*Fragmento 1º Mov.
SETIEMBRE...
SINFONÍA Nº 9 EN RE MENOR OP. 125 "CORAL"
Sinfonía en Re menor “Coral”
udwig Van Beethoven comenzó a anotar en su agenda esquicios e ideas para su “Novena Sinfonía” en 1812, mientras trabajaba, en las dos Sinfonías que la preceden. Sin embargo, unos veinte años antes (1793 para ser precisos), había tenido el proyecto de musicar la Oda de la Alegría, del poeta Schiller, como lo demuestra correspondencia cursada por Fischenich y con Carlotta Schiller. Fischenich poseía percepción musical, al comentar con la dama el Lied “Feuerfarb” (Color Fuego) se expresó en términos encomiásticos del entonces novel compositor y su obra; Mme. Schiller respondió a su corresponsal: “…espero mucho de este artista y me felicito de que ponga en música le Alegría”. Tres décadas debían transcurrir para que el proyecto se hiciera realidad.
Por de pronto, los apuntes de 1812 volvieron a la sombra por cuatro años, y cuando comenzó la organización de la Novena, el trabajo avanzó con intermitencias y tomó alrededor de ocho años en alcazar su coronación. Es evidente que, aparte de la creación de composiciones cuya popularidad aseguraba al músico su subsistencia, había cavilaciones y escrúpulos de alto orden artístico que obligaban a Beethoven a decantar sus ideas, a darles mayor profundidad y grandeza, a someterse dolorosa y pacientemente a una autocrítica que le hacía borronear, mutilar, ensayar, suprimir y remodelar. La “Missa Solemnis”, predecesora en parte de la Novena, es un ejemplo. Es evidente que pensaba Beethoven en la “Sinfonía del futuro”; aunque no tanto en el sentido de hermanar en ella la música orquestal a la palabra, sino el de “renovar” el género, dándole musicalmente nuevos horizontes. Que la Sinfonía en Re Menor tuviera por Finale el movimiento coral con la Oda de Schiller, debe considerarse uno de esos toques fortuitos y geniales en que fue tan pródigo Beethoven.
Considerada de modo apriorístico la inserción de la Oda, nada parecía apuntar en esa dirección al principio. Es la insistencia de genios creadores como Wagner y Berlioz, con su disposición manifiestamente orientada hacia lo poético, literario y dramático, los que convencieron a las generaciones posteriores a Beethoven, que ese y no otro (es decir, la combinación de sinfonismo con coralidad y un texto poético que lo posibilitara) era el camino único y obligado que tenía ante sí el maestro de Bonn. En época tan avanzada como mediados de 1823, Beethoven no se había decidido por un final sinfónoco-coral, aunque acaso hubiera asociado los antiguos planes de musicar la Oda a la Alegría a su nueva creación sinfónica (que luego halló, en reelaboración cuartetística, ubicación definitiva como último movimiento del “Cuarteto Nº15 en La Menor, Op.132 (Alla marcia, assai vivace; Allegro appassionato).” Había un aspecto que perturbaba hondamente al músico, y era: encontrar la clave para pasar sin violencia y arbitrariedad de la música instrumental a la coral en un género como la sinfonía, hasta entonces considerado como privativo de los sonidos y no de las voces. En otras palabras, él, tan innovador de formas pero al mismo tiempo purista y respetuoso de sus fundamentos, debía temer que su sinfonía se deslizara hacia la cantata. El peligro existía, ciertamente; muchas noches debe haberse vuelto inquieto en su lecho de compositor, mientras se preguntaba qué es lo que vendría a salvarle providencialmente de sus dudas. Hasta pensó posponer para una “Décima sinfonía” el problema candente de coros versus orquesta.
