*Allegro.
MARZO...
SINFONÍA N.° 5, EN DO MENOR, OP. 67, SINFONÍA DEL DESTINO
Sinfonía n.° 5, en do menor, op. 67, Sinfonía del Destino
a Sinfonía n.° 5, en do menor, op. 67, Sinfonía del Destino es, quizá la plasmación más clara y vigorosa de una idea, específicamente beethoveniana: un combate espiritual, que termina con la afirmación de la voluntad victoriosa.
Ante esta obra cumbre de la creación sinfónica universal, ante este eterno poema de la voluntad, muchos han sido los comentarios y las interpretaciones de músicos y críticos. Para identificarnos con su juicio recurrimos a las palabras de Berlioz: "La sinfonía en do menor, al contrario que las anteriores, emana directa y únicamente del genio de Beethoven; en ella va a desarrollar su idea íntima; sus secretos dolores, sus cóleras concentradas, sus ensueños de tan abrumadora tristeza, sus visiones nocturnas, sus arrebatos de entusiasmo son la materia prima de esta composición, y las formas de la melodía, de la armonía, del ritmo y de la instrumentación se mostrarán en ella tan esencialmente individuales y nuevas, como ricas de poder y nobleza". Hoffmann, el autor de los Cuentos fantásticos, había intentado un análisis en profundidad subrayando de qué forma los movimientos de la Quinta "se enlazan fantásticamente unos con otros, dando como resultado de conjunto una rapsodia genial" que deja honda huella en todo oyente que tenga sensibilidad. Efectivamente nos encontramos ante una de las obras más perfectas del coloso de Bonn, que tiene la grandiosidad de un Partenón, o la belleza de los frescos de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel. Una lección magistral de filosofía, que por ser tan humana parece casi divina. Son los sentimientos desordenados, torturantes, de un alma grande presa de desesperación, llevadas al pentagrama, en unas melodías de nitidez espiritual y con clarividencia reveladora.
Considerando la obra toda de Beethoven, el musicólogo Johannes Franze, concreta: "Si en sus sonatas para piano Beethoven refleja sus propias aspiraciones, la intimidad de su alma; en las sinfonías reproduce sus relaciones con el mundo exterior. En las primeras obras sinfónicas este mundo, considerado por Beethoven, se asemeja indudablemente al espíritu de Haydn o de Mozart...". Y ha de ser a partir de la Sinfonía n.° 3, en mi bemol mayor, op. 55, Heroica, cuando Beethoven se revela a sí mismo, al mundo en que le tocó vivir, a su "circunstancia vital" siguiendo a Ortega.
Poco tiempo después de dar fin a esta tercera sinfonía comenzó a trabajar con entusiasmo absorto en una nueva "en do menor", en 1806 había de interrumpir su trabajo para dedicarse a la que figura con el número 4, en la tonalidad de "si mayor". Tan pronto concluye esta nueva sinfonía, Beethoven vuelve sus esfuerzos a la "sinfonía en do menor". No resultó fácil su gestación a juzgar por los apuntes, referencias fídedignas y anotaciones en cuadernos que dejó. Esta obra la compuso en virtud del encargo que le haría el Conde silesiano Franz von Oppersdorf y según prueba una carta, debió concluirla en febrero de 1808 —después de cuatro largos años de trabajo—, a cuyo escrito pertenece este párrafo: "Limito el objeto de la presente para informarle que su sinfonía está ya lista y por el próximo correo se la enviaré, puede retener en su poder y a mi cargo 50 florines, pues he mandado sacar una copia que, por lo menos, costará dicha cantidad. En caso de que no necesite la sinfonía sírvase decírmelo antes de enviársela; pero si la acepta tenga la bondad de remitir cuanto antes los 300 florines que me corresponden". Curiosa referencia que nos descubre la triste realidad cotidiana de los genios que idealizamos con el tiempo: hombres con problemas económicos semejantes a los de cada uno de nosotros. Y determinación de un precio, por una obra que consideramos no lo tiene por ser más que valiosa. En otro lugar de esta misma carta Beethoven describe la orquestación que ha hecho de su obra, donde le aclara perfectamente que se trata de la "sinfonía en do menor" de esta inmortal obra.
