*Pie Jesu, fragmento del Agnus Dei, In Paradisum.
OCTUBRE...
RÉQUIEM, OP. 48
*THE COMPLETE SONGS.
*PELLÉAS ET MÉLISANDE, SUITE, OP. 80.
Gabriel Fauré
ompositor, pedagogo y organista francés. Nació en Pamiérs (Francia), el 12 de Mayo de 1845 y falleció en Paris, el 4 de Noviembre de 1924.
Su padre fue funcionario del sistema educativo público francés, el cual lo educó en los principios laicos y liberales del krausismo, que implicaban la auto-disciplina.
En la "École Niedermeyer" de París realizó su formación musical, donde fue alumno de composición, piano y órgano del prestigioso compositor Charles Camille Saint-Saëns (1835-1921), con quien luego mantendría una íntima y larga amistad. Fue precisamente Charles Camille Saint-Saëns quien le ayudó al finalizar sus estudios en 1865, a encontrar trabajo como organista en la iglesia del Santo Salvador en Rennes (de donde fue despedido en 1870 por fumar durante la homilía), quien lo recomendó en 1877 para el puesto de maestro de capilla de La Madeleine de París, y sería también su valedor para conseguir, en 1896, los primeros trabajos prestigiosos y bien remunerados que tuvo: la preciada plaza de organista de La Madelaine, y la todavía más preciada cátedra de composición del Conservatorio Nacional de París cuando ya había cumplido los cincuenta y un años. Esto provocó una violenta oposición de un claustro que le reprochaba no haber sido alumno del centro, no haber ganado el Premio de Roma, no ser académico y sobre todo, proceder de la Escuela Niedermeyer. A pesar de la fuerte oposición interna, Fauré fue el primer director del conservatorio que se atrevió a hacer una reforma profunda de su funcionamiento, diseñado por Napoleón Bonaparte cien años antes. Y lo hizo con tal firmeza y rigor que le pusieron el mote de Robespierre. Gracias a él, los alumnos del Conservatorio de París tuvieron la oportunidad de acceder a una educación estética y espiritual de alta calidad que garantizó la influencia internacional del centro hasta la Segunda Guerra Mundial, veinte años después de la jubilación de Fauré, luciendo la Legión de Honor en la pechera.
Junto con Saint-Saëns, Fauré fue defensor de los valores de la música francesa en un tiempo en que la tendencia predominante en Europa era adoptar los resultados y técnicas de la música romántica alemana. Fauré se inclinó por un sonido más discreto y emotivo, que se enfrentaba con el estilo llamativo de Richard Wagner y sus seguidores. Compuso en los pequeños géneros, en especial canciones y obras cortas para piano. Valoró la lógica de la música y nunca permitió que asociaciones literarias o filosóficas juzgaran o interfirieran en el suave fluir de sus obras. Fue el compositor francés más avanzado de su generación y llegó a desarrollar un estilo personal que influyó considerablemente en numerosos compositores del siglo XX. Fauré fue un maestro de la canción francesa y escribió varios ciclos de canciones para solistas y piano. También compuso una considerable cantidad de música pianística de cámara y música sacra, entre la que, sin duda, su Réquiem es la obra más conocida, pero su éxito estuvo precedido por otras obras vocales como sus motetes y particularmente su Messe Basse para voces femeninas (1881).
La obra de Fauré se enmarca en el período final del Romanticismo y primeras décadas del siglo XX cuando las innovaciones musicales fueron muy rápidas. Sus contemporáneos consideraron su música revolucionaria y novedosa.
Entre sus alumnos se encuentran los músicos Maurice Ravel, Florent Sehmitt, Jacques Aubert Charles Koechlin, Nadia Boulanger y el compositor rumano Georges Enesco.