Hacia fines de julio de 1823, tomó la gran decisión que, al parecer, era fruto de tantas meditaciones y merodeos. Decididamente, descartaba el final orquestal y anotó estas palabras, que hacían de prefacio a la Oda a la Alegría: “Y ahora cantemos el Lied de nuestro inmortal Schiller”. Pero la solución no le convenció en el fondo, porque no tardó en adoptar otra fórmula que hiciera de “traitd’union”: O, Freunde, nicht diese Töne, sondern lasst uns angenehmere anstimmen, und freudenvollere” (¡Oh, amigos: cambiemos de tono! Preferible es entregarnos, gustosos, al canto y a la alegría). Desde ese instante y hasta febrero de 1824, trabajó Beethoven con ahinco para poner el último compás a la Oda, coronando con ello la Novena.
Opiniones paradojales contemporánes a la Novena
La introducción de coro y solistas por primera vez en una sinfonía, suscito comentarios de la más variada índole. Grandes músicos defendieron ese enfoque, tendiente al empleo plural de elementos musicales (las voces de la orquesta, las voces humanas). Otros músicos no menos conspicuos expresaron puntos de vista discrepantes, considerandoque la introducción de texto y de voces en una sinfonía quebraba la pureza de expresión lograda hasta entonces por exclusivos medios instrumentales. En una palabra, la música sinfónica pura comenzaba a tomar rumbos no ortodoxos que la asimilaban a la cantata, al oratorio, y hasta la ópera misma.
Es curioso que Verdi, uno de los admiradores más sinceros que tuvo Beethoven entre los músicos de Italia, sea tan categórico en la condenación del movimiento coral: “La Novena Sinfonía es sublime en los primeros tres movimientos; pésima como factura en el último”. Hasta Wagner, que tan extensa y elogiosamente se expresó acerca de la Novena en penetrantes comentarios, llegó también a formular ciertas íntimas reservas sobre el movimiento último. Así, en cartas enviadas a Liszt (mayo y junio de 1855, Londres), formulaba juicios críticos sobre “La Divina Comedia” y trató de concretar su discrepancia poética con el “Libro del Paraíso” acudiendo a un simil con la Novena de Beethoven: “En la Novena Sinfonía (como obra de arte) el último período con coros es, decididamente, la parte más floja; no es importante más que en el sentido histórico-artístico; porque se revela con mucho ingenuidad el ambarazo de un compositor legítimo, que no sabe cómo representar finalmente el paraíso”.
Un agudo musicógrafo moderno se pregunta (ya que, a juicio de Wagner; ni Dante ni Beethoven supieron pintar el Paraíso) si el gran maestro del drama lírico alemán creyó haber superado a sus colegas de pluma y de música, pintándolo mejor que ellos en la Tetralogía o en Parsifal.
Beethoven en el estreno de la Novena
La Novena se estrenó en Viena el 7 de mayo de 1824, presentada junto con otras obras, y anunciada como “Grand (sic) Sinfonía con Voces Solistas y Corales que entran en el Finale sobre la Oda a la Alegría de Schiller”. El anuncio oficial del concierto indicaba que “Herr Ludwig van Beethoven mismo participará en la dirección general”. El director de la ejecución fue en realidad el maestro Michael Umlauf. Thalberg y Schiller, entre otros, dejaron escritas interesantes referencias sobre el estreno. El concierto comenzó a las siete de la noche ante una sala colmada, pero la familia real estaba ausente de su palco. Al presentarse Beethoven en el proscenio todas las miradas y atención del público se centraron en aquella figura rechoncha y dominante, vestida con chaqueta y chaleco negros, corbatín blanco, prendas accesorias de satín negro, medias de seda negras, y zapatos con hebillas. Schiller da otro testimonio sobre tan pomposo atuendo, y si se consigna, es porque, lejos de tanto atildamiento, daría la impresión de que Beethoven se presentó con alguna negligencia frente a lo que prescribían por entonces las normas de corrección mundana: en resumen, una chaqueta verde. Pero Schiller consoló al maestro: “El teatro estará oscuro y nadie lo notará”.