Pero hay más, y es que aunque el Conde Oppersdorf pagó los honorarios convenidos para esta sinfonía, nunca llegó a recibir la obra. Más tarde había de contentarse con la dedicatoria de la Sinfonía n.° 4, en si bemol mayor, op. 60 (la cuarta a la que hemos hecho referencia), "imagen del sentimiento de gran felicidad" por contraste. Oppersdorf recibió una carta, fechada el día de Todos los Santos de 1808, donde Beethoven le decía: "Querido Conde: Aunque lo tome a mal me he visto obligado a vender la sinfonía que escribí por encargo suyo junto con otra. Sin embargo, puedo asegurarle que pronto recibirá la que tengo dedicada a usted". Solo a la Quinta y a la Pastoral puede referirse; seguramente Beethoven, acosado por sus acreedores, buscó dinero y no halló otra forma para encontrarlo que recurriendo a sus editores, a quienes vendía entre otras —las dos sinfonías citadas, la Misa en do mayor, op. 86 y la Sonata para violonchelo y piano n.° 3, en La mayor, op. 69— por 900 florines, aquella que había pagado el aristócrata. Así lo confirma una carta a Breitkopf & Härtel escrita el 8 de junio del mismo año, donde aparecen las siguientes líneas: "Con respecto a las dos sinfonías, debo ponerle como condición, y por varias razones, que no salgan a la luz hasta seis meses después de la fecha de la carta. Probablemente esté ausente y no quiero que las dé a conocer". Ambas sinfonías —con los números invertidos— fueron ejecutadas en Theater an der Wien de Viena el 22 de diciembre de 1808, dirigida por el compositor, en memorable concierto.
Porque lo asombrosamente curioso es que durante el tiempo que compuso esta monumental sinfonía, que pretende plasmar los amargos momentos que provocaron el dramático "testamento de Heiligenstadt" (carta escrita y jamás entregada por Beethoven a sus hermanos Kaspar Anton Karl y Nikolaus Johann en la cuál relata la desesperación por su creciente sordera y sus deseos de sobreponerse a sus achaques físicos y emocionales para completar su destino artístico), otras obras tientan la inspiración del genial maestro. Entre ellas —increíble contraste— la Sinfonía n.° 6, en fa mayor, op. 68, Pastoral, terminada, pese a lo que el número sucesivo de la obra, Op. 68, pueda hacernos suponer, incluso con anterioridad a la Quinta. En la Pastoral, delicadeza, vuelo poético, tierna y melancólica placidez; ímpetu, brío, decisión, en la Quinta, marcan, en idéntico período una doble personalidad. Frente a la descriptiva y gozosa Pastoral, de una naturaleza contemplada; la conmoción espiritual que le movió a luchar contra el hado adverso y la soberana decisión de sobreponerse a las desventuras y lograr la ansiada liberación y triunfo en el camino del arte. Esto determina, este es el jalón de su sinfonía llamada "Sinfonía del Destino" por la leyenda tradicional procedente de Anton Felix Schindler —su secretario y primer biógrafo— según la cual, por confesión propia del autor, las cuatro primeras notas quieren simbolizar el golpe del Destino: "Así llama el destino a la puerta de los hombres".
Con este alarde rítmico comienza el primer tiempo "Allegro con brio" un diseño obsesionante que sigue y envuelve todos los temas, sirviéndole de apoyo y articulando de modo maravilloso su desarrollo central, quizá el más completo que escribiera Beethoven. Asistimos a la empeñada lucha entre la primer idea, tan sencilla, pero tan rica en desarrollo, y la segunda, que es la voz del hombre pretendiendo afirmarse autónoma frente a la siniestra llamada inicial.
"Dulce como una voz de finos espíritus, que llena nuestro corazón de consuelo y esperanza" suena el tema —suave y firme a la vez— del "Andante con moto" del segundo movimiento. Un reposo tras la lucha y una preparación para la nueva pelea que ha de conducir al triunfo. Aquí Beethoven nos brinda una íntima meditación, una deliciosa elegía, interrumpida por los destellos de glorioso triunfo que hace vibrar en la orquesta, concluyendo con una dulce vitalidad. Abriendo a la imaginación el imperio de lo colosal y de lo inmenso en clima de apoteosis.
Con los dos últimos tiempos fundidos con amplia libertad formal "Scherzo y Allegro" terminará esta prodigiosa sinfonía. Vuelve la idea dominante, aparece de nuevo el sino del hombre. "Todo en esta parte —dice Berlioz— es misterioso y sombrío: los juegos de instrumentación, de un aspecto más o menos siniestro parecen acercarse al orden de ideas que creó la famosa escena del Blocksberg en el Fausto de Goethe". Esperanza que todavía no es alcanzada; la mirada fija en la lejanía ansiada, más temerosa y vacilante. como presionada por nuevos espectros que se levantan amenazando la felicidad. La impresión de plenitud y fuerza es absoluta en este scherzo, que ha de morir en un largo episodio pianísimo: preparación inevitable para el segundo allegro, que nos eleva a climas de victoria. La orquesta, con una elocuencia arrebatadora, entona un himno triunfal, que culmina en la coda, cuyo movimiento acelerado se corta por los rotundos acordes, que rubrican con prodigioso vigor —un atrevimiento impresionante en su época— y con una gran fuerza y majestad, esta obra extraordinaria, fundamental en la historia de la música.
