, cúmplelo
cúmplelo y vete.
(a Adalgisa)
Acompáñale.
ADALGISA
(suplicándole)
¡Ah no! Jamás, ah, no,
¡ah, prefiero morir!
NORMA
(Mirando fijamente a Pollione)
Vete, sí, abandóname, indigno;
abandona a tus hijos, tus promesas, tu honor.
Maldito por mi ira
no gozarás de un amor impío.
Vete, sí, abandóname, etc.
ADALGISA Y POLLIONE
¡Ah!
NORMA
Mis furias abrasadoras te seguirán
por encima de las olas y los vientos;
día y noche mi venganza
tronará a tu alrededor.
POLLIONE
(con desesperación)
¡Brama cuanto quieras, y que tu furor
conjure contra mí la angustia eterna!
Este amor que me gobierna,
es más fuerte que tú y que yo.
Brama cuanto quieras, y que tu furor, etc.
ADALGISA
(suplicante, a Norma)
¡Ah! No permitas que yo cause
a tu corazón un dolor tan cruel.
¡Ah! Interpónganse mares y montañas
entre el traidor y yo para toda la eternidad. ¡Ah!
NORMA
Maldito por mi ira
no gozarás de un amor impío, etc.
ADALGISA
Sabré sofocar mi dolor,
y devorar mi tormento.
Moriré, para que este ser cruel
vuelva junto a sus hijos, junto a ti. Etc.
POLLIONE
Ningún dios podría inventar
un suplicio más cruel que el mío.
Fui maldito el día
en que e! destino te ofreció a mi vista.
Maldito fui por ti.
(Se oye el sonido del escudo druídico, que
convoca a Norma para el rito en el templo.)
CORO
(desde dentro)
Norma, Norma, ¡Al altar!
¡Suena feroz
la voz de Irminsul!
Norma, Norma ¡Al altar sagrado!
NORMA
¡Ah! ¡La llamada de la muerte!
¡Ah va. Ella está cerca de ti aquí, etc.
ADALGISA
¡Ah! La llamada de la muerte suena para ti,
Va. Ella está cerca de ti aquí, etc.
POLLIONE
¡Ah! ¡Qué sonido!
Sí, la desprecio, sí, pero primero
caerá tu dios a mis pies, etc.
(Norma empuja de un brazo a Pollione,
y le hace señas para que salga. Pollione
se aleja furioso)
ACTO SEGUNDO
Escena Primera
(Interior de la morada de Norma. A un lado,
lecho romano cubierto con pieles de oso,
sobre el que duermen los hijos de Norma.
Entra ésta, con una luz en una mano y un
puñal en la otra. Se sienta y coloca la
luz sobre la mesa. Está pálida y se
aproxima a los niños)
NORMA
Duermen los dos;
no verán la mano
que les hiere.
No te arrepientas, corazón mío;
ya no pueden vivir.
Aquí les aguarda el suplicio,
en Roma, el oprobio,
un suplicio aún peor.
Esclavos de una madrastra.
¡Ah! No, jamás.
(Se levanta resuelta)
Mueran, pues.
(Da un paso y se detiene)
No puedo acercarme,
el horror me paraliza,
mis cabellos se erizan de espanto.
¡Matar a mis hijos!
Mis hijos bienamados,
que en un tiempo fueron
mi alegría, y en cuya sonrisa
creía ver el perdón del cielo.
¿Y he de matarlos?
¿De qué son culpables?
(Con resolución)
Son hijos de Pollione,
ese es su delito.
Para mí, es como si estuvieran ya muertos.
Mueran, pues, para él y que
ningún otro dolor pueda igualarse al suyo.
¡Mueran ya!
(Se acerca al lecho y alza el puñal)
¡Ah, no! ¡Son mis hijos!
(grita aterrorizada. El grito despierta
a los niños y Norma los abraza llorando.)
¡Mis hijos!
¡Clotilde!
(Clotilde entra)
¡Corre, haz venir a Adalgisa!
CLOTILDE
Cerca de aquí deambula sola,
llorosa, rezando.
NORMA
¡Ve!
(Clotilde sale a buscarla)
Sea reparada mi falta,
y después la muerte.
ADALGISA
(entrando vacilante)
¿Me has llamado, Norma?
(Sorprendida)
¿Qué triste palidez cubre tu rostro?
NORMA
Es la palidez de la muerte.
Quiero revelarte toda mi vergüenza.
Un único ruego te haré y cúmplelo:
si es que algo de piedad
despiertan en ti el dolor de mi presente
y el dolor de mi futuro.
ADALGISA
Todo te lo prometo.
NORMA
¡Júralo!
ADALGISA
Lo juro.
NORMA
Oye. He resuelto purificar esta atmósfera
que mi presencia ha contaminado; mas no puedo
llevar conmigo a estas desdichadas criaturas;
a ti te las confío.
ADALGISA
¡Cielos! ¿A mí me las confías?
NORMA
Llévalas al campamento romano junto a aquel
cuyo nombre no oso pronunciar.
ADALGISA
¡Ay! ¿Qué me estás pidiendo?
NORMA
¡Que él sea para ti un esposo menos cruel!
Yo le perdono y me preparo a morir.
ADALGISA
¿Esposo? ¡Ah, nunca!
NORMA
Te imploro por sus hijos.
¡Ay! Llévalos contigo.
Cuídalos, protégelos.
Para ellos no pido ni honores ni poder;
sean éstos reservados para tus propios hijos;
tan sólo te pido que no los abandones.
Sirvan, para satisfacerte,
el desprecio y la traición
que sufrí, por causa tuya.
¡Adalgisa, ay! Siente compasión
ante esta terrible amargura.
ADALGISA
¡Norma! ¡Ah! Norma bienamada,
por mí has de seguir siendo madre.
Conserva a tus hijos junto a ti.
¡Ah!, no, yo jamás
abandonaré estos lugares.
NORMA
Lo has jurado...
ADALGISA
Sí, lo he jurado,
mas por tu bien, sólo por tu bien.
Iré al campamento y al ingrato
referiré todos tus sufrimientos.
La piedad que en mí has despertado
sabrá expresarse con acentos sublimes.
Confía sí, confía que en él volverá
a despertarse el amor
Conozco su corazón.
De nuevo, Norma en él reinará.
Confía, sí, Norma en su corazón.
Una vez más, Norma en él reinará.
NORMA
¿Insinúas que yo le implore?
¡Ah, no! ¡Jamás! ¡Ah, no!
ADALGISA
Norma, cede.
NORMA
¡No, no te oiré más!
¡Déjame, vete!
ADALGISA
¡Ah, no! ¡Jamás, no, ah! ¡No!
Mira, Norma, junto a tus rodillas
a estas amadas criaturitas.
¡Ah! Apiádate de ellos, ¡ah!
aunque de ti no tengas piedad.
NORMA
¿Por qué mi constancia intentas doblegar
con tan tiernos sentimientos?
Ante la muerte, ¡ay! un corazón
ya no puede tener ilusiones ni esperanza.
ADALGISA
¡Mira a estas amadas criaturitas!
Esos queridos niños, ¡ah! Míralos, ¡ah!
Mira, Norma, junto a tus rodillas, etc.
NORMA
¡Ah! ¿Por qué, ah por qué
intentas doblegar, ah! ¿Por qué? ¡ah!
¡Ah! ¿Por qué mi constancia?, etc.
ADALGISA
¡Cede, ah, cede!
NORMA
¡Ah! ¡Déjame! ¡Él te quiere!
ADALGISA
Ya está arrepentido.
NORMA
¿Y tú?
ADALGISA
Lo amé, pero ahora mi alma
tan sólo alberga amistad.
NORMA
¡Oh, jovencita! ¿Y tu querrías?...
ADALGISA
Devolverte tus derechos;
ante ti, el cielo y los hombres
juro ocultarme para siempre
NORMA
Sí, has vencido. Abrázame.
En ti vuelvo a encontrar a la amiga.
NORMA Y ADALGISA
Sí, hasta mi última hora
por compañera, por compañera me tendrás;
ancho es el mundo
para cobijarnos a las dos.
Contigo, firme opondré
mi ánimo a las asechanzas del destino,
en tanto que junto al mío,
sienta latir tu corazón, etc.
¡Ah!
Sí, hasta mi ultima hora, etc.
(Salen)
Escena Segunda
(Lugar solitario cercano al bosque de los
druidas, rodeado de barrancos y cavernas.
Al fondo un lago atravesado por un
puente de piedra)
CORO DE GUERREROS
¿Aún no se ha ido?
Todavía está en el campamento.
Todo lo indica:
los cantos fanfarrones,
el fragor, el sonido de las armas,
el ondear de las enseñas.
Ningún obstáculo
nos turbará, no nos detendrá.
Esperemos, esperemos.
Ningún obstáculo, etc.
Y en el silencio, el corazón
se dispone a consumar
la gran empresa, etc.
Y en el silencio, etc.
OROVESO
(entrando)
¡Guerreros! Como heraldo de un futuro mejor,
desearía presentarme ante vosotros.
El generoso ardor,
la ira que inflama vuestros pechos,
quisiéralos yo secundar;
pero el dios no lo quiere.
GUERREROS
¿Cómo? ¿Nuestros bosques
no ha abandonado el aborrecido procónsul?
¿No regresa acaso al Tiber?
OROVESO
Más temible y cruel
es el jefe romano
que sucederá a Pollione.
GUERREROS
¿Norma lo sabe?
¿Aún nos aconseja la paz?
OROVESO
En vano he escrutado el pensamiento de Norma.
GUERREROS
¿Qué piensas hacer?
OROVESO
Someternos al destino,
separarnos y no dejar indicios
del fallido intento.
GUERREROS
¿Y seguir fingiendo?
OROVESO
¡Cruel ley! Lo sé.
(Con ferocidad)
¡Ah! El infame yugo de Roma,
me irrita y ansío empuñar las armas;
pero el cielo se muestra siempre enemigo
y debemos disimular.
GUERREROS
¡Ah sí! Finjamos, si el fingir nos ayuda;
pero anide el furor en nuestro pecho.
