Julio 2013: “Concierto para violonchelo y orquesta en re mayor, op. 101, Hob. VIIb: 2” de Franz Joseph Haydn
“CONCIERTO PARA VIOLONCHELO Y ORQUESTA EN RE MAYOR, OP. 101, HOB. VIIB: 2”
No se presta sino a los ricos... Este dicho es más que aplicable a Franz Joseph Haydn, a quien se atribuyó, y aún se atribuyen, una cantidad de obras que no le pertenecen, como los conocidos conciertos para flauta o para oboe. El caso inverso es mucho más raro: el destino del Concierto para violonchelo y orquesta en re mayor, op. 101, Hob. VIIb: 2 es realmente paradójico. He aquí una obra maestra universalmente conocida y apreciada, una de las poquísimas partituras para violonchelo que merezcan aquel calificativo sin reservas.
Tanto como público e intérpretes gozaron durante más de un siglo de esta obra magnífica, los musicólogos y los críticos se las ingeniaron para cubrirla con un velo de sospechas e interrogantes, a punto tal que a principios del siglo pasado la paternidad de Haydn sobre la obra fue denegada hasta por las más eminentes autoridades.
Junio 2013: “Doce estudios para piano” de Claude-Achille Debussy
Chopin y Debussy tienen mucho en común, y por muchas causas, son las diferencias existentes entre ellos las que los colocan tan cerca uno de otro, ya que ambos compositores fueron innovadores, experimentando con su genio creativo nuevas formas musicales.
Cada uno tomó los conocimientos musicales acumulados en su época, y en lugar de adaptar ideas comunes a su modalidad, se internaron en lo desconocido creando obras que permanecerán eternamente vivas por su inspiración única.
En la composición de scherzos, baladas, estudios y preludios, y en la adaptación de formas bailables (polonesas, valses y mazurcas), Chopin enriqueció el piano con gloriosa literatura de solos. Debussy no cambió la ya existente literatura pianística, aunque la personalidad única de su "programa de trabajos" (si los estudios en el impresionismo pueden ser así denominados), puede ser considerada como una nueva forma. Mas su tratamiento del teclado y la construcción tonal y armónica de la música, da al piano un "sonido" totalmente nuevo; un lenguaje fresco y sugestivo que aumenta el campo de la expresividad instrumental hasta límites nunca alcanzados.
Mayo 2013: “Concierto para piano n.° 2 en si bemol mayor, op. 83” de Johannes Brahms
“CONCIERTO PARA PIANO N.° 2 EN SI BEMOL MAYOR, OP. 83”
En una época en que Liszt y Wagner proclamaban la doctrina de la Zukunftsmusik (música del futuro); en un período en que la sinfonía, el cuarteto, y la sonata "abstractas" estaban pasando de moda, Brahms, añorando las glorias del pasado, tomaba la actitud de un Don Quijote musical. Del mismo modo que un artífice fabricante de violines apunta a la perfección de un Stradivarius, Brahms dirigió su vista a la herencia clásica, como patrón con el cual mensurar sus propias obras. Y ya que no había más gran clasicista que Mozart, ni más profundo contrapuntista que Bach, ni lirista más refinado que Schubert, ni sinfonista más enjundioso que Beethoven, Brahms tuvo como norte, emular esos modelos. La originalidad, la novedad y las nuevas orientaciones se habían enseñoreado en la música contemporánea, que contemplaba con indiferencia las tradiciones clásicas. Debía, pues, haber alguien que las mantuviera vivas.
Abril 2013: Poema sinfónico “Muerte y transfiguración, op. 24” de Richard Georg Strauss y “Música incidental para solo de voces y orquesta: Egmont, op. 84” de Ludwig van Beethoven
“MUERTE Y TRANSFIGURACIÓN, OP. 24”
El poema sinfónico Muerte y transfiguración, op. 24 fue compuesto en Múnich, Alemania, entre 1888 y 1889, cuando Richard Strauss contaba con 25 años de edad. En él, está firmemente arraigado el estilo característico que el padre del poema sinfónico, Franz Liszt, impusiera en sus grandes frescos sonoros. El tema abordado por Strauss fue dictado por la influencia profunda que ejercieron en él Tristán e Iseo (cuya representación presenció en Bolonia en 1888) y Parsifal de Richard Wagner, ejemplificaciones de misticismo germánico. La idea literaria de la obra lleva en sí los elementos del gran drama; acaso el más grande de todos los dramas: la muerte y su significado, lo que hay más allá de ella. El opus 24 de Strauss nos enfrenta a la victoria del espíritu humano por sobre la muerte inexorable del cuerpo.