Manuel Castellanos de Gorriti
El 29 de marzo de 1827 se ofició el funeral de Beethoven, al que acudieron más de 20.000 personas. Pintura de Franz Xaver Stöber (1795-1858).
El testamento de Heiligenstadt
arta escrita y jamás entregada por Ludwig van Beethoven a sus hermanos Kaspar Anton Karl y Nikolaus Johann en Heiligenstadt (actualmente parte de Viena, Austria) el 6 de octubre de 1802. En la cual relata la desesperación que siente por su creciente sordera y los deseos de sobreponerse a sus achaques físicos y emocionales para así poder completar su "destino" artístico.
El maestro guardó la carta entre sus papeles privados el resto de su vida y probablemente nunca se lo mostró a nadie. En marzo de 1827, después de la muerte del compositor, Anton Felix Schindler y Stephan von Breuning encuentran el documento y lo publican en octubre de ese mismo año.
Un dato curioso de la carta y que propició numerosas conjeturas fue, que mientras el nombre de Karl aparece en los lugares adecuados, aparecen espacios en blanco a la izquierda del nombre de Johann. Se ha dicho desde que Beethoven no estaba seguro del nombre completo de Johann (Nikolaus Johann) hasta que tenía sentimientos contradictorios acerca de sus hermanos, para trasferir al chico su odio de toda la vida hacia su padre alcohólico y abusivo, también llamado Johan.
A mis hermanos Carl y Johann
Oh vosotros, hombres que me mirais y me juzgais huraño, loco o misántropo, ¡cuan injustos habeis sido conmigo! ¡Ignorais la oculta razón de que os aparezca así! Mi corazón y mi espíritu se mostraron inclinados desde la infancia al dulce sentimiento de la bondad, y a realizar grandes acciones he estado siempre dispuesto; pero pensad tan solo cuál es mi espantosa situación desde hace seis años, agravada por médicos sin juicio, engañado de año en año con la esperanza de un mejoramiento, y al fin abandonado a la perspectiva de un mal durable, cuya curación demanda años tal vez, cuando no sea enteramente imposible. Dotado de un temperamento ardiente y activo, fácil a las distracciones de la sociedad, debí apartarme de los hombres en edad temprana, pasar mi vida solitario. ¡Si algunas veces quise sobreponerme a todo, oh cuán duramente chocaba con la triste realidad renovada siempre de mi mal! y sin embargo, no me era posible decir a los hombres: "¡Hablad más alto, gritad porque soy sordo!" ¿Cómo me iba a ser posible ir revelando la debilidad de un sentido que debería ser en mí más perfecto que en los demás?, un sentido que en otro tiempo he poseído con la más grande perfección, con una perfección tal que indudablemente pocas personas de mi oficio han tenido nunca. ¡Oh, ésto no puedo hacerlo! Perdonadme pues si me veis vivir separado cuando debería mezclarme en vuestra compañía. Mi desdicha es doblemente dolorosa, puesto que le debo también ser mal conocido. Me está prohibido encontrar un descanso en la sociedad de los hombres, en las conversaciones delicadas, en los mutuos esparcimientos, Sólo, siempre solo. No puedo aventurarme en sociedad si no es impulsado por una necesidad imperiosa; soy presa de una angustia devoradora, de miedo de estar expuesto a que se den cuenta de mi estado.
Esta es la razón por la cual acabo de pasar seis meses en el campo. Mi sabio médico me obliga a cuidar mi oído tanto como sea posible, yendo más allá de mis propias intenciones; y sin embargo, muchas veces, recobrado por mi inclinación hacia la sociedad, me he dejado arrastrar por ella; pero qué humillaciones cuando cerca de mí se encontraba alguien que escuchaba a lo lejos el sonido de una flauta y yo no oía nada, o que escuchaba el canto de un pastor sin que yo pudiera oír nada.