También pertenece a Schiller el siguiente testimonio: “Jamás en mi vida escuché tal frenesí de aplausos… el segundo movimiento de la Sinfonía (el Scherzo) fue completamente interrumpido por la ovación y se solicitó su repetición. El recibimiento fue más que imperial, porque el público prorrumpió en atronadora salva por espacio de cuatro veces. Al final hubo gritos de “Vivat”… Cuando el “parterre” rompió en nuevas aclamaciones por quinta vez, el Comisionado Policial vociferó: “¡Silencio!”. Esta observación carecería de sentido si no se hiciera notar que era de práctica aclamar con tres salvas de aplausos a la familia imperial. ¡La Novena quebraba precedentes y ponía en vilo la inconmovible preeminencia imperial en materia de popularidad!.
Beethoven, completamente sordo, sentado entre los miembros de la orquesta, estaba tan por entero engolfado en la lectura de la partitura, que no advirtió que la música había concluído y que resonaba un pandemonium de aplausos. Por la sordera del autor, y previendo el caos que de otro modo podría haberse producido, músicos y cantantes fueron advertidos de ignorar las eventuales indicaciones de compás que hiciera Beethoven, concentrándose en cambio en la batuta de Umlauf, el director. Fue una previsión sabia: la Sinfonía había concluído, y Beethoven, de espaldas al público y con su vista sumergida en la partitura, seguía “dirigiendo”. La señora Umlauf, contralto solista del estreno absoluto, tomó comprensiva y bondadosamente por los hombros y le hizo girar de vista al público, para que recién tuviera el autor conciencia del apoteótico recibimiento de su obra.
Detalles curiosos acerca de la Novena
La Sociedad Filarmónica de Londres se había asegurado los derechos de primicia de la Sinfonía Nº9 en Re Menor, pagando por ellos. Pero, tal como había hecho Beethoven con Simrock, al birlarle la edición que con él había comprometido de la Missa Solemnis, no fue dicha Sociedad la usufructuaria de la novedad; ni siquiera el ejemplar manuscrito del autor que obra en su poder, testimonia que la institución sea –como lo fue en verdad- la patrocinadora de la composición y su financiadora. En cierto sentido, había llegado Beethoven a desplegar arto singular criterio sobre sus obligaciones para con los demás. Cuanto tubo concluída la Novena, en lugar de remitirla a Londres, ofreció el estreno por parecerles riesgosa aventura. Pero el compositor contaba con amigos dispuestos a correr el albur, pues estaban persuadidos de la inmensa inportancia de las nuevas composiciones del maestro, cuyo genio se agigantaba día a día. Los resultados del estreno en el Teatro Kärnthnerthor de Viena justificaron tal confianza. El ejemplar enviado por Beethoven a Londres como retribución por los fondos recibidos de la Sociedad Filarmónica, en lugar de llevar dedicatoria a la misma, la lleva a nombre de Federico Gillermo III de Prusia. Este monarca recibió unejemplar manuscrito en otoño de 1826, junto con una carta del compositor expresando la gran dicha que sentía por permitírsele dedicar su composición al soberano, del que era súbdito “en calidad de ciudadano de Bonn”, como señalaba el músico. Ofreció la partitura como “insignificante presente”, y si esperaba con ello obtener una retribución de valor, ciertamente se vió defraudado; pues el Rey de Prusia, al agradecerle el envío, “en vista del reconocido valor de sus composiciones” decía haberse sentido “muy complacido con la nueva obra que me ha enviado. Le agradezco ese obsequio, y le hago llegar el anillo de diamante adjunto, como donación por mi sincero aprecio”. Beethoven hizo examinar la joya, que después de todo no tenía un diamante legítimo “sino una piedra rojiza”, como informo Schiller, y cullo valor no pasaba de 300 florines papel. Beehtoven, furioso, vendió el anillo, que a buen seguro no vale ni una infima porción de lo que vale su creación.
