*Allegro moderato.

ABRIL...

SINFONÍA N° 8 EN SI MENOR, D. 759 (INCONCLUSA)

Sinfonía N° 8 en si menor, D. 759 (inconclusa)

sta imperecedera sinfonía incompleta podemos considerarla como la obra maestra de Schubert, el compositor vienés que moriría luego de su breve peregrinación terrenal, al igual que Mozart, Purcell, Arriaga o Bellini. La apoteosis del amor se ha llamado a esta inconclusa. El desafortunado y humilde profesor de música nos abre su corazón, desbordando de efusividad, de sincero sentimiento en estas páginas que destilan esencias espirituales, expresadas con su característico lirismo y su poesía inefable.

Se la considera su obra póstuma, pues aunque es cierto que fue escrita en 1822 no fue estrenada hasta el año 1865, a treinta y cinco años de su muerte prematura, cuando se comenzó a apreciar el valor real de su legado. A Schubert se le consideraba como un prolífico compositor de obras ricas en melodía, hasta que Schumann primero y tras él, Mendelssohn y Liszt fueron revelando la amplitud, diversidad y profundidad de su producción. El tierno creador del "lied" moderno, incursionó en muchos géneros musicales. A diez —una más que Beethoven— ascienden las sinfonías compuestas por Schubert. Y a la edad que compuso éste, la primera "en re mayor" (1813), aquél acababa de componer la octava que precedería a la magistral Sinfonía coral. En toda su obra instrumental registra Schubert una clara influencia de la música popular austríaca y húngara: halla su base en Haydn, Mozart y Beethoven, y sin decidirse a romper los moldes de tan famosos maestros, busca paulatinamente un sello personal, que en sus grandes sinfonías (la "Inconclusa" y la "en Do mayor") alcanzará cumplidamente, como lo prueba su aparición en los conciertos, en los repertorios, junto a las más sublimes sinfonías célebres.

De las diez sinfonías compuestas por Schubert, una de ellas se extravió; otra, en rigor de verdad no es más que un esquema; y finalmente existe una que jamás fue concluida. La influencia de Beethoven, que hizo apreciar la conveniencia de una mayor amplitud del período de gestación de la obra artística, y en menor medida, lo difícil que resultaba lograr que las composiciones fueran ejecutadas a principios del Siglo XIX, redujo considerablemente la producción de los músicos de entonces. Este es un hecho bien visible si se compara el fruto de sus esfuerzos con el número asombroso de sinfonías escritas por Mozart. Obsérvese que, cuando éste tenía treinta y un años —la misma edad de Schubert cuando cerró sus ojos para siempre— ya había escrito casi todas sus obras sinfónicas; en efecto restaban componer la 39, la 40 y la 41.

Schubert, igual que otros compositores que fallecieron a edad temprana, comenzó a escribir sus sinfonías siendo muy joven aún. La segunda de ellas data de 1815, es decir que contaba apenas dieciocho años cuando abordó su composición. Un año antes, ya había dado fin a su Gretchen am Spinnrade (Margarita en la Rueca). A la fecha mencionada pertenecen también: Der Erlkönig (El Rey de los Alisos), varias operetas, dos misas, otra sinfonía, el Cuarteto de cuerda en Sol menor, dos sonatas para piano y por supuesto, numerosas canciones. Semejante capacidad productiva, da una clara idea de lo prolífico que fue como compositor. En aquella época era maestro de escuela, asistente de su padre. Si pensamos en la extraordinaria cantidad de obras concluidas en 1815, no nos será difícil imaginar cuán lejos estaría su mente de las enseñanzas que debía impartir a sus alumnos. Pese a que el "lied" era un género virtualmente nuevo, Schubert demostró poseer la condición del genio para este tipo de composiciones; sin embargo, sus trabajos de mayor envergadura hacen palidecer un tanto esa genialidad suya por las inseguridades de que adolecen. Realmente, ¿cómo hubiera podido alguien escribir sinfonías y sonatas en Viena, sin sentir sobre sí el peso combinado de Haydn, Mozart y Beethoven? La influencia ejercida sobre Schubert por los dos primeros, y en menor escala por el genio de Bonn, se aprecia notablemente en sus sinfonías iniciales; sin embargo, excepción hecha de la Octava, muy pocas veces se apoyaba en la concentración formal expuesta en las obras de aquellos maestros.

