*Act 3, Scene 1: I. Vorspiel, Hojotoho! Hojotoho! Heiaha! Heiaha.
MAYO...
"LA WALKYRIA", PRIMERA JORNADA DE "EL ANILLO DEL NIBELUNGO"
La Walkyria, primera jornada de El Anillo del Nibelungo
a Walkyria, drama musical en tres actos, es la primera jornada de la legendaria Tetralogía (tres dramas precedidos por un prólogo) que constituye El anillo del Nibelungo, la obra de Richard Wagner, que desde hace 136 años viene haciendo derramar caudalosos ríos de palabras a panegiristas y detractores del indiscutible creador del moderno drama musical. Es posible que el conjunto de las obras que componen dicha Tetralogía, ya entendidas como tal o bien individualmente consideradas, no puedan equipararse por su fuerza dramática ni por la hondura del sentimiento o el vuelo de la inspiración, a aquéllas de sus creaciones en que la posteridad identifica sus obras maestras: Tristán e Iseo y Los Maestros Cantores de Nürnberg para la mayoría; Parsifal, para unos pocos, entre los cuales no se han de contar por cierto a Friedrich Nietzsche, el "wagnerista" renegado, ni George Bernard Shaw, el "perfecto wagneriano". Pero no pueden negarse la grandeza de la concepción, ni la belleza de su poética, ni la suprema plasticidad de su música.
Ignoramos si alguien comparó hasta la fecha esta formidable Tetralogía a una inmensa sinfonía vocal de carácter cíclico, en la que El oro del Rhin hace las veces de fecundo Allegro inicial; La Walkyria es el maravilloso Andante (precedido por una Introducción Allegro apassionato); Sigfrido se manifiesta en toda la riqueza de un diáfano y atmosférico Scherzo "al aire libre", mientras El ocaso de los dioses (o mejor, con su primitivo título de La muerte de Sigfrido) anticipa, suerte de Adagio lamentoso, el esquema formal de la futura Sinfonía Patética. La nota exterior, el concepto de lo pintoresco, podrán hallarse en los movimientos impares de tan monumental sinfonía; la vibración honda, el estremecimiento dramático, la peripecia trágica, en los movimientos pares. En cuanto a la más lograda calidad poético musical, deberá buscársela en los movimientos interiores del inmenso fresco nibelúngico: Sigfrido y La Walkyria, que son otras tantas obras maestras parciales dentro del gran continente magistral. George Bernard Shaw señala con agudeza un punto en el cual Wagner, ganado en cierta medida por el convencionalismo operístico, se habría pasado con armas y bagajes a la gran ópera: inmediatamente antes de la gran escena final de Sigfrido -el primer dúo de ópera de la Tetralogía-, según él lo define. Que se acepten o no las prevenciones del genial humorista y penetrante crítico musical, en ese lugar de la partitura saltan a la vista -y al oído- un extraordinario cambio en los medios orquestales de expresión, y cierta propensión a la grandilocuencia, lo cual se explica si recordamos que al llegar a esa altura de su instrumentación, Wagner abandonó desalentado su trabajo en El anillo del Nibelungo para no reanudarlo hasta años después, cuando ya había concluido entre tanto Tristán e Iseo y Los Maestros Cantores de Nürnberg.
Fue realmente curioso el proceso de creación del ciclo de los Nibelungos. A poco de verse obligado a abandonar Dresde a raíz del movimiento revolucionario de 1848 -del que estuvo inopinadamente a punto de convertirse en apasionado líder- instigado por ciertos consejos de Liszt (su futuro suegro, ya que Wagner se casaría con su hija Cósima Liszt en 1870) y por el estímulo inmediato de su frecuentación de las Eddas (o relatos de la mitología germana) retomó el poema de La muerte de Sigfrido (Héroe central del Cantar de Los Nibelungos, poema germano del siglo XII), esbozado por él hacia algún tiempo. Revisada la versificación, se dispuso a componer la música. A poco andar advirtió sin embargo que, tal como aparecía desarrollado en su "escenario", el drama estaba incompleto y no resultaba teatral en modo alguno. Concibió entonces la idea de hacerlo preceder por un nuevo drama o jornada, que tituló provisoriamente El joven Sigfrido. Pero aún así, era preciso explicar el porqué de muchas cosas referentes a éste: el origen de su misión en cierto modo redentora, la propia función de Brunilda, la joven Walkyria dormida en su roca rodeada por llameante muralla, entre otras. Y escribió entonces el poema de La Walkyria, al cual siguió en orden rigurosamente inverso, el "prólogo final" que recibió el lógico título de El oro del Rhin, símbolo de la codicia de los hombres y germen, por lo tanto, de todo el drama, que había de culminar en la doble inmolación del héroe y la Walkyria. Del mismo modo, su representación musical o leitmotiv (prodigioso desarrollo del simple acorde de Mi bemol mayor) es la fuente nutricia de toda la música de la Tetralogía, a través de un milagroso proceso de transformación rítmica y temática. Bueno es aclarar que con la composición musical siguió el verdadero orden de la secuencia dramática.
De acuerdo con su conocido método de trabajo, Wagner había ido anotando sus principales temas simultáneamente con el progreso del poema. Si no existieran otras constancias de ello, bastaría con esta mención contenida en carta escrita a Liszt durante junio de 1852 (en plena gestación de su poema), en la cual le asegura a su futuro suegro: "En cuanto a la música, marchará fácil y rápidamente; escribirla no pasará de ser la ejecución material de algo ya realizado dentro de uno mismo..."
El oro del Rhin fue terminado en los primeros meses de 1853, en los que Wagner se aplicó jubilosamente a la composición de la primera jornada de su Tetralogía. Había razones que impulsaban al compositor a trabajar tesonera e incansablemente en su nueva obra. Hacia octubre se hallaba en pleno segundo acto. En diciembre escribíale a Liszt: "Brunilda duerme... Mientras tanto, yo velo..." Es claro que aún quedaba por delante la ciclópea tarea de orquestar el nuevo drama que, interrumpido momentáneamente por un viaje profesional a Inglaterra, se extendió al cabo hasta abril de 1856. Sólo entonces pudo dar por definitivamente concluida su labor y trazar al pie de la última hoja de su vasta partitura estas palabras: "Gesegnet sei Mathilde" ("Bendita seas, Matilde"), que serían enigmáticas si no supiéramos que al mismo tiempo que daba cima a La Walkyria -prodigiosa fecundidad la suya- comenzaba a marchar velozmente el "escenario" de su futuro Tristán e Iseo, fruto inmediato de la excitación suscitada por su gran amor -platónico, cierto es- por Matilde Wesendonck, en cuyos dominios (y los de su marido) residían en Zurich el compositor y su primera mujer, la justamente celosa Minna Planner.
Aunque a regañadientes, Wagner no tuvo más remedio que ceder a la demanda de su protector, el rey Luis II de Bariera, y autorizar una primera representación de La Walkyria al margen de la Tetralogía, que tuvo lugar el 26 de junio de 1870. Poco antes, en septiembre del año anterior, en la misma ópera de Munich se había representado también El oro del Rhin. Bajo las órdenes del maestro Franz Wüllner, se alistaron ese atardecer los siguientes cantantes: Sophie Slehle (Brunilda), Heinrich Vogel (Siegmund), Therese Thoma, o sea, Mme. Vogel (Sieglinde), Bauseweing (Hunding), August Kindermann (Wotan) y Frau Kauffmann (Fricka). Los decorados eran de Janck y Döll, y la aparatosa maquinaria había sido transportada desde Darmstadt. Entre los espectadores se contaban dos jóvenes músicos franceses, Camille Saint-Saëns y Henri Duparc, y la hija de Teófilo Gauthier, con su bíblico nombre de Judith -futura esposa de Catulle Mendès- y quien llegaría a ser con el tiempo destinataria de buen número de encendidas cartas del ardoroso compositor.
Fastidiado con la Intendencia del teatro muniqués desde los incidentes ocurridos a raíz del estreno del prólogo de El Anillo del Nibelungo, Wagner no se dignó concurrir en esta ocasión a la capital bávara. También el rey, que había saboreado empero desde su palco los laboriosos ensayos, se abstuvo por delicadeza de asistir a la representación. El éxito fue incontestable y el aplauso general, no obstante lo mucho que dio que hablar la inmoralidad que implicaba esa suerte de glorificación escénica del incesto entre los gemelos (que como sigue siendo bastante corriente fue entendido desde un punto de vista realista, y no desde el ángulo simbólico que corresponde, ya que Sieglinde y Siegmund son "dos aspectos de un solo ser"; representan los que denomina Wagner "opuestos innatos" de la Naturaleza y que en la filosofía oriental -hacia la cual miraba aquél tan a menudo- son conocidos por la denominación de "parejas de opuestos"). Se palpó pues la presencia del éxito, pese a que previamente los muchos enemigos de Wagner se habían esforzado por mantener al público lo más alejado posible de aquella premiere. En tal sentido, nada quedó por aprovechar. No se salvó siquiera la maquinaria del tercer acto (la que debe usarse para crear la ilusión del cerco de llamas que rodea la roca de la Walkyria). Según los propaladores de rumores, el dispositivo había fallado cada vez durante los ensayos, costando no poco trabajo evitar en cada caso un incendio, razón por la cual se aconsejaba a los habitués a la Opera no concurrir esa noche al estreno "si querían eludir la posibilidad de ser asados vivos", dando margen a un enérgico desmentido por parte de las autoridades de aquel teatro.
A 142 años de aquella jornada, La Walkyria mantiene bien enhiesto el pabellón wagneriano. Pasajes como la escena de amor entre los Walsungos (con la inefable peripecia de la llegada de la primavera) y el electrizante final del primer acto; el conmovedor diálogo entre Wotan y la Walkyria, seguido por el que ésta mantiene con el héroe durante el segundo acto; y todo el tercero, con la prodigiosa cabalgata, la conmovedora justificación de Brunilda, su ruego, y la invocación del fuego, figurarán siempre entre lo más bello y mejor logrado de cuanto el genio humano imaginó jamás para colocar al servicio de la ficción escénica.
Basado en texto de Juan Manuel Puente
Línea de tiempo desde el génesis hasta la representación integral de "El anillo del Nibelungo".
Manuscrito: Das Nibelungenlied, códice A (El cantar de los Nibelungos).
Fecha de creación: Alrededor de 1275 d. C. - 1300 d. C.
Idioma: Alto alemán medio (ca. 1050-1500).
El Nibelungenlied es el poema heroico más famoso del Alto alemán medio. Cuenta la historia del caza dragones Siegfried desde su infancia y su casamiento con Kriemhild hasta su asesinato llevado a cabo por el malvado Hagen y la posterior venganza de Kriemhild, culminando con la aniquilación de los Burgundianos o Nibelungos en la corte de los Hunos. Originalmente basado en una tradición oral más vieja, el poema fue escrito alrededor o poco tiempo después del año 1200, probablemente en la corte de Wolfger von Erla, Obispo de Passau desde 1191 hasta 1204. En la actualidad solamente se conoce en las versiones que han llegado a la actualidad en 37 manuscritos y fragmentos que datan desde el siglo XIII hasta el siglo XVI. En el siglo XIX, el Nibelungenlied tenía una enorme influencia como poema épico nacional alemán, tal como se refleja en numerosos trabajos de arte visual y en las obras dramáticas musicales de Richard Wagner. El Códice A, que se conserva en la Biblioteca Estatal de Baviera, fue considerada, junto con otros dos manuscritos primarios para establecer el texto (Códices B y C), en el registro de la UNESCO Memoria del Mundo en 2009.
Resumen argumental
Primer acto
En la rústica morada de Hunding
Un brevísimo preludio en cuyo transcurso oímos el vivo fragor de la tormenta -con alusiones al sonoro motivo de Donner, el dios del trueno- precede a la concentrada acción de este primer acto. Algunos importantes hechos han ocurrido empero desde el Prólogo El oro del Rhin y será preciso conocerlos para mejor comprender los acontecimientos que se avecinan.
Desde que los gigantes le entregaron concluído el Wahalla, o morada de los dioses, Wotan, ansioso por llegar a poseer definitivamente el oro del Rhin, convertido por el momento en el anillo del Nibelungo, que Fafner -el gigante sobreviviente- custodia en su caverna convertido en dragón, ha realizado numerosas excursiones por el exterior de aquel recinto. Procreó así las nueve Walkyrias (palabra cuyo sentido literal equivale en alemán a "escogedoras de muertos"), vírgenes guerreras cuya legendaria misión consistía en asistir a los combates, recoger en sus brazos los héroes más valientes que sucumben, y llevarlos en sus alados caballos rumbo a la morada de los dioses, donde pasaban a integrar una suerte de guardia personal de Wotan. Mas también ha preocupado al primero de los dioses poder crear una estirpe terrena que llegase a cumplir, al margen de su voluntad suprema, la tarea de recuperar el oro que a él, atado por los pactos, le está vedada. Asumiendo la forma terrena de Walse (mezcla de hombre y lobo), ha tenido de humana mujer dos hijos gemelos, Siegmund y Sieglinde. Sobre ellos se descargaría fatalmente todo el peso de la maldición formulada por el Nibelungo al renunciar al amor. La voluntad de Alberich se ejerce a través de los actos de los enemigos naturales de esa nueva estirpe Walsunga (por descender de Walse). Mientras Siegmund se halla afuera con su padre -que activa en el bosque el adiestramiento de su vástago en todas las artimañas que le servirán para salir victorioso en sus futuros combates- el hogar de los Walsungos es saqueado, muerta la madre y Sieglinde arrebatada como esclava y entregada más tarde al brutal guerrero Hunding para que éste la haga su mujer. La morada de Hunding está construída alrededor de un gran fresno, cuyas ramas se extienden al través de la techumbre. Ya estuvo allí Wotan en ocasión de las bodas de Sieglinde, convertido en un desconocido caminante tuerto (sacrificado por el dios a cambio de la vista interior que proporciona el saber supremo). Ese día clavó en el tronco del fresno, hasta la empuñadura, la espada que luego habría de necesitar su hijo en hora de gran necesidad.
Al levantarse el telón vemos llegar exhausto e inerme a Siegmund. Estuvo combatiendo a sus numerosos enemigos hasta el punto de agotamiento. Luego de errar por el bosque en medio de la tormenta, dio con esa morada en la que buscó refugio sin imaginarse por cierto que estaba introduciéndose en la vivienda de uno de sus más feroces perseguidores. Sieglinde le descubre exánime a la vera del lar y sin reconocerle, le socorre solícita, sintiendo por él una instantánea y misteriosa simpatía. Ambos desconocen por lo tanto su parentesco, habiéndose dado definitivamente por perdidos uno a otro. Ello no obstante, la mutua atracción es poderosa, y la música la expresa con inefable belleza a través de la conjunción de los temas que representan plásticamente a los dos gemelos, identificados en las guías temáticas wagnerianas como Compasión de Sieglinde (en el tiple) y Postración de Siegmund (en el grave).
Precedido por su leitmotiv, a la vez marcial y tenebroso, Hunding regresa del combate, en el que no pudo tomar parte por llegar con atraso, confundiéndose luego entre los burlados perseguidores de aquel heroico guerrero que les hiciera frente en defensa de una infortunada doncella. Lleno de admiración por el extraordinario parecido que revelan las facciones de su mujer y las del desconocido huésped, descubre en los ojos de ambos la "efigie luminosa del dragón" (símbolo que nos anticipa, según la leyenda, que de ambos gemelos nacerá un héroe libérrimo que ha de matar a Fafner el dragón).
Hunding comprende por el relato de Siegmund que ha venido a encontrar en su propia morada al odiado enemigo cuya infructuosa búsqueda abandonara momentos antes. Por esta noche -le anuncia- le protegerá el rito de la hospitalidad, pero que se prepare para enfrentarle en singular combate tan pronto como asomen las primeras luces del alba. Sieglinde debe seguir a su marido al aposento, pero antes tratará en vano de señalar con la mirada a Siegmund -a tiempo que suena en la orquesta por primera vez en La Walkyria el correspondiente tema representativo- la empuñadura de aquella espada hundida en el tronco del fresno por aquel tuerto caminante que asistió a sus bodas, y que ninguno de los presentes pudo arrancar entonces de allí.
