*Cuartetos Nº 1, III Allegro Vivace; Nº 4, II Prestissimo, Con Sordino y Nº 5, IV Andante.
MARZO...
CICLO INTEGRAL DE CUARTETOS PARA CUERDAS
*MÚSICA PARA INSTRUMENTOS DE CUERDA, PERCUSIÓN Y CELESTA.
Los Cuartetos para Cuerdas de Bartók
na autobiografía tiene por misión relatar la historia de la propia vida, y un diario tiene por objeto consignar informalmente, día por día, eventos, pensamientos e ideas de carácter personal. Pero, ¿cómo llamar a una obra que trasmite directa e inmediatamente la esencia e individualidad de un hombre? No disponemos de un nombre que dar a esta tentativa, pero si ella tiene suceso la llamamos obra de arte.
Los Cuartetos para Cuerdas de Bartók, tanto individual como conjuntamente, son obras de arte. No podemos saber, a través de ellos, cuál era la apariencia del hombre que las creó (para esto basta una foto), ni los detalles y los fluctuantes estados de ánimo de su vida diaria (acaso el objeto, éste, de una biografía). Pero llevan en sí, con sorprendente don de presencia e inmediación, la personalidad del hombre que fue Béla Bartók, no sólo en lo inmutable de su esencia, sino también en el proceso de su crecimiento y madurez.
Ningún otro de los grandes compositores de este siglo se sintió tan fascinado como él por los problemas y soluciones propios de la composición de cuartetos de cuerda; a punto tal que su preocupación con esta forma musical duró toda su vida. Bien allá de los seis cuartetos que sobreviven, y cuyas fechas de composición están separadas por más de tres décadas, compuso también (y luego destruyó, según su amigo y compatriota Zoltán Kodály) un cuarteto juvenil, en 1899; y antes de morir estaba planeando y abocetando otro. Esta consecuencia con dicha forma musical es en sí reveladora. En los dos últimos siglos, la mayor parte de los compositores de fuste escribieron por lo menos un cuarteto para cuerdas, pero sólo cierto tipo peculiar de músicos los crearon en cantidad.
La mística del cuarteto de cuerdas presenta dos faces. En primer lugar, debe constar de control y balance clásicos. En segundo término, debe trasuntar los más íntimos sentimientos del compositor. La relación entre un Cuarteto y una Sinfonía, por ejemplo, es muy semejante a la de la poesía y la prosa: ambas pueden querer expresar cosas similares, pero aquella debe decirlas con menos palabras y con mayores restricciones. Los grandes cultores del género cuarteto en el pasado fueron Haydn, Mozart, Beethoven y Schubert (es significativo que no pueda citarse a ninguno de los últimos románticos, a ese respecto), y en el pasado siglo es bien posible que sean los seis Cuartetos de Bartók los únicos dignos de codearse con los de aquellos autores.
La personalidad de Bartók como hombre emerge de los Cuartetos en múltiples aspectos. Está, por supuesto, presente en el nuevo sonido de la música; el color, la textura armónica, los tipos de patrones melódicos y armónicos empleados. Pero, por lo menos, está no menos fuertemente implícito en los aspectos formales de la música, en la arquitectura personal y particular que creó. Para muchos puede ser una sorpresa, por ejemplo, saber que más de la cuarta parte de los movimientos que creó Bartók para sus Cuartetos de cuerda, están desarrollados siguiendo los principios de la forma de sonata. Es más fascinante aún enterarse de como Bartók modificó la forma, para hacerla viable en medio del clima escogido para la armonía y melodía de su música, De su lucha por la unidad provienen las ideas de generación motívica (tan opuestas a los temas claramente diferenciados) y de desarrollo continuo. De sus investigaciones sobre música popular húngara y del cercano Oriente derivan sus amplios conceptos del color instrumental y la tonalidad. Poco hay, en el cuerpo de su música, que no pueda detectarse en forma microcósmica en los seis Cuartetos.
Los párrafos que siguen, por consiguiente, no aspiran a ser análisis en profundidad. Son, simplemente, breves guías para introducir al oyente en ciertos aspectos de los Cuartetos que pudieran no advertirse en una primera o aún segunda audición; actuando, por así decirlo, como las muy prosaicas direcciones callejeras que llevan a la casa de un gran hombre.
James Goodfriend