“MÚSICA INCIDENTAL PARA SOLO DE VOCES Y ORQUESTA: EGMONT, OP. 84”
Beethoven compuso la música para el drama de Johann Wolfgang von Goethe, Egmont (escrito en 1788), entre octubre de 1809 y mayo de 1810, de modo que, cronológicamente, queda ubicado entre la sexta y séptima sinfonías. La partitura fue encomendada por Joseph Hartl, director del Hoftheater de Viena, ya que las propias indicaciones de Goethe mencionan la necesidad de música. La primera ejecución tuvo lugar el 15 de junio de 1810, en Viena, donde la obra recibió grandes elogios por el propio Goethe, quien manifestó públicamente su admiración por la genialidad de Beethoven.
Marzo 2013: Cuarteto para cuerdas n.° 15 en la menor, op. 132 de Ludwig van Beethoven
“CUARTETO PARA CUERDAS N.° 15 EN LA MENOR, OP. 132”
El Cuarteto para cuerdas n.° 15 en la menor, op. 132, de conformidad con el número de opus, es el penúltimo de los escritos por Ludwig van Beethoven (dieciséis en total) y el cuarto de esa serie singularmente grande que se conoce por "últimos cinco cuartetos" de su período de madurez. Sin embargo, el orden auténtico en el cual fueron naciendo esas cinco creaciones es un tanto complicado. Beethoven, tras un blanco de doce años en materia de cuartetos de cuerda, comenzó en 1822 a dar síntomas de actividad en tal dirección.
El Cuarteto para cuerdas n.° 15 en la menor, op. 132, ostenta una calidad diferente de conflicto y de drama emocional que el que ostentaban las obras maestras del "período intermedio". La conciencia alerta —anteriormente— al heroísmo tormentoso, se vuelve en pos de una desesperación punzante. Y la lucha íntima para sobreponerse a este sentimiento y para evitar ser vencido por él, la Lucha por arribar a una nueva y genuina esperanza, le toma para llegar a consumarse —virtualmente— la extensión de toda una composición. Esto da por resultante "sobre-trajinar con la forma", lo cual es bien aparente en el cuarteto en la menor, que da la impresión de adherir someramente a los anteriores moldes clásicos, y también en los cuartetos en si bemol y en do sostenido menor, que se alejan radicalmente de la forma tradicional.
Febrero 2013: Ópera en cuatro actos: "Ifigenia en Táuride" de Christoph Willibald von Gluck
Orfeo y Eurídice de Christoph Willibald von Gluck, ha venido siendo una ópera sumamente activa en el repertorio operístico, desde su estreno en Viena el 5 de octubre de 1762, y Alcestes se cuenta asimismo entre las obras mejor conocidas del género. Es también sabido que Gluck ostentó el título de caballero (Ritter) y que su poco escrupuloso carácter ignoró limitaciones en su lucha por la preeminencia sobre el rival más importante que iba a encontrar en París, el italiano Niccolò Vito Piccinni. Fue después de Ifigenia en Táuride cuando la superioridad de Gluck logró el reconocimiento colectivo; el conjunto de la controversia suscitada entonces en la capital francesa, resulta sin embargo de muy escasa importancia cuando se piensa en la magnitud de la revolución que este compositor desencadenó en el mundo de la ópera durante la segunda mitad del siglo XVIII.
Enero 2013: "Música acuática" de George Frideric Händel
Inglaterra ve interrumpido el generoso mecenazgo cortesano en 1642 con el estallido de la guerra civil. Los efectos para la vida musical son desastrosos, las arraigadas tradiciones de la música sacra anglicana se ven convulsionadas, con motivo de una intolerancia puritana que sólo permite una música de gran sencillez. Esto ocasiona la desaparición de la Chapel Royal y el desmantelamiento de coros y escuelas catedralicias.
Vuelven los reyes con la Restauración en 1660, pero a partir de ahora la monarquía no tiene un poder absoluto: el patronazgo de la corte es menor que el de aristócratas y burgueses comerciantes. Sus músicos deben buscar dinero fuera de los puestos oficiales. Con Carlos II la mayor influencia musical en la corte es la de Francia, donde el rey había estado exiliado.
A finales del siglo XVII y primeros del siglo XVIII Gran Bretaña se consolida como la primera potencia del mundo. Esto es un reclamo para músicos de toda Europa, sobre todo italianos.
Jorge I, de origen alemán, no es demasiado bien recibido en la sociedad londinense. Para atraerse a la aristocracia organiza un paseo por el Támesis el verano del 17 de julio de 1717. Georg Friedrich Händel compone música para la ocasión y el concierto estuvo a cargo del conde Kilmanseck.
El London Daily Courant describe así el acontecimiento el 19 julio 1717: "El miércoles, hacia las 8 de la tarde, el rey embarcó en Whitehall en una barcaza descubierta, en la que viajaban también la duquesa de Bolton, la duquesa de...”
Diciembre 2012: Opereta en tres actos "La condesa Maritza" de Imre Kálmán Koppstein
Brillante, melódica, emotiva y espectacular, la opereta determina los perfiles de un género escénico que ha otorgado al teatro lírico una fisonomía muy particular.