Sintiéndose desolado y abandonado por su padre -que le prometiera una espada milagrosa para el día en que se encontrase en supremo peligro- Siegmund comienza a entregarse a la desesperación cuando retorna Sieglinde -totalmente vestida ahora de blanco, como para consumar una nueva boda- que ha dado a Hunding un soporífero brebaje. "Voy a mostrarte un arma..." -le dice-. "¡Ah! Si pudieras conquistarla yo te saludaría como el mayor de los héroes..." Y le refiere entonces la historia de aquella espada hundida en el fresno. Así llegan ambos al conocimiento de su parentesco, sin que ello sea óbice para que la naciente pasión siga su encendido curso. Luego, si Siegmund es su hermano al que creía muerto, a él es a quien esa espada le está destinada. Y con un gesto de triunfo, Siegmund la empuña vigorosamente. Heiligster Minne; höchste Not! ("Sagrada pasión; suprema angustia...") proclama la voz de Siegmund acompañada por el tema de la Renunciación al amor, cuya presencia nos revela que por encima de sus gestos exteriores, Siegmund y Sieglinde obran en realidad empujados fatalmente por el hechizo de la maldición del Nibelungo. "Nothung! Nothung! (¡Liberadora! ¡Liberadora!) ¡Así llamo yo a esta espada!" Y atrayéndola con fuerza hacia sí, al ser blandida victoriosamente la brillante hoja por el brazo de Siegmund, Sieglinde se arroja en sus brazos ebria de amor y de felicidad. Y en un arrebato de jubiloso frenesí, los hermanos-amantes huyen hacia el bosque inmediato en busca de la libertad y la dicha.
Segundo acto
Un desfiladero, circundado por abruptas rocas
Brunilda es la Walkyria predilecta de Wotan, quien obtuvo esa hija de sus amores con Erda, la muy sabia diosa Tierra. A ella es a quien ordena el dios proteger al Walsungo en el inminente combate con el brutal Hunding. Mas no ha contado con el singular apego que su esposa Fricka conserva por el orden de cosas establecido (así como Brunilda viene a ser algo así como la encarnación de la secreta voluntad de Wotan, Fricka representa en rigor la propia conciencia del dios). Ella exige una reparación por el incestuoso adulterio en que acaban de incurrir sus ilegítimos vástagos. Hunding ha salido ya con los suyos en persecución de aquéllos; debe permitírsele que les dé alcance y que mate a Siegmund, no obstante las mágicas virtudes de la espada que blande su diestra. Fricka profiere su mandato con la música del tema de la Maldición, seguido por el de la Angustia de los dioses, que describe los sentimientos que embargan a Wotan durante esa lamentable entrevista.
Brunilda deberá retirar pues su protección al Walsungo, a fin de que éste muera. Tal es lo que con profundo dolor le pide a poco su propio padre. Pero con la visión interior que heredó de su madre Erda, la doncella ve con claridad el íntimo deseo de Wotan: que nazca de los Welsas el héroe intrépido que uniéndose a ella misma pondrá fin al curso de la maldición. Y le responde: "Tus contradictorias órdenes no podrán volverme jamás contra el héroe a quien me enseñaste a amar". Mas a regañadientes tendrá que disponerse a cumplir las órdenes del dios.
Los gemelos se han detenido entre tanto al borde de la selva para procurarse un breve descanso. Sieglinde dormirá un momento, tiernamente custodiada por Siegmund. La aparición de la Walkyria no llega a infundirle temor, pese al anuncio que sólo los héroes destinados al Walhalla pueden contemplarla con ojos terrenos. Nada le importan al Walsungo las bienaventuranzas del Walhalla si no ha de compartirlas con Sieglinde. Puesto que debe morir, antes, Nothung les quitará a ambos la vida: así no tendrán que volver a separarse. El espectáculo de tan sublime amor conmueve honda e inexplicablemente a la Walkyria, quien en ese mismo instante decide desobedecer la orden de Wotan y sostener a Siegmund en su próximo combate (al hacerlo, Brunilda se rebela en rigor contra la orden de Fricka, en tanto que se pliega al íntimo deseo del dios, a quien los pactos y obligaciones grabadas en su lanza le impiden manifestarlo). Así pues, cuando momentos después se entabla el singular combate, es a Siegmund a quien protege el escudo de la semidiosa. El mismo Wotan aparece entonces para interponer su lanza -el símbolo viviente del orden de cosas que ni siquiera los dioses de la mitología pueden violar- que parte en dos la espada de Siegmund mientras el héroe sucumbe al certero golpe que, aprovechando la intervención del iracundo dios, descarga el rival de aquél. A Hunding no le durará mucho, empero, la satisfacción del vencedor, ya que se desplomará exánime ante la ira de Wotan al ordenarle que vaya a presentarse ante Fricka, como testimonio de que su voluntad ha quedado cumplida. Entretanto, Brunilda, que recogió previsoramente los trozos de Nothung, atraviesa sobre el arzón de su montura el cuerpo de la desvanecida Sieglinde y parte con ella en un vertiginoso intento de sustraerla a la iracundia del primero de los dioses.
Tercer acto
La roca de las Walkyrias
Se inicia el tercer acto con una desbridada escena. Las ocho Walkyrias llegan sucesivamente de retorno de la diaria tarea, cabalgando sus respectivos corceles alados. A poco arriba también Brunilda con su preciosa carga. Desoladas por la desobediencia de su hermana, las Walkyrias se resisten a protegerla, mas conmovidas por el triste sino de Sieglinde, le sugieren que vaya a refugiarse con el fruto de sus entrañas en las inmediaciones de la cueva del dragón, cuyo paraje elude sistemáticamente el dios y donde estará por lo tanto a salvo de su venganza.
Al llegar Wotan, las restantes Walkyrias tratan de ocultar a Brunilda, mas ésta se presenta humildemente para recibir el castigo que su padre quiera imponerle por su desobediencia. Por su falta será arrojada del Walhalla y privada de su condición divina. Al quedar a solas con su padre, Brunilda intenta su justificación. "¿Es que al desobedecerle no satisfacía acaso el íntimo y secreto deseo del dios?" Pero éste se muestra inflexible. La Walkyria dormirá un sueño mágico sobre la roca y pertenecerá al primer hombre que llegue hasta ella. Desolada, Brunilda implora la concesión de un último ruego: "Que la rodee por lo menos un cerco de llamas, a fin de que sólo un héroe que desconozca el miedo pueda franquearlas y llegar hasta ella".
Accede Wotan, y tras de sumirla en el anunciado sueño mágico convoca la presencia de Loge, el travieso dios del fuego. Las llamas de Loge se elevan en un instante a gran altura, circundando aterradoramente la roca. Antes de retirarse proclama Wotan su postrera voluntad respecto de la más amada de sus hijas: "¡Quien tema la punta de mi lanza, que no pueda atravesar jamás este muro de fuego!", mientras confundido con el tema del Sueño de Brunilda (que inspiró a Wagner el fragmento de las Escenas infantiles de Schumann titulado L'enfant s'endort) y el del Adiós de Wotan, se oye el motivo que irá a representar a Sigfrido, anticipándonos que éste y no otro será el héroe capaz de las llamas para despertar -también con un beso- a la dormida Walkyria, que así dejará definitivamente de serlo, para convertirse en simple mortal, capaz de cobijar en su corazón un sublime amor terreno.
Texto en español y alemán.
Personajes
SIEGMUND Guerrero de la Tribu de los Welsungos Tenor
SIEGLINDE Hermana Gemela de Siegmund Soprano
HUNDING Esposo de Sieglinde Bajo
WOTAN Dios Supremo del Walhalla Barítono
FRICKA Esposa de Wotan, Diosa del Matrimonio Mezzosoprano
BRUNILDA Walkyria Preferida de Wotan Soprano
Español.
(Interior de la cabaña de Hunding, en el centro de la cual se eleva un
enorme fresno que se pierde en lo alto a través de un hueco del techo
de madera. El escenario permanece vacío unos instantes,; fuera,
tormenta, . Siegmund abre desde el exterior y entra y examina la
vivienda. Permanece expectante, está extenuado por un gran esfuerzo;
sus ropas y aspecto evidencian que anda huido. Al no descubrir a
nadie, cierra la puerta tras de sí y medio tambaleándose va hacia el
fondo dejándose caer agotado sobre un cobertor de piel de oso)
ACTO I
Escena Primera
SIEGMUND
¡Sea de quien sea este hogar,
tengo que descansar en él!
(Sieglinde entra por al puerta del
aposento posterior. Creía que su
marido había regresado; por eso su
rostro refleja asombro cuando ve a
un extranjero junto al hogar)
SIEGLINDE
¿Un extranjero?
Tengo que preguntarle.
¿Quién entró en la casa
y descansa junto al hogar?
Cansado, descansa
de las fatigas del camino:
¿habrá perdido el sentido?
¿Estará enfermo?
Todavía respira;
sólo ha cerrado los ojos.
Parece valiente, aunque esté agotado.
SIEGMUND
¡Tengo sed! ¡Tengo sed!
SIEGLINDE
Proveeré alivio.
(Coge rápidamente un cuerno de
beber, sale con él de la casa,
regresa y se lo ofrece, lleno,
a Siegmund)
Refresco ofrezco
a tu reseca boca:
¡agua, como querías!
SIEGMUND
Fresco refrigerio
me dio el agua,
el peso del cansancio
me ha hecho liviano;
renovado está mi valor,
mis ojos se alegran
con el divino placer de la vista.
¿Quién es el que así me reconforta?
SIEGLINDE
Esta casa y esta mujer
son propiedad de Hunding;
hospitalariamente
te concedería él descanso:
¡aguarda hasta que regrese!
SIEGMUND
Desarmado estoy:
tu esposo no rechazará
al huésped herido.
SIEGLINDE
¡Muéstrame en seguida tus heridas!
SIEGMUND
Son pequeñas, no vale la pena;
todavía se mantienen firmes
mis miembros.
Si hubiesen sido
mi escudo y mi lanza
la mitad de fuertes que mi brazo,
jamás hubiera huido ante el enemigo;
pero escudo y lanza se quebraron.
La jauría de los enemigos
me acosó hasta agotarme,
el ardor de la tormenta
rindió mi cuerpo;
pero más rápido que yo a la jauría,
ha huido de mí el cansancio:
¡si antes la noche cayó
sobre mis párpados,
ahora me sonríe de nuevo el sol!
(Sieglinde va al granero, llena
de hidromiel un cuerno y se lo
ofrece a Siegmund con amistoso
ademán)
SIEGLINDE
No me rechazarás la dulce bebida
del hidromiel espeso.
SIEGMUND
¿Lo probarás tu también?
(Sieglinde prueba el cuerno y se lo
vuelve a ofrecer. Siegmund bebe
largamente mientras clava la
mirada en Sieglinde con creciente
ardor. Suspira y, sombrío, baja la
mirada al suelo)
Has aliviado a un desdichado:
¡apártese de ti el infortunio!
He descansado y reposado dulcemente:
lejos guiaré mis pasos.
SIEGLINDE
¿Quién te persigue
para que huyas?
SIEGMUND
La desdicha me sigue
allí donde voy;
la desdicha se me acerca
donde me detengo...
¡permanezca alejada de ti, mujer!
¡Lejos guiaré mis pasos y mi mirada!
SIEGLINDE
¡Entonces, quédate!
¡No podrás traer el infortunio
donde ya habita el infortunio!
SIEGMUND
Wehwalt (desgraciado)
me llamo a mí mismo:
esperaré a Hunding.
(Se recuesta en el hogar; su mirada
se clava en Sieglinde con tranquilo
y decidido interés. Esta levanta los
ojos de nuevo hacia él. Ambos se
miran a los ojos en profundo
silencio con expresión emocionada)
Escena Segunda
(Sieglinde se pone de repente en
pie, escucha, y oye a Hunding, que
fuera lleva su caballo al establo.
Ella va de prisa a la puerta y abre.
Entra Hunding, armado de lanza y
escudo, y se detiene en el umbral
al advertir a Siegmund)
SIEGLINDE
(a Hunding)
Cansado, junto al hogar
he hallado a este hombre:
la necesidad lo trajo a casa.
HUNDING
¿Le has cuidado?
SIEGLINDE
He refrescado su boca;
¡he procurado ser hospitalaria!
SIEGMUND
Techo y bebida le debo:
¿culparás a tu mujer por ello?
HUNDING
Sagrado es mi hogar:
¡sagrada sea para ti mi casa!
(A Sieglinde)
¡Prepara la cena a los hombres!
(Examina atento y admirado los
rasgos fisonómicos de Siegmund,
que compara con los de su mujer)
(Para sí)
¡Cómo se parece a mi mujer!
La reluciente serpiente
le brilla también en los ojos.
(A Siegmund)
Realmente, ha sido largo
tu camino;
no ha cabalgado corcel
el que aquí descansa:
¿qué malos senderos
te han agotado?
SIEGMUND
Por bosque y campos,
landas y florestas
me han perseguido
la tormenta y la fuerte necesidad:
no conozco el camino
por el que vine.
¿A dónde he llegado?,
con sumo agrado
recibiría noticias de ello.
HUNDING
Del techo que te cubre,
de la casa que te cobija,
Hunding se llama el dueño;
si encaminas tus pasos al Oeste
hallarás en ricos caseríos parientes
que guardan la honra de Hunding.
Ahora si mi huésped
me concede el honor,
debo saber cuál es su nombre.
(Sieglinde, que se ha sentado al
lado de Hunding y frente a
Siegmund, clava sus ojos en éste
con creciente interés y expectación)
Si no confías en mí,
díselo a mi mujer:
¡fíjate cómo sus ojos te interrogan!
SIEGLINDE
Huésped,
me gustaría saber quién eres.
SIEGMUND
No puedo llamarme
"Mensajero de la Paz;"
yo quisiera llamarme
"Elegido por la Felicidad,"
pero debo llamarme "Desgraciado."
"Lobo" fue mi padre;
vinimos juntos al mundo mellizos,
mi hermana melliza y yo.
Pronto desaparecieron
mi madre y mi hermana;
a la que me dio el ser
y a la que conmigo nació,
apenas llegué a conocerlas...
Belicoso y fuerte era Lobo;
se granjeó numerosos enemigos.
El anciano salió
de cacería con el joven:
al regresar de cazar y depredar,
encontramos el hogar de Lobo
vacío.
La suntuosa sala
reducida a cenizas,
reducido a un tocón
el florido tronco del fresno;
abatido el aguerrido cuerpo
de mi madre,
tragada por las llamas
la huella de mi hermana.
Nos pusieron a prueba
la amarga necesidad
nuestros enemigos.
El anciano huyó conmigo,
proscrito;
largos años vivió el joven
con Lobo en el agreste bosque;
algunos pretendieron darnos caza,
pero la pareja de lobos
se defendió valerosamente.
Un lobezno es
quien acaba de contarte todo esto;
son ya muchos
los que me llaman "Lobezno".
HUNDING
Prodigios y salvajes gestas cuentas,
atrevido huésped.
¡Wehwalt, el Lobezno!
Me parece haber oído
oscuros relatos
sobre tan aguerrida pareja,
pero no conocía
ni a Lobo ni a Lobezno.
SIEGLINDE
Pero continúa relatando, extranjero;
¿dónde está ahora tu padre?
SIEGMUND
Nuestros enemigos
cayeron de nuevo
sobre nosotros.
Muchos de ellos perecieron
bajo nuestras garras
y otros huyeron al bosque
como si los llevara el viento.
Pero fui separado de mi padre;
perdí su rastro:
sólo una piel de lobo
hallé en el monte;
yacía vacía ante mí,
no encontré a mi padre.
Abandoné presuroso el bosque,
en busca
de hombres y de mujeres.
A cuantos hallé,
si les pedía amistad o
solicitaba a una mujer,
me volvían la espalda,
la desgracia
se abatió sobre mí.
Lo que yo juzgaba bueno,
para los otros
era malo;
lo que a mí me parecía malo,
los demás lo aprobaban.