Réquiem Op. 48
abriel Fauré fue un prolífico compositor de música sacra como consecuencia de sus cuarenta años de trabajo en centros eclesiásticos. Los criterios que marcaron su obra religiosa fueron funcionales al culto y sin la menor pretensión estética, más allá de la integridad profesional de Fauré. Algunos ejemplos de este período son: El Cántico de Jean Racine Op. 11 para coro y órgano, compuesto en 1865, o el Tantum ergo, para soprano, coro y órgano, compuesto en 1906. No volvió a componer música religiosa luego de haber dejado su trabajo en los templos.
La convicción agnóstica de Gabriel Fauré, por cierto, era incompatible con el misticismo de su medio laboral, misticismo sin el cual no puede existir un "arte religioso convincente". Por lo tanto, Fauré, como buen maestro de capilla, se limitó "escribir música", música adecuada en forma y retórica a la liturgia.
Dentro del repertorio concertístico de Gabriel Fauré, la única obra religiosa es su Réquiem, compuesto fuera del ámbito laboral litúrgico y como consecuencia de la fuerte impresión traumática que le dejara el contacto con la muerte debido al fallecimiento de su padre en 1886 y su madre en 1888.
La primera versión del Réquiem fue escrita en 1887, para soprano, barítono, coro y órgano, y se interpretó en la Madelaine en 1888. En 1890 Fauré revisó la obra, y ante la imposibilidad de hacerla interpretar, la archivó en un cajón.
En un viaje a Londres realizado en 1898 con el fin de dirigir el estreno de su "Pelléas et Mélisande" conoció a Edward Elgar (1857-1934, primer compositor británico moderno cuyas obras corales y orquestales adquirieron fama internacional, y una de las principales figuras de la última etapa del movimiento romántico en Europa) e inmediatamente se creó entre ellos una corriente de simpatía, y fue el mismo Elgar (católico practicante) quién animó a Fauré a orquestar el Réquiem para estrenarlo en Londres. La orquestación fue terminada en 1900 y, al poco tiempo, fue publicada su partitura por Hamelle.
Lamentablemente para Gabriel Fauré, pese a los esfuerzos realizados por su amigo Edward Elgar, el Réquiem orquestado jamás se pudo estrenar.
En 1924, como consecuencia de la muerte de Fauré, se interpretó el Réquiem, pero en su versión original de 1890, para voces y órgano.
Doce años después, en 1936, y a dos años de acontecida la muerte de Elgar, tubo lugar el estreno del Réquiem, en su versión orquestal. Fue en Londres, bajo la dirección del maestro Nadia Boulanger, quien también dirigió el estreno parisino semanas después. En el programa de mano del estreno, y omitiendo hacer alusión al agnosticismo de su maestro, Nadia Boulanger escribió: "ningún efecto externo disminuye su gran y, en cierta manera, severa expresión de dolor: ningún tipo de ansiedad o agitación perturba su profunda meditación, ninguna duda empaña su insaciable fe, su dulce confianza, su tierna y tranquila esperanza."
El análisis de algunos fragmentos del Réquiem nos revela el carácter agnóstico de Fauré, como la escasa importancia concedida al verso ‘Libera me' de la secuencia Dies Irae. Otro hecho relevante es que Fauré introduce conscientemente cambios tan significativos en la estructura de la Misa de difuntos que se hace imposible su uso litúrgico. Por ejemplo, tras el Sanctus, Fauré prescinde del preceptivo Benedictus y lo sustituye por el verso Pie Jesus, que en el proyecto original de Fauré debía ser cantado por un niño, lo que motiva un acompañamiento casi desnudo (arpa, órgano y orquesta reducida). Para Gabriel Fauré, tras la muerte sólo cabe el descanso, la placidez, nunca el temor, puesto que consideraba que no hay responsabilidades más allá de la vida, ni nadie que pueda pedirlas.