OROVESO
Debemos guardar en nuestro corazón la ira,
para que así Roma la crea extinguida.
Día llegará en que se despierte,
para inflamarnos con mayor fuerza.
GUERREROS
¡Ay de Roma, cuando la señal
de combate proclame el altar sagrado!
Sí, pero finjamos, si el fingir nos ayuda;
pero anide el furor en nuestro pecho.
¡Ay de Roma, cuando la señal
de combate proclame el altar sagrado!
OROVESO
Disimulemos, sí,
conviene disimular.
Día llegará en que se despierte,
para inflamarnos con mayor fuerza.
GUERREROS
Pero disimulemos, sí, conviene disimular.
Sí, ¡disimulemos!
(Oroveso y los guerreros se van)
Escena Tercera
(Templo de Irminsul.
A un lado el altar de los druidas)
NORMA
Él volverá, sí.
Mi confianza he puesto en Adalgisa:
él volverá arrepentido,
suplicante, amante.
¡Oh! Ante semejante pensamiento
se disipan los negros nubarrones
que oprimían mi frente
y el sol vuelve a sonreírme,
como en los días felices
de mi primer amor.
(Entra Clotilde.)
¡Clotilde!
CLOTILDE
¡Oh, Norma! ¡Debes tener valor!
NORMA
¿Qué dices?
CLOTILDE
¡Ay de mí!
NORMA
Habla, habla.
CLOTILDE
En vano habló y lloró Adalgisa.
NORMA
¿Y yo me fié de ella?
Tramaba escapar de entre mis manos
y, aún más hermosa en su dolor,
presentarse ante el miserable.
CLOTILDE
Ha regresado al templo.
Triste, doliente,
implora pronunciar sus votos.
NORMA
¿Y él?
CLOTILDE
Él ha jurado raptarla,
incluso del altar del dios.
NORMA
Demasiado presume el cobarde.
Lo impedirá mi venganza,
y aquí la sangre, la sangre romana,
correrá a torrentes.
(Clotilde se retira. Norma corre
al altar y golpea tres veces
el escudo de Irminsul.
Trompetas en el exterior)
CORO
(desde fuera)
¡La llamada del escudo del dios
(Desde todas partes acuden Oroveso,
druidas, bardos y sacerdotes. Norma
se coloca en el altar)
OROVESO Y CORO
¡Norma! ¿Qué sucede?
¿Qué decretos nos impone a la tierra
la llamada del escudo de Irminsul?
NORMA
¡Guerra, muerte, exterminio!
OROVESO Y CORO
¡Hasta ahora tan solo la paz
nos imponían tus labios!
NORMA
Y ahora la ira,
la furia y la muerte.
¡Entonad, oh guerreros, el cántico de guerra!
¡Guerra, guerra!
¡Sangre, sangre! ¡Venganza!
¡Guerra, guerra!
OROVESO Y CORO
¡Guerra, guerra! Las gálicas selvas,
tanto como de encinas, se pueblan de guerreros.
Como sobre el ganado los animales voraces,
caerán ellos sobre los romanos.
NORMA
¡Sangre, sangre! ¡Venganza!
¡Muerte, muerte!
OROVESO Y CORO
¡Sangre, sangre! Las gálicas hachas
hasta el mango teñidas de sangre están.
Sobre las aguas impuras del Loira,
burbujea con fúnebre son.
NORMA
¡Guerra, guerra!
¡Sangre, sangre! ¡Venganza!
OROVESO Y CORO
¡Muerte! ¡Muerte! ¡Exterminio! ¡Venganza!
Ya se acerca; nos apremia, se cumple.
Cual trigo segado por las hoces,
caerán las legiones de Roma.
NORMA
¡Muerte! ¡Muerte!
OROVESO E CORO
Rotas las alas, quebradas las garras,
yace abatida el águila.
¡Para contemplar el triunfo de sus hijos,
he aquí al dios, sobre un rayo de sol!
OROVESO
¿No cumples el rito, Norma?
¿No señalas a la víctima?
NORMA
Está dispuesta.
Nunca el terrible altar
estuvo falto de víctimas.
Pero, ¿qué es ese tumulto?
(Entra Clotilde precipitadamente)
CLOTILDE
Un romano ha ultrajado
nuestro templo;
ha sido apresado en el claustro
sagrado de las vírgenes.
OROVESO Y CORO
¿Un romano?
NORMA
(Para sí)
¿Qué oigo? ¿Y si fuera él?
OROVESO Y CORO
Ahí lo traen.
(Entra Pollione, conducido por dos guerreros)
NORMA
(para sí)
¡Es él!
OROVESO Y CORO
¡Es Pollione!
NORMA
(para sí)
¡Estoy vengada!
OROVESO
¿Sacrílego enemigo, qué te llevó
a violar tan sagrados recintos,
desafiando la ira de Irminsul?
POLLIONE
¡Mátame! Pero no me interrogues.
NORMA
(mostrándose)
Debo herirlo yo misma. ¡Apartaos!
POLLIONE
¿Qué veo? ¡Norma!
NORMA
Sí, Norma.
OROVESO Y CORO
Empuña el arma sagrada
y venga al dios.
NORMA
(Coge el puñal de la mano de Oroveso)
Sí, hirámosle.
(se detiene)
OROVESO Y CORO
¿Tiemblas?
NORMA
(Para sí)
¡Ah, no puedo!
OROVESO Y CORO
¿Qué sucede? ¿Por qué te detienes?
NORMA
(Para sí)
¿Puedo acaso sentir piedad?
OROVESO Y CORO
¡Hiérele!
NORMA
Debo interrogarlo,
descubrir quien es la sacerdotisa,
engañada o cómplice,
que el impío incitó
a cometer semejante delito.
Retiraos un momento.
OROVESO Y CORO
(marchándose)
¿Qué piensa hacer?
POLLIONE
(Para sí)
Tiemblo.
(Oroveso y el coro se retiran.
El templo queda vacío)
NORMA
En mis manos estás, al fin:
nadie podría romper tus ligaduras.
Sólo yo puedo.
POLLIONE
No debes.
NORMA
Lo deseo.
POLLIONE
Pero ¿cómo?
NORMA
Escúchame.
Por tu dios y por tus hijos
debes jurar que, desde este instante,
te apartarás para siempre de Adalgisa,
y no la separarás del altar.
La vida yo te perdono
y nunca más volverás a verme.
¡Júralo!
POLLIONE
¡No! No soy tan cobarde.
NORMA
¡Júralo! ¡Júralo!
POLLIONE
¡Ah! ¡Antes moriría!
NORMA
¿Ignoras acaso que mi ira
supera a la tuya?
POLLIONE
Espero su golpe.
NORMA
¿No sabes que a nuestros hijos,
en el corazón, esta daga?...
POLLIONE
¡Oh Dios! ¿Qué oigo?
NORMA
Sí, contra ellos alcé su filo.
¡Ya ves, a qué extremos he llegado!
No los herí, pero ahora
podría consumar el crimen.
En un instante puedo olvidar
que soy madre.
POLLIONE
¡Ah! ¡Cruel! En el pecho del padre
debes hundir el puñal.
¡Dámelo!
NORMA
¿A ti?
POLLIONE
¡Que sólo yo muera!
NORMA
¿Tu sólo? ¡Todos!
Los romanos, a miles,
segados caerán, exterminados.
Y Adalgisa...
POLLIONE
¡Ay de mí!
NORMA
... infiel a sus votos...
POLLIONE
¿Y bien, cruel?
NORMA
...Adalgisa será castigada;
entre las llamas perecerá, sí, perecerá.
POLLIONE
¡Ah! ¡Toma mi vida,
pero de ella, de ella ten piedad!
NORMA
¿Imploras al fin? ¡Indigno! ¡Ya es tarde!
En su corazón quiero herirte, sí;
en su corazón quiero herirte.
Ya me regocijo con tu mirada
de dolor por su muerte;
puedo, al fin,
igualar tu dolor al mío.
puedo igualar al fin, etc.
POLLIONE
¡Ah! que te aplaque mi terror;
heme aquí, a tus pies, llorando.
Sobre mí descarga todo tu furor,
pero apiádate de una inocente;
que tu venganza se satisfaga
con que yo me dé muerte delante de ti.
NORMA
En su corazón quiero herirte.
POLLIONE
¡Ah! que te aplaque mi terror.
NORMA
No, en su corazón...
POLLIONE
¡No, cruel!
NORMA
...quiero herirte.
POLLIONE
Sobre mí descarga todo tu furor
pero apiádate de una inocente.
NORMA
Ya me regocijo con tu mirada,
de tu dolor con su muerte;
puedo al fin, hacerte
tan desgraciado como lo soy yo
POLLIONE
¡Ah! ¡Cruel!
NORMA
Puedo, al fin,
hacerte tan desgraciado como lo soy yo, etc.
POLLIONE
Que sea suficiente para tu venganza,
el que yo me dé muerte delante de ti
que sea suficiente para tu venganza, etc.
Dame esa daga.
NORMA
¿Qué intentas? Aparta.
POLLIONE
¡La daga! ¡La daga!
NORMA
(Gritando)
¡A mí, acudid, ministros, sacerdotes!
(Todos entran en escena)
A vuestra ira una nueva víctima revelaré.
Una sacerdotisa perjura,
que infringió los sagrados votos,
traicionó a la patria
y ofendió a los dioses de nuestros antepasados.
OROVESO E CORO
¡Oh, delito! ¡Oh, furor!
Dinos quién es.
NORMA
Sí, preparad la hoguera.
POLLIONE
(A Norma)
¡Oh! ¡Una vez más te imploro!
Norma, ¡piedad!
OROVESO E CORO
Revélanos su nombre.
NORMA
Escuchad.
(para sí)
Siendo yo culpable ¿puedo acusar
a una inocente de mi misma falta?
OROVESO E CORO
Habla. ¿Quién es?
POLLIONE
(A Norma)
¡Ah! No lo digas.
NORMA
Soy yo.