Adondequiera que fui
hallé pendencias,
adondequiera que fui
hallé ira;
si ansiaba deleite,
sólo encontraba aflicción;
por eso tuve que llamarme
"Desgraciado",
sólo causo aflicción.
HUNDING
Quien te ha dado tan aciaga suerte,
la norna, no te ama:
no te saluda contento el hombre
al que, extraño, acudes como huésped.
SIEGLINDE
¡Sólo los cobardes temen
al que viaja desarmado!
Dinos, huésped,
cómo perdiste las armas
en la batalla.
SIEGMUND
Una triste niña
me llamó en su defensa:
el clan de sus parientes
quería casar a la doncella
con un hombre al que no amaba.
Contra la violencia acudí
en su protección;
encontré en combate
a los secuaces del opresor;
el enemigo cayó ante mí.
Muertos yacían los hermanos:
se abrazó ella a los cadáveres,
pues el pesar le ahuyentó la ira.
Con salvaje río de lágrimas
inundó el lugar de la liza;
la infeliz novia lamentó
la matanza de sus propios hermanos..
Los parientes de los caídos,
acudieron en gran número
al lugar pidiendo venganza;
rodeando el lugar
se alzaron ante mí los enemigos.
Pero la doncella no se alejó de allí.
Con lanza y escudo la protegí,
hasta que lanza y escudo
se me hicieron pedazos
durante la lucha.
Yo estaba desarmado y herido;
vi morir a la doncella.
Me acosaba el furioso ejército,
sobre los cadáveres
yacía ella muerta.
¡Ahora sabes, mujer inquisitiva,
por qué no me llamo
"Mensajero de Paz!"
HUNDING
Yo sé que existe
una estirpe salvaje;
no le es sagrado
lo que para otros lo es:
odiosa es a todos y a mí.
Fui llamado por vengar,
la sangre de los parientes:
llegué demasiado tarde,
y regreso ahora a casa
para descubrir
en mi propio hogar
el rastro del fugitivo criminal.
Mi casa te cobijará, Lobezno,
por hoy; te acojo por esta noche.
Pero mañana tendrás que defenderte
con las armas;
para combatir elijo el día:
pagarás tributo por los muertos.
(a Sieglinde)
¡Sal de la sala!
¡No te quedes aquí!
Prepárame bebida nocturna
y espérame en la cama.
(Sieglinde se vuelve lentamente y se
dirige con paso vacilante hacia el
granero. Con tranquila decisión
abre la alacena, llena una cuerna y
echa dentro de ella unas semillas de
una caja. Hunding se pone en pie y
con un gesto vehemente la apremia
para que se marche. Hunding
descuelga del fresno sus armas)
(a Siegmund)
Con armas se defiende el hombre...
Mañana daré contigo, Lobezno;
ya has oído mis palabras...
¡Guárdate!
(sale)
Escena Tercera
SIEGMUND
Una espada me prometió mi padre:
yo la encontraré cuando la necesite.
Desarmado he dado
en casa de mi enemigo,
donde quedo entregado a su venganza.
He visto a una mujer
deliciosa y sublime:
hechicero temor consume mi corazón.
A la que ahora
causa en mí este anhelo,
a la que me quiere
con dulce hechizo,
por la fuerza la tiene el hombre
que a mí, indefenso, me ofende.
¡Wälse! ¡Wälse!
¿Dónde está la espada?
La fuerte espada que yo
habré de blandir en el combate:
¿brotará de mi pecho el valor
que todavía guarda mi corazón?
(Se ve la empuñadura de una
espada que está clavada en el
tronco del fresno)
¿Qué veo brillar ahí
con luminiscente fulgor?
¿Qué rayo se escapa
del tronco del fresno?
Los ojos del ciego
ilumina un relámpago:
alegre ríe allí la mirada.
¡Cómo el resplandor
me quema el corazón!
¿Es la mirada
de la radiante mujer,
que se ha dejado clavada
tras de sí,
al abandonar la sala?
Nocturna oscuridad
cubría mis ojos;
cuando me rozó
el rayo de su mirada:
recobré el calor del cuerpo
y volvió a brillar el día.
Dichosa me iluminó la luz del sol;
su delicioso resplandor
nimbó mi cabeza,
hasta que se puso tras los montes.
Pero incluso
después de haberse marchado
ella sigue alcanzándome su luz;
incluso el tronco del viejo fresno
resplandecía con exhaustiva llama.
Ahora palidece el fulgor,
se apaga la luz.
Nocturna oscuridad cubre mis ojos:
hondo, en el cobijo del pecho,
arde sólo una llama sin luz.
(se abre silenciosamente la puerta
de la alcoba: Sieglinde entra)
SIEGLINDE
¿Duermes, huésped?
SIEGMUND
¿Quién se acerca furtivamente?
SIEGLINDE
Soy yo: ¡escúchame!
En profundo sueño yace Hunding;
le preparé adormecedora bebida:
¡aprovecha la noche para salvarte!
SIEGMUND
¡A salvo estoy solo con verte!
SIEGLINDE
Déjame enseñarte un arma:
¡oh, si la ganaras!
El más noble de los héroes
pudiera yo llamarte,
pues sólo al más fuerte
fue destinada.
¡Oh, advierte bien
lo que voy a decirte!
Los hombres de su familia
se sentaban aquí en la sala,
invitados por Hunding a la boda:
desposaba él una mujer que,
sin ser preguntada,
los ladrones le regalaron
para esposa.
Triste me sentaba yo
mientras ellos bebían;
entró entonces un extranjero:
un anciano
con grisácea vestimenta;
llevaba calado el sombrero,
que le tapaba uno de los ojos,
pero los rayos del otro
causaron temor a todos;
solamente a mí me miró
con agrado
dándome pena y alegría a la vez.
A mí me miró con dulzura,
y a ellos con furor mientras
blandía una espada en la mano;
después la hundió
en el tronco del fresno,
allí la clavó
hasta la empuñadura:
la espada sería de quien
la arrancara del tronco.
Por mucho que audazmente
se esforzaran,
ninguno de los presentes
logró arrancar el arma;
huéspedes vinieron
y huéspedes se marcharon,
los más fuertes
tiraron del acero,
ni una pulgada
cedió en el tronco:
allí sigue clavada la espada.
Entonces supe quién era aquel
que saludó
a la transida de dolor;
yo sé también a quién destina
la espada clavada en el tronco.
¡Oh, si encontrara hoy aquí al amigo,
si viniera desde lejos para consolar
a la más desdichada mujer;
cuanto padecí con acerbo dolor,
cuanto jamás sufrí
con vergüenza y oprobio,
¡dulcísima venganza,
expiáralo todo!
Recuperaría lo que perdí,
lo que tanto he llorado,
si encontrara al amigo sagrado,
si estrecharan al héroe
mis brazos!
SIEGMUND
(abrazando a Sieglinde)
¡Mujer divina, ya tienes el amigo
a quien arma y mujer
están destinadas!
¡Ardiente en el pecho
me abrasa el juramento
que te hace mi noble compañera!
¡Cuanto anhelaba lo vi yo en ti,
en ti he encontrado
cuanto me faltaba!
Si tú has padecido vergüenza
yo he sufrido ofensas,
si yo fui proscrito
y tu fuiste deshonrada,
¡alégrate, la venganza
ríe ahora a los dichosos!
¡Ahora reiré
con sagrada alegría,
teniéndote abrazada
sintiéndote palpitante
sobre mi corazón!
(la puerta se abre de par en par;
fuera magnífica noche de
primavera; la luna llena ilumina el
interior y deja caer su suave luz
sobre la pareja)
SIEGLINDE
¡Ah! ¿Quién ha salido?
¿Quién ha entrado?
SIEGMUND
Nadie ha salido,
pero uno ha entrado,
¡mira, la primavera ríe
en la sala!
Las tormentas invernales
han cedido
ante el delicioso mayo,
con delicada luz
brilla la primavera;
entre dulces brisas,
leve y graciosa,
se mece tejiendo prodigios.
Por bosques y prados
sopla tu aliento,
muy abiertos ríen sus ojos:
dulcemente suena el canto
de felices pajarillos,
exhala divinos aromas;
de su cálida sangre
florecen deliciosas flores,
¡gérmenes y retoños
brotan de su vigor!
Con el ornato
de sus delicadas armas
somete al mundo;
invierno y tormentas
han tenido que ceder
ante su fuerte baluarte:
también han cedido
a sus gallardos golpes
la dura puerta
que, terca y rígida,
nos separa de ella!
Surcando el aire ha llegado
junto a su hermana;
el amor ha llamado a la primavera;
se ocultaba en nuestro pecho,
ahora ríe dichoso a plena luz.
A la hermana nupcial
ha liberado el hermano;
destruido yace cuanto
les mantuvo separados;
¡jubilosa se saluda
la joven pareja,
unidos están amor y primavera!
SIEGLINDE
Tú eres la primavera
por la que yo suspiraba
en el helado tiempo del invierno.
Mi corazón te saludó
con sagrado temor
cuando tu mirada floreció para mí
por primera vez.
Desde siempre
todo lo veía yo extraño,
lo próximo era enemigo;
extraño me era todo
lo que se me acercaba.
Pero a ti te reconocí en seguida
apenas te vi supe que eras mío;
lo que ocultaba en el pecho,
lo que soy,
claro como el día emergió de mí:
como sonora vibración
llegó a mis oídos
cuando en helado,
desierto país extranjero
vi por vez primera al amigo.
SIEGMUND
¡Oh, dulcísima delicia!
¡Mujer divina!
SIEGLINDE
Oh, deja que me incline ante ti,
que vea con claridad
ese augusto brillo
que emana de tus ojos
y del rostro
y tan dulcemente
me subyuga los sentidos.
SIEGMUND
A la luna de primavera
resplandeces luminosa,
sublime su halo rodea
tu cabello ondulante:
fácilmente veo lo que me cautiva,
pues mi mirada se deleita
en cuanto contempla.
SIEGLINDE
¡Qué despejada está tu frente,
el ramillete de tus venas
se entrelaza en las sienes!
¡Tengo miedo de la felicidad
que me embelesa!
Un prodigio hace recordar
que hoy te he visto
por primera vez,
pero que mis ojos ya te habían visto!
SIEGMUND
Un sueño de amor
también me hace recordar:
¡que yo ya te había visto llevado
por mi ardiente deseo!
SIEGLINDE
En el arroyo contemplé
mi propia imagen...
y ahora la percibo de nuevo:
¡como antes emergiera
a la superficie del agua,
así me ofreces tú ahora mi imagen!
SIEGMUND
Tú eres la imagen
que yo ocultaba dentro de mí.
SIEGLINDE
¡Oh, calla!
Déjame escuchar tu voz:
me parece haberla oído
siendo niña.
¡Mas, no! La oí recientemente,
mientras el bosque
me devolvía el eco de la mía.
SIEGMUND
¡Oh, dulcísimo sonido,
el que escucho!
SIEGLINDE
Me ilumina la llama de tus ojos:
así me miró
el anciano al saludarme;
cuando dio consuelo
a mi tristeza.
Por la mirada he visto
que eres hijo suyo
¡quisiera darte
su mismo nombre!
¿De verdad te llamas Wehwalt?
SIEGMUND
No me llamo así
desde que tú me amas:
¡ahora poseo
las más sublimes delicias!
SIEGLINDE
¿Y no puedes llamarte
Mensajero de la Paz?
SIEGMUND
Llámame como tú quieras
que me llame:
¡de ti tomaré mi nombre!
SIEGLINDE
¿Pero no llamaste Lobo a tu padre?
SIEGMUND
¡Un lobo era él
para los cobardes zorros!
Pero aquel a quien tan orgulloso
le brillaba el ojo
como a ti, nobilísima,
te brillan los tuyos,
se llamaba Wälse.
SIEGLINDE
Si era Wälse tu padre
y tú eres un welsungo,
él clavó
para ti su espada
en el tronco,
déjame llamarte
como quiera:
¡te llamaré Siegmund!
SIEGMUND
(se levanta de golpe y corre al
tronco del fresno)
¡Siegmund me llamo y Siegmund soy!
¡Testimónielo esta espada
que sin miedo cojo!
Wälse me prometió
que la encontraría
cuando la necesitara:
¡ahora la cojo!
Supremo sufrimiento
del amor sagrado,
extrema aflicción
del fuerte deseo
abrasa mi pecho
empujándome a luchar
hasta la muerte.
¡Notung! ¡Notung!
Así te llamo, espada.
¡Notung! ¡Notung!
¡Precioso acero!
¡Muestra de tu filo
los cortantes dientes!
¡Sal de tu vaina!
(arranca del tronco la espada con
un poderoso tirón y la muestra a
Sieglinde, embargada de asombro y
entusiasmo)
¡Estás viendo a Siegmund, mujer,
al weslungo!
Como dote nupcial
traigo esta espada.
Así pretende él
a la más divina de las mujeres,
de la casa del enemigo
así te rapta.
Lejos de aquí,
sígueme ahora,
vayamos donde ríe la primavera:
¡allí te protegerá Notung,
la espada,
aunque Siegmund
muera de amor por ti!
(la abraza con pasión
para llevarla a fuera)
SIEGLINDE
Si es Siegmund
el que veo,
yo soy Sieglinde,
que te desea:
¡a tu propia hermana
acabas de conquistar
con tu espada!
SIEGMUND
Novia y hermana eres
para el hermano:
¡florece así, pues,
sangre de los weslungos!
(Accidentada cordillera rocosa.
En el foro serpentea desde abajo una garganta
ascendente que desemboca en un collado;
desde éste el piso vuelve a descender hacia el proscenio.
Wotan, completamente armado, con lanza; ante él Brünnhilde,
como walkyria, también con toda su dotación de armas)
ACTO II
Escena Primera
WOTAN
Ahora ensilla tu corcel,
virgen guerrera:
¡pronto se desencadenará
un violento combate!
Corra Brunilda a la lucha:
¡dele la victoria al welsungo!
Que Hunding
se reúna con los suyos:
no me sirve para el Walhalla.
¡Armada y veloz
cabalga por ello al combate!
BRUNILDA
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!
¡Heyaha! ¡Heyaha!
¡Hojotoho! ¡Heyaha!
(mira hacia la garganta del foro y
llama a Wotan)
Te aconsejo, padre,
que tú mismo te prepares;
duro asalto deberás resistir.
Fricka, tu mujer,
se acerca en el carro
con el tiro de moruecos.
¡Hey! ¡Cómo blande
el áureo látigo!
Los pobres animales
gimen de miedo;
salvajemente rechinan las ruedas;
colérica viene a disputar contigo.
No peleo de buen grado
en tales pendencias,
prefiero el combate
entre hombres valerosos.
Mira, pues,
cómo resistes el asalto:
¡yo, la alegre, te dejo solo!
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!
¡Heyaha! ¡Heyaha! ¡Heyahaha!
(Brunilda desaparece por detrás de
las alturas montañosas del lateral.
en un carro tirado por dos
moruecos, Fricka alcanza el
collado viniendo por la garganta:
allí se detiene en seguida y baja.
Avanza vehementemente hacia el
proscenio, al encuentro de Wotan)
WOTAN
¡La vieja disputa,
el viejo fastidio!
¡Pero debo mantenerme firme!
FRICKA
Dónde, en las montañas, te ocultas,
para sustraerte
a la mirada de tu esposa;
sola vengo aquí a buscarte,
para que me prometas ayuda.
WOTAN
Lo que aflige a Fricka
expóngalo abiertamente.
FRICKA
Supe la desdicha de Hunding,
me llamó pidiendo venganza;
guardiana del matrimonio,
le escuché,
prometí castigar severamente
la acción
de la insolente y criminal pareja,
que ofendió osadamente al esposo.
WOTAN
¿Qué mal hizo la pareja
que unió amorosamente
la primavera?
El hechizo del amor los subyugó:
¿quién puede oponerse
al poder del amor?
FRICKA
¡Te haces el tonto y el sordo
como si no supieras perfectamente
que clamo por el sagrado juramento
del matrimonio,
duramente ofendido!