El Requiem pasó inadvertido al momento de su composición, causando gran entusiasmo cuarenta años después de compuesto. El por qué de este fenómeno se puede atribuir a la estética que imperaba en esos años, la llamada "Belle Époque", en donde la exaltación sensual y la búsqueda de paraísos artificiales, parecía el principal objetivo de cualquier artista. En el gusto del público primaban los excesos retóricos y la sobrecarga decorativa, contrastando con el espíritu lineal del Réquiem, en el cual la abolición radical de cualquier atisbo de exceso expresivo tuvo que sonar extraña en su momento. Las melodías son usadas de forma cuasi salmódica, donde la orquesta se integra con las voces en una sobria polifonía modal y, a pesar de la opulenta plantilla instrumental, la orquestación busca la transparencia. El protagonismo de las cuerdas corresponde a las violas, a menudo en divisi, los violines tienen una función meramente ornamental y los violonchelos y contrabajos comparten frecuentemente con el órgano la función de acompañamiento de la polifonía. Esta simplicidad, unida al perfecto equilibrio entre expresión emocional y gracia retórica, además de la embriagante dulzura de la composición, tuvo que resultar forzosamente fascinante para el gusto neoclásico, y a nadie puede sorprender la implicación en su recuperación de Nadia Boulanger, la más importante profesora de composición del período de entreguerras, es decir, la época de los neoclasicismos.
Fauré escribió sobre su réquiem: "Se ha dicho que mi Réquiem no expresa el miedo a la muerte, y ha habido quien lo ha llamado un -arrullo de la muerte-. Pues bien, es que así es como yo veo la muerte, como una feliz liberación, una aspiración a una felicidad superior, antes que una penosa experiencia. La música de Gounod ha sido criticada por su sobre inclinación hacia la ternura humana, pero su naturaleza le predispone a sentirlo de esa manera. La emoción religiosa toma esta forma dentro de sí. ¿No es necesario aceptar la naturaleza del artista? En cuanto a mi Réquiem, quizás también he querido yo escapar del pensamiento más habitual, ¡después de tantos años acompañando al órgano servicios fúnebres! Lo sé todo gracias al corazón. Yo quise escribir algo diferente."
Texto del Réquiem de Fauré
Introit et Kyrie
Requiem aeternam dona eis, Domine:
et lux perpetua luceat eis.
Te decet hymnus, Deus in Sion,
et tibi reddetur votum in Jerusalem:
exaudi orationem meam,
ad te omnis caro veniet
Kyrie eleison.
Christe eleison.
Kyrie eleison.
Offertoire
O Domine Jesu Christe, Rex gloriae,
libera animas ... defunctorum
de poenis inferni, et de profundo lacu:
libera eas de ore leonis,
ne absorbeat eas tartarus,
ne cadant in obscurum....
Hostias et preces tibi,
Domine, laudis offerimus:
tu suscipe pro animabus illis,
quarum hodie memoriam facimus:
fac eas, Domine, de morte transire ad vitam,
Quam olim Abrahae promisisti, et semini ejus.
Sanctus
Sanctus, Sanctus, Sanctus,
Domine Deus Sabaoth,
pleni sunt caeli et terra gloria tua.
Osanna in excelsis!
Pie Jesu
Pie Jesu Domine,
dona eis requiem,
requiem sempiternam.
Agnus Dei et Lux Aeterna
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi,
dona eis requiem.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi,
dona eis requiem.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi,
dona eis requiem sempiternam.
Lux aeterna luceat eis, Domine,
cum sanctis tuis in aeternum,
quia pius es.
Requiem aeternam dona eis, Domine:
et lux perpetua luceat eis.
Libera Me
Libera me, Domine,
de morte aeterna,
in die illa tremenda:
Quando caeli movendi sunt et terra:
Dum veneris judicare saeculum per ignem.
Tremens factus sum ego, et timeo,
dum discussio venerit,
atque ventura ira.
Dies illa, dies irae,
calamitatis et miseriae,
dies magna et amara valde.
Requiem aeternam dona eis, Domine:
et lux perpetua luceat eis.
In Paradisum
In Paradisum deducant te Angeli;
in tuo adventu
suscipiant te martyres,
et perducant te
in civitatem sanctam Jerusalem,
Chorus Angelorum te suscipiat,
et cum Lazaro quondam paupere
aeternam habeas requiem.
Pie Jesu, Rosa Elvira Sierra