OROVESO E CORO
¿Tú? ¡Norma!
NORMA
Yo misma; erigid la hoguera.
OROVESO E CORO
(para sí)
¡El horror nos paraliza!
POLLIONE
(para sí)
Me abandona el valor.
OROVESO E CORO
¿Tú, pecadora?
POLLIONE
¡No la creáis!
NORMA
Norma no miente.
OROVESO
¡Oh! ¡Qué vergüenza!
CORO
¡Oh! ¡Qué horror!
NORMA
(a Pollione)
Que esta hora terrible te revele
qué corazón traicionaste y perdiste.
De mí, en vano intentaste huir;
cruel romano, conmigo estás.
Un dios, un hado mas fuerte que tú,
nos quiere unidos, en la vida y en la muerte.
Incluso sobre la hoguera que me devorará,
incluso en la tumba, contigo estaré.
POLLIONE
(A Norma)
¡Ah, demasiado tarde te he conocido;
mujer sublime, te he perdido!
NORMA
Que esta hora terrible, etc.
POLLIONE
Con mi remordimiento ha renacido el amor,
más desesperado, más frenético que antaño.
Juntos moriremos, ah, sí, moriremos,
NORMA
Esta hora terrible...
POLLIONE
mis palabras postreras serán que te quiero.
Pero en la hora de la muerte, no me aborrezcas;
antes de morir, ¡perdóname!
OROVESO E CORO
¡Oh! Vuelve en ti, devuélvenos la paz...
NORMA
(A los Sacerdotes)
Yo soy la culpable.
OROVESO Y CORO
Tu anciano padre te implora;
POLLIONE
(Acercándose a Norma)
No me aborrezcas.
NORMA
(a Pollione)
Qué corazón perdiste,
OROVESO E CORO
Di que deliras, di que mientes
y que sólo palabras necias salen de tu boca.
POLLIONE
¡Moriremos juntos! ¡Ah, sí! Moriremos.
NORMA
te revelará esta hora terrible.
OROVESO Y CORO
El dios severo, que aquí te escucha,
POLLIONE
¡Ah!, ¡perdona!
OROVESO Y CORO
si guarda silencio, si el trueno refrena,
POLLIONE
ah! Te he perdido.
NORMA
¡Sí, y para siempre!
OROVESO Y CORO
nos da un indicio, un indicio seguro,
POLLIONE
¡Mujer sublime!
NORMA
Esta hora terrible te lo revelará,
POLLIONE
perdona, ¡perdón!
OROVESO Y CORO
de que semejante crimen no debe castigar.
¡Ah! No, que el dios no debe castigar, etc.
NORMA
cruel! ¡Para siempre,
ah! ¡Sí, cruel!
POLLIONE
¡Te he perdido, mujer sublime!
¡Qué he hecho, oh cielos!
OROVESO E CORO
¡Norma! ¡Oh! Norma, justifícate.
¿Callas? ¿Acaso no escuchas?
NORMA
(acercándose a Pollione
que escucha sus palabras)
¡Cielos! ¿Y mis hijos?
POLLIONE
¡Ay! ¡Desdichados! ¡Oh, dolor!
NORMA
(volviéndose hacia Pollione)
¿Y nuestros hijos?
POLLIONE
¡Oh, dolor!
(Como presa de un pensamiento
súbito. Norma se acerca hacia su padre.
Pollione durante toda esta escena
observa con agitación los movimientos
de Norma y Oroveso)
OROVESO Y CORO
¿Norma, eres culpable? ¡Habla!
NORMA
Sí, más allá de toda humana idea.
OROVESO Y CORO
¡Impía!
NORMA
(A Oroveso)
¡Escúchame!
OROVESO
¡Aparta!
NORMA
(arrastrándolo con esfuerzo aparte)
¡Por piedad! ¡Escúchame!
OROVESO
¡Oh! ¡Dolor!
NORMA
(en voz baja a Oroveso)
Soy madre.
OROVESO
¡Madre!
NORMA
Cálmate.
Clotilde tiene a mis hijos.
Acógelos contigo y ponlos
al abrigo de los bárbaros.
OROVESO
¡No, jamás! ¡Aparta, déjame!
NORMA
¡Oh, padre! ¡Oh, padre!
Un último ruego.
(Arrodillándose)
POLLIONE Y OROVESO
¡Oh, dolor!
CORO
¡Oh, qué horror!
NORMA
(siempre en voz baja, a Oroveso)
¡Ah! No los conviertas en víctimas
de mi error fatal.
¡Ah! no los trunques, en la flor
de su inocente edad.
Piensa que son tu sangre,
y ten piedad de ellos,
¡ah, padre, de ellos ten piedad!
POLLIONE
Se siente ya conmovido.
OROVESO Y CORO
¡Llora! ¡Reza!
NORMA
¿Lloras, padre?
Llora y perdona.
¡Ah! me perdonas.
Tu llanto me lo dice.
No te pido más. Soy feliz.
¡Ah! No te pido más, ah, no.
Contenta subo a la hoguera.
POLLIONE
¡Oh cielos! ¡Oh cielos! ¡Ah, sí, cielos!
¡Ah, no pido más!
Contento subiré a la hoguera.
OROVESO
Siento el corazón oprimido.
¡Ha vencido el amor, oh cielos
¡Ah! sí. ¡Oh, dolor! ¡Oh, dolor!
¡Hija! ¡Ah!
Jamás podré, ¡ay!, consolarme.
CORO
¿Qué es lo que espera?
Su plegaria debe ser rechazada.
Despójesela de su corona.
Cúbrasela de luto. ¡Ah, sí, llora!
POLLIONE
¡No pido más, oh cielos!
¿Puede ser cierto? ¡Ah, sí!
¡Ah!, sí. ¡Oh, cielos!, etc.
NORMA
¡Padre, ah, padre!
¿Me lo prometes?
¡Ah! ¡Me perdonas!
Estas lágrimas lo dicen, etc.
OROVESO
¡Ah! Cesa infeliz.
Te lo prometo, ¡ah! Sí.
¡Ah! sí. ¡Oh dolor! ¡Oh dolor!
¡Hija! ¡Ah!
¡No podré jamás consolarme!
CORO
¿Qué es lo que espera?, etc.
(Dos druidas cubren a
Norma con un velo negro.)
¡Ve a la hoguera!
OROVESO
¡Ve, infeliz!
NORMA
(encaminándose)
¡Padre, adiós!
CORO
Ve a la hoguera y que tu castigo
purifique el altar y purifique el templo,
¡maldita seas en la hora de tu muerte!
POLLIONE
Tu hoguera, Norma, es la mía;
¡más santo
comienza en ella el eterno amor!
NORMA
(se vuelve una vez más)
¡Padre, adiós!
OROVESO
(la mira)
Adiós.
(Pollione y Norma son
arrastrados a la hoguera)
FIN DE LA ÓPERA
ATTO PRIMO
Scena Prima
(Foresta sacra de' Druidi. In mezzo
la quercia d'Irminsul, al piè della quale
vedesi la pietra druidica che serve d'altare.
Colli in distanza sparsi di selve. È notte;
lontani fuochi trapelano dai boschi.
Al suono di marcia religiosa diffilano
le schiere de' Galli, indi la processione
de' Druidi. Per ultimo Oroveso coi
maggiori Sacerdoti.)
OROVESO
Ite sul colle, o Druidi,
Ite a spiar ne' cieli
Quando il suo disco argenteo
La nuova Luna sveli!
Ed il primier sorriso
Del virginal suo viso
Tre volte annunzi il mistico
Bronzo sacerdotal!
DRUIDI
Il sacro vischio a mietere
Norma verrà?
OROVESO
Sì, Norma, sì verrà.
DRUIDI
Verrà, verrà.
OROVESO
Sì, sì.
DRUIDI
Dell'aura tua profetica,
Terribil Dio, l'informa!
Sensi, o Irminsul, le inspira
D'odio ai Romani e d'ira,
Sensi che questa infrangano
Pace per noi mortal, sì!
OROVESO
Sì. Parlerà terribile
Da queste quercie antiche,
Sgombre farà le Gallie
Dall'aquile nemiche,
E del suo scudo il suono,
Pari al fragor del tuono,
OROVESO E DRUIDI
Nella città dei Cesari
Tremendo echeggerà!
DRUIDI
E del suo scudo il suono, ecc.
OROVESO
Pari al fragor, ecc.
(Tutti s'avviano nell'interno
della foresta)
OROVESO E DRUIDI
(di dentro, perdendosi)
Luna, t'affretta sorgere!
Norma all'altar verrà!
O Luna, t'affretta!
(Escono quindi da un lato Flavio e Polline
guardinghi e ravvolti nelle loro toghe.)
POLLIONE
Svanir le voci!
E dell'orrenda selva
Libero è il varco.
FLAVIO
In quella selva è morte
Norma tel disse.
POLLIONE
Profferisti un nome
Che il cor m'agghiaccia.
FLAVIO
Oh, che di' tu?
L'amante!
La madre de' tuoi figli!
POLLIONE
A me non puoi far tu rampogna,
Ch'io mertar non senta.
Ma nel mio core è spenta
La prima fiamma,
E un Dio la spense,
Un Dio nemico al mio riposo
Ai piè mi veggo l'abisso aperto,
E in lui m'avvento io stesso.
FLAVIO
Altra ameresti tu?
POLLIONE
Parla sommesso;
Un'altra, sì; Adalgisa;
Tu la vedrai;
Fior d'innocenza e riso,
Di candore e d'amor.
Ministra al tempio
Di questo Dio di sangue,
Ella v'appare
Come raggio di stella in ciel turbato.
FLAVIO
Misero amico! E amato Sei tu del pari?
POLLIONE
Io n'ho fidanza.
FLAVIO
E l'ira non temi tu di Norma?
POLLIONE
Atroce, orrenda
me la presenta Il mio rimorso estremo;
Un sogno...
FLAVIO
Ah! Narra.
POLLIONE
In rammentarlo io tremo.