WOTAN
Sacrílego considero yo el juramento
que une a los que no se aman;
no me exijas
que mantenga por la fuerza
lo que a ti no te concierne,
donde audazmente
se manifiestan
sentimientos limpios,
aconsejo abiertamente la guerra.
FRICKA
¡Si consideras meritorio
el adulterio,
jáctate y ensalza
como sagrado
que medre el incesto de la unión
de una pareja de mellizos!
Se me estremece el corazón,
siento vértigo:
¡nupcialmente abrazó
la hermana al hermano!
¿Cuándo se ha visto
que se amaran carnalmente
dos hermanos?
WOTAN
¡Hoy lo has visto!
Aprende que puede ocurrir,
aunque jamás sucediera antes.
Que ellos se aman
está claro para ti;
por ello, escucha un consejo sincero;
si la alegría debe premiar
tu bendición,
entonces bendice,
sé propicia al amor,
la unión de Siegmund y Sieglinde.
FRICKA
¿Así se acabó,
la estirpe de los dioses eternos
puesto que engendraste
a los salvaje welsungos?
Lo he dicho bien claro;
¿acerté el sentido?
¡Nada vale para ti
el sagrado clan de los dioses!
¡lejos arrojas todo
lo que antes amabas,
rompes los lazos
que tú mismo ataste,
te liberas riendo
de la prisión celestial,
para que sólo impere a su capricho
esta criminal pareja de mellizos,
el rebelde fruto de tu infidelidad!
¡Oh, para qué clamo
por el matrimonio y el juramento,
si tú eres el primero en vulnerarlos!
A tu fiel esposa engañaste siempre,
por los valles y las alturas,
lascivamente tu mirada acechaba
para conseguir el placer
de la variación
y herir, burlándote,
mi corazón.
Con ánimo entristecido
tuve que soportar
que fueras al combate
con las perversas vírgenes
que te nacieron
de la unión ilícita:
pues aún respetabas a tu mujer
puesto que sometiste
a mi obediencia
a la tropa de walkyrias
y a la misma Brunilda,
fruto de tu deseo.
Pero ahora,
te gusta cambiar de nombre,
te llamas "Wälse",
y vas como un lobo errante
por el bosque;
descendiste a la extrema vileza
de engendrar una pareja
de hombres ordinarios,
¡y ahora arrojas a tu mujer
a los pies de tu camada de lobeznos!
¡Llévalo a cabo, pues!
¡Colma la medida!
¡Deja que pisoteen a la engañada!
WOTAN
Nunca aprendiste,
a pesar de que quise enseñarte,
a reconocer los hechos
antes de que sucedieran.
Sólo comprendes lo convencional,
pero yo aspiro a comprender
lo que nunca ha sucedido.
Oye esto: la necesidad
creará un héroe
que, ajeno a la protección divina,
se libere de la ley de los dioses.
Sólo él servirá
para realizar el acto
que, tan necesario a los dioses,
le está prohibido
realizarlo a un dios.
FRICKA
Con profundos juicios
quieres embaucarme:
¿qué gran hazaña podrá realizar
ese héroe
que no puedan realizar los dioses,
siendo así que sólo actúa
por gracia de los dioses?
WOTAN
¿No adviertes su valor?
FRICKA
¿Quién se lo inspiró a los hombres?
¿Quién abrió los ojos
a los imbéciles?
Bajo tu protección parecen fuertes;
gracias a tu estímulo siguen adelante:
sólo tú incitaste a esos que alabas
ante mí, la eterna.
Con nuevas astucias
quieres engañarme,
confundirme ahora
mediante nuevas intrigas;
pero a este welsungo
no lo ganarás para ti;
en él es a ti a quien veo,
pues sólo se atreve a desafiarme,
porque tú le animas a ello.
WOTAN
Sólo gracias
al sufrimiento
se ha hecho a sí mismo
FRICKA
¡Entonces, no le protejas hoy!
Quítale la espada
que le regalaste.
WOTAN
¿La espada?
FRICKA
¡Sí, la espada,
la mágica y poderosa espada
que tú, dios, diste a tu hijo!
WOTAN
Siegmund
ha sabido ganársela.
FRICKA
Tú eres autor
tanto de su miseria
como de su magnífica espada.
¿Quieres confundirme,
a mí, que día y noche
sigo tus pasos?
Para él clavaste la espada
en el tronco;
tú le prometiste
la sublime arma:
¿negarás que sólo tu astucia
le atrajo
donde la encontró?
Ningún noble combate
contra esclavos;
el noble se contenta
con castigar al criminal.
Contra ti puedo luchar;
pero Siegmund
quedó a mi merced como esclavo.
Al que a ti, su señor,
sirve y pertenece,
¿debe obedecer tu eterna esposa?
¿Debe injuriarme afrentosamente
el más abyecto,
puede insolentarse un ser libre
hasta el punto de mofarse de mí?
Esto no puede quererlo mi esposo,
él no profanará así a la diosa.
WOTAN
¿Qué pides?
FRICKA
¡Apártate del welsungo!
WOTAN
El sigue su camino.
FRICKA
¡Pero no le protejas cuando
al combate
le llame el vengador!
WOTAN
No le protegeré.
FRICKA
Mírame a los ojos;
no intentes engañarme;
¡aparta también de él a la walkyria!
WOTAN
La walkyria obra libremente.
FRICKA
¡No! Ella sólo ejecuta tu voluntad;
¡prohíbele la victoria
de Siegmund!
WOTAN
No puedo abatirlo,
encontró mi espada.
FRICKA
¡Prívala de la magia,
rómpesela!
¡Véalo indefenso el enemigo!
(Brunilda aparece con su corcel.
Cuando descubre a Fricka,
se detiene en seguida)
BRUNILDA
¡Heyaha! ¡Heyaha! ¡Hojotoho!
FRICKA
Ahí viene tu osada virgen;
jubilosa corre hacia aquí.
BRUNILDA
¡Heyaha! ¡Heyaha!
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!
WOTAN
Le he pedido que ensille su corcel
y acuda en ayuda de Siegmund.
FRICKA
¡La sagrada honra de tu esposa eterna
proteja hoy tu escudo!
Burlados por hombres,
privados del poder,
nosotros, los dioses, pereceríamos,
si hoy mi derecho no fuera
augusta y magníficamente vengado
por la valerosa virgen.
Caiga el welsungo
en aras de mi honra.
¿Estás dispuesto a jurarlo, Wotan?
WOTAN
¡Lo juro!
FRICKA
(a Brunilda)
Te aguarda
el Padre de los Ejércitos:
él te dirá lo que ha decidido.
(parte de prisa)
Escena Segunda
BRUNILDA
Mal, me temo,
acabó la disputa,
si la suerte ha sonreído a Fricka.
Padre,
¿qué debe saber tu hija?
¡Apesadumbrado pareces, y triste!
WOTAN
¡He caído
en mi propia trampa,
yo, el menos libre de todos!
BRUNILDA
Jamás te he visto así:
¿qué te roe el corazón?
WOTAN
¡Oh, sagrada infamia!
¡Oh, ultrajante aflicción!
¡Necesidad de los dioses!
¡Necesidad de los dioses!
¡Rabia infinita!
¡Eterno pesar!
¡El más triste soy yo de todos!
BRUNILDA
¡Padre! ¡Padre!
¡Di! ¿Qué te ocurre?
¿Por qué asustas a tu hija
con alarmas?
¡Confía en mí!
Te soy fiel:
¡mírame, Brunilda te lo ruega!
WOTAN
Si lo hiciera,
¿no rompería el juramento
recién prestado?
BRUNILDA
A la voluntad de Wotan hablarás
si me dices lo que quieres, pues
¿quién soy yo,
si no tu propia voluntad?
WOTAN
Lo que a nadie refiero
con palabras,
permanezca eternamente ignorado:
sólo conmigo hablo
cuando te hablo a ti.
Cuando en mí expiró
la alegría del amor joven,
mi valor aspiró al poder:
movido por la furia
de irreflexivos deseos,
gané para mí el mundo.
Ignorante y engañoso,
ejercité la infidelidad,
até con pactos aquello
que entrañaba infortunio:
astutamente
me sedujo Loge,
que después desapareció.
Pero no quise
apartarme del amor,
siendo poderoso,
aspiré al placer.
El nacido de la noche,
el medroso nibelungo,
Alberich, rompió sus lazos:
maldijo el amor,
y con una maldición
ganó el brillante
oro del Rhin
y con él inmenso poder.
El anillo que forjó
yo le quité con astucia;
pero no se lo devolví al Rhin:
con él pagué las almenas
del Walhalla,
de la fortaleza
que me construyeron gigantes,
desde la que ahora
domino el mundo.
La que sabe todo
lo que ocurrió en el pasado,
Erda,
la sagrada y más sabia Wala,
me aconsejó separarme del anillo,
me previno
del fin eterno.
Del fin quise saber aún más;
pero desapareció
en silencio.
A partir de entonces
perdí mi alegría,
el dios anhelaba saber:
descendí al seno del mundo,
mediante el amor forcé a la Wala,
perturbé el orgullo
de su sabiduría,
para que ahora contestara.
Nuevas recibí de ella;
pero obtuvo una prenda mía;
la mujer más sabia del mundo
alumbró a Brunilda, a ti.
Con ocho hermanas te crié:
por medio vuestro, walkyrias,
quería yo evitar
lo que la Wala me hizo saber:
un ignominioso final de los eternos.
Para que el enemigo nos hallara
fuertes en el combate
os ordené procurarme héroes,
para tener bajo nuestras
órdenes a los dominadores;
a los hombres
a quienes prohibimos el valor,
a los que por medio
de oscuros pactos
indujimos a una ciega obediencia,
a ellos debíais ahora inducir
a pelear,
a probar su fuerza en ruda guerra,
¡para que tropas de osados guerreros
pueda yo reunir
en la sala del Walhalla!
BRUNILDA
Llenamos tu sala hasta colmarla:
llevé a muchos a tu lado.
¿Qué te causa ahora inquietud,
si nunca fuimos negligentes?
WOTAN
Hay algo más;
¡escucha bien
lo que me advirtió la Wala!
Por el ejército de Alberich
nos amenaza el fin;
con envidiosa saña
me guarda rencor el nibelungo:
pero no temo ahora
a sus nocturnas huestes,
mis héroes me darían la victoria.
Sólo si él reconquistara
alguna vez el anillo,
entonces,
estaría perdido el Walhalla:
el que maldijo el amor,
sólo él
podría servirse del anillo
para infinita vergüenza
de todos los nobles;
el valor de los héroes
se volvería contra mí,
forzaría a combatir
a los más osados,
con su ayuda me haría la guerra.
Preocupado, pensé arrebatarle
el anillo al enemigo.
Uno de los gigantes
a los que otrora
recompensé su diligencia
con el oro maldito,
Fafner, guarda el tesoro
por el que mató a su hermano.
A él tendría que arrancarle
el anillo
que yo mismo le pagué
como tributo.
Pero no puedo tocar
a aquel con quien pacté;
ante él sucumbiría impotente
mi valor:
éstos son los lazos
que me atan;
pues yo,
señor mediante pactos,
de los pactos soy ahora esclavo.
Sólo uno podría
lo que yo no puedo:
un héroe al que jamás hubiese
intentado ayudar, uno que,
ajeno al dios,
del que jamás hubiese recibido
favor alguno,
inconsciente,
sin haber recibido órdenes,
fuera capaz de llevar a cabo
la hazaña
que yo no puedo realizar,
¡aquella que yo jamás
le aconsejaré,
aunque ese sea mi deseo!
Este hombre,
que a pesar de ser enemigo
de los dioses
combatiera para mí,
¿cómo hallar a ese hombre?
¿Cómo crear a un hombre libre
al que jamás hubiera protegido,
a uno que me sirviera
a pesar suyo?
¿Cómo crear a un ser
que ya no fuera yo mismo
pero que hiciera mi voluntad
por propia iniciativa?
¡Oh miseria divina!
¡Abominable vergüenza!
A mí mismo me repugna
todo lo que emprendo.
Jamás veo lo que tanto anhelo,
puesto que el hombre libre
debe crearse a sí mismo.
BRUNILDA
¿Pero Siegmund, el welsungo,
obra por sí mismo?
WOTAN
Apasionadamente
recorrí los bosques a su lado;
contra el consejo de los dioses
le induje a ser osado;
de su venganza sólo le protege ahora
la espada que ha conseguido
gracias al valor de un dios.
¿Cómo he podido engañarme
a mí mismo?
Fricka descubrió
mi engaño fácilmente.
¡Para mi vergüenza,
adivinó mis intenciones!
¡Y ahora tendré que someterme
a su voluntad!
BRUNILDA
Entonces,
¿privarás de la victoria a Siegmund?
WOTAN
Toqué el anillo de Alberich,
¡ávidamente sostuve el oro!
La maldición,
a la que logré escapar,
me persigue ahora;
¡lo que amo, tengo que abandonarlo,
asesinar a quien siempre quise,
traicionar engañosamente
al que confía en mí!
¡Adiós, pues, señorial esplendor,
jactanciosa infamia
de la divina pompa!
¡Desplómese lo que he construido!
Abandono mi obra;
sólo quiero aún una cosa:
¡el fin, el fin!
¡Y por el fin vela Alberich!
Ahora comprendo el oculto sentido
de las salvajes palabras de Wala:
"Cuando el sombrío enemigo
del amor engendre,
airado, un hijo,
entonces no tardará en llegar
el fin de los dioses."
Hace poco tuve nuevas
del nibelungo:
el enano subyugó a una mujer
y la sedujo con el oro.
Una mujer lleva el fruto
de su odio:
la fuerza de la envidia
da vueltas en su seno.
El prodigio se logró
para el carente de amor;
pero aquel que yo pretendí
en el amor, el libre,
no lo conseguiré para mí.
¡Recibe, pues, mi bendición,
hijo del nibelungo!
Lo que más me repugna
te doy en herencia,
el vano esplendor
de la divinidad:
¡que los celos
acaben devorándolo!
BRUNILDA
¡Oh, di, cuenta!
¿Qué debe hacer ahora tu hija?
WOTAN
¡Dócilmente combate por Fricka!
¡Guárdale el matrimonio
y el juramento!
Lo que ella eligió,
eso elijo yo también:
¿de qué me serviría
mi propia voluntad?
No puedo querer un hombre libre:
¡combate, pues,
por los esclavos de Fricka!
BRUNILDA
¡Oh, dolor!
¡Revoca, arrepentido, tu orden!
Tú amas a Siegmund:
por amor tuyo, lo sé,
protegí al welsungo.
WOTAN
¡Debes abatir a Siegmund,
obtener la victoria para Hunding!
Guárdate bien y manténte fuerte,
todo tu arrojo
empeña en la lucha:
Siegmund blande
una espada victoriosa;
¡difícilmente caerá ante ti
si vacilas!
BRUNILDA
Tú siempre me enseñaste
a quererle,
y sus nobles virtudes
son caras a tu corazón;
nunca me volveré contra él
siguiendo tus órdenes.
WOTAN
¡Ah, insolente!
¿Atentas contra mí?
¿Quién eres, sino de mi voluntad
la ciega expresión?
¿Al deliberar contigo
he caído tan bajo
que he llegado a ser insultado
por mi propia criatura?
¿Conoces, hija, mi cólera?
¡Tu valor desaparecerá
si un día mis rayos,
aniquiladores,
se precipitan sobre ti!
En mi pecho cobijo la rabia
que arroja al horror y a la nada
un mundo cuya sonrisa
una vez me complació.
¡Ay de aquel que la provoque!
¡Su desafío le traerá desgracia!
Por eso te aconsejo:
¡no me irrites!
¡Ejecuta lo que te he ordenado!
¡Caiga Siegmund!
¡Sea esta la obra de la walkyria!
(se precipita fuera y desaparece por
la izquierda, entre las montañas)
BRUNILDA
Jamás he visto así
al Padre de la Victoria,
aunque a veces
le he visto encolerizado.
¡Mucho me pesan hoy mis armas!
¡Cuando las esgrimía con placer,
qué ligeras eran!
A un mal combate
me encamino hoy, temerosa.
