*Obertura "Las Hébridas", 1º mov de la Sinfonía Escocesa.
Obertura “Las Hébridas”, op. 26 (“La Gruta de Fingal”)
scocia ha ejercido siempre un considerable influjo sobre el pensamiento y la imaginación alemana. En el siglo XVIII los poemas de Ossián inspiraron a Herder y al joven Goethe; en el XIX, dos músicos, Mendelssohn y Max Bruch se sintieron impelidos a rememorar sus sentimientos sobre dicho país. Cuando Mendelssohn visitó Francia en 1829 quedó anonadado. "Pocas de mis reminiscencias de Suiza pueden compararse con éstas, todo luce severo y robusto, semicubierto en la niebla por el humo o la bruma". Viajó allí con el objeto de encontrarse con Sir Walter Scott en Abbotsford (sin éxito) y para visitar las Hébridas. Aquí se sintió tan fascinado por el sonido del mar que rápidamente tomó cuerpo en su cabeza como música y se convirtió en la primera frase de la Obertura Las Hébridas. Una de las cartas que escribió desde las islas incluye un bosquejo de estos compases. En cambio, la idea de una Sinfonía Escocesa le llegó mientras estaba en Edimburgo, sólo para ser abandonada al menos durante los doce años siguientes. Al ser concluida fue dedicada a la Reina Victoria.
La Gruta de Fingal fue compuesta en 1830 al mismo tiempo que la Sinfonía Reforma. Capta tan fielmente el romántico espíritu del lugar evocado que ha pasado a convertirse en un favorito universal. La campiña y las ciudades escocesas tienen una austera belleza que entusiasmaron rápidamente a un alemán sentimental, pareciendo unificar el pasado y el futuro en un presente sin tiempo. Mendelssohn visitó sólo brevemente este romántico país y como respuesta por la imaginativa experiencia que le había proporcionado, dio al mundo dos obras de gran valor.
La Obertura Gruta de Fingal o Las Hébridas que fue revisada en 1832 es una de las más inspiradas de todas las obras orquestales de Mendelssohn. Se inicia en si menor con una figuración rítmica repetida de cualidad particularmente misteriosa que es luego combinada con una contramelodía. El segundo tema es una melodía más lírica en la tonalidad relativa (Re mayor) que Tovey proclamó como "sin duda la melodía más grande jamás escrita por Mendelssohn". La figuración del comienzo reaparece prontamente y la exposición concluye con un vigoroso "tutti". El comienzo del desarrollo es quieto y misterioso, desnudo en textura con románticas modulaciones y llamadas como de hadas en los metales y en las maderas. El lírico segundo tema aparece sólo una vez en el desarrollo, pero la figuración del comienzo juega un importante papel dando origen a un "crescendo" delicadamente instrumentado. Después de una re-exposición abreviada cuya característica más notable es una versión alterada del segundo tema, asignada a los clarinetes, una coda ("animato") concluye la obra. Característicamente, Mendelssohn provee una sorpresa en los compases conclusivos, finalizando con un repentinamente tranquilo y último recuerdo del material temático a cargo de los vientos.
Sinfonía Nº 3 en La menor, Op. 56 “Escocesa”
uando Mendelssohn inició lo que después llamaría su "áspero viaje a Escocia" escribió a su familia desde Edinburgo, el relato de su visita al Palacio de Holyrood House. "En el crepúsculo de la tarde fuimos hoy al palacio donde la Reina María vivió y amó; allí se exhibe una pequeña habitación con una sinuosa escalera que conduce a la puerta; más arriba me parece ver cómo ellos llegaron y hallaron a Rizzio en la pequeña habitación y lo arrastraron y tres habitaciones más allá está el oscuro rincón donde lo mataron. La capilla cercana a ella carece ahora de techo; hiedra y pasto crecen allí y sin embargo fue ante ese altar destrozado, que María fue coronada Reina de Escocia. A su alrededor todo está estropeado y desmoronado mientras el brillante cielo lo ilumina. Creo que hoy he encontrado en esa vieja capilla el comienzo de mi Sinfonía Escocesa", la carta está fechada en julio de 1829. Casi trece años transcurrieron entre ese momento de intensa visión en Holyrood y la composición de la sinfonía que fue concluida en 1842. De este modo la primera idea le vino a Mendelssohn en su temprana juventud cuando apenas contaba veinte años; evidentemente fue una vaga impresión y probablemente no fue lo suficientemente profunda. Necesitó ser muy pensada para que cobrara forma como música sinfónica. En realidad Mendelssohn comenzó a escribir la sinfonía dos años antes en Italia, pero al mismo tiempo estaba trabajando en la Italiana; esta última floreció en seguida en su pensamiento, mientras la Sinfonía Escocesa tuvo que esperar. Y fue recién cinco años antes de su temprana muerte que finalmente pudo solucionar el problema que se presentó a su imaginación ante la visión de aquel atardecer en Edimburgo y poder de ese modo concluir la Sinfonía Escocesa. Por entonces su visión de Escocia se había desdibujado, mientras sus condiciones musicales se habían acrecentado y al mismo tiempo transformado de una intensidad y ebullición juveniles hacia una expresividad más profunda y más cauta. Así es que mientras la obertura Las Hébridas de sus veinte años, es un destello de inspiración plasmada inmediatamente en una obra de arte, la Sinfonía Escocesa es un momento de visión rescatado del olvido por un cuidadoso atesoramiento de recuerdos vistos a través de muchas experiencias entre tanto transcurridas.