Meco all'altar di Venere
Era Adalgisa in Roma,
Cinta di bende candide,
Sparsa di fior la chioma;
udia d'Imene i cantici,
Vedea fumar gl'incensi,
Eran rapiti i sensi
Di voluttade e amore.
Quando fra noi terribile
Viene a locarsi un'ombra
L'ampio mantel druidico
Come un vapor l'ingombra;
Cade sull'ara il folgore,
D'un vel si copre il giorno,
Muto si spande intorno
Un sepolcrale orror.
Più l'adorata vergine
Io non mi trovo accanto;
N'odo da lunge un gemito
Misto de' figli al pianto;
Ed una voce orribile
Echeggia in fondo al tempio
"Norma così fa scempio
D'amante traditor!"
(Squilla il sacro bronzo.
Trombe di dentro)
FLAVIO
Odi? I suoi riti a compiere
Norma dal tempio move.
DRUIDI
(lontani)
Sorta è la Luna, o Druidi.
Ite, profani, altrove,
Ite altrove, ite altrove!
FLAVIO
Vieni;
POLLIONE
Mi lascia.
FLAVIO
Ah, m'ascolta!
POLLIONE
Barbari!
FLAVIO
Fuggiam;
POLLIONE
Io vi proverrò!
FLAVIO
Vieni; Fuggiam;
Scoprire alcun ti può.
POLLIONE
Traman congiure i barbari,
Ma io li preverrò!
FLAVIO
Ah! Vieni, fuggiam
Sorprendere alcun ti può.
DRUIDI
(lontani)
Ite, profani, altrove.
POLLIONE
Me protegge, me difende
Un poter maggior di loro
È il pensier di lei che adoro,
È l'amor che m'infiammò.
Di quel Dio che a me contende
Quella vergine celeste,
Arderò le rie foreste,
L'empio altare abbatterò.
FLAVIO
Vieni, vieni.
DRUIDI
(sempre lontani)
Sorta è la Luna, o Druidi.
Ite, profani, altrove,
Ite altrove.
POLLIONE
Traman congiure i barbari,
FLAVIO
Scoprire alcun ti può;
Vieni ; Fuggiam;
POLLIONE
Ma io li preverrò!
Me protegge, me difende, ecc.
(Pollione e Flavio partono rapidamente.
Druidi dal fondo, Sacerdotesse,
Guerrieri, Bardi, Sacrificatori,
e in mezzo a tutti, Oroveso.)
CORO
Norma viene: le cinge la chioma
La verbena ai misteri sacrata;
In sua man come luna falcata
L'aurea falce diffonde splendor.
Ella viene, e la stella di Roma
Sbigottita si copre d'un velo;
Irminsul corre i campi del cielo
Qual cometa fioriera d'orror.
(Entra Norma in mezzo alle sue ministre.
Ha sciolto i cappelli, la fronte circondata
di una corona di verbena, ed armata la mano
d'una falce d'oro. Si colloca sulla pietra
druidica, e volge gli occhi d'intorno come
ispirata. Tutti fanno silenzio.)
NORMA
Sediziose voci, voci di guerra
Avvi chi alzarsi attenta
Presso all'ara del Dio?
V'ha chi presume
Dettar responsi alla veggente Norma,
E di Roma affrettar il fato arcano?
Ei non dipende, no, non dipende
Da potere umano.
OROVESO
E fino a quando oppressi
Ne vorrai tu?
Contaminate assai
Non fur le patrie selve
E i templi aviti
Dall'aquile latine?
Omai di Brenno oziosa
Non può starsi la spada.
UOMINI
Si brandisca una volta!
NORMA
E infranta cada.
Infranta, sì, se alcun di voi snudarla
Anzi tempo pretende.
Ancor non sono della nostra vendetta I dì maturi.
Delle sicambre scuri
Sono i pili romani ancor più forti.
OROVESO E UOMINI
E che t'annunzia il Dio?
Parla! Quai sorti?
NORMA
Io ne' volumi arcani leggo del cielo,
In pagine di morte
Della superba Roma è scritto il nome.
Ella un giorno morrà,
Ma non per voi.
Morrà pei vizi suoi,
Qual consunta morrà.
L'ora aspettate, l'ora fatal
Che compia il gran decreto.
Pace v'intimo ;
E il sacro vischio io mieto.
(Falcia il vischio; le Sacerdotesse lo
raccolgono in canestri di vimini; Norma
si avanza e stende le braccia al cielo;
la luna splende in tutta la sua luce;
tutti si prostrano.)
Casta Diva, che inargenti
Queste sacre antiche piante,
Al noi volgi il bel sembiante,
Senza nube e senza vel!
OROVESO E CORO
Casta Diva, che inargenti
Queste sacre antiche piante,
Al noi volgi il bel sembiante,
Senza nube e senza vel!
NORMA
Tempra, o Diva,
Tempra tu de' cori ardenti,
Tempra ancora lo zelo audace.
Spargi in terra quella pace
Che regnar tu fai nel ciel.
OROVESO E CORO
Diva, spargi in terra
Quella pace che regnar Tu fai nel ciel.
NORMA
Fine al rito.
E il sacro bosco
Sia disgombro dai profani.
Quando il Nume irato e fosco
Chiegga il sangue dei Romani,
Dal druidico delubro
La mia voce tuonerà.
OROVESO E CORO
Tuoni,
E un sol del popolo empio
Non sfugga al giusto scempio;
E primier da noi percosso
Il Proconsole cadrà.
NORMA
Cadrà!
Punirlo io posso.
(Fra sè)
Ma punirlo il cor non sa.
Ah! bello a me ritorna
Del fido amor primiero,
E contro il mondo intiero
Difesa a te sarò.
Ah! bello a me ritorna
Del raggio tuo sereno
E vita nel tuo seno
E patria e cielo avrò.
OROVESO E CORO
Sei lento, sì, sei lento,
O giorno di vendetta,
Ma irato il Dio t'affretta
Che il Tebro condannò!
NORMA
Ah! Bello a me ritorna, ecc.
OROVESO E CORO
Ma irato, si, il Dio t'affretta
Che il Tebro condannò!
NORMA
(Fra sè)
Ah! riedi ancora qual eri allora,
Quando il cor ti diedi allora, ecc.
ah, riedi a me!
OROVESO E CORO
O giorno, il Dio t'affretta
Che il Tebro condannò!
(Norma parte, e tutti la seguono in ordine.
Entra Adalgisa.)
ADALGISA
Sgombra è la sacra selva,
Compiuto il rito.
Sospirar non vista alfin poss'io,
Qui ; dove a me s'offerse
La prima volta quel fatal Romano,
Che mi rende rubella
Al tempio, al Dio ;
Fosse l'ultima almen!
Vano desio!
Irresistibil forza qui mi trascina,
E di quel caro aspetto
Il cor si pasce,
E di sua cara voce
L'aura che spira mi ripete il suono.
(Corre a prostrarsi sulla pietra d'Irminsul.)
Deh! Proteggimi, o Dio!
Perduta io son!
Gran Dio, abbi pietà, Perduta io son!
(Pollione entra con Flavio.)
POLLIONE
(a Flavio)
Eccola! Va, mi lascia,
Ragion non odo!
(Flavio parte.)
ADALGISA
(vedendo a Pollione)
Oh, tu qui!
POLLIONE
Che veggo? Piangevi tu?
ADALGISA
Pregava.
Ah! T'allontana, pregar mi lascia!
POLLIONE
Un Dio tu preghi
Atroce, crudele,
Avverso al tuo desire e al mio.
O mia diletta!
Il Dio che invocar devi è Amore.
ADALGISA
(si allontana da lui)
Amor! Deh! Taci,
Ch'io più non t'oda!
POLLIONE
E vuoi fuggirmi?
E dove fuggir vuoi tu ch'io non ti segua?
ADALGISA
Al tempio, ai sacri altari
Che sposar giurai.
POLLIONE
Gli altari? E il nostro amor?
ADALGISA
Io l'obliai.
POLLIONE
Va, crudele, al Dio spietato
Offri in dono il sangue mio.
Tutto, ah, tutto ei sia versato,
Ma lasciarti non poss'io,
No, nol posso!
Sol promessa al Dio tu fosti,
Ma il tuo core a me si diede.
Ah! Non sai quel che mi costi
Perch'io mai rinunzi a te.
Ah! Non, ecc.
ADALGISA
E tu pure, ah, tu non sai
Quanto costi a me dolente!
All'altare che oltraggiai
Lieta andava ed innocente,
Sì, sì, v'andava innocente.
Il pensiero al cielo ergea
E il mio Dio vedeva in ciel!
Or per me spergiura e rea
Cielo e Dio ricopre un vel!
POLLIONE
Ciel più puro e Dei migliori
T'offro in Roma, ov'io mi reco.
ADALGISA
(colpita)
Parti forse?
POLLIONE
Ai nuovi albori.
ADALGISA
Parti? Ed io?
POLLIONE
Tu vieni meco.
De' tuoi riti è Amor più santo,
A lui cedi, ah, cedi a me!
ADALGISA
(più commossa)
Ah! Non dirlo! Ah! Non dirlo!
POLLIONE
Il dirò tanto, il dirò tanto
Che ascoltato io sia da te.
ADALGISA
Deh! Mi lascia!
POLLIONE
Ah! Deh cedi, deh cedi a me!
ADALGISA
Ah! Non posso!
Mi proteggi, o giusto ciel!
POLLIONE
Abbandonarmi così potresti!
Abbandonarmi così!
Adalgisa! Adalgisa!
(con tenerezza)
Vieni in Roma, ah, vieni, o cara,
Dov'è amore e gioia e vita!
Inebbriam nostr'alme a gara
Del contento a cui ne invita!
Voce in cor parla non senti,
Che promette eterno ben?
Ah! Dà fede a' dolci accenti,
Sposo tuo mi stringi al sen!
ADALGISA
(Fra sè)
Ciel! Così parlar l'ascolto
Sempre, ovunque, al tempio istesso!
Con quegli occhi, con quel volto,
Fin sull'ara il veggo impresso.
Ei trionfa del mio pianto,
Del mio duol vittoria ottien.