¡Ay de ti,
mi welsungo!
¡Para tu desgracia
hoy tengo que serte infiel!
Escena Tercera
(al alcanzar el collado, Brunilde
mira hacia la garganta y divisa a
Sieglinde y Siegmund; observa unos
instantes a los que se acercan y
después se dirige a la cueva,
junto a su corcel, de manera que
desaparece completamente para los
espectadores. Siegmund y Sieglinde
aparecen en el collado.
Sieglinde camina delante,
presurosa; Siegmund intenta
detenerla)
SIEGMUND
¡Descansa ahora aquí,
concédete reposo!
SIEGLINDE
¡Adelante! ¡Adelante!
SIEGMUND
¡No sigamos andando!
¡Deténte, mujer dulcísima!
Saliste bruscamente
en el momento del éxtasis,
corriste lejos
con repentina prisa:
apenas pude seguir tu salvaje huida
por el bosque y la floresta,
a campo través.
Sin decir palabra,
corriste hasta aquí,
¡ninguna voz te detuvo!
Descansa ahora:
¡háblame!
¡Por fin al temor del silencio!
Mira, tu hermano
tiene a su novia:
¡Siegmund es tu compañero!
SIEGLINDE
¡Vete! ¡Vete!
¡Huye de la profanada!
Sacrílegos te estrecharon
sus brazos,
deshonrado, envilecido
está mi cuerpo:
¡huye de este cadáver,
suéltalo!
¡Ojalá se lleve el viento
a la que se entregó deshonrada
al noble!
¡Cuando él la abrazó, amándola,
cuando ella halló
un divino placer,
capaz de despertar
todo su amor,
ante la secretísima consagración
de las más dulces delicias,
que atravesaron totalmente
su alma y sus sentidos,
el horror y el espanto
de la ignominia
se apoderaron de la ultrajada,
que obedeció al hombre
que la retenía sin amor!
¡Deja a la maldita,
déjala huir de ti!
Envilecida estoy,
privada de dignidad.
¡Debo apartarme de ti,
hombre purísimo, nobilísimo,
jamás podré pertenecerte!
¡Vergüenza traigo al hermano,
ignominia al amigo amante!
SIEGMUND
¡Tu anterior oprobio
expiará ahora la sangre del criminal!
No sigas huyendo,
aguarda al enemigo:
¡aquí caerá ante mí!
¡Cuando Notung
le atraviese el corazón,
gritarás venganza!
SIEGLINDE
¡Escucha los cuernos!
¿Oyes su llamada?
Alrededor suena
furioso estruendo,
por el bosque y la comarca
se eleva el estrépito.
Hunding ha despertado
de su pesado sueño.
Está reuniendo a los clanes
y a los perros:
¡azuzada, aúlla la jauría,
furiosa ladra al cielo
en contra de los que han roto
el juramento del matrimonio!
¿Dónde estás, Siegmund?
¡No te veo!
¡Ardientemente amado,
resplandeciente hermano!
Deja que aún me iluminen
las estrellas de tus ojos:
¡no rechaces el beso
de la mujer abyecta!
¡Escucha! ¡Escucha!
¡Ese es el cuerno de Hunding!
¡Su jauría se acerca
con una poderosa tropa,
ninguna espada sirve
ante tal aluvión de perros;
¡tírala lejos, Siegmund!
Siegmund... ¿dónde estás?
¡Ah, estás aquí!
¡Te veo!
¡Espantoso rostro!
Los mastines enseñan los dientes,
ávidos de carne;
no respetan tu noble mirada,
por los pies te atrapan
sus fuertes dientes:
caes,
hecha pedazos la espada,
el fresno se derrumba,
¡se raja el tronco!
¡Hermano! ¡Hermano mío!
¡Siegmund! ¡Ah!
(se desmaya en brazos de
Siegmund)
SIEGMUND
¡Hermana! ¡Amada!
Escena Cuarta
(Brunilda llevando de las riendas a
su caballo sale de la cueva. En una
mano lleva escudo y lanza, con la
otra acaricia el cuello del corcel, y
así observa a Siegmund con grave
expresión)
BRUNILDA
¡Siegmund!
¡Mírame!
Soy aquella
a quien pronto seguirás.
SIEGMUND
¡Quién es, dime,
la que tan bella y grave
se me aparece?
BRUNILDA
Sólo a los consagrados a la muerte
me aparezco,
quien me ve
se despide de la vida.
En el campo de batalla,
sólo me aparezco a los héroes;
¡quien me está destinado
a caer en el combate!
SIEGMUND
¿Adónde piensas conducir al héroe
que se dispone a seguirte?
BRUNILDA
Junto al Padre de los Combates,
que te eligió,
te conduciré:
me seguirás al Walhalla.
SIEGMUND
¿En la sala del Walhalla encontraré
sólo al Padre de los Combates?
BRUNILDA
La augusta tropa
de los héroes caídos
te abrazará propicia
para saludarte.
SIEGMUND
¿Encontraré en el Walhalla a Wälse,
mi padre?
BRUNILDA
A su padre encontrará allí
el welsungo.
SIEGMUND
¿Me saludará en el Walhalla
feliz una mujer?
BRUNILDA
Vírgenes hermosas
reinan allí augustas.
¡La hija de Wotan te ofrecerá,
cordial, la bebida!
SIEGMUND
Augusta eres tú,
en ti descubro
a la hija de Wotan.
Pero dime una cosa, inmortal:
¿acompañará al hermano
su hermana y esposa?
¿Abrazará Siegmund
a Sieglinde allí?
BRUNILDA
Ella debe seguir respirando
el aire de la Tierra.
Siegmund no verá allí
a Sieglinde.
SIEGMUND
Entonces,
saluda por mí al Walhalla,
saluda también a Wotan!
Saluda a Wälse y a todos los héroes;
saluda también
a las propicias vírgenes.
¡No te seguiré a su lado!
BRUNILDA
Has visto la lacerante mirada
de la walkyria:
¡con ella tienes ahora que partir!
SIEGMUND
Donde Sieglinde vive,
en la alegría y en la tristeza,
allí se quedará también Siegmund;
tu mirada todavía
no me ha hecho palidecer;
¡jamás me obligarás a irme de aquí!
BRUNILDA
Mientras vivas,
nada te obligará:
pero te obligará,
loco, la muerte;
¡para anunciártela vine yo aquí!
SIEGMUND
¿Dónde está el héroe
ante el que yo hoy caeré?
BRUNILDA
Hunding te matará en el combate.
SIEGMUND
Amenaza con algo más fuerte
que los golpes de Hunding.
Si aguardas aquí ávidamente
el combate,
escoge a él como presa:
¡pienso matarlo en la lucha!
BRUNILDA
A ti, welsungo,
escúchame bien,
a ti te eligió el destino.
SIEGMUND
¿Conoces esta espada?
El que la hizo para mí
decidió la victoria:
¡con ella desafiaré tu amenaza!
BRUNILDA
El que la hizo para ti
ha decidido tu muerte:
¡privará de su poder a la espada!
SIEGMUND
¡Calla y no asustes a la durmiente!
¡Dolor! ¡Desdicha!
¡Mujer dulcísima,
la más triste de todas las fieles!
Contra ti se enfurece en armas
el mundo,
y yo, el único en quien confías,
por quien te rebelaste contra todos,
¿no debo ampararte con mi protección?
¿Debo traicionar a la heroína
en la batalla?
¡Ah, caiga la vergüenza sobre él,
sobre quien me hizo la espada,
si me cambia la victoria
por el ultraje!
Si debo, pues, caer,
no iré al Walhalla:
¡reténgame consigo Hella!
BRUNILDA
¿Tan poco estimas
las eternas delicias?
¿Lo era todo para ti
la pobre mujer que,
cansada y afligida,
yace inerme en tu regazo?
¿Nada tenías más augusto?
SIEGMUND
Joven y bella resplandeces ante mí,
¡pero cuán fría y dura
te reconoce mi corazón!
¡Si sólo puedes burlarte,
vete de aquí,
virgen perversa e insensible!
Pero si tienes que cebarte
en mi dolor,
solázate entonces en mi sufrimiento:
conforte mi desdicha
tu celoso corazón,
¡pero no me hables más
de las gazmoñas delicias
del Walhalla!
BRUNILDA
¡Veo la desdicha
que roe tu corazón,
siento la sagrada aflicción
del héroe!
¡Siegmund, confíame a tu mujer!
¡Rodéela firmemente mi protección!
SIEGMUND
Nadie más después de mí
tocará a la pura en vida;
¡si estoy a merced de la muerte,
mataré antes a la desmayada!
BRUNILDA
¡Welsungo! ¡Estás loco!
¡Oye mi consejo!
Confíame tu mujer
por amor a la prenda
que deliciosamente ha recibido de ti.
SIEGMUND
Esta espada que hizo
para el fiel un traidor;
esta espada
que me traiciona, cobarde,
ante el enemigo,
¡sirva, pues, contra el amigo!
(alzando la espada sobre Sieglinde)
Dos vidas
te sonríen aquí:
¡tómalas, Notung,
celoso acero,
tómalas de un solo golpe!
BRUNILDA
¡Deténte, welsungo!
¡Oye mis palabras!
¡Sieglinde viva, y Siegmund
viva con ella!
Está decidido:
cambiaré la suerte del combate:
a ti, Siegmund,
te daré bendición y victoria.
(se oyen sonar llamadas de
cuernos en la lejanía)
¿Oyes la llamada?
¡Ahora prepárate, héroe!
Confía en la espada y
blándela sin miedo:
¡fiel a ti se mantendrá el arma,
como fiel
te protegerá la walkyria!
¡Adiós, Siegmund, héroe dichoso!
¡Te veré de nuevo
en el campo de batalla!
(corre afuera y desaparece con
el caballo por una garganta a
la derecha).
Escena Quinta
SIEGMUND
Mágicamente un sueño
calma el dolor y la aflicción
de la divina.
Cuando vino a mí
la walkyria,
¿le trajo ella consuelo?
¿No asustará
el furioso combate
a una afligida mujer?
Sin vida parece la que,
no obstante, vive:
acaricia a la triste
un sueño sonriente.
¡Así, sigue ahora durmiendo,
hasta que concluya el combate
y te alegre la paz!
El que allí me llama
prepárese ahora:
le ofreceré lo que merece.
¡Notung páguele el tributo!
(corre hacia el foro y
desaparece)
SIEGLINDE
(hablando en sueños, intranquila)
¡Si padre regresara ahora a casa!
Aún permanece en la floresta
con el muchacho.
¡Madre! ¡Madre!
Tengo miedo;
¡los extranjeros no parecen
amigos ni pacíficos!
Negros vapores,
sofocante atmósfera,
ya nos lamen ardientes llamas,
¡arde la casa!
¡Socorro, hermano!
¡Siegmund!
¡Siegmund!
(se levanta de golpe)
¡Siegmund! ¡Ah!
(la llamada del cuerno de Hunding
suena muy cerca)
VOZ DE HUNDING
¡Wehwalt! ¡Wehwalt!
¡Párate a luchar conmigo,
o te detendrán los perros!
VOZ DE SIEGMUND
¿Dónde te escondes,
que aún no te he acertado?
¡Deténte, que yo te encuentre!
SIEGLINDE
¡Hunding! ¡Siegmund!
¡Si yo pudiera verlos!
VOZ DE HUNDING
¡Acércate, amante criminal!
¡Derríbete aquí Fricka!
VOZ DE SIEGMUND
¿Aún me crees desarmado,
miserable cobarde?
Amenazas, y esperas
que te defiendan mujeres,
si no quieres que Fricka te desampare.
Mira:
del doméstico tronco de tu casa
arranqué sin vacilar la espada;
¡prueba ahora su filo!
SIEGLINDE
¡Deteneos, hombres!
¡Matadme primero a mí!
(un rayo ilumina por unos instantes
el collado, en el que se hacen
visibles ahora, combatiendo
ferozmente Hunding y Siegmund.
En esta luz aparece Brunilda,
planeando sobre Siegmund y
cubriéndolo por completo con su
escudo)
BRUNILDA
¡Atraviésalo, Siegmund!
¡Confía en la espada!
(cuando Siegmund se dispone a
dejar caer un golpe mortal
sobre Hunding, rompe desde el
lateral izquierdo, a través de las
nubes, un resplandor rojizo, en el
que aparece Wotan por encima de
Hunding, teniendo extendida su
lanza frente a Siegmund)
WOTAN
¡Temen la lanza!
¡Rómpase la espada!
(Brunilda retrocede con su escudo,
asustada ante la aparición de Wotan.
La espada de Siegmund se rompe
contra la lanza de este. Hunding
hunde la suya en el pecho del
desarmado. Siegmund cae mortalmente
herido al suelo.)
BRUNILDA
(a Sieglinde)
¡A caballo, que yo te salve!
(Incorpora rápidamente a Sieglinde,
la lleva hacia la garganta lateral
donde está el corcel, y desaparece
al instante con ella. Wotan, rodeado
de nubes, está detrás, sobre una
peña, apoyado en su lanza y mirando
dolorosamente el cuerpo inerte de
Siegmund)
WOTAN
(a Hunding)
¡Ve allá, esclavo!
Arrodíllate ante Fricka:
anúnciale que la lanza de Wotan
vengó lo que la escarneció.
¡Ve!... ¡Ve!
(A un gesto despreciativo de su
mano, Hunding cae muerto a suelo.)
Pero Brunilda...
¡Ay, de la criminal!
¡Terriblemente será castigada
la insolente
si mi corcel la alcanza en su huida!
(Desaparece entre rayos
(En la cumbre de una montaña rocosa. A la derecha un bosque de abetos.
A la izquierda, la boca de una gruta que forma una sala natural:
por encima de ella se eleva la peña hasta su picacho más alto.
Hacia detrás rocas de diferente altura flanquean la orilla de la
cuesta que desciende escarpadamente hacia el foro.
Masas de nubes dispersas corren por delante del borde
de las rocas, como empujadas por la tormenta.
Gerhilde, Ortlinde, Waltraute y Schwertleite han acampado
en el picacho que hay encima de la gruta; van completamente armadas)
ACTO III
Escena Primera
GERHILDE
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!
¡Heyaha! ¡Heyaha!
¡Helmwige! ¡Aquí!
¡Ven acá con el corcel!
VOZ DE HELMWIGE
¡Hojotoho! ¡Hojotoho! ¡Heyaha!
(En el nubarrón estalla el resplandor
de un rayo; en él se hace visible una
walkyria a caballo: sobre su silla
cuelga un guerrero muerto)
GERHILDE, WALTRAUTE,
SCHWERTLEITE
¡Heyaha! ¡Heyaha!
ORTLINDE
Lleva a tu garañón junto a la yegua
de Ortlinde:
con mi ruana
pace a disgusto tu bayo.
WALTRAUTE
¿Qué cuelga de tu silla?
HELMWIGE
¡Sintolt, el heguelingo!
SCHWERTLEITE
Conduce tu bayo
lejos de la ruana:
la yegua de Ortlinde
lleva a Wittig, el irmingo.
GERHILDE
¡Siempre había visto luchar
a Sintolt y Wittig!
ORTLINDE
¡Heyaha!
¡A la yegua ataca el garañón!
GERHILDE
¡La querella de los héroes
enemista a los corceles!
HELMWIGE
¡Calma, bayo!
¡No rompas la paz!
WALTRAUTE
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!
¡Siegrune, aquí!
¿Dónde te demoraste tanto?
VOZ DE SIEGRUNE
¡He tenido que hacer!
¿Están ya las otras?
SCHWERTLEITE, WALTRAUTE
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!
¡Heyaha!
GERHILDE
¡Heyaha!
GRIMGERDE, ROSSWEISSE
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!
¡Heyaha!
WALTRAUTE, SCHWERTLEITE
¡Grimgerde y Rossweisse!
SCHWERTLEITE
¡Cabalgan aparejadas!
HELMWIGE, ORTLINDE,
SIEGRUNE
¡Salve, aguerridas!
¡Rossweisse y Grimgerde!
VOCES DE GRIMGERDE,
ROSSWEISSE
¡Hojotoho! ¡Hojotoho! ¡Heyaha!