Preferida por vastos sectores del público europeo, la opereta sitúa sus orígenes en la segunda mitad del siglo XIX, con la presencia en Francia de Jacques Offenbach y Charles Lecocq, y la aparición en Austria de Johann Strauss hijo, Franz von Suppé y Karl Millöcker, quienes adoptaron para la estructura de este nuevo género los moldes de la ópera, agilizándolos con bellísimas melodías de carácter ligero, de alegres ritmos y pasajes impregnados de gracia y picardía, no exentos de emoción. Tal fórmula brindó su propia fisonomía a esta expresión escénica, que si bien ha sido considerada dentro de la categoría que corresponde a un espectáculo frívolo, exige tanto de sus intérpretes como de los autores, un gran don de percepción, apto para captar y expresar el cúmulo de particularidades que forjan los moldes básicos de este género, su comunicativa gracia y su afable musicalidad.
En la primera mitad del siglo XX, entre los autores más representativos que en el Viejo Mundo han elevado la opereta vienesa a cumbres de categoría, perfílanse especialmente Franz Lehár e Imre Kálmán Koppstein, compositores que compenetrados en la grandeza, la gracia y la elocuencia de las melodías localistas, plasmaron en sus respectivas obras la exquisita espiritualidad de Viena, haciendo de estas partituras mensajes de emoción que recorrieron el mundo para regalar al oído la atractiva seducción melódica que se desprende de la música de tales orígenes.
Noviembre 2012: "Rosamunda, Princesa de Chipre, op. 26, D. 797" de Franz Peter Schubert
La encantadora música de Rosamunda fue compuesta por Franz Schubert en 1823 para una obra que resultó un completo fracaso. El manuscrito de la pieza literaria se perdió y la partitura permaneció extraviada hasta que por fortuna, en 1867, Sir George Grave y Sir Arthur Sullivan lo encontraron en una vieja casa vienesa. A los vieneses les gustaba la música en el teatro, y Schubert proporcionó con la partitura de Rosamunda una obertura (que él mismo resucitó de una temprana ópera, Alfonso y Estrella), tres entreactos que son casi pequeños poemas orquestales, dos ballets, una serenata instrumental llamada La melodía del pastor, dos solos vocales y seis partes corales. Cuatro de estas obras, un aria para voz sola y tres corales han desaparecido. Pero si se considera lo poco que se valoraba a Schubert durante su breve vida, y el estado de sus manuscritos en el momento de producirse su muerte, hay que agradecer, en realidad, que se haya salvado tanta de esta encantadora música suya.
Octubre 2012: "Messa di Gloria" de Giacomo Antonio Domenico Michele Secondo Maria Puccini
Cada año la localidad de Lucca, en Toscana, celebraba con júbilo la festividad del santo patrono local San Paolino, quien según la leyenda, inventó en tiempos remotos las campanas. Puesto que Lucca está situada en Italia, la música desempeñaba en tales festividades un lugar asaz importante, en el cual los Puccini, durante cuatro generaciones consecutivas, retenían el honorable cargo de compositores municipales -legados de padre a hijo-, que implicaba oficiar los cargos de organista y maestro de capilla en la Catedral San Martino, en la citada localidad. Una "combinazione" o componenda bien itálica, había permitido asegurar a Giacomo Puccini la sucesión a esos cargos luego de la muerte de su padre en 1864, cuando la criatura no tenía más de seis años.
Una juventud por demás agitada y la pobreza de la madre parecían factores llamados a limitar la ambición y los estudios de Giacomo, quien adquirió no obstante, gracias a varios y devotos profesores locales, buenas bases musicales, absolutamente necesarias para poder luego completar su formación y sus estudios serios en el Conservatorio de Milán.
Entre tanto, algunos tubos de órgano sustraídos a la catedral y revendidos a precio de metal no sólo proporcionaron a Giacomo las liras necesarias para alimentar su vicio precoz de fumar cigarrillos, sino también (y esto es lo más importante) lo obligaron a improvisar, durante los oficios, armonías audaces y modulaciones curiosas, para disimular las notas faltantes por el hurto de los mismos.
En 1878, Giacomo Puccini compuso en honor de San Paolino un motete y un credo que resultaron ser su primer éxito en público, pese a la plúmbea ejecución por los elementos de la Capilla Comunal. Dos años más tarde insertará estos dos trozos en una Messa a quattro voci con orchestra, también celebratoria de la fiesta del santo patrono.