Volvemos a recurrir al testimonio de nuestro admirado maestro Johannes Franze, en su libro Obras maestras de la música alemana para situar a Schubert y su obra: "Unos han dicho que a Schubert le faltó la inspiración necesaria para los dos últimos movimientos finales; y otros creen poder afirmar que Schubert mismo consideró esta obra concluida, aunque le faltaron, muy en contra al esquema tradicional, el scherzo y el final. Si penetramos más en el espíritu de esta obra tan notable, quedamos convencidos de que esta segunda teoría es la verídica. Para comprobar que Schubert mismo consideró terminada su obra es necesario comparar la forma y la esencialidad de las sinfonías de Beethoven con las de Schubert. El gran compositor de la Heroica trabajó con ideas fijas y poéticas pero limitadas a lo más hondamente humano, para expresar, en desenvolvimiento lógico, su propio espíritu batallador. Todo este desarrollo tuvo una meta fija, y la forma de la realización obedece a un irrevocable intelecto del poder creador, Schubert en sus sinfonías nunca se apoya sobre una idea fija, sino sobre lo que se puede llamar un estado de ánimo indefinido, lo que circunscribe la palabra alemanastimmung, intraducible al castellano". El romanticismo puro que vivió Schubert nunca sometió su creación artística al intelecto disciplinado, sino que dejó todo a la ingenuidad creadora, a su espontaneidad emotiva. El encanto que nos seduce al escuchar esta sinfonía "Inconclusa" se debe al espíritu romántico de su obra, opuesto al clasicismo luchador de Beethoven. Todo es suave; el genio no es oponerse al destino o desafiar las leyes de la eternidad. Resignación y melancolía predominan.

Debemos a la pluma de Mary Tibaldi Chiesa estos pensamientos a propósito de esta obra, que confirman lo anterior: "¿Existirán obras orquestales de mayor extensión o potencia quizá, pero ninguna igualará el encanto divino, la celestial gracia de la Inconclusa? ¿Quién ha osado proponerse terminarla? Su autor mismo no logró jamás escribir un tercer y cuarto tiempo con méritos semejantes a los primeros. La inspiración que un día brotó de su alma fue inexorablemente arrebatada, despiadadamente sofocada por la muerte. Nadie nunca podrá concluirla. Ningún premio de dinero —ya que se han ofrecido 2.000 libras para terminar esta obra. Tampoco Schubert soñó nunca recibir tal suma de sus editores— podrá resucitar lo que está apagado, ningún milagro logrará despertar la voz que el eterno silencio ha absorbido. Como en su triste canción de las Flores Marchitas:No puede el llanto hacer reverdecerlas, no puede el muerto amor hacer que florezcan... Escuchemos esta sinfonía incompleta así como ha sido dejada, así como el destino la ha dado; ella es una gema impagable y su perfección conclusa”.

Para comprender mejor los sentimientos —la circunstancia vital nuevamente decisiva en el fruto artístico del tierno, afectuoso, tímido y melancólico Schubert—, recurramos a algún fragmento de su epistolario con su hermano, quizá en sus propias palabras encontremos las razones de los sombríos pensamientos, del sentimiento próximo a lo trágico, de la resignación, de la esperanza que va surgiendo a lo largo y profundo de estos dos movimientos —Allegro moderato y Andante con moto—, que inspiraron la sinfonía enigmática que consideramos. En ocasión de encontrarse en la mansión de los Esterházy, donde no cesaba de estar deprimido, le escribía: "Me siento invadido en todo instante de una incomprensible y perpetua melancolía". Más adelante confesaría: "No creas que no estoy alegre, ten la seguridad de que es así. Más en verdad, está lejano el tiempo en que cada objeto era rodeado de una aureola de gloriosa juventud y, por el contrario, ha llegado el momento de sentirnos poseídos por una fatal conciencia de la más mísera realidad, la cual me esfuerzo en vano de transfigurar en la imaginación...". Esto lo escribía Schubert a los 25 años, en aquel año 1822, cuando además de iniciar su Sinfonía Nº 8 en si menor, D759, nos legaría la Misa solemnis en la bemol, Lieder (como Der Wachtelschlag, Der Musensohn, Wandrers Nachtlied...), composiciones corales (Gott in der Natur, Des Tages Weihe...), cuartetos, también en 1822 terminó su desafortunada ópera Alfonso y Estrella... Schubert regaló el manuscrito a su amigo Anselm Hüttenbrenner, que lo retuvo más de cuarenta años, hasta que fue descubierto por el director Herbeck, que lo estrenó para la Sociedad de Amigos de la Música de Viena el 16 de diciembre de 1865.