El destello de intuición en la capilla de Holyrood pudo ser guardado en la primera frase de la introducción lenta. Entre las dos primeras notas de este tema se forma un intervalo de cuarta, intervalo que aparecerá en cada uno de los cuatro movimientos y siempre en un punto clave y significativo. En realidad es la figuración central de la sinfonía, usada por Mendelssohn de modo de dar coherencia y consistencia a su diseño. Desde la melodía de iniciación brota el primer tema del "Allegro" y de éste a su vez nace el segundo así como otro nuevo en la coda, que se hermana con un amplio tema del primero y en el último movimiento de la Sinfonía Italiana, música que, debe recordarse, ya estaba firmemente establecida en el pensamiento de Mendelssohn cuando comenzó a trabajar en la Sinfonía Escocesa. Este parecido de familia entre los temas en el primer movimiento de la Sinfonía Escocesa deriva en una cierta semejanza que no desagrada a un cansado oído del siglo XX.
Si tenemos en cuenta el tiempo que había transcurrido en la laboriosa y activa vida de Mendelssohn, un período que comprende nada menos que el cambio de la temprana juventud hacia la madurez, la Sinfonía Escocesa es sorprendentemente vívida en el modo en que la música evoca el pasado -esto es el propio pasado del compositor-. En el segundo movimiento la música sugiere por pimera vez algo que, al menos a un extranjero, puede parecerle vagamente escocés. Un forastero no debiera penetrar más allá dejando para los nativos el decidir cuanta alusión local hay aquí, indudablemente menos que las que hay en las Sinfonía Italiana y Reforma. Con todo, en el segundo movimiento hay signos de que Mendelssohn evocó cosas oídas y vistas durante su excursión a Escocia. El agudo impacto de su primera contemplación de Holyrood fue empañándose por más de doce años atestados de otras obras y henchidos de otras visiones. Lo que quedó del recuerdo de ese áspero viaje estaba envuelto por entonces en una neblina de tiernos recuerdos. Y aquí, en consecuencia, el clima ya no es áspero. Aún si la brisa es turbulenta, el tiempo se conserva bueno.
La atmósfera del tercer movimiento es serena y clara. No hay intención de producir color local. La música, francamente teutónica es en el propio y perfecto estilo mendelssohniano gentil dignidad, el modo de alguien que sabe ser serio sin convertirse en pomposo. La cuarta ascendente nunca obstruye aquí pero su presencia es suficiente para proporcionar al movimiento su correcta posición de heredero de rasgos familiares.
Un insinuar de algo escocés se presenta en la vigorosa, directa, saltante y danzarina melodía que comienza el último movimiento. El segundo tema está también en tonalidad menor pero fundamentalmente el movimiento se inclina hacia lo gallardo a través de su extensión hasta que al final, Mendelssohn evoca el gran tema de apertura de la Sinfonía en una extensa coda final, como una remembranza de cosas pasadas; Holyrood vista ahora a través de los años desde Leipzig.
Obertura “Las Hébridas”, op. 26 (“La Gruta de Fingal”)
Banda Sinfónica de la Unión Musical Santa Cecilia de Onda
Daniel Gómez Asensio