Septiembre 2012: "Conciertos para violín y orquesta" de Johannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart
“CONCIERTOS PARA VIOLÍN Y ORQUESTA”
Tanta es la importancia que los historiadores de la música le dieron a Mozart como pianista que casi no se menciona que también fue un violinista de relevantes condiciones. Tan es así que varios de sus contemporáneos declararon categóricamente que merecía ser contado entre los mejores de su época. Su padre, Johann Georg Leopold Mozart, que era uno de los más calificados profesores de entonces, le escribió en cierta ocasión: "Si al menos fueras justo contigo mismo... tú podrías ser el primer violinista de Europa". Con su peculiar sentido práctico, el viejo Mozart proseguía insistiendo en que el violín era el instrumento más popular en aquel momento y, por lo tanto, él, Wolfgang, podría emprender una carrera mucho más lucrativa como violinista-compositor que como pianista-compositor. Pero el joven Mozart, que podía darse el lujo de ser testarudo -especialmente en momentos como ese en que su madurez artística lo iba independizando de la autoridad paterna- dejó establecida en su respuesta, de una vez y para siempre, cuál había sido su elección: "...cuando es preciso tocar, ya prefiero el piano sin duda alguna y, probablemente, será así en lo futuro".
Agosto 2012: "Sinfonía para cuerdas, n.° 9 y n.° 11" de Jakob Ludwig Felix Mendelssohn Bartholdy
“SINFONÍAS PARA CUERDAS N.ª 9 Y N.ª 11”
La precocidad musical de Mendelssohn solo puede parangonarse con la de Mozart, aunque sea bastante menos conocida. Ciertamente, se sabe que el Octeto para cuerdas en mi bemol mayor, op. 20 y la obertura de Sueño de una noche de verano compuestos a los dieciséis y diecisiete años (1825 y 1826) son milagros de una adolescencia creadora que incluso ni Mozart ha podido igualar. Pero, a diferencia de Mozart, Mendelssohn jamás sobrepasará -en verdad- estas obras maestras juveniles. Además, ellas no fueron solo un fenómeno de generación espontánea. Desde la edad de once años (1820) el joven Felix se había lanzado a componer en abundancia, dando pruebas de inmediato de una sorprendente seguridad de escritura, adquiriendo con notable rapidez esa soltura y elegancia que admiraremos luego en toda su producción, aún cuando el vuelo de la inspiración fuera menos ardiente. En la primera mitad del pasado siglo se comenzó a extraer del olvido esta importante producción de primera juventud, ignorada incluso por el compositor, y que se hizo gradualmente accesible por la edición impresa y por el disco. Entre los 121 opus numerados de Mendelssohn, los últimos 49 son obras de publicación póstuma, las que no satisfacían al compositor. Entre ellas podemos, encontrar la Sinfonía n.º 4 en la mayor, op. 90, Italiana y la Sinfonía n.º 5 en re menor, op. 107, Reforma, lo que ilustra el nivel de exigencia que mostraba ese músico dichoso de pluma fácil. No es entonces raro que con deliberación haya desdeñado las obras de su primera adolescencia...
Julio 2012: "Fábula musicada, en un prólogo y cinco actos: El Orfeo, SV 318" de Claudio Giovanni Antonio Monteverde
No es cierto que Monteverdi estuviese en Florencia la noche del 6 de octubre de 1600, para asistir a la Eurídice de Peri; sí lo es, en cambio, que, acerca de esto, recibió noticias detalladas y entusiastas del joven príncipe Fernando, hijo del duque Vincenzo Gonzaga, en cuya Corte prestaba servicio el músico de Cremona. Tanto Fernando como el otro hijo del duque, Francesco, eran unos apasionados de la música, y la representación florentina les había interesado enormemente; por otra parte, la rica Corte mantuana tenía a su servicio cantantes famosos, habilísimos instrumentistas y un compositor como Monteverdi, cuya fama había traspasado ya los límites de la ciudad de los Gonzaga.
Inmediatamente se pensó, pues, en realizar también en Mantua un espectáculo teatral bajo la dirección de Francesco Gonzaga, al que después será dedicado el Orfeo.
Junio 2012: "Sonatas para Violín y Piano, Opus 137" de Franz Peter Schubert
Las tres Sonatas para Violín y Piano, Opus 137, fueron compuestas por Franz Schubert en marzo y abril de 1816, a la edad de 19 años. Se encuentran al nivel de las obras más bellas surgidas durante este período crítico de su vida, cuando se sentía intelectualmente dispuesto para enfrentar la vida por sus propios medios, mientras lo oprimía la pobreza y las magras perspectivas de ganarse una subsistencia decorosa.
El contraste entre la brillante carrera artística de Schubert y sus deprimentes circunstancias exteriores, deben haberse manifestado en aquel momento con especial acerbo. Dejó su empleo como maestro asistente en la escuelita de su padre, cargo que le había sido encomendado sólo porque el progenitor consideraba que era una manera para lograr algunos ahorros. Una petición por la dirección musical de una escuela en Laibach, para la cual había sido recomendado por su maestro Antonio Salieri, fue rechazada a favor de un solicitante anterior, también recomendado por Salieri. Estaba enamorado de la cantante Therese Grob, pero por razones económicas no podía pensar en el matrimonio. Por otra parte, maravillosas obras manaban de su pluma...