Ciel! Mi togli al dolce incanto,
O l'error perdona almen!
POLLIONE
Ah! Vieni!
ADALGISA
Deh! Pietà!
POLLIONE
Ah! Deh! Vieni, ah, vieni, o cara!
ADALGISA
Ah! Mai!
POLLIONE
Crudel! E puoi lasciarmi?
ADALGISA
Ah! Per pietà, mi lascia!
POLLIONE
Così, così scordarmi!
ADALGISA
Ah! Per pietà, mi lascia!
POLLIONE
Adalgisa!
ADALGISA
Ah! Mi risparmi tua pietà
Maggior cordoglio!
POLLIONE
Adalgisa! E vuoi lasciarmi?
ADALGISA
Io; Ah!;
Ah; Non posso; Seguirti voglio;
POLLIONE
Qui, domani all'ora istessa,
Verrai tu?
ADALGISA
Ne fo promessa.
POLLIONE
Giura.
ADALGISA
Giuro.
POLLIONE
Oh! Mio contento! Ti rammenta
ADALGISA
Ah! Mi rammento.
Al mio Dio sarò spergiura,
Ma fedel a te sarò!
POLLIONE
L'amor tuo mi rassicura,
E il tuo Dio sfidar saprò!
ADALGISA
Sì, fedel a te sarò
(Partono.)
Scena Seconda
(Abitazione di Norma. Norma,
Clotilde e due piccoli fanciulli.)
NORMA
Vanne, e li cela entrambi.
Oltre l'usato Io tremo d'abbracciarli.
CLOTILDE
E qual ti turba strano timor,
Che i figli tuoi rigetti?
NORMA
Nonso. Diversi affetti
Strazian quest'alma.
Amo in un punto ed odio i figli miei!
Soffro in vederli, E soffro s'io non li veggo.
Non provato mai Sento un diletto
Ed un dolore insieme d'esser lor madre.
CLOTILDE
E madre sei?
NORMA
Nol fossi!
CLOTILDE
Qual rio contrasto!
NORMA
Immaginar non puossi, o mia Clotilde!
Richiamato al Tebro è Pollione.
CLOTILDE
E teco ei parte?
NORMA
Ei tace il suo pensiero.
Oh! S'ei fuggir tentasse, e qui lasciarmi?
Se obbliar potesse Questi suoi figli!
CLOTILDE
E il credi tu?
NORMA
Non l'oso.
È troppo tormentoso,
Troppo orrendo è un tal dubbio.
Alcun s'avanza. Va. Li cela.
(Clotilde parte coi fanciulli.
Norma li abbraccia. Entra Adalgisa.)
Adalgisa!
ADALGISA
(da lontano, fra sè)
Alma, costanza!
NORMA
T'inoltra, o giovinetta, t'inoltra.
E perchè tremi?
Udii che grave a me segreto
Palesar tu voglia.
ADALGISA
È ver... Ma, deh, ti spoglia
Della celeste austerità
Che splende negli occhi tuoi!
Dammi coraggio,
Ond'io senza alcun velo ti palesi il core!
(Si prostra.)
NORMA
(la solleva)
M'abbraccia, e parla.
Che t'affligge?
ADALGISA
(dopo un momento di estazione)
Amore. Non t'irritar!
Lunga stagion pugnai per soffocarlo.
Ogni mia forza ei vinse,
Ogni rimorso.
Ah! Tu non sai, pur dianzi
Qual giuramento io fea!
Fuggir dal tempio,
Tradir l'altare a cui son io legata,
Abbandonar la patria
NORMA
Ahi! Sventurata!
Del tuo primier mattino
Già turbato è il sereno?
E come, e quando
Nacque tal fiamma in te?
ADALGISA
Da un solo sguardo, da un sol sospiro,
Nella sacra selva,
A piè dell'ara ov'io pregava il Dio.
Tremai ; Sul labbro mio
Si arrestò la preghiera.
E, tutta assorta
In quel leggiadro aspetto,
Un altro cielo mirar credetti,
Un altro cielo in lui.
NORMA
(Fra sè)
Oh! Rimembranza!
Io fui così rapita
Al sol mirarlo in volto!
ADALGISA
Ma non m'ascolti tu?
NORMA
Segui. T'ascolto.
ADALGISA
Sola, furtiva, al tempio
Io l'aspettai sovente,
Ed ogni dì più fervida
Crebbe la fiamma ardente.
NORMA
(Fra sè)
Io stessa arsi così.
ADALGISA
Vieni, ei dicea, concedi
Ch'io mi ti prostri ai piedi.
NORMA
(Fra sè)
Oh, rimembranza!
ADALGISA
Lascia che l'aura io spiri
NORMA
(Fra sè)
Io fui così sedotta!
ADALGISA
Dei dolci tuoi sospiri,
Del tuo bel crin le anella
Dammi, dammi poter baciar.
NORMA
(Fra sè)
Oh, cari accenti!
Così li profferia,
Così trovava del mio cor la via!
ADALGISA
Dolci qual arpa armonica
M'eran le sue parole,
Negli occhi suoi sorridere
Vedea più bello un sole.
NORMA
(Fra sè)
L'incanto suo fu il mio!
ADALGISA
Io fui perduta e il sono!
NORMA
(A Adalgisa)
Ah! Tergi il pianto!
ADALGISA
D'uopo ho del tuo perdono!
NORMA
Avrò pietade!
ADALGISA
Deh! Tu mi reggi e guida!
NORMA
Ah! Tergi il pianto!
ADALGISA
Me rassicura, o sgrida,
Salvami da me stessa,
Salvami, salvami dal mio cor
NORMA
Ah! Tergi il pianto!
Te non lega eterno nodo all'ara.
ADALGISA
Ah! Ripeti, o ciel,
Ripeti si lusinghieri accenti!
NORMA
Ah! sì! Ah!
Ah! Sì, fa core e abbracciami.
Perdono e ti compiango.
Dai voti tuoi ti libero,
I tuoi legami io frango.
Al caro oggetto unita
Vivrai felice ancor.
ADALGISA
Ripeti, o ciel, ripetimi
si lusinghieri accenti;
Per te, per te, s'acquetano
I lunghi miei tormenti.
Tu rendi a me la vita,
Se non è colpa amor.
NORMA
Vivrai felice ancor, ecc.
Ma di': l'amato giovane
Quale fra noi si noma?
ADALGISA
Culla non ebbe in Gallia:
Roma gli è patria.
NORMA
Roma? Ed è? Prosegui
(Entra Pollione)
ADALGISA
Il mira.
NORMA
Ei! Pollion!
ADALGISA
Qual ira!
NORMA
Costui, costui dicesti?
Ben io compresi?
ADALGISA
Ah! Sì.
POLLIONE
(inoltrandosi ad Adalgisa)
Misera te! Che festi?
ADALGISA
(smarrita)
Io?
NORMA
(a Pollione)
Tremi tu? E per chi?
E per chi tu tremi?
(Alcuni momenti di silenzio. Pollione
è confuso, Adalgisa tremante e
Norma fremente.)
Oh, non tremare, o perfido,
Ah, non tremar per lei!
Essa non è colpevole,
Il malfattor tu sei!
Trema per te, fellon,
Pei figli tuoi,
Trema per me, fellon!
ADALGISA
(tremante)
Che ascolto?
(A Norma)
Ah! Deh parla!
(A Pollione)
Taci? T'arretri! Ohimè!
(Si copre il volto colle mani; Norma
l'afferra per un braccio, e la
costringe a mirar Pollione.)
NORMA
(Ad Adalgisa)
Oh! Di qual sei tu vittima
Crudo e funesto inganno!
Pria che costui conoscere
T'era il morir men danno!
Fonte d'eterne lagrime
Egli a te pur dischiuse
Come il mio cor deluse,
L'empio il tuo core tradì!
ADALGISA
Oh, qual traspasare orribile
dal tuo parlar mistero!
NORMA
Oh! Di qual sei tu vittima, ecc.
ADALGISA
Trema il mio cor di chiedere,
Trema d'udire il vero!
Tutta comprendo, o misera,
Tutta la mia sventura,
Essa non ha misura,
S'ei m'ingannò così!
NORMA
Fonte d'eterno lagrime ecc.
POLLIONE
Norma! De' tuoi rimproveri
Segno non farmi adesso!
NORMA
Pria che costui conoscere, ecc.
Empio e tant'osi!
ADALGISA
Oh, qual mistero orribile, ecc.
POLLIONE
Deh! A quest'afflitta vergine
Sia respirar concesso!
Copra a quell'alma ingenua,
Copra nostr'onte un velo;
Giudichi solo il cielo
Quali più di noi fallì!
NORMA
Fonte, ah! Fonte d'eterne lagrime, ecc.
ADALGISA
Tutta, ah! tutta comprendo, o misera, ecc
POLLIONE
Deh! A quest'afflitta,
deh! fa che respiri;
sa il ciel, ah! Chi di noi falli, ecc.
NORMA
(A Pollione)
Perfido!
POLLIONE
(per allontanarsi)
Or basti.
NORMA
Fermati!
POLLIONE
(afferra Adalgisa)
Vieni.
ADALGISA
(dividendosi da lui)
Mi lascia, scostati!
Sposo sei tu infedele!
POLLIONE
Qual io mi fossi obblio.
ADALGISA
Mi lascia, scostati!
POLLIONE
(con tutto il fuoco)
L'amante tuo son io!
ADALGISA
Va, traditor!
POLLIONE
È mio destino amarti,
Destino costei lasciar!
NORMA
(reprimendo il furore)
Ebben! lo compi,
Lo compi e parti!
(ad Adalgisa)
Seguilo.
ADALGISA
(supplichevole)
Ah! No, giammai, ah, no.
Ah, pria spirar!
NORMA
(fissando Pollione)
Vanne, sì, mi lascia, indegno,
Figli obblia, promesse, onore!
Maledetto dal mio sdegno
Non godrai d'un empio amore!
Vanne, sì, mi lascia, ecc.
ADALGISA E POLLIONE
Ah!