LAS OTRAS SEIS
WALKYRIAS
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!
¡Heyaha, heyaha!
GERHILDE
¡Al bosque los caballos,
que descansen y pasten!
ORTLINDE
¡Apartad los corceles
unos de otros,
hasta que se aplaque el odio
de nuestros héroes!
HELMWIGE
¡La furia de los héroes
ha sufrido la ruana!
ROSSWEISSE, GRIMGERDE
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!
LAS OTRAS SEIS
WALKYRIAS
¡Bienvenidas! ¡Bienvenidas!
SCHWERTLEITE
¿Estuvisteis juntas, osadas?
GRIMGERDE
Cabalgamos separadas,
y nos hemos encontrado.
ROSSWEISSE
Si ya estamos todas reunidas,
no nos demoraremos más,
partamos hacia el Walhalla,
para llevarle a Wotan los héroes.
HELMWIGE
Sólo somos ocho,
aún falta una.
GERHILDE
Falta Brunilda
con el trigueño welsungo.
WALTRAUTE
Tendremos que esperarla;
¡el Padre de los Combates
nos saludaría airado
si nos viera acercarnos sin ella!
SIEGRUNE
(en la atalaya rocosa, desde donde
escruta la lejanía)
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!
¡Para acá! ¡Para acá!
En frenética cabalgada
corre Brunilda hacia aquí.
LAS OCHO WALKYRIAS
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!
¡Brunilda! ¡Hey!
WALTRAUTE
Hacia el abetal conduce
al tambaleante corcel.
GRIMGERDE
¡Cómo resopla Grane
por tan rápido galope!
ROSSWEISSE
¡Jamás vi a walkyrias cabalgar
tan veloces!
ORTLINDE
¿Qué cuelga de su silla?
HELMWIGE
¡Eso no es un héroe!
SIEGRUNE
¡Trae una mujer!
GERHILDE
¿Cómo la encontró?
SCHWERTLEITE
¡Con ningún grito
saluda a sus hermanas!
WALTRAUTE
¡Heyaha, Brunilda!
¿No nos oyes?
ORTLINDE
¡Ayudad a la hermana
a bajar del corcel!
HELMWIGE, GERHILDE,
SIEGRUNE, ROSSWEISSE
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!
ORTLINDE, WALTRAUTE,
GRIMGERDE, SCHWERTLEITE
¡Heyaha!
WALTRAUTE
¡Al suelo se precipita Grane,
el fuerte!
GRIMGERDE
De la silla baja ella veloz
a la mujer.
ORTLINDE, WALTRAUTE,
GRIMGERDE, SCHWERTLEITE
¡Hermana! ¡Hermana!
¿Qué ha sucedido?
(entra Brunilda sosteniendo y
guiando a Sieglinde)
BRUNILDA
¡Protegedme y ayudadme
en la extrema necesidad!
LAS OCHO WALKYRIAS
¿Desde dónde cabalgas hacia aquí,
con tanta prisa?
¡Así vuela sólo quien huye!
BRUNILDA
Por primera vez huyo
y soy perseguida:
el Padre de los Ejércitos me da caza.
LAS OCHO WALKYRIAS
¿Estás en tu juicio? ¡Habla! ¡Dinos!
¿Te persigue
el Padre de los Ejércitos?
¿Huyes de él?
BRUNILDA
(se vuelve angustiada, para
escrutar el horizonte, y regresa)
¡Oh, hermanas,
vigilad desde el pico de la montaña!
Mirad al norte si se acerca
el Padre de los Combates.
¡Deprisa! ¿Le veis ya?
(Ortlinde y Waltraute corren a la
atalaya en el picacho)
ORTLINDE
Una tormenta se acerca
desde el norte.
WALTRAUTE
¡Densos nubarrones
se acumulan allí!
LAS OTRAS SEIS
WALKYRIAS
¡El Padre de los Ejércitos
monta su sagrado corcel!
BRUNILDA
¡El salvaje cazador que
furiosamente me da caza,
se acerca, se aproxima por el norte!
¡Protegedme, hermanas!
¡Salvad a esta mujer!
SEIS WALKYRIAS
¿Qué le ocurre a esa mujer?
BRUNILDA
Oídme aprisa:
es Sieglinde,
hermana y novia de Siegmund;
contra los welsungos
brama de rabia Wotan;
al hermano debía arrebatarle hoy
Brunilda la victoria;
pero protegí a Siegmund
con mi escudo,
desafiando al dios;
él mismo lo atravesó
con su lanza;
Siegmund cayó;
pero yo huí lejos
con la mujer.
Para salvarla,
corrí a reunirme con vosotras,
¡y también, atemorizada,
para que me protejáis
del castigo!
SEIS WALKYRIAS
Enloquecida hermana,
¿qué hiciste?
¡Ay de ti! ¡Brunilda! ¡Ay de ti!
¿Rompió desobediente Brunilda
la sagrada orden
del Padre de los Ejércitos?
WALTRAUTE
(desde la atalaya)
La oscuridad
desciende desde el norte.
ORTLINDE
(igual)
Furiosamente avanza
hacia aquí la tormenta.
ROSSWEISSE, GRIMGERDE,
SCHWERTLEITE
¡Salvaje relincha el corcel
del Padre de los Combates!
HELMWIGE, GERHILDE,
SIEGRUNE
¡Terrible resopla acercándose!
BRUNILDA
¡Ay de la mísera
si Wotan la encuentra!
¡Amenaza con aniquilar
a todos los welsungos!
¿Quién de vosotras me dejará
el más ligero corcel,
que veloz aleje a la mujer?
SIEGRUNE
¿También nos aconsejas
el loco desafío?
BRUNILDA
¡Rossweisse, hermana,
préstame tu caballo!
ROSSWEISSE
Jamás huyó
ante el Padre de los Combates.
BRUNILDA
¡Helmwige, escúchame!
HELMWIGE
Obedezco al padre.
BRUNILDA
¡Grimgerde! ¡Gerhilde!
¡Cededme vuestro corcel!
¡Schwertleite! ¡Siegrune!
¡Ved mi angustia!
¡Oh, sedme fieles,
como yo lo fui con vosotras!
¡Salvad a esta pobre mujer!
SIEGLINDE
(que hasta ahora ha permanecido
sombría y fría, con la mirada fija
delante de sí, se sobresalta con un
gesto de rechazo cuando Brunilda
la abraza como para protegerla)
No sufras por mí:
sólo me conviene la muerte.
¿Quién te ordenó, virgen,
sustraerme al combate?
Allí, en la liza,
hubiera recibido el golpe
de la misma arma
que abatió a Siegmund:
¡el fin hubiera encontrado
junto a él!
¡Lejos de Siegmund, de Siegmund,
estoy ahora!
¡Estaríamos unidos por la muerte!
Si no debo maldecirte,
virgen, por haberme salvado,
oye, entonces,
mi súplica:
¡clávame tu espada en el corazón!
BRUNILDA
¡Vive, oh mujer,
por el bien de tu amor!
Salva la prenda
que recibiste de él:
¡un welsungo crece en tu seno!
SIEGLINDE
(de inmediato su rostro resplandece
de alegría)
¡Sálvame, osada!
¡Salva a mi hijo!
¡Concededme, vírgenes,
vuestra poderosa protección!
WALTRAUTE
(desde la atalaya)
¡Ya llega la tormenta!
ORTLINDE
(igual)
¡Huya quien la tema!
LAS OTRAS SEIS
WALKYRIAS
¡Llévate a la mujer,
si la amenaza un peligro!
¡Ninguna de las walkyrias
osará protegerla!
SIEGLINDE
¡Sálvame, virgen!
¡Salva a la madre!
BRUNILDA
¡Así pues, huye deprisa,
y huye sola!
Yo me quedo,
me ofreceré a la venganza de Wotan:
retendré aquí junto a mí
al airado,
mientras tú escapas a su rabia.
SIEGLINDE
¿A dónde debo dirigirme?
BRUNILDA
¿Cuál de vosotras, hermanas,
conoce el este?
SIEGRUNE, ROSSWEISSE
Hacia el este, a lo lejos,
se extiende un bosque:
el tesoro de los nibelungos
se llevó hasta allí Fafner.
SCHWERTLEITE, HELMWIGE
Figura de reptil
adoptó el salvaje;
¡en una cueva guarda
el anillo de Alberich!
GRIMGERDE
No es aquél lugar seguro
para una mujer indefensa.
BRUNILDA
Pero seguramente el bosque
la protegerá de la furia de Wotan;
el poderoso le teme,
y evita el lugar.
WALTRAUTE
(desde la atalaya)
¡Airado se acerca Wotan
hacia la roca!
LAS SEIS WALKYRIAS
¡Brunilda, escucha el fragor
de su llegada!
BRUNILDA
¡Vete lejos,
rumbo al este!
Con valiente obstinación
soporta todas las fatigas,
hambre y sed, zarzas y piedras;
¡ríe si la necesidad,
si el sufrimiento te maltrata!
Debes saber una cosa
y defenderla siempre:
¡al más sublime
héroe del mundo
cobijas tú, oh mujer,
en el seno protector!
(Extrae los pedazos de la espada
de Siegmund de debajo de su
coraza y se los alarga a
Sieglinde)
Guárdale bien
los fuertes pedazos de la espada.
Del campo de batalla, de su padre
los sustraje felizmente.
El que, de nuevo forjada,
blandirá un día la espada,
reciba de mí su nombre:
¡"Sigfrido", la alegre victoria!
SIEGLINDE
¡Virgen magnífica!
¡A ti, fiel,
debo sagrado consuelo!
Por él,
por el que nosotras amábamos,
salvaré yo lo más amado:
¡sonríate algún día
la recompensa de mi gratitud!
¡Adiós!
¡Te bendice el dolor de Sieglinde!
(corre fuera, por el proscenio a la
derecha. La montaña rocosa está
rodeada por negros nubarrones
tormentosos; terrible tempestad
ruge desde el foro; creciente
resplandor ígneo a la derecha,
también desde el foro)
VOZ DE WOTAN
¡Deténte, Brunilda!
ORTLINDE, WALTRAUTE
(bajando de la atalaya)
¡La roca alcanzaron
corcel y jinete!
LAS OCHO WALKYRIAS
¡Ay de ti, Brunilda!
¡Te ha alcanzado la venganza!
BRUNILDA
¡Ay, hermanas, ayudadme,
me tiembla el corazón!
Su cólera me destrozará,
si vuestra protección no le aplaca.
LAS WALKYRIAS
¡Por aquí, perdida!
¡No te dejes ver,
arrímate a nosotras
y no contestes a la llamada!
¡Ay dolor!
¡Furioso descabalga Wotan
el corcel!
¡Hacia aquí apresura
sus vengativos pasos!
Escena Segunda
(Wotan entra viniendo del abetal
con extrema excitación colérica)
WOTAN
¿Dónde está Brunilda?
¿Dónde, la criminal?
¿Osáis ocultarme
a la malvada?
LAS OCHO WALKYRIAS
¡Terrible ruge tu furia!
¿Qué hicieron,
padre, tus hijas,
para que estés tan furioso?
WOTAN
¿Queréis burlaros de mí?
¡Guardaos, insolentes!
Lo sé:
me ocultáis a Brunilda.
Apartaos de ella;
sea arrojada para siempre,
como ella arrojó de sí
su estima.
ROSSWEISSE
Ha buscado refugio a nuestro lado,
la perseguida.
LAS OCHO WALKYRIAS
¡Imploró nuestra protección!
Tu cólera la llena
de terror y de espanto:
por la angustiada hermana
te rogamos ahora
que domines tu cólera.
¡Déjate ablandar por ella,
modera tu enojo!
WOTAN
¡Blandengue ralea de mujeres!
¿Tan débil ánimo recibisteis de mí?
¿Os crié arrojadas,
educandoos para la lucha,
hice vuestros corazones
duros y fieros,
para que ahora, salvajes,
lloréis y gimoteéis
cuando mi cólera castiga
a una infiel?
Sabed, pues, lloronas,
lo que cometió
ésa por la que, cobardes,
se inflaman vuestros corazones:
nadie conocía
como ella mi íntimo pesar;
¡nadie conocía como ella
la fuente de mi voluntad!
Ella misma era
la encarnación
de mis propios deseos,
¡y ahora ha roto
tan dichosa unión,
pues infielmente
se ha opuesto a mi voluntad,
de mi orden soberana
se ha burlado abiertamente.
¡contra mí ha vuelto sus armas
que mi deseo forjó sólo para ella!
¿Oyes, Brunilda?
¿Tú, a quien presté
coraza, yelmo y favor,
nombre y vida?
¿Oyes elevarse mi acusación
y te ocultas, medrosa, del acusador,
para escapar al castigo
cobardemente?
BRUNILDA
¡Aquí estoy, padre!
¡Impón el castigo!
WOTAN
No soy yo quien te castiga,
tú te impondrás el castigo.
Existías sólo por mi voluntad,
pero contra mí
has querido rebelarte;
ejecutabas únicamente mis órdenes,
pero te has opuesto a lo ordenado;
virgen del deseo eras para mí,
pero te has opuesto a mis deseos,
portadora del escudo eras para mí,
pero el escudo contra mí
has levantado;
electora del destino
eras para mí,
pero el destino has elegido
contra mi voluntad:
te encargué infundir valor
a los héroes
pero tú has lanzado
a los héroes contra mí.
Wotan te ha dicho
lo que antes fuiste.
Lo que ahora eres,
dítelo tú misma.
Nunca más serás
virgen de mi deseo;
dejarás de ser walkyria:
¡sé de ahora en adelante
lo que ya sólo puedes ser!
BRUNILDA
¿Me repudias?
¿Te he entendido bien?
WOTAN
Nunca más te enviaré
desde el Walhalla;
nunca más buscarás héroes
entre los combatientes;
nunca más guiarás vencedores
a mi sala.
En el íntimo banquete
de los dioses,
nunca más me ofrecerás
graciosamente la bebida.
Nunca más besaré
tu boca virginal;
de la divina tropa
estás separada,
apartada de la estirpe
de los eternos;
¡rota está nuestra unión,
de mi vista estás desterrada!
LAS WALKYRIAS
¡Dolor! ¡Desdicha!
¡Hermana, ay, hermana!
BRUNILDA
¿Me quitas todo
lo que un día me diste?
WOTAN
¡Quien te dio poderes te los arrebata!
Aquí, en la montaña te encantaré,
en sueño indefenso te sumiré;
¡que tome después a la virgen
el hombre
que en el camino la encuentre
y la despierte!
LAS OCHO WALKYRIAS
¡Deténte, oh padre!
¡Detén la maldición!
¿Debe marchitarse la virgen
antes que el hombre?
¡Oye nuestra súplica!
¡Terrible dios!
¡Ay, aparta de ella
el mortificante ultraje!
¡Como a la hermana,
nos alcanzará su afrenta!
WOTAN
¿No oísteis lo que dispuse?
De vuestra tropa está separada
la hermana desleal;
con vosotras no cabalgará
nunca más por los aires;
la flor virginal
se marchitará en la doncella;
un esposo ganará
sus favores femeninos;
¡en adelante
obedecerá al hombre
que sea su dueño,
junto al hogar
se sentará e hilará,
y será objeto
de todas las burlas!
(Brunilda cae al suelo con un grito;
espantadas, las walkyrias se
apartan de ella con gran alboroto
y precipitación)
¿Os asusta su destino?
¡Entonces, escapad de la perdida!
¡Apartaos de ella
y manteneos lejos!
Quien de vosotras osara
quedarse con ella,
quien, desafiándome,
defienda a la desdichada,
esa loca compartirá su suerte:
¡esto advierto a la temeraria!
¡Ahora, fuera de aquí, evitad la roca!
¡Lejos de aquí huid presto;
si no, aquí os aguarda
la desdicha!
LAS WALKYRIAS
¡Oh, dolor! ¡Oh, dolor!
(se dispersan con salvajes gritos
y se precipitan en rápida huida
hacia el abetal)
Escena Tercera
BRUNILDA
¿Fue tan infame
lo que cometí,
que castigas
tan vergonzosamente
mi crimen?