Mayo 2012: "La Walkyria", primera jornada de la tetralogía "El Anillo del Nibelungo" de Wilhelm Richard Wagner
La Walkyria, drama musical en tres actos, es la primera jornada de la legendaria Tetralogía (tres dramas precedidos por un prólogo) que constituye El anillo del Nibelungo, la obra de Richard Wagner, que desde hace 136 años viene haciendo derramar caudalosos ríos de palabras a panegiristas y detractores del indiscutible creador del moderno drama musical. Es posible que el conjunto de las obras que componen dicha Tetralogía, ya entendidas como tal o bien individualmente consideradas, no puedan equipararse por su fuerza dramática ni por la hondura del sentimiento o el vuelo de la inspiración, a aquéllas de sus creaciones en que la posteridad identifica sus obras maestras: Tristán e Iseo y Los Maestros Cantores de Nürnberg para la mayoría; Parsifal, para unos pocos, entre los cuales no se han de contar por cierto a Friedrich Nietzsche, el "wagnerista" renegado, ni George Bernard Shaw, el "perfecto wagneriano". Pero no pueden negarse la grandeza de la concepción, ni la belleza de su poética, ni la suprema plasticidad de su música.
Abril 2012: Concierto, “La Coronación” y "Adagio para piano en Si menor" de Wolfgang Amadeus Mozart
“LA CORONACIÓN Y EL ADAGIO PARA PIANO”
La Coronación: Este es el concierto de piano cuyo movimiento lento, por años, ha dado serio quehacer a los círculos didácticos. ¿Debe ejecutárselo como está escrito o tuvo Mozart la intención de que el solista elaborara el solo de piano, tan sencillo? En ambos casos el pianista enfrenta dificultades. Si el solista ejecuta su parte tal como es, sin agregados, el resultado es casi demasiado simple. Pero, ¿qué substitutivo idear? Haría falta un Mozart para improvisar el movimiento lento en el estilo propio del autor; o, cuando menos, alguien que hubiera estudiado la idiomática pianística de Mozart durante la mayor parte de su vida. Y luego: hallamos el propio precedente del compositor en la escritura de cadencias a interpolarse. En correspondencia enviada a su padre en 1783, y refiriéndose a un concierto anterior, dice Mozart...
Adagio para piano: Mozart compuso su Adagio en Si menor K. 540 sólo pocas semanas después de concluido el concierto La Coronación: el 19 de marzo de 1788 para ser exactos. Es una de las páginas para piano menos usuales que haya concebido; en su muda desesperación e intensidad, solamente otra de sus creaciones para piano puede aproximársele: es el Rondó en La menor K. 511. Los comentaristas son unánimes en proclamar al Adagio en Si Menor K. 540 como a algo sin rival en la producción de Mozart. Einstein declara que es "uno de los más perfectos, más hondamente sentidos y más desesperados exponentes, entre todos sus trabajos"...
Marzo 2012: Ballets: “Sylvia y Coppélia” de Clément Philibert Léo Delibes
“CLÉMENT PHILIBERT LÉO DELIBES”
Entre el material que Francia ha aportado al ballet, destácanse Sylvia y Coppélia, partituras que al proporcionar a los grandes intérpretes de la danza clásica un medio invalorable para mostrar sus posibilidades artísticas, han logrado a la vez llevar el nombre de Léo Delibes al pináculo de la fama, pues en el material musical de estas obras el citado autor francés especifica en grado sumo los alcances de su inspiración, sobrepasando los méritos que le han sido reconocidos a través de otras partituras más ambiciosas: entre ellas, la ópera Lakmé. Y es que en efecto, el estilo adoptado por Delibes en estas páginas maestras, al perfeccionar los moldes estéticos expuestos anteriormente por Adam y Pugni que responden al romanticismo francés más aquilatadamente auténtico, se ajusta con armoniosa unidad al movimiento y al desplazamiento de los elementos que intervienen en la escena, en base a una música esencialmente melódica que al proporcionar un inefable deleite auditivo, ha servido de guía de orientación para los autores que posteriormente al que nos ocupa ahora abordaron el ballet, pudiendo citarse dentro del núcleo a Tchaikovsky, quien siempre se manifestó íntimamente cautivado por la irresistible seducción que le deparaban las composiciones del género de su colega francés.
Febrero 2012: “Conciertos para piano y orquesta, Pavana para una infanta difunta, La tumba de Couperin, y Bolero” de Joseph Maurice Ravel
Todos conocemos el Bolero de Ravel, pero su talento se extendió a mucho más que esa pieza. Algunas de sus producciones son de un carácter bastante impresionista, evocando imágenes de humores y lugares, mientras que otras expresan su amor por los cuentos de hadas y la fantasía. Asimismo, otras están inspiradas por su encanto por los relojes y los juguetes mecánicos. A pesar de esto, Ravel siempre escribió magníficamente para orquesta y piano, haciendo uso de armonías que eran tanto embelesadoras, así como delicadas. Personaje complejo Ravel, en él convivían dos tendencias contrapuestas y complementarias: el placer hedonista por el color instrumental y una marcada tendencia hacia la austeridad, la cual tenía su reflejo más contundente en su propia vida, que siempre se desarrollo en soledad, al margen de toda manifestación social y dedicado por entero a la composición.