NORMA
Te sull'onde e te sui venti
Seguiranno mie furie ardenti!
Mia vendetta e notte e giorno
Ruggirà intorno a te!
POLLIONE
(disperatamente)
Fremi pure, e angoscia eterna
Pur m'imprechi il tuo furore!
Quest'amor che mi governa
È di te, di me maggiore!
Fremi pure, e angoscia eterna, ecc.
ADALGISA
(supplichevole a Norma)
Ah! Non fia ch'io costi
Al tuo core si rio dolore!
Ah, sian frapposti e mari e monti
Fra me sempre e il traditore. Ah!
NORMA
Maledetto dal mio sdegno
Non godrai d'un empio amore!
ADALGISA
Soffocar saprò i lamenti,
Divorare i miei tormenti;
Morirò perchè ritorno
Faccia il crudo ai figli, a te! ecc.
POLLIONE
Dio non v'ha che mali inventi
De' miei mali, ah, più cocenti!
Maledetto io fui quel giorno
Che il destin m'offerse a te.
Maledetto io fui per te!
(Squillano i sacri bronzi del tempio.
Norma è chiamata ai riti.)
CORO
(di dentro)
Norma, Norma all'ara!
In tuon feroce
D'Irminsul tuonò la voce,
Norma, Norma al sacro altar!
NORMA
Ah! Suon di morte!
Ah, va, per te qui pronta ell'è!
ADALGISA
Ah! Suon di morte s'intima a te,
Va, per te qui pronta ell'è, ecc.
POLLIONE
Ah! Qual suon!
Sì, la sprezzo, sì, ma prima
Mi cadrà il tuo Nume al piè, ecc.
(Norma respinge d'un braccio Pollione,
e gli accenna di uscire. Pollione si
allontana furente.)
ATTO SECONDO
Scena Prima
(Interno dell'abitazione di Norma.
Da una parte un letto romano coperto
di pelle d'orso. I figli di Norma sono
addormentati. Comparisce Norma con una
lampa e un pugnale alla mano. Siede, e posa
la lampa sopra una tavola.
È pallida, contraffatta.)
NORMA
Dormono entrambi,
Non vedran la mano
Che li percuote.
Non pentirti, o core;
Viver non ponno.
Qui supplizio,
E in Roma obbrobrio avrian,
Peggior supplizio assai;
Schiavi d'una matrigna.
Ah! No! Giammai!
(Sorge risoluta.)
Muoiano, sì.
(Fa un passo e si ferma)
Non posso avvicinarmi.
Un gel mi prende
E in fronte mi si solleva il crin.
I figli uccido!
Teneri figli.
Essi, pur dianzi delizia mia,
Essi nel cui sorriso
Il perdono del ciel mirar credei
Ed io li svenerò?
Di che son rei?
(risoluta)
Di Pollione son figli
Ecco il delitto.
Essi per me son morti!
Muoian per lui.
E non sia pena che la sua somigli.
Feriam.
(S'incammina verso il letto; alza il pugnale)
Ah! No! Son miei figli!
(dà un grido inorridita al grido i fanciulli si
svegliano. Li abbraccia piangendo amaramente)
Miei figli!
Olà! Clotilde!
(Entra Clotilde)
Vola. Adalgisa a me guida.
CLOTILDE
Ella qui presso solitaria si aggira.
E prega e plora.
NORMA
Va.
(Clotilde parte)
Si emendi il mio fallo,
E poi, si mora.
ADALGISA
(entrando, con timore)
Mi chiami, o Norma?
(sbigottita)
Qual ti copre il volto tristo pallor?
NORMA
Pallor di morte.
Io tutta l'onta mia ti rivelo.
Una preghiera sola, odi, e l'adempi,
Si pietà pur merta
Il presente mio duol,
E il duol futuro.
ADALGISA
Tutto, tutto io prometto.
NORMA
Il giura.
ADALGISA
Il giuro.
NORMA
Odi, purgar quest'aura contaminata
dalla mia presenza ho risoluto,
nè trar meco io posso questi infelici.
A te li affido.
ADALGISA
Oh ciel! A me li affidi?
NORMA
Nel romano campo guidali a lui,
Che nominar non oso.
ADALGISA
Oh! Che mai chiedi?
NORMA
Sposo ti sia men crudo;
Io gli perdono e moro.
ADALGISA
Sposo? Ah, mai!
NORMA
Pei figli suoi t'imploro.
Deh! Con te, li prendi,
Li sostieni, li difendi
Non ti chiedo onori e fasci,
A' tuoi figli ei fian serbati.
Prego sol che i miei non lasci
Schiavi, abbietti, abbandonati.
Basti a te che disprezzata,
Che tradita io fui per te.
Adalgisa, deh! ti muova
Tanto strazio del mio cor.
ADALGISA
Norma, ah! Norma, ancora amata,
Madre ancora sarai per me.
Tienti i figli.
Ah! Non, ah non fia mai
Ch'io mi tolga a queste arene!
NORMA
Tu giurasti...
ADALGISA
Sì, giurai.
Ma il tuo bene, il sol tuo bene.
Vado al campo ed all'ingrato
Tutti io reco i tuoi lamenti.
La pietà che m'hai destato
Parlerà sublimi accenti.
Spera, ah, spera, amor, natura
Ridestar in lui vedrai.
Del suo cor son io secura,
Norma ancor vi regnerà!
Norma, spera nel suo core.
Norma ancor vi regnerà.
NORMA
Ch'io lo preghi?
Ah, no! Giammai! Ah! No!
ADALGISA
Norma, ti piega.
NORMA
No, più non t'odo.
Parti. Va.
ADALGISA
Ah, no! Giammai! Ah! No!
Mira, o Norma, a' tuoi ginocchi
Questi cari tuoi pargoletti!
Ah! Pietade di lor ti tocchi,
Se non hai di te pietà!
NORMA
Ah! Perchè, perchè la mia costanza
Vuoi scemar con molli affetti?
Più lusinghe, ah, più speranza
Presso a morte un cor non ha!
ADALGISA
Mira questi cari pargoletti,
Questi cari, ah, li vedi, ah!
Mira, o Norma, a' tuoi ginocchi, ecc
NORMA
Ah! Perché, ah! Perché
la vuoi scemar, ah! Perché? Ah!
Ah! Perchè, perchè la mia costanza, ecc
ADALGISA
Cedi! Deh, cedi!
NORMA
Ah! Lasciami! Ei t'ama.
ADALGISA
Ei già sen pente.
NORMA
E tu?
ADALGISA
L'amai. Quest'anima
Sol l'amistade or sente.
NORMA
O giovinetta! E vuoi?
ADALGISA
Renderti i dritti tuoi,
O teco al cielo agli uomini
Giuro celarmi ognor.
NORMA
Sì. Hai vinto. Abbracciami.
Trovo un'amica amor.
NORMA ED ADALGISA
Sì, fino all'ore estreme
Compagna tua m'avrai.
Per ricovrarci insieme
Ampia è la terra assai.
Teco del fato all'onte
Ferma opporrò la fronte,
Finchè il tuo core a battere
Io senta sul mio cor, ecc.
Ah!
sì. Fino all'ore estreme, ecc.
(Partono.)
Scena Seconda
(Luogo solitario presso il bosco dei
Druidi cinto da burroni e da caverne.
In fondo un lago attraversato da un
ponte di pietra.)
CORO DEI GUERRIERI
Non partì!
Finora è al campo!
Tutto il dice: i feri carmi,
Il fragor, dell'armi il suon,
Il suon dell'armi,
Dell'insegne il ventilar.
Un breve inciampo
Non ci turbi, non ci arresti
Attendiam, attendiam.
Un breve inciampo
Non ci turbi, non ci arresti
E in silenzio il cor s'appresti
La grand'opra a consumar!
E in silenzio, ecc.
OROVESO
(entrando)
Guerrieri! A voi venirne
Credea foriero d'avvenir migliore!
Il generoso ardore,
L'ira che in sen vi bolle
Io credea secondar,
Ma il Dio non volle.
GUERRIERI
Come? Le nostre selve
L'aborrito Proconsole non lascia?
Non riede al Tebro?
OROVESO
Ma più temuto il e fiero
Latino condottiero
A Pollione succede.
GUERRIERI
E Norma il sa?
Di pace è consigliera ancor?
OROVESO
Invan di Norma la mente investigai.
GUERRIERI
E che far pensi?
OROVESO
Al fato piegar la fronte,
Separarci, e nulla lasciar sospetto
Del fallito intento.
GUERRIERI
E finger sempre?
OROVESO
Cruda legge! Il sento.
(con feracità)
Ah! Del Tebro al giogo indegno
Fremo io pure, All'armi anelo!
Ma nemico è sempre il cielo,
Ma consiglio è simular.
GUERRIERI
Ah sì, fingiamo, se il finger giovi,
Ma il furor in sen si covi.
OROVESO
Divoriam in cor lo sdegno,
Tal che Roma estinto il creda.
Di verrà, sì, che desto ei rieda
Più tremendo a divampar.
GUERRIERI
Guai per Roma allor che il segno
Dia dell'armi il sacro altar!
Sì, ma fingiam, se il finger giovi,
Ma il furore in sen si covi!
Guai per Roma, allor che il segno
Dia dell'armi il sacro altar!
OROVESO
Simuliamo, sì,
Ma consiglio è il simular!
Di verrà, che desto ei rieda
Più tremendo a divampar!
GUERRIERI GALLI
Ma fingiamo è consiglio il simular,
Sì, fingiamo!
(Partono)
Scena Terza
(Tempio d'Irminsul.
Da un lato, l'ara dei Druidi)
NORMA
Ei tornerà.
Sì. Mia fidanza è posta in Adalgisa.
Ei tornerà pentito,
Supplichevole, amante.
Oh! A tal pensiero
Sparisce il nuvol nero
Che mi premea la fronte,
E il sol m'arride
Come del primo amore ai dì,
ai dì felici.
(Entra Clotilde.)
Clotilde!
CLOTILDE
O Norma! Uopo è d'ardir.