Schubert en sus dos últimas sinfonías se prodiga en un caudal de melodías de excelente calidad, tal y como se manifiesta en sus obras de cámara y sus "Lieder" incomparables. Salazar comenta: "La música-poesía apuntó ya en la "Trágica" pero hasta la "Inconclusa" no asume ese tono que le es propio e inconfundible en el período romántico, cuya expresividad es de otra procedencia que la de Beethoven, porque en este es categóricamente sinfónica y en Schubert es de un lirismo que procede directamente de sus canciones y sus acompañamientos, tan plásticos"... Y sólo nos queda, para comprender mejor todavía los sentimientos de Schubert al escuchar esta sinfonía, espejo claro de su alma dolorida, que volver a lo que escribía en su diario, en el que anotaba secretamente sus ilusiones y pensamientos juveniles, de donde recogemos estas frases: "El hombre soporta la desgracia sin quejarse, pero por esto mismo le es tanto más dolorosa. ¿Por qué nos dio Dios la compasión?"... ¿No pudiera ser la temática del primer movimiento?... "La vida más triste se ve iluminada por momentos de beatitud, y estos, al repetirse, se convierten en goces permanentes; así aumenta la beatitud al hacerse sucesiva". Que entendemos más todavía si escuchamos su "andante con moto". Y para terminar, siempre respetando los textos de Schubert que pueden ser más expresivos que cualquier consideración, repitamos lo que escribía en su poema El sueño: "Cuando cantaba mi amor, mi amor se convertía en dolor. Cuando cantaba mi dolor, mi dolor se convertía en amor. Mi dolor y mi amor se disputaban mi corazón"... Hemos trascrito citas, comentarios, pensamientos, datos que nos dan el cúmulo de inquietudes y de graves preocupaciones que pugnaban en la romántica alma de Schubert siendo, envejecido joven. De estas divagaciones en el mundo de las ideas podemos columbrar cuál es su espíritu; que latía en su alma al componer esta sinfonía... Y terminemos con un pensamiento definitivo de Schubert, una confesión fehaciente: "Mis obras musicales son los productos de mi inteligencia y de mis dolores".

La elección de la tonalidad de Si menor, más sombría que la Si bemol, es un signo indicativo del esfuerzo realizado para lograr un efecto más intenso. El primer movimiento da comienzo con el famoso tema que más tarde, habrá de dominar en el desarrollo. La segunda parte de este motivo inicial, es ejecutada por el clarinete y por el oboe superponiéndose a los violines; luego es interrumpida por algunos acordes: cuatro apacibles compases de los cornos y fagots llevan el segundo tema a los cellos; éste se presenta precedido por su acompañamiento de acordes sincopados. Sobreviene un compás de silencio y el segundo tema aparece por un corto período tras el cual llega a su frase final; un fortissimo Sí, sostenido por los metales y las cuerdas en pizzicato, conduce al fin de la exposición. El desarrollo propiamente dicho, está basado, casi exclusivamente en el primer tema de la Sinfonía. El acompañamiento sincopado del segundo tema vuelve a presentarse, más bien patéticamente, sin su melodía, y la segunda parte del primer tema se desliza sobre los clarinetes y los fagots, justamente antes de iniciar la recapitulación. Esta comienza directamente con la segunda parte del primer motivo (Schubert reserva la primera parte para el final). La recapitulación sigue las normas establecidas para el caso, aunque con un segundo tema en Re mayor. Finalmente retorna el tema inicial, dándole unidad al movimiento.

El segundo movimiento, Andante con moto, sigue un nódulo complicado durante todo su aparente desenvolvimiento orgánico. Una especie de rondó fragmentario, o un movimiento dentro de la forma sonata con un corto episodio en cambio de un desarrollo. A cuál de las dos formas se ajusta, no interesa mayormente, ya que la inspiración que dictara su escritura es tan notable que se lo cuenta entre las más profundas partituras de Schubert. Escuchándolo, uno se inclina a creer que Schubert no concluye la sinfonía por la simple razón de que no le fue posible hallar nada que igualara la perfección de lo que ya había escrito.


Sinfonía N° 8 en si menor, D. 759 (inconclusa)
Orquesta Sinfónica de Galicia
Michail Jurowski, director