Enero 2012: “Una Sinfonía Alpina, Op. 64, TrV 233” de Richard Georg Strauss
La bella afirmación de fe en la naturaleza y en la vida que sentó Richard Strauss en su Sinfonía Alpina (escrita entre 1911 y 1915) fue dada a conocer en Berlín el 28 de octubre de 1915, bajo la batuta del propio Strauss dirigiendo La Orquesta Estatal Sajona de Dresde. En esta composición nos enfrentamos con Strauss en el apogeo de sus facultades como instrumentador, y también con una de sus más elocuentes expresiones de sus puntos músico-filosóficos. La aducida circunstancia de que no se trata en realidad de una "sinfonía" formal, sino de un poema sinfónico, es muy cierta. Sin embargo, un poema sinfónico entraña "música programática", o concurrencia de una historia o exégesis.
¿Cuál es el "programa" de Una Sinfonía Alpina?
Diciembre 2011: Cuarta y Quinta sinfonías de Peter Ilich Tchaikovsky
Peter Ilich Tchaikovsky es el más "occidental" de los compositores rusos del siglo XIX. Su obra logra un equilibrio perfecto entre sus hondas raíces rusas, su admiración por los grandes clásicos y románticos como Mozart y Schumann y su atormentada personalidad. Fue criticado por su sencillez melódica y envidiado justamente por esta veta que amplió su poder de comunicación, transformándolo en uno de los músicos románticos más populares de todos los tiempos. Sin embargo, esta presunta sencillez que rezuma belleza, también refleja inquietud, desasosiego, y encierra un lirismo arrebatador; sus obras son, como él mismo las definió, "la confesión musical del alma".
Ambas sinfonías que se presentan en esta oportunidad tienen un elemento en común: el leitmotiv que representa el inevitable poder del Destino. En tanto que en la Cuarta el mismo se presenta bajo la forma de una incitante fanfarria, en la Quinta, según el crítico musical y musicólogo Inglés Ernest Newman: "El triste, misterioso tema del principio sugiere los ineluctables designios del Destino". Ese tema, si bien tratado de distintas maneras, se repite a través de toda la obra hasta el punto de hacerse obsesivo.
El tormento de Tchaikovsky, su homosexualidad en la Rusia del siglo XIX, puede inferirse en la carta enviada a su mecenas Nadezhda von Meck: "Soy salvaje por naturaleza, cada nueva amistad, cada contacto fresco con extraños ha sido fuente de agudo sufrimiento moral. Es difícil precisar la naturaleza de este padecimiento. Acaso nace de una timidez que se ha convertido en manía, tal vez de una absoluta indiferencia a la sociedad de mis amigos; o puede ser la dificultad de decir sin esfuerzo cosas, acerca de uno mismo, en las que uno no cree realmente, porque la relación social involucra esta obligación; en resumen, no sé realmente qué es."
Noviembre 2011: Gitanería en un acto y dos cuadros, El amor brujo de Manuel María de los Dolores Falla y Matheu
Manuel María de los Dolores Falla y Matheu —a quien la muerte sorprendió en Alta Gracia, Córdoba (República Argentina), en el chalet "Los Espinillos", convertido ahora en Museo Falla (inaugurado el 14 de noviembre de 1970), el 14 de noviembre de 1946 (por curiosa coincidencia el día en que se cumplían 32 años del estreno español de su única ópera)— había nacido en el domicilio familiar de la Plaza de Mina número 3 Cádiz el 23 de noviembre de 1876. Su segundo apellido —el materno— era Matheu, y aun cuando telúricamente gaditano (sus padres habían nacido, como él, en ese bello puerto de Andalucía) este gran músico de España era de estirpe valenciana por la rama paterna (José María Falla y Franco) y catalana por la de su madre (María Jesus Matheu y Zabala). Fue ésta quien le dio las primeras lecciones de piano, habilitándolo para intervenir a los 11 años de edad en una ejecución a dos pianos de Las siete últimas palabras de Cristo durante la Semana Santa del año 1887. La vocación musical no se definió empero en él hasta llegar a los 17 años; fue entonces cuando se reveló en su interior la dramática voluntad de convertirse en músico creador y vivir exclusivamente por y para la música.