NORMA
Che dici?
CLOTILDE
Lassa!
NORMA
Favella. Favella.
CLOTILDE
Indarno parlò Adalgisa, e pianse.
NORMA
Ed io fidarmi di lei dovea?
Di mano uscirmi,
E bella del suo dolore,
Presentarsi all'empio ella tramava.
CLOTILDE
Ella ritorna al tempio.
Triste, dolente,
Implora di profferir suoi voti.
NORMA
Ed egli?
CLOTILDE
Ed egli rapirla giura
Anco all'altar del Nume.
NORMA
Troppo il fellon presume.
Lo previen mia vendetta,
E qui di sangue, sangue roman,
Scorreran torrenti.
(Clotilde parte. Norma corre
all'altare e batte tre volte
lo scudo d'Irminsul.
Trombe di dentro)
CORO
(di dentro)
Squilla il bronzo del Dio!
(Accorrono da varie parti Oroveso,
i Druidi, i Bardi e le Ministre. Norma
si colloca sull'altare.)
OROVESO E CORO
Norma! Che fu?
Percosso lo scudo d'Irminsul,
Quali alla terra decreti intima?
NORMA
Guerra, strage, sterminio.
OROVESO E CORO
A noi pur dianzi pace
S'imponea pel tuo labbro!
NORMA
Ed ira adesso,
Stragi, furore e morti.
Il cantico di guerra alzate, o forti.
Guerra, guerra!
Sangue, sangue! Vendetta!
Strage, strage!
OROVESO E CORO
Guerra, guerra! Le galliche selve
Quante han quercie producon guerrier:
Qual sul gregge fameliche belve,
Sui Romani van essi a cader!
NORMA
Sangue, sangue! Vendetta!
Strage, strage!
OROVESO E CORO
Sangue, sangue! Le galliche scuri
Fino al tronco bagnate ne son!
Sovra il flutti dei Ligeri impuri
Ei gorgoglia con funebre suon!
NORMA
Guerra, guerra!
Sangue, sangue! Vendetta!
OROVESO E CORO
Strage, strage, sterminio, vendetta!
Già comincia, si compie, s'affretta.
Come biade da falci mietute
Son di Roma le schiere cadute!
NORMA
Strage, strage!
OROVESO E CORO
Tronchi i vanni, recisi gli artigli.
Abbattuta ecco l'aquila al suol!
A mirare il trionfo de' figli
Ecco il Dio sovra un raggio di sol!
OROVESO
Nè compi il rito, o Norma?
Nè la vittima accenni?
NORMA
Ella fia pronta.
Non mai 'altar tremendo
Di vittime mancò.
Ma qual tumulto?
(Entra Clotilde, frettolosa)
CLOTILDE
Al nostro tempio insulto
Fece un Romano.
Nella sacra chiostra
Delle vergini alunne egli fu colto!
OROVESO E CORO
Un Romano?
NORMA
(Fra sè)
Che ascolto? Se mai foss'egli?
OROVESO E CORO
A noi vien tratto.
(Pollione entra, condotto da due guerrieri.)
NORMA
(Fra sè)
È desso!
OROVESO E CORO
È Pollion!
NORMA
(Fra sè)
Son vendicata adesso.
OROVESO
Sacrilego nemico, e chi ti spinse
A violar queste temute soglie.
A sfidar l'ira d'Irminsul?
POLLIONE
Ferisci. Ma non interrogarmi.
NORMA
(svelandosi)
Io ferir deggio. Scostatevi.
POLLIONE
Che veggio? Norma!
NORMA
Sì. Norma.
OROVESO E CORO
Il sacro ferro impugna,
Vendica il Dio.
NORMA
(prende il pugnale dalle mani d'Oroveso)
Sì. Feriam.
(Si arresta.)
OROVESO E CORO
Tu tremi?
NORMA
(Fra sè)
Ah! Non poss'io.
OROVESO E CORO
Che fia? Perchè t'arresti?
NORMA
(Fra sè)
Poss'io sentir pietà?
OROVESO E CORO
Ferisci!
NORMA
Io deggio interrogarlo,
Investigar qual sia l'insidiata
O complice ministra
Che il profano persuase
a fallo estremo.
Ite per poco.
OROVESO E CORO
(allontanandosi)
Che far pensa?
POLLIONE
(Fra sè)
Io fremo.
(Oroveso e il coro si ritirano.
Il tempio rimane sgombro.)
NORMA
In mia man alfin tu sei:
Niun potria spezzar tuoi nodi.
Io lo posso.
POLLIONE
Tu nol dei.
NORMA
Io lo voglio.
POLLIONE
E come?
NORMA
M'odi.
Pel tuo Dio, pei figli tuoi,
Giurar dei che d'ora in poi
Adalgisa fuggirai,
All'altar non la torrai,
E la vita io ti perdono,
E mai più ti rivedrò.
Giura.
POLLIONE
No. Si vil non sono.
NORMA
Giura, giura!
POLLIONE
Ah! Pria morrò!
NORMA
Non sai tu che il mio furore
Passa il tuo?
POLLIONE
Ch'ei piombi attendo.
NORMA
Non sai tu che ai figli in core
Questo ferro?
POLLIONE
Oh Dio! Che intendo?
NORMA
Sì, sovr'essi alzai la punta.
Vedi, vedi a che son giunta!
Non ferii, ma tosto, adesso
Consumar potrei l'eccesso.
Un istante, e d'esser madre
Mi poss'io dimenticar!
POLLIONE
Ah! Crudele, in sen del padre
Il pugnal tu dei vibrar!
A me il porgi.
NORMA
A te?
POLLIONE
Che spento cada io solo!
NORMA
Solo? Tutti!
I Romani a cento a cento
Fian mietuti, fian distrutti,
E Adalgisa
POLLIONE
Ahimè!
NORMA
Infedele a suoi voti
POLLIONE
Ebben, crudele?
NORMA
Adalgisa fia punita,
Nelle fiamme perirà, sì, perirà!
POLLIONE
Ah! Ti prendi la mia vita,
Ma di lei, di lei pietà!
NORMA
Preghi alfine? Indegno! È tardi.
Nel suo cor ti vo' ferire,
Sì, nel suo cor ti vo' ferire!
Già mi pasco ne' tuoi sguardi,
Del tuo duol, del suo morire,
Posso alfine, io posso farti
Infelice al par di me!
possofarti alfin, ecc.
POLLIONE
Ah! T'appaghi il mio terrore!
Al tuo piè son io piangente!
In me sfoga il tuo furore,
Ma risparmia un'innocente!
Basti, basti a vendicarti
Ch'io mi sveni innanzi a te!
NORMA
Nel suo cor ti vo' ferire!
POLLIONE
Ah! T'appaghi il mio terrore!
NORMA
No, nel suo cor!
POLLIONE
No, crudel!
NORMA
Ti vo' ferire!
POLLIONE
In me sfoga il tuo furore,
Ma risparmia un'innocente!
NORMA
Già mi pasco ne' tuoi sguardi,
Del tuo duol, del suo morire;
posso alfine, io posso farti
infelice al par di me
POLLIONE
Ah! Crudele!
NORMA
posso farti alfin,
posso farti infelice al par di me, ecc.
POLLIONE
Basti, basti il mio dolore
Ch'io mi sveni innanzi a te!
Basti, basti a vendicarti, ecc.
Dammi quel ferro!
NORMA
Che osi? Scostati!
POLLIONE
Il ferro, il ferro!
NORMA
(gridando)
Olà, ministri, sacerdoti, accorrete!
(Tutti entrano in scena)
All'ira vostra Nuova vittima io svelo.
Una spergiura sacerdotessa
I sacri voti infranse,
Tradì la patria,
E il Dio degli avi offese.
OROVESO E CORO
O delitto! O furor!
La fa palese!
NORMA
Sì, preparate il rogo!
POLLIONE
(A Norma)
Oh! Ancor ti prego,
Norma, pietà!
OROVESO E CORO
La svela!
NORMA
Udite.
(Fra sè)
Io rea l'innocente accusar
Del fallo mio?
OROVESO E CORO
Parla. Chi è dessa?
POLLIONE
(A Norma)
Ah! Non lo dir!
NORMA
Son io.
OROVESO E CORO
Tu! Norma!
NORMA
Io stessa. Il rogo ergete.
OROVESO E CORO
(Fra loro)
D'orrore io gelo!
POLLIONE
(Fra sè)
Mi manca il cor!
OROVESO E CORO
Tu delinquente!
POLLIONE
Non le credete!
NORMA
Norma non mente.
OROVESO
Oh! Mio rossor!
CORO
Oh! Quale orror!
NORMA
(a Pollione)
Qual cor tradisti, qual cor perdesti
Quest'ora orrenda ti manifesti.
Da me fuggire tentasti invano,
Crudel Romano, tu sei con me.
Un nume, un fato di te più forte
Ci vuole uniti in vita e in morte.
Sul rogo istesso che mi divora,
Sotterra ancora sarò con te.
POLLIONE
(A Norma)
Ah! Troppo tardi t'ho conosciuta!
Sublime donna, io t'ho perduta!
NORMA
Qual cor tradisti, ecc.
POLLIONE
Col mio rimorso è amor rinato,
Più disperato, furente egli è!
Moriamo insieme, ah, sì, moriamo!
NORMA
Quest'ora orrenda...
POLLIONE
L'estremo accento sarà ch'io t'amo.
Ma tu morendo, non m'abborrire,
Pria di morire, perdona a me!
OROVESO E CORO
Oh! In te ritorna, ci rassicura!
NORMA
(ai Sacerdoti)
Io son la rea.
OROVESO E CORO
Canuto padre te ne scongiura,
POLLIONE
(accostandosi a Norma)
Non m'abborrire
NORMA
(A Pollione)
Qual cor perdesti,
OROVESO E CORO
Di che deliri, di che tu menti,
Che stolti accenti uscir da te
POLLIONE
Moriamo insieme! Ah, sì, moriam.
NORMA
quest'ora orrenda tel dica
OROVESO E CORO
Il Dio severo che qui t'intende
POLLIONE
Ah! Perdona!