El sentido de la Novena Sinfonía
Sir Donald Tovey ha analizado extensamente la Sinfonía en Re Menor de Beethoven, y ha consignado a su respecto: “el primer movimiento nos trae la tragedia de la vida. El segundo, nos da la reacción de la tragedia a un humor jamás puramente jovial, excepto en una infancia que es en sí patética cuando se la contempla desde la perspectiva del tiempo, desde el cual sólo puede apreciársela. El movimiento lento es belleza de un orden demasiado sublime para un mundo de acción; no tiene acción, y su movimiento es el de los astros en sus trayectorias… Entonces comprobaremos que tal apreciación de los primeros tres movimientos de la Novena Sinfonía corresponde a Beethoven; y la Novena no es la primera obra en la cual intentara algo de esta suerte: la búsqueda de un tema sobre el cual pudiera reposar la mente como solución final de típicas dudas y dificultades humanas… En la Novena Sinfonía el plan de Beethoven radica en hacernos advertentes de los primeros tres movimientos tal como se han descripto arriba; y rechazarlos uno a uno como claves para obtener la alegría en la que tiene fe. Tras haber rechazado los tres movimientos, ha de aparecer un nuevo tema; y ese tema será loado y entonado como himno de Alegría. La idea inicial de Beethoven fue que un barítono plasmara en palabras todo ese proceso, desde el comienzo, en un recitativo apasionado. La orquesta debía comenzar con un confuso estrépito, que expresara terror y violencia, el cantante debía dar su repulsa, tras la cual la orquesta había de enunciar el comienzo de los tres movimientos, al término de cada uno de los cuales el cantante iba a señalar que no era ese su propósito; hasta que, con la aparición del nuevo tema, el cantante lo aceptaba con triunfo y lo encauzaba hacia la Oda de Schiller. Beethoven delineó todo el recitativo vistiéndolo con las palabras apropiadas… vió que se imponía limitar la prosa a lo indispensable… Que los contrabajos de la orquesta parezcan a punto de articular palabras con su recitativo apasionado. Todo esta dicho allí, sin texto alguno.”
El texto descriptivo de Beethoven en la agenda… es hondamente sugerente y revelador. ¡ Qué iluminantes, por ejemplo, son las palabras que corresponden al punto en que se recuerda la melodía del Adagio!: “Cambiemos de tono… es demasiado tierno”.
Como la música de la Novena entraña sentido filosófico, puede tener menor interés que el habitual abordar sus distintos movimientos con una breve guía de sus episodios y desarrollo. Sea, pues, la iluminante guía introductoria del autorizado Tovey el elemento que introduzca esta vez al oyente en la inagotable novedad y “descubrimiento” que depara cada nueva audición de la Novena Sinfonía.
SUS MOVIMIENTOS SON:
1) Allegro ma non troppo, un poco maestroso.
2) Molto vivace. Presto.
3) Adagio molto e cantabile.
4) Presto; Allegro assai; Presto; Allegro assai; Allegro assai vivace, alla marcia; Allegro assai; Andante maestoso; Adagio ma non troppo; ma divoto; Allegro energico; sempre ben marcato; Allegro ma non tanto; Prestissimo. La tonalidad, que fuera en Re menor en los dos primeros movimientos y de Si Bemol Mayor en el Adagio, pasa a radiante Re Mayor en el movimiento final, que nos lleva a triunfal apoteosis.
Ricardo Turró
Texto en Alemán y Español
TEXTO EN ALEMÁN
El texto se inicia con la siguiente invocación,
Escrita por Beethoven procediendo la Oda
Schiller.
BARITONO
O Freunde, nicht diese Töne.
Sondern lasst uns angenehmere
Anstimmen, und freudenvollere.
En seguida comienza el texto de Schiller
BARITONO
Freunde, schöner Götterfunken
Tochter aus Elysium,
Wir betreten feuertrunken,
Himmlische, dein Heiligtum.
Deine Zauber binden wieder,
Was die Mode streng geteilt;
Alle Menschen werder Brüder,
Wo dein sanfter Flügel weilt.
CORO
Deine Zauber binden Wieder,
Etc
CUARTETO SOLISTA
Wem der grosse Wurf gelungen,
Eines Freundes Freund zu sein,
Wer ein holdes Weib errungen,
Mische seinen Jubel ein!