Octubre 2011: Quinteto para cuerdas en Do Mayor, Op. 163 D. 956 de Franz Peter Schubert
“QUINTETO PARA CUERDAS EN DO MAYOR”
Toda la música de cámara de Schubert fue algo así como la introducción al Quinteto para cuerdas en Do Mayor, Op. 163 D. 956, su obra maestra y, tal vez, la más grande de todas sus obras en punto a emoción, calidad de la materia elaborada y perfección formal. Si los dos primeros movimientos y el trío del scherzo son más refinados y profundamente emotivos que el resto, en cambio el conjunto mantiene un equilibrio ideal, y la sustancia empleada le da a la obra esa riqueza y luminosidad de textura que Schubert venía fomentando con todo el potencial que tenía a su alcance. Cuando uno escucha el magistral contrapunto, espontáneo y pulido por donde se lo mire, parece increíble que Schubert se hubiera preocupado por recibir lecciones de contrapunto de Simón Sechter. En cuanto a elocuencia y originalidad de lenguaje, el quinteto iguala, al menos, al de la Sinfonía N°. 9 en Do Mayor, D.944 (La Grande), al de las más importantes canciones y al de la última Sonata para piano N°. 21 en Si Bemol Mayor, D.960, escritas poco después. Schubert le puso punto final al quinteto el 2 de octubre de 1828, según lo deja establecido en una carta fechada ese mismo día en la cual también hace mención a un próximo ensayo de la obra en privado. La primera audición pública se produjo recién en 1850.
Septiembre 2011: Cantata: Das klagende Lied (La canción del lamento) de Gustav Mahler
Mahler no era ni un espíritu espectacular como Strauss ni un teórico como Schönberg. Artista profundamente consagrado a su tarea, halló tempranamente su camino, que era el de un compositor de cantos y de sinfonías en gran escala, fusionándose en él estas dos ramas de las formas musicales para constituir un arte orgánico profundamente personal. Incluso sus sinfonías puramente orquestales, están saturadas de este cálido y penetrante lirismo. Y de las diez sinfonías (con inclusión de la última, la cual quedó inconclusa), en cuatro interviene la voz humana, con inclusión de coro. Sin descender nunca a lo trivial ni a lo sensacional, Mahler se dirigió, como un sumo sacerdote de la música, a quienes como él tenían el mismo elevado concepto, rayano en la adoración, del arte musical. Y como compositor, supo dar a su música, en medio de todo el esplendor de recursos vocales e instrumentales a que apela, una inmediatez y claridad de comunicación insuperables. Nunca hay duda alguna sobre lo que una obra de Mahler dice, aun cuando lo que dice no pueda ser llevado a las palabras.
Agosto 2011: Ópera en tres actos: “Tosca” de Giacomo Antonio Domenico Michele Secondo Maria Puccini
Un biógrafo de Puccini, Giuseppe Adami, asegura haber hallado el “primer germen” de Tosca en una esquela dirigida por el compositor a su editor Giulio Ricordi, durante el proceso creativo de La Bohème. Decía dicha misiva: “Al toque de mediodía, hoy, Elvira (la mujer del maestro) y yo partiremos hacia Florencia, donde esta noche representan La Tosca”. En aquel momento realizaba una extensa tournée por Italia, al frente de su compañía, la celebérrima Sarah Bernhardt, y Puccini no quería perderse tan feliz oportunidad. Sin embargo, abandonó la sala teatral desilusionado y contrariado. Tosca no le había gustado y sin la menor sospecha de que algún día se vería obligado a contradecirse decidió abandonar de plano la idea vagamente acariciada de llegar a convertir en ópera el siniestro drama de Sardou. Se lo dijo a Luigi Illica, que había esbozado un libreto, y se lo repitió a Ricordi, al finalizar la lectura de aquél.
Pasó el tiempo, y no obstante la primitiva y persistente aversión, su pensamiento tornaba una y otra vez a la desechada Tosca. Al reflexionar, se veía precisado a admitir que el asunto contenía algunos elementos que estaban lejos de disgustarle. Muy al contrario. Y tornó a Illica para decirle que habiendo vuelto a pensar en el tema, le daba la razón cuando le aseguraba que con el libro de Tosca podía llegar a escribirse una buena ópera.
Julio 2011: "Sinfonía N° 3 en Do menor, Op. 78" de Charles Camille Saint-Saëns
“SINFONÍA N° 3 EN DO MENOR, OP. 78”
Charles Camille Saint-Saëns no puede ser otro que el arquetipo del cosmopolita cultivado. Músico honrado y respetado por cerca de sesenta años, fue también un brillante crítico musical y escritor de poemas, comedias, tratados de astronomía y filosofía. Lejos del apasionamiento de los compositores románticos de su época, su música resulta ecléctica, “clásica” en exceso. Algunos críticos musicales llegan a considerarlo "falto de inspiración pero, formalmente impecable". Homosexual declarado, casado por conveniencia, padre de dos niños fallecidos precozmente, su vida transcurrió más fuera que dentro de su Francia natal, viviendo largas temporadas en Argel —que le inspiró la Suite Algérienne Op. 60—, paraíso de los homosexuales en el siglo XIX —hoy día existen leyes en Argelia que penalizan la homosexualidad con multas y hasta 3 años de prisión—. Durante sus últimos años, fue asimismo, infatigable trotamundos, visitando entre otros lugares, la Indochina francesa, los Estados Unidos (en dos oportunidades) y Buenos Aires, en 1916, en ocasión del estreno del original en francés de su Sansón y Dalila en el Teatro Colón, cuyas representaciones dirigió.