OROVESO E CORO
Se stassi muto, se il tuon sospende,
POLLIONE
Ah! T'ho perduta
NORMA
Sì, e per sempre.
OROVESO E CORO
Indizio è questo, indizio espresso
POLLIONE
Sublime donna!
NORMA
Quest'ora orrenda tel dica
POLLIONE
Perdona, perdon.
OROVESO E CORO
Che tanto eccesso punir non de',
Ah no, che il Dio punir non de' ecc.
NORMA
Crudel! per sempre,
ah sì, crudel!
POLLIONE
Io t'ho perduta, sublime donna!
Che feci, oh ciel!
OROVESO E CORO
Norma! Deh! Norma, scolpati!
Taci? Ne ascolti appena?
NORMA
(vicino a Pollione che
solo sente le sue parole)
Cielo! E i miei figli?
POLLIONE
Ah! Miseri! Oh pena!
NORMA
(volgendosi a Pollione)
I nostri figli?
POLLIONE
Oh pena!
(Norma, come colpita da un'idea,
s'incammina verso il padre. Pollione
in tutta questa scena osserverà con
agitazione i movimenti di Norma
ed Oroveso.)
OROVESO E CORO
Norma sei rea? Parla!
NORMA
Sì, oltre umana idea.
OROVESO E CORO
Empia!
NORMA
(ad Oroveso)
Tu m'odi.
OROVESO
Scostati.
NORMA
(a stento trascinandolo in disparte)
Deh! Deh! M'odi!
OROVESO
Oh, mio dolor!
NORMA
(piano ad Oroveso)
Son madre
OROVESO
Madre!
NORMA
Acquietati.
Clotilde ha i figli miei.
Tu li raccogli, e ai barbari
Gl'invola insiem con lei.
OROVESO
No! Giammai! Va. Lasciami.
NORMA
Ah! Padre! Ah! Padre!
Un prego ancor.
(S'inginocchia.)
POLLIONE ED OROVESO
Oh, mio dolor!
CORO
Oh, qual orror!
NORMA
(sempre piano ad Oroveso)
Deh! Non volerli vittime
Del mio fatale errore!
Deh! Non troncar sul fiore
Quell'innocente età!
Pensa che son tuo sangue,
Abbi di lor pietade!
Ah! Padre, abbi di lor pietà!
POLLIONE
Commosso è già.
CORO
Piange! Prega!
NORMA
Padre, tu piangi?
Piangi e perdona!
Ah! Tu perdoni!
Quel pianto il dice.
Io più non chiedo. Io son felice.
Ah! Più non chiedo, ah, no
Contenta il rogo io ascenderò!
POLLIONE
Oh ciel! Oh ciel! Ah, sì, oh ciel!
Ah, più non chiedo!
Contento il rogo io ascenderò!
OROVESO
Oppresso è il core.
Ha vinto amor, oh ciel!
Ah, sì! Oh, duol! Oh, duol!
Figlia! Ah!
Consolarm'io mai, ah, non potrò!
CORO
Che mai spera?
Qui respinta è la preghiera!
Le si spogli il crin del serto,
La si copra di squallor! Sì, piange!
POLLIONE
Più non chiedo, oh ciel!
Fia ver? Ah! Sì
Ah, sì. Oh ciel! ecc.
NORMA
Padre, ah, padre!
Tu mel prometti?
Ah! Tu perdoni!
Quel pianto il dice, ecc.
OROVESO
Ah! Cessa, infelice!
Io tel prometto, ah, sì!
Ah sì! Oh, duol! Oh, duol!
Figlia! Ah!
Consolarm'io mai, ah, non potrò!
CORO
Che mai spera? ecc
(I Druidi coprono d'un velo
nero la Sacerdotessa.)
Vanne al rogo!
OROVESO
Va, infelice!
NORMA
(incamminandosi)
Padre, addio!
CORO
Vanne al rogo ed il tuo scempio
Purghi l'ara e lavi il tempio,
Maledetta estinta ancor!
POLLIONE
Il tuo rogo, o Norma, è il mio!
Là più santo
Incomincia eterno amor!
NORMA
(si volge ancora una volta)
Padre Addio!
OROVESO
(la guarda)
Addio!
(Pollione e Norma sono
trascinati al rogo.)
FINE DELL'OPERA
Biografía de Vincenzo Bellini
incenzo Salvatore Carmelo Francesco Bellini (3 de noviembre de 1801, Catania, Sicilia; 23 de Septiembre de 1835, Puteaux, París).
Vincenzo Bellini vivió la mayor parte de su infancia con su abuelo, compositor y organista, del cual aprendió música.
En 1819 comenzó a estudiar en el Real Colegio di Musica di San Sebastiano, Nápoles, luego de la sugerencia que le hiciera a su abuelo, un siciliano sorprendido por el talento del joven, que tuviera una buena educación musical. Al año y medio de estudios, Zingarelli, director del Real Colegio di Musica y uno de los profesores más famosos de la época, nombra a Bellini “Primo Maestrino” (profesor de principiantes) debido a sus aptitudes.
En su paso por el conservatorio, conoce a quien sería su amigo de toda la vida, Florimo, con quien mantuvo una fluida correspondencia toda su vida, material que luego de su muerte sería una importante fuente de información.
La primera obra escénica de Bellini, Adelson e Salvini, fue estrenada en 1825 (estando aún en la academia). Entre los presentes se encontraba el famoso empresario teatral Barbaia, quien le encargo una ópera para el San Carlo. Bianca e Fernando, estrenada en 1826 y bien acogida por el público napolitano, sería el resultado de esta encomienda.
Ante un nuevo pedido de Barbaia para La Scala, nace Il pirata (1827) con libreto de Felice Romani, con quién colaboraría en casi todas sus obras, y a quién conoce en Milán. Il pirata tuvo una buena acogida en La Scala. Es en esta ópera en la que aparece por vez primera un estilo original basado en simples líneas melódicas con pocos adornos vocales. La ópera fue presentada en París y paso seguido, escuchada en todas las capitales de Europa. Esto le abrió a Bellini las puertas a la sociedad aristocrática: Milán; Génova; la amistad surgida con Francesco y Mariana Pollini, dos buenos amigos de Zingarelli a quienes conoció a través de Mercadante; Francesco y Mariana (viejos músicos sin hijos) que se transformarían en una verdadera familia para Bellini.
En 1828 conoce a la cantante milanesa Giuditta Pasta y a su marido Giuseppe. Es en casa de Giuditta donde se producen encuentros intelectuales en los cuales conoce a mucha gente importante, encuentros entre los cuales nació un apasionado romance con la Giuditta Turina (una joven mujer casada).
En 1829, estrena en La Scala, La Straniera, siendo un éxito con su característico estilo simple y efectivo. Sin embargo, la ópera Zaira, presentada en el teatro de Parma, en mayo, fue un fracaso. Consciente de su calidad musical, Bellini decide usar parte de la música de Zaira en una nueva obra.
En 1830, La Fenice, ante el incumplimiento de una obra encargada a otro compositor le pide a Bellini una ópera, en poco más de un mes y empleando parte de obras tempranas, nace su sexta ópera: I Capuleti ed I Montecchi, con la cual obtiene un resonante éxito retomando un estilo más florido y decorativo dentro de sus líneas melódicas simples características.
Tanta actividad deterioró la salud de Bellini enfermando de disentería. De regreso a Milán, los Pollini se encargan de su salud, “Sin su cuidado”, dijo Bellini más tarde, “no habría sobrevivido a la enfermedad”.
En 1831, compone para La Scala, la que sería su séptima ópera y primera obra maestra: La Sonnambula. Unos meses después, el 26 de diciembre de 1831 estrena, también para La Scala, su octava ópera y segunda obra maestra: Norma. Cabe acotar que fue un rotundo fracaso, solo luego de varias representaciones fue logrando la aceptación del público, para así lograr quedarse desde entonces con un sostenido lugar en el repertorio de Bellini a nivel mundial.
El estreno de su novena ópera: Beatrice di Tenda, en el teatro La Fenice, en 1833, fue un fracaso, el cual provocó el fin de la amistad entre Bellini y Romani. También en lo que respecta a su vida amorosa, ese mismo año concluyó el romance secreto que mantenía con Giuditta. Una vez hecho público este romance y con un divorcio inminente, Bellini se alejo de Giuditta: por falta de interés, o por temor al compromiso.
Bellini viaja a Londres con el afán de conseguir un contrato como director o compositor de ópera. Pero su estilo musical no era del gusto de la audiencia. Como ejemplo: Consideraban que Norma e I Capuleti ed I Montecchi “eran muy ruidosas”, e inclusive, lo consideraban un compositor de tercera clase.
Es en Londres donde conoció a la condesa Granville, que promocionaría su carrera en París, y pudo ver a la soprano Maria Malibran cantando su Sonnambula, la única obra suya que había sido un éxito en Londres ese año.
Llegó a París en 1833. Ciudad glamorosa y atractiva, el centro de la cultura, el comercio y la sociedad. Bellini entabló importantes contactos, sobre todo con Rossini.
Su décima y última ópera, I Puritani (trabajo que recibió el apoyo y la atención de Rossini), fue estrenada en el Theatre-Italien el 25 de enero de 1835, logrando un enorme éxito.
Envió cartas de reconciliación a Felice Romani, y huyó de la ciudad parisina cuando Giuditta Turina, su antiguo amor, planeó visitar París (nunca lo hizo).
Bellini estaba fatigado, y durante la última parte del año recayó de disentería. Visitó a sus amigos británicos, Mr. y Mrs. Levy en su casa, en Puteaux (la cual nunca dejó). Su enfermedad empeoró, y el 23 de septiembre falleció. Rossini y muchos amigos asistieron al funeral. Fue enterrado en París y en 1876 sus restos fueron trasladados a Italia, donde descansan en La Catedral de Catania, que está ubicada en el centro de la ciudad, en la Piazza del Duomo.
Casta Diva
Monserrat Caballe, Bolshoi 1974