La experiencia de estas cosas me puso pronto al borde de la desesperación, y poco faltó para que yo mismo hubiese puesto fin a mi vida. Sólo el arte me ha detenido. ¡Ah! Me parecía imposible abandonar este mundo antes de haber realizado todo lo que me siento obligado a realizar, y así prolongaba esta miserable vida, verdaderamente miserable, un cuerpo tan irritable que el menor cambio me puede arrojar del estado mejor en el peor. ¡Paciencia! se dice siempre; y debo tomarla a ella ahora por guía; la he tomado. Durable debe ser, lo espero, mi resolución de resistir hasta que plazca a las Parcas inexorables cortar el hilo de mi vida. Acaso será esto lo mejor, acaso no, pero yo estoy presto siempre. No es muy fácil ser filósofo por obligación a los veintiocho años, no es fácil; y es más duro aún para un artista que para cualquier otro.
¡Oh Dios, tú miras desde lo alto en el fondo de mi corazón, y lo conoces, sabes que en él moran el amor a los demás y el deseo de hacerles el bien! Vosotros, hombres, si leéis un día esto, pensad que habeis sido injustos conmigo, y que el desventurado se consuela al encontrar a otro desventurado como él que a pesar de todos los obstáculos de la naturaleza, hizo cuanto estaba a su alcance para ser admitido en el rango de los artistas y de los hombres de elección.
Vosotros, hermanos míos, Carl y Johann, inmediatamente que yo haya muerto, si el profesor Schmidt vive aún, rogadle en mi nombre que describa mi enfermedad y a la historia de ella unid esta carta, a fin de que después de mi muerte, al menos en la medida que ésto sea posible, la sociedad se reconcilie conmigo. Al mismo tiempo, a vosotros dos nombro herederos de mi pequeña fortuna, si se la puede llamar así, que la debeis partir lealmente, estando de acuerdo y ayudándoos el uno al otro. El mal que me habeis hecho, lo sabeis, os lo he perdonado desde hace mucho tiempo. A ti hermano Carl te doy gracias particularmente por la solicitud de que me has dado testimonio en los últimos tiempos. Hago votos por que tengáis una vida feliz, más exenta de cuidados que la mía. Recomendad a vuestros hijos la virtud, porque sólo ella puede dar la felicidad que no da el dinero. Hablo por experiencia. Ella me ha sostenido a mí mismo en mi miseria, y a ella debo, tanto como a mi arte, no haber puesto fin a mi vida por el suicidio ¡Adiós y amaos! Doy gracias a todos mis amigos, y en particular al príncipe Lichnowski y al profesor Schmidt. Deseo que los instrumentos del príncipe L. puedan ser conservados en la casa de alguno de vosotros, pero que esto no provoque entre vosotros ninguna discusión. Si no pueden seros útiles para algo mejor, vendedlos inmediatamente. ¡Cuán feliz seré si todavía puedo serviros desde la tumba! Si fuera así, con qué alegría volaría hacia la muerte. Pero si ésta llega antes de que haya tenido la ocasión de desarrollar todas mis facultades artísticas, a pesar de mi duro destino, llegará demasiado temprano para mí y desearía aplazarla. Mas aún así, estoy contento. ¿No va a librarme de un estado de sufrimiento sin término? Venga cuando viniere, yo voy valerosamente hacia ella. Adiós y no me olvidéis enteramente en la muerte; merezco que penséis en mí, porque a menudo he pensado en vosotros durante mi vida para haceros felices. ¡Sedlo!
Heiligenstadt, 6 de octubre de 1802.
En la parte externa del documento, Beethoven anotó lo siguiente:
"A mis hermanos Kaspar y Johann, con la finalidad de que se lea y ejecute después de mi tránsito. Heiligenstadt, 10 de octubre de 1802. Por tanto, me despido de ustedes y lo hago con tristeza. Sí, esa remota esperanza que traje conmigo de una posible mejoría, al menos hasta cierto punto, se ha alejado de mí por completo. Como las hojas del otoño caen heridas a la tierra, así la esperanza me ha abandonado definitivamente. Casi como llegué, debo marchar; incluso el arrogante coraje que frecuentemente me animaba en los cálidos días del verano se ha alejado de mí. ¡Oh, Providencia, garantízame al menos un solo día de sincera alegría! ¡Hace ya tanto tiempo que soy un extraño a los deliciosos sones de la alegría! ¡Cuándo, oh Dios, cuándo sentiré de nuevo esa alegría en el templo de la naturaleza y de los hombres? ¿Nunca? ¡No, eso sería demasiado duro!".
Sinfonía n.° 5, en do menor, op. 67, Sinfonía del Destino
West-Eastern Divan Orchestra.
Daniel Barenboim, director.
desde el Royal Albert Hall de Londres (BBC - Proms 2012).