Junio 2011: Concierto en Re Mayor para violín y orquesta Op. 35" de Peter Ilich Tchaikovsky
“CONCIERTO EN RE MAYOR PARA VIOLÍN Y ORQUESTA OP. 35”
Peter Ilich Tchaikovsky es uno de esos músicos nacidos para tener una enorme popularidad, gracias a la amplitud y generosidad de su vena creativa. Hay en él un innato sentido de la cantabilidad, junto a la exteriorización, sin falsos pudores, del componente autobiográfico al que su música está inevitablemente vinculada. La predisposición a un tratamiento persuasivo y melancólico del hecho melódico y el acentuado contraste del elemento dramático encuentran en el oyente medio una adhesión total, que a menudo se le antoja sospechosa al musicólogo. Este último tiene, en efecto, la tendencia a considerar inferior todo aquello que prende inmediatamente en el público —opinión que a veces está justificada— y a darnos una imagen de ese músico popular en la que destacan más los elementos caducos y transitorios que los que demuestran la gran categoría del músico mismo. Cuando se hace referencia a la inmediata acogida de la música de Tchaikovsky por parte del público, se prescinde de algunos fracasos iniciales, como el obtenido precisamente con la primera ejecución del Concierto en Re Mayor para violín y orquesta Op. 35, estrenado en Viena el 4 de diciembre de 1881 bajo la dirección de Hans Richter y con Adolf Brodski —futuro director del Royal Manchester College of Music— como solista.
Mayo 2011: "La coronación de Popea" de Claudio Giovanni Antonio Monteverdi
Tras los temas pastoriles, mitológicos y bíblicos, tenemos en L'incoronazione di Poppea el primer ejemplo importante de Melodrama de tipo histórico; por primera vez, se encuentran en escena personajes auténticos, vivos, no símbolos desfigurados con ropajes académicos.
Nerón ama, como Orfeo, pero no existe ningún destino que le señale un camino inevitable. Es el hombre el que decide, el que ama, el que lucha y el que sufre, solo contra los demás hombres. También los otros personajes viven y sienten como hombres; soldados que ríen y bromean esperando el alba, pajes y doncellas que se intercambian fugaces promesas de amor, una nodriza anciana y chismosa.
A los setenta y cinco años, después de haber trabajado y sufrido mucho, Monteverdi crea, con L'incoronazione di Poppea, la Opera veneciana, el prototipo del drama musical que vivirá intacto durante más de medio siglo, hasta Alessandro Scarlatti.
Abril 2011: "Sinfonía inconclusa" de Franz Peter Schubert y "Las Sílfides" de Frédéric François Chopin
“SINFONÍA Nº 8 EN SI MENOR, D. 759 (INCONCLUSA)”
Esta imperecedera sinfonía incompleta podemos considerarla como la obra maestra de Schubert, el compositor vienés que moriría luego de su breve peregrinación terrenal, al igual que Mozart, Purcell, Arriaga o Bellini. La apoteosis del amor se ha llamado a esta inconclusa. El desafortunado y humilde profesor de música nos abre su corazón, desbordando de efusividad, de sincero sentimiento en estas páginas que destilan esencias espirituales, expresadas con su característico lirismo y su poesía inefable.
Se la considera su obra póstuma, pues aunque es cierto que fue escrita en 1822 no fue estrenada hasta el año 1865, a treinta y cinco años de su muerte prematura, cuando se comenzó a apreciar el valor real de su legado. A Schubert se le consideraba como un prolífico compositor de obras ricas en melodía, hasta que Schumann primero y tras él, Mendelssohn y Liszt fueron revelando la amplitud, diversidad y profundidad de sus obras.
Probablemente ningún otro de los ballets de nuestros tiempos se asocie tan a menudo con el estilo subidamente romántico de una época pasada como Las Sílfides. La Francia de la década iniciada en 1830; la minuta historia articulada del arte, que procreó genios como los de Berlioz, Liszt, Chopin, Hugo, Delacroix, produjo también a la bailarina Marie Taglioni, ornamento especialísimo de la Opera de París, flotaba más bien que danzaba; la gracia de sus movimientos se embellecía con el blanco tutú o indumentaria de ballet, cuyos pliegues pendían con amplitud de la cadera a la rodilla. Esta gran bailarina se identificó de modo especial con un ballet llamado La Sílfide, que decía de las andanzas de un espíritu encarnándose en la vida de un ser mortal, envuelto en pasiones humanas.
Las Sílfides tuvo su origen cuando el gran coreógrafo y reformador del ballet, Michel Fokine, conoció la versión orquestada de una serie de piezas pianísticas de Chopin, debidas al compositor ruso Alexander Glazunov. Así nació en el coreógrafo la idea de que ellas podían servir perfectamente a las exigencias de la danza.