¿Fue tan bajo lo que te hice,
que me humillas
tan profundamente?
¿Fue tan deshonroso
lo que perpetré,
que mi falta
te roba ahora la honra?
¡Oh, di, padre!
Mírame a los ojos:
calma la cólera,
reprime el furor,
y explícame claramente
qué oscura culpa,
con rígida obstinación, te obliga
a repudiar a tu más querida hija.
WOTAN
¡Medita en lo que has hecho;
y ello te explicará tu culpa!
BRUNILDA
Ejecuté
tu orden.
WOTAN
¿Te ordené yo pelear
por el welsungo?
BRUNILDA
Eso me ordenaste
como Señor de las Batallas.
WOTAN
¡Pero después
retiré mi orden!
BRUNILDA
Cuando Fricka
te enajenó el pensamiento,
pues al someterte tú al suyo,
fuiste tu propio enemigo.
WOTAN
Que me habías comprendido,
imaginaba yo,
castigo el desafío consciente:
¡pero tú me juzgaste
cobarde y necio!
¿No debería vengar la traición?
¿Eras demasiado insignificante
para provocar mi cólera?
BRUNILDA
No soy sabia,
pero yo sabía una cosa:
que tú amabas al welsungo.
Yo sabía el dilema
que te obligaba
a olvidar eso completamente.
Tuviste que ver únicamente lo otro,
lo que laceraba tan acerbamente
tu corazón:
tenerle que negar a Siegmund
tu protección.
WOTAN
¿Lo sabías y, no obstante,
osaste protegerle?
BRUNILDA
¡Porque yo sólo tenía
delante de los ojos
tu voluntad inicial,
aquella a la que,
forzado por otros,
debiste renunciar!
La que sigue en el combate
siendo escudo de Wotan,
vio lo que tú no viste:
únicamente veía a Siegmund.
Anunciándole la muerte,
comparecí ante él,
descubrí sus ojos,
oí sus palabras;
percibí la sagrada necesidad
del héroe;
escuché la queja del más bravo:
¡la terrible pena del más libre
de los enamorados,
el desafío del más audaz
de los desdichados!
Resonó en mis oídos,
mis ojos
vieron lo que hondo,
en el pecho,
me hizo temblar el corazón
con sagrado temor.
Tímida y asombrada,
estaba allí,
avergonzada.
En servirle pude
sólo ya pensar:
en compartir con Siegmund
la victoria o la muerte;
¡sólo esto podía yo elegir
como destino!
Por aquel que inspiró ese amor,
íntimamente fiel a la voluntad
que me unió al welsungo,
me opuse a tu orden.
WOTAN
Así, hiciste lo que yo deseaba
hacer de buen grado,
¡eso que la necesidad me obligó
a no hacer!
¿Tan fáciles creías
las delicias del amor?
El dolor me rompía el corazón,
me causaba rabia detener,
para bien de un mundo,
la fuente del amor
en mi corazón torturado.
Mientras me volvía
contra mí mismo,
rabioso por mi impotencia;
mientras encendido
y furioso deseo
despertaba en mí
la terrible voluntad
de enterrar
mi eterna tristeza
entre las ruinas
de mi propio mundo,
tú te confortabas dulcemente
y hallaste celestial consuelo,
te embriagaron los encantos
del amor,
mientras a mí,
mi propio amor divino
me procuraba
tan sólo amarguras.
Déjate guiar, pues,
por tu despreocupado entendimiento;
te has separado de mí.
Tengo que evitarte:
ya no puedo confiar en ti;
separados, no podremos
nunca más obrar
de común acuerdo;
¡mientras te duren
el aliento y la vida,
ya no podrás encontrar al dios!
BRUNILDA
Tal vez no te fue útil
la alocada muchacha
que, asombrada,
no comprendió tu consejo;
mi inteligencia
sólo me aconsejó una cosa:
amar lo que tú amabas...
Si tengo, pues, que separarme de ti
y evitarte, temerosa,
si tienes que dividir
lo antes indivisible,
mantener lejos de ti
a tu propia mitad,
que además te pertenecía por entero,
¡oh, dios, no me olvides!
¡No deshonres a una parte
de tu eternidad,
no quieras que la vergüenza
la ultraje!
¡Tú mismo te hundirías
viéndote objeto de escarnio!
WOTAN
Te sometiste dichosa
al poder del amor:
¡sigue ahora a aquel
al que habrás de amar!
BRUNILDA
Si debo abandonar el Walhalla,
nunca más obrar
y dominar contigo,
obedecer en adelante
al hombre altivo,
no me des en premio
a un jactancioso cobarde.
¡Que no sea indigno
quien me gane!
WOTAN
Te has apartado
del Padre de los Combates:
no puede elegir él por ti.
BRUNILDA
Tú engendraste una noble estirpe,
de ella jamás podrá nacer un cobarde:
el más sagrado héroe,
yo lo sé, florecerá
en el tronco de los welsungos.
WOTAN
¡No hables del tronco
de los welsungos!
Al separarme de ti, me separé de él;
la envidia exigía su aniquilación.
BRUNILDA
Al separarme de ti,
lo he salvado.
Sieglinde cuida
el más sagrado fruto;
entre dolores y penas
como jamás sufrió mujer alguna,
dará a luz
a lo que cobija temerosa.
WOTAN
¡Jamás busques en mí
protección para la mujer
ni para el fruto de su cuerpo!
BRUNILDA
Ella conserva la espada
que hiciste para Siegmund.
WOTAN
¡Y que rompí en pedazos!
No pretendas,
oh virgen,
turbar mi ánimo;
aguarda tu destino;
¡no puedo elegirlo para ti!
Pero ahora
tengo que partir,
marchar lejos;
ya me he detenido demasiado;
me aparto de la descarriada,
no puedo saber
lo que ya desea;
¡sólo quiero ver cumplido
su castigo!
BRUNILDA
¿Qué has ordenado
que yo sufra?
WOTAN
Te sumiré en un profundo sueño;
¡quien despierte a la indefensa,
la hará, al volverla a la vida,
su mujer!
BRUNILDA
Si debo entregarme al sueño,
para ser fácil botín
del más cobarde de los hombres,
al menos
concédeme una cosa,
y te lo pido solemnemente.
¡Protege a la durmiente
con disuasorios temores,
para que sólo un héroe,
libre y sin miedo,
me encuentre un día aquí,
en la roca!
WOTAN
¡Pides demasiado,
demasiada gracia!
BRUNILDA
¡Al menos
tienes que concederme esto!
Aplasta a tu hija,
que abraza tus rodillas;
pisotea a la fiel,
destruye a la virgen,
que tu lanza deshaga su cuerpo,
¡pero no la entregues, cruel,
al más ultrajante oprobio!
¡Manda que arda un fuego!
Que rodee la roca
ardiente llamarada.
Que lama su lengua
y muerdan sus dientes
al cobarde que,
insolente,
se atreva a acercarse
al amedrentador peñasco.
WOTAN
¡Adiós, osada, magnífica niña!
¡Tú, de mi corazón
el más sagrado orgullo!
¡Adiós! ¡Adiós! ¡Adiós!
Si he de evitarte
y no puedo volverte a ver,
recibe, amoroso, mi saludo;
si nunca más debes cabalgar
a mi lado,
ni presentarme la hidromiel
en el banquete,
si he de perderte, a ti,
a la que amo,
riente gozo de mis ojos:
¡que arda un ahora para ti
un fuego nupcial
como jamás ardió
para novia alguna!
Ardiente llama rodee la roca;
con devorador horror
ahuyente al pusilánime:
¡que el cobarde huya de la roca
de Brunilda!
¡Que sólo uno pretenda a esta novia,
uno más libre que yo, el dios!
(Brunilda cae, conmovida y
entusiasmada, sobre el pecho de
Wotan; él la abraza largo rato)
En estos luminosos ojos
que a menudo yo acaricié sonriente,
recompensado con un beso
tu conducta en el combate,
cuando balbuciente
fluía de tus divinos labios
la loa de los héroes;
estos dos radiantes ojos
que a menudo me iluminaron
durante el ataque,
cuando la esperanza me abrasaba
el corazón,
cuando a las delicias del mundo
aspiraba mi deseo
desde el temor trémulo:
¡por última vez
me solazo hoy en ellos
les doy el último beso del adiós!
Mientras para el hombre afortunado
brilla su propia estrella;
para el desdichado eterno,
la suya debe apagarse.
(toma su cabeza entre las manos)
¡Así se aparta de tu lado el dios,
así te quita con un beso
la divinidad!
(la besa largamente en ambos ojos.
Él la guía con delicadeza, y la
deposita, tendida, en una pequeña
elevación musgosa, sobre la que
extiende su amplia enramada un
abeto.
La contempla y le cierra el
yelmo; sus ojos se detienen después
en la figura de la durmiente, que
ahora ha cubierto totalmente con el
gran escudo metálico de la
walkyria.
Después avanza con solemne
decisión al centro del escenario
y dirige la punta de su lanza
contra una poderosa peña)
!Loge, oye!
¡Dirige tus oídos hacia aquí!
Igual que te encontré
por primera vez, siendo ígneo fuego;
como un día te me escapaste
convertido en errabunda llama,
¡igual que entonces te até,
te ato ahora!
¡Arriba, oscilante llama,
rodea de fuego la roca!
(a continuación golpea tres veces en
la roca con la lanza)
¡Loge! ¡Loge! ¡Ven aquí!
(de la peña brota un rayo ígneo que
poco a poco crece formando una
llamarada más clara. Estalla un
brillante fuego flameante. Luminoso
arder rodea con salvajes llamaradas
a Wotan. Este indica con la lanza
imperiosamente al mar de fuego que
rodee el círculo del borde rocoso
formando una corriente; al punto
ésta se arrastra hacia el foro,
donde ahora arde continuamente
alrededor del borde de la montaña)
¡Jamás atraviese el fuego
quien tema
la punta de mi lanza!
(extiende la lanza como para el
conjuro. Después mira apenado a
Brunilda, se vuelve lentamente para
partir, y aún mira una vez más
hacia atrás hasta que desaparece a
través del fuego)
Alemán.
(Interior de la cabaña de Hunding, en el centro de la cual se eleva un
enorme fresno que se pierde en lo alto a través de un hueco del techo
de madera. El escenario permanece vacío unos instantes,; fuera,
tormenta, . Siegmund abre desde el exterior y entra y examina la
vivienda. Permanece expectante, está extenuado por un gran esfuerzo;
sus ropas y aspecto evidencian que anda huido. Al no descubrir a
nadie, cierra la puerta tras de sí y medio tambaleándose va hacia el
fondo dejándose caer agotado sobre un cobertor de piel de oso)
AKT I
Erste Szene
SIEGMUND
Wes Herd dies auch sei,
hier muß ich rasten.
(Sieglinde tritt aus der Türe des
inneren Gemaches. Sie glaubte
ihren Mann heimgekehrt; als sie
einen Fremdem am Herde ausgestreckt
streckt sieht)
SIEGLINDE
Ein fremder Mann?
Ihn muß ich fragen.
Wer kam ins Haus
und liegt dort am Herd?
Müde liegt er, von Weges Müh'n.
Schwanden die Sinne ihm?
Wäre er siech?
Noch schwillt ihm den Atem;
das Auge nur schloß er. -
Mutig dünkt mich der Mann,
sank er müd' auch hin.
SIEGMUND
Ein Quell! Ein Quell!
SIEGLINDE
Erquickung schaff' ich.
(Sie nimmt schnell ein Trinkhorn,
geht damit aus dem Hause, kommt
zurück und reicht das gefüllte
Trinkhorn Siegmund)
Labung biet' ich dem
lechzenden Gaumen:
Wasser, wie du gewollt.
SIEGMUND
Kühlende Labung
gab mir der Quell,
des Müden Last
machte er leicht:
erfrischt ist der Mut,
das Aug' erfreut
des Sehens selige Lust.
Wer ist's, der so mir es labt?
SIEGLINDE
Dies Haus und dies Weib
sind Hundings Eigen;
gastlich
gönn' er dir Rast:
harre, bis heim er kehrt!
SIEGMUND
Waffenlos bin ich:
dem wunden Gast wird
dein Gatte nicht wehren.
SIEGLINDE
Die Wunden weise mir schnell!
SIEGMUND
Gering sind sie,
der Rede nicht wert;
noch fügen des Leibes
Glieder sich fest.
Hätten halb so stark wie mein Arm
Schild und Speer mir gehalten,
nimmer floh ich dem Feind,
doch zerschellten mir
Speer und Schild.
Der Feinde Meute
hetzte mich müd',
Gewitterbrunst
brach meinen Leib;
doch schneller, als ich der Meute,
schwand die Müdigkeit mir:
sank auf die Lider mir Nacht;
die Sonne lacht mir nun neu.
(Sieglinde geht nach dem Speicher,
füllt ein Horn mit Met und reicht
es Siegmund mit freundlicher
Bewegtheit)
SIEGLINDE
Des seimigen Metes süßen Trank
mög'st du mir nicht verschmähn.
SIEGMUND
Schmecktest du mir ihn zu?
(Sieglinde nippt am Horne und
reicht es ihm wieder. Siegmund tut
einen langen Zug, indem er den
Blick mit wachsender Wärme auf sie
heftet. Er seufzt tief auf, und
senkt den Blick düster zu Boden)
Einen Unseligen labtest du:
Unheil wende der Wunsch von dir!
Gerastet hab' ich und süß geruht.
Weiter wend' ich den Schritt.
SIEGLINDE
Wer verfolgt dich,
daß du schon fliehst?
SIEGMUND
Mißwende folgt mir,
wohin ich fliehe;
Mißwende naht mir,
wo ich mich neige. -
Dir, Frau, doch bleibe sie fern!
Fort wend' ich Fuß und Blick.
SIEGLINDE
So bleibe hier!
Nicht bringst du Unheil dahin,
wo Unheil im Hause wohnt!
SIEGMUND
Wehwalt
hieß ich mich selbst:
Hunding will ich erwarten.
(Er lehnt sich an den Herd; sein
Blick haftet mit ruhiger und
entschlossener Teilnahme an
Sieglinde. Beide blicken sich in
tiefem Schweigen mit dem Ausdruck
großer Ergriffenheit in die Augen)
Zweite Szene
(Sieglinde fährt plötzlich auf,
lauscht und hört Hunding, der sein
Roß außen zum Stall führt. Sie
geht hastig zur Tür und öffnet.
Hunding, gewaffnet mit Schild und
Speer, tritt ein und hält unter der
Tür, als er Siegmund gewahrt)
SIEGLINDE
(Zu Hunding)
Müd am Herd
fand ich den Mann:
Not führt' ihn ins Haus.
HUNDING
Du labtest ihn?
SIEGLINDE
Den Gaumen letzt' ich ihm,
gastlich sorgt' ich sein!
SIEGMUND
Dach und Trank dank' ich ihr:
willst du dein Weib drum schelten?
HUNDING
Heilig ist mein Herd:
heilig sei dir mein Haus!
(Zu Sieglinde)
Rüst' uns Männern das Mahl!
(Mißt scharf und verwundert
Siegmunds Züge, die er mit denen
seiner Frau vergleicht)
(Für sich)
Wie gleicht er dem Weibe!
Der gleißende Wurm glänzt
auch ihm aus dem Auge.
(zu Siegmund)
Weit her, traun,
kamst du des Wegs;
ein Roß nicht ritt,
der Rast hier fand:
welch schlimme Pfade
schufen dir Pein?
SIEGMUND
Durch Wald und Wiese,
Heide und Hain,
jagte mich Sturm
und starke Not:
nicht kenn' ich den Weg,
den ich kam.
Wohin ich irrte,
weiß ich noch minder:
Kunde gewänn' ich des gern.
HUNDING
Des Dach dich deckt,
des Haus dich hegt,
Hunding heißt der Wirt;
wendest von hier du nach
West den Schritt,
in Höfen reich hausen dort Sippen,
die Hundings Ehre behüten.
Gönnt mir Ehre mein Gast,
wird sein Name nun mir genannt.