Ja, wer auch nur eine Seele
Sein nennt auf dem Erdenrund!
Und wer’s nie gekonnt, der stehle
Weinend sich aus diesem Bund!
CORO
Ja-Wer auch nur eine Seele
Etc
CUARTETO SOLISTA
Freude trinken alle Wesen
An den Brüsten der Natur,
Alle Guten, Alle Bösen
Folgen ihrer Rosenspur.
Küsse gab sie uns und Reben,
Einen Freund, geprüft im Tod.
Wollust ward dem Wurm gegeben,
Und der cherub steht vor Gott.
CORO
Küsse gab sie uns Reben,
Etc
TENOR
Froh, wie seine Sonnen fliegen
Durch des Himmels prächtgen Plan,
Laufet, Brüder, eure Bahn,
Freudig wie ein Held zum siegen.
Freude schöner Götterfunken,
Etc
CORO
Laufet, Brüder, eure Bahn,
Etc
CORO CUARTETO SOLISTA
Seid umschlungen, Millionen!
Diesen Kuss der ganzen Welt!
Brüder-überm Sternenzelt
Muss ein lieber Vater wohnen.
Ihr stürzt nieder, Millionen?
Ahndest du den Schöpfer, Welt?
Such ihn überm Sternenzelt,
Über Sternen muss er wohnen.
TEXTO EN CASTELLANO
El texto se inicia con la siguiente invocación,
Escrita por Beethoven procediendo la Oda
Schiller.
BARITONO
¡Oh, amigos: cambiemos de tono!
Al canto, y a la alegría.
Preferible es entregarnos gustosos.
En seguida comienza el texto de Schiller
BARITONO
Alegría, divina chispa,
Hija de Elíseo:
Ebrios de fuego entramos,
Celeste Diosa, a tu santuario.
Tu magia amalgama nuevamente
Lo que ha distanciado la rígida costumbre
Todos los hombres se hermanan
Allí donde se detiene tu dulce vuelo.
CORO
Tu magia amalgama nuevamente,
Etc
CUARTETO SOLISTA
Vosotros, a quienes cupo el feliz destino
De ser amigos del amigo.
Vosotros, que habéis conquistado una fiel
Esposa, ¡aunad al nuestro vuestro júbilo!
¡Sí! Quien pueda proclamar que un Alma
Ha hecho suya en este terrestre mundo.
Y aquel que jamás lo haya podido,
¡Que se aparte llorando de nuestra hermandad!
CORO
¡Sí! Quien pueda proclamar que un Alma.
Etc
CUARTETO SOLISTA
Todos abreven Alegría
Del seno de la Naturaleza:
Todos los buenos, todos los malos
Transiten su senda de rosas.
Besos ella nos dio; y viñas;
Y un amigo leal hasta la Muerte.
Al gusano se le dio lascivia,
Sólo el Angel mora con Dios!
CORO
Besos Ella nos dio; y viñas;
Etc
TENOR
Gozosos, como erran los soles
Por las magníficas bóvedas celestes,
Seguid, hermanos, vuestra meta,
Gozosos, como un héroe a la victoria.
Alegría, divina chispa,
Etc
CORO
Seguid, hermanos, vuestra meta,
Etc
CORO CUARTETO SOLISTA
¡Estrecháos en abrazo, millones de seres!
¡Este beso para el mundo entero!
Hermanos: por encima de la bóveda estrellada
Mora un Padre piadoso!
¿Os prosternáis, innúmeros seres?
Mundo: ¿Presientes al Creador?
¡Búscalo por encima de la bóveda estrellada!
¡Sobre las estrellas mora El!
Sinfonía n.° 9, en re menor, op. 125, Coral
Anna Samuil, soprano.
Waltraud Meier, mezzo-soprano.
Michael König, tenor.
René Pape, bajo.
National Youth Choir of Great Britain.
West-Eastern Divan Orchestra.
Daniel Barenboim, director.