(Sieglinde, die sich neben Hunding,
Siegmund gegenüber, gesetzt, heftet
ihr Auge mit auffallender Teilnahme
und Spannung auf diesen)
Trägst du Sorge, mir zu vertraun,
der Frau hier gib doch Kunde:
sieh, wie gierig sie dich frägt!
SIEGLINDE
Gast,
wer du bist, wüßt' ich gern.
SIEGMUND
"Friedmund"
darf ich nicht heißen;
"Frohwalt"
möcht' ich wohl sein:
doch "Wehwalt" mußt ich mich nennen.
"Wolfe", der war mein Vater;
zu zwei kam ich zur Welt,
eine Zwillingsschwester und ich.
Früh schwanden mir
Mutter und Maid.
Die mich gebar
und die mit mir sie barg,
kaum hab' ich je sie gekannt...
Wehrlich und stark war Wolfe;
der Feinde wuchsen ihm viel.
Zum Jagen zog
mit dem Jungen der Alte:
Von Hetze und Harst
einst kehrten wir heim...
da lag das Wolfsnest leer.
Zu Schutt gebrannt
der prangende Saal,
zum Stumpf der Eiche
blühender Stamm;
erschlagen der Mutter
mutiger Leib,
verschwunden in Gluten
der Schwester Spur:
uns schuf die herbe Not
der Neidinge harte Schar.
Geächtet floh
der Alte mit mir;
lange Jahre
lebte der Junge
mit Wolfe im wilden Wald:
manche Jagd
ward auf sie gemacht;
doch mutig wehrte
das Wolfspaar sich.
Ein Wölfing kündet dir das,
den als "Wölfing"
mancher wohl kennt.
HUNDING
Wunder und wilde Märe
kündest du, kühner Gast,
Wehwalt - der Wölfing!
Mich dünkt,
von dem wehrlichen Paar
vernahm ich dunkle Sage,
kannt' ich auch Wolfe
und Wölfing nicht.
SIEGLINDE
Doch weiter künde, Fremder:
wo weilt dein Vater jetzt?
SIEGMUND
Ein starkes Jagen auf uns
stellten die Neidinge an:
der Jäger viele
fielen den Wölfen,
in Flucht durch den Wald
trieb sie das Wild.
Wie Spreu zerstob uns der Feind.
Doch ward ich
vom Vater versprengt;
seine Spur verlor ich,
je länger ich forschte:
eines Wolfes Fell nur
traf ich im Forst;
leer lag das vor mir,
den Vater fand ich nicht.
Aus dem Wald trieb es mich fort;
mich drängt' es
zu Männern und Frauen...
Wieviel ich traf,
wo ich sie fand,
ob ich um Freund',
um Frauen warb,
immer doch war ich geächtet:
Unheil lag auf mir.
Was Rechtes je ich riet,
andern dünkte es arg,
was schlimm immer mir schien,
andre gaben ihm Gunst.
In Fehde fiel ich, wo ich mich fand,
Zorn traf mich,
wohin ich zog;
gehrt' ich nach Wonne,
weckt' ich nur Weh':
drum mußt' ich mich
Wehwalt nennen;
des Wehes waltet' ich nur.
HUNDING
Die so leidig Los dir beschied,
nicht liebte dich die Norn':
froh nicht grüßt dich der Mann,
dem fremd als Gast du nahst.
SIEGLINDE
Feige nur fürchten den,
der waffenlos einsam fährt!...
Künde noch, Gast,
wie du im Kampf
zuletzt die Waffe verlorst!
SIEGMUND
Ein trauriges Kind
rief mich zum Trutz:
vermählen wollte
der Magen Sippe
dem Mann ohne Minne die Maid.
Wider den Zwang
zog ich zum Schutz,
der Dränger Troß
traf ich im Kampf:
dem Sieger sank der Feind.
Erschlagen lagen die Brüder:
die Leichen umschlang da die Maid,
den Grimm verjagt' ihr der Gram.
Mit wilder Tränen Flut
betroff sie weinend die Wal:
um des Mordes der eignen Brüder
klagte die unsel'ge Braut.
Der Erschlagnen Sippen
stürmten daher;
übermächtig
ächzten nach Rache sie;
rings um die Stätte
ragten mir Feinde.
Doch von der Wal
wich nicht die Maid;
mit Schild und Speer
schirmt' ich sie lang',
bis Speer und Schild
im Harst mir zerhauen.
Wund und waffenlos stand ich...
sterben sah ich die Maid:
mich hetzte das wütende Heer...
auf den Leichen lag sie tot.
Nun weißt du, fragende Frau,
warum ich Friedmund nicht heiße!
HUNDING
Ich weiß ein wildes Geschlecht,
nicht heilig ist ihm,
was andern hehr:
verhaßt ist es allen und mir.
Zur Rache ward ich gerufen,
Sühne zu nehmen
für Sippenblut:
zu spät kam ich,
und kehrte nun heim,
des flücht'gen Frevlers Spur
im eignen Haus zu erspähn...
Mein Haus hütet,
Wölfing, dich heut';
für die Nacht nahm ich dich auf;
mit starker Waffe
doch wehre dich morgen;
zum Kampfe kies ich den Tag:
für Tote zahlst du mir Zoll.
(zu Sieglinde)
Fort aus dem Saal!
Säume hier nicht!
Den Nachttrunk rüste mir drin
und harre mein' zur Ruh'.
(Sieglinde sie wendet sich langsam
und zögernden Schrittes nach dem
Speicher. Mit ruhigem Entschlußöffnet
sie den Schrein füllt ein Trinkhorn
und schüttet aus einer Büchse Würze
hinein. Hunding fährt auf und treibt
sie mit einer heftigen Gebärde zum
Fortgehen an. Hunding nimmt seine
Waffen vom Stamme herab)
(zu Siegmund)
Mit Waffen wehrt sich der Mann...
Dich Wölfing treffe ich morgen;
mein Wort hörtest du...
hüte dich wohl!
(ab)
Dritte Szene
SIEGMUND
Ein Schwert verhieß mir der Vater,
ich fänd' es in höchster Not.
Waffenlos fiel ich
in Feindes Haus;
seiner Rache Pfand,
raste ich hier:..
ein Weib sah ich,
wonnig und hehr:
entzückend Bangen
zehrt mein Herz.
Zu der mich nun Sehnsucht zieht,
die mit süßem Zauber mich sehrt,
im Zwange hält sie der Mann,
der mich Wehrlosen höhnt!
Wälse! Wälse!
Wo ist dein Schwert?
Das starke Schwert,
das im Sturm ich schwänge,
bricht mir hervor aus der Brust,
was wütend das Herz noch hegt?
(Deutlich einen Schwertgriff
haften sieht die Stelle des
Eschenstammes)
Was gleißt dort hell
im Glimmerschein?
Welch ein Strahl bricht
aus der Esche Stamm?
Des Blinden Auge
leuchtet ein Blitz:
lustig lacht da der Blick.
Wie der Schein so hehr
das Herz mir sengt!
Ist es der Blick
der blühenden Frau,
den dort haftend
sie hinter sich ließ,
als aus dem Saal sie schied?
Nächtiges Dunkel
deckte mein Aug',
ihres Blickes Strahl
streifte mich da:
Wärme gewann ich und Tag.
Selig schien mir
der Sonne Licht;
den Scheitel umgliß mir
ihr wonniger Glanz...
bis hinter Bergen sie sank.
Noch einmal, da sie schied,
traf mich abends ihr Schein;
selbst der alten Esche Stamm
erglänzte in goldner Glut:
da bleicht die Blüte,
das Licht verlischt;
nächtiges Dunkel
deckt mir das Auge:
tief in des Busens Berge
glimmt nur noch lichtlose Glut.
(das Seitengemach öffnet sich leise:
Sieglinde tritt, in weißem Gewande)
SIEGLINDE
Schläfst du, Gast?
SIEGMUND
Wer schleicht daher?
SIEGLINDE
Ich bin's: höre mich an!
In tiefem Schlaf liegt Hunding;
ich würzt' ihm betäubenden Trank:
nütze die Nacht dir zum Heil!
SIEGMUND
Heil macht mich dein Nah'n!
SIEGLINDE
Eine Waffe laß mich dir weisen:
o wenn du sie gewännst!
Den hehrsten Helden
dürft' ich dich heißen:
dem Stärksten allein
ward sie bestimmt.
O merke wohl, was ich dir melde!
Der Männer Sippe
saß hier im Saal,
von Hunding zur Hochzeit geladen:
er freite ein Weib,
das ungefragt
Schächer ihm schenkten zur Frau.
Traurig saß ich,
während sie tranken;
ein Fremder trat da herein:
ein Greis in blauem Gewand;
tief hing ihm der Hut,
der deckt' ihm der Augen eines;
doch des andren Strahl,
Angst schuf es allen,
traf die Männer
sein mächtiges Dräu'n.
mir allein
weckte das Auge
süß sehnenden Harm,
Tränen und Trost zugleich.
Auf mich blickt' er
und blitzte auf Jene,
als ein Schwert
in Händen er schwang;
das stieß er nun
in der Esche Stamm,
bis zum Heft haftet' es drin:
dem sollte der Stahl geziemen,
der aus dem Stamm' es zög'.
Der Männer alle,
so kühn sie sich mühten,
die Wehr sich keiner gewann;
Gäste kamen
und Gäste gingen,
die stärksten zogen am Stahl...
keinen Zoll entwich er dem Stamm:
dort haftet schweigend das Schwert...
Da wußt' ich, wer der war,
der mich Gramvolle gegrüßt;
ich weiß auch,
wem allein
im Stamm das Schwert er bestimmt.
O fänd' ich ihn heut
und hier, den Freund;
käm' er aus Fremden
zur ärmsten Frau.
Was je ich gelitten
in grimmigem Leid,
was je mich geschmerzt
in Schande und Schmach...
süßeste Rache
sühnte dann alles!
Erjagt hätt' ich,
was je ich verlor,
was je ich beweint,
wär' mir gewonnen,
fänd' ich den heiligen Freund,
umfing' den Helden mein Arm!
SIEGMUND
(mit Glut Sieglinde umfassend)
Dich selige Frau
hält nun der Freund,
dem Waffe und Weib bestimmt!
Heiß in der Brust
brennt mir der Eid,
der mich dir Edlen vermählt.
Was je ich ersehnt,
ersah ich in dir;
in dir fand ich,
was je mir gefehlt!
Littest du Schmach,
und schmerzte mich Leid;
war ich geächtet,
und warst du entehrt:
freudige Rache
lacht nun den Frohen!
Auf lach' ich
in heiliger Lust...
halt' ich dich Hehre umfangen,
fühl' ich dein schlagendes Herz!
(die große Tür springt auf;
außen herrliche Frühlingsnacht;
der Vollmond leuchtet herein
und wirft sein helles Licht auf
das Paar)
SIEGLINDE
Ha, wer ging?
Wer kam herein?
SIEGMUND
Keiner ging...
doch einer kam:
siehe, der Lenz
lacht in den Saal!
Winterstürme wichen
dem Wonnemond,
in mildem Lichte
leuchtet der Lenz;
auf linden Lüften
leicht und lieblich,
Wunder webend
er sich wiegt;
durch Wald und Auen
weht sein Atem,
weit geöffnet
lacht sein Aug'...
aus sel'ger Vöglein Sange
süß er tönt,
holde Düfte
haucht er aus;
seinem warmen Blut entblühen
wonnige Blumen,
Keim und Sproß
entspringt seiner Kraft.
Mit zarter Waffen Zier
bezwingt er die Welt;
Winter und Sturm wichen
der starken Wehr...
wohl mußte den tapfern Streichen
die strenge Türe auch weichen,
die trotzig und starr
uns trennte von ihm!
Zu seiner Schwester
schwang er sich her;
die Liebe lockte den Lenz:
in unsrem Busen
barg sie sich tief;
nun lacht sie selig dem Licht.
Die bräutliche Schwester
befreite der Bruder;
zertrümmert liegt,
was je sie getrennt:
jauchzend grüßt sich
das junge Paar:
vereint sind Liebe und Lenz!
SIEGLINDE
Du bist der Lenz,
nach dem ich verlangte
in frostigen Winters Frist.
Dich grüßte mein Herz
mit heiligem Grau'n,
als dein Blick zuerst mir erblühte.
Fremdes nur sah ich von je,
freudlos war mir das Nahe.
Als hätt' ich nie es gekannt,
war, was immer mir kam.
Doch dich kannt' ich
deutlich und klar:
als mein Auge dich sah,
warst du mein Eigen;
was im Busen ich barg,
was ich bin,
hell wie der Tag
taucht' es mir auf,
o wie tönender Schall
schlug's an mein Ohr,
als in frostig öder Fremde
zuerst ich den Freund ersah.
SIEGMUND
O süßeste Wonne!
O seligstes Weib!
SIEGLINDE
O laß in Nähe
zu dir mich neigen,
daß hell ich schaue
den hehren Schein,
der dir aus Aug'
und Antlitz bricht
und so süß die Sinne mir zwingt.
SIEGMUND
Im Lenzesmond
leuchtest du hell;
hehr umwebt dich
das Wellenhaar:
was mich berückt,
errat' ich nun leicht,
denn wonnig weidet mein Blick.
SIEGLINDE
Wie dir die Stirn
so offen steht,
der Adern Geäst
in den Schläfen sich schlingt!
Mir zagt es vor der Wonne,
die mich entzückt!
Ein Wunder will mich gemahnen:
den heut' zuerst ich erschaut,
mein Auge sah dich schon!
SIEGMUND
Ein Minnetraum
gemahnt auch mich:
in heißem Sehnen
sah ich dich schon!
SIEGLINDE
Im Bach erblickt' ich
mein eigen Bild...
und jetzt gewahr' ich
es wieder:
wie einst dem Teich es enttaucht,
bietest mein Bild mir nun du!
SIEGMUND
Du bist das Bild,
das ich in mir barg.
SIEGLINDE
O still! Laß mich
der Stimme lauschen:
mich dünkt, ihren Klang
hört' ich als Kind...
Doch nein! Ich hörte sie neulich,
als meiner Stimme Schall
mir widerhallte der Wald.
SIEGMUND
O lieblichste Laute,
denen ich lausche!
SIEGLINDE
Deines Auges Glut
erglänzte mir schon:
so blickte der Greis
grüßend auf mich,
als der Traurigen Trost er gab.
An dem Blick
erkannt' ihn sein Kind...
schon wollt' ich
beim Namen ihn nennen!
Wehwalt heißt du fürwahr?
SIEGMUND
Nicht heiß' ich so,
seit du mich liebst:
nun walt' ich
der hehrsten Wonnen!
SIEGLINDE
Und Friedmund darfst du
froh dich nicht nennen?
SIEGMUND
Nenne mich du,
wie du liebst, daß ich heiße:
den Namen nehm' ich von dir!
SIEGLINDE
Doch nanntest du Wolfe den Vater?
SIEGMUND
Ein Wolf
war er feigen Füchsen!
Doch dem so stolz
strahlte das Auge,
wie, Herrliche,
hehr dir es strahlt,
der war: Wälse genannt.
SIEGLINDE
War Wälse dein Vater,
und bist du ein Wälsung,
stieß er für dich
sein Schwert in den Stamm,
so laß mich dich heißen,
wie ich dich liebe:
Siegmund ...
so nenn' ich dich!
SIEGMUND
(springt auf und eilt auf den
Stamm zu)
Siegmund heiß' ich
und Siegmund bin ich!
Bezeug' es dies Schwert,
das zaglos ich halte!
Wälse verhieß mir,
in höchster Not
fänd' ich es einst:
ich faß' es nun!
Heiligster Minne
höchste Not,
sehnender Liebe
sehrende Not
brennt mir hell in der Brust,
drängt zu Tat und Tod:
Notung! Notung!
So nenn' ich dich, Schwert
Notung! Notung!
Neidlicher Stahl!
Zeig' deiner Schärfe
schneidenden Zahn:
heraus aus der Scheide zu mir!
(er zieht mit einem gewaltigen Zuck
das Schwert aus dem Stamme und
zeigt es der von Staunen und
Entzücken erfaßten Sieglinde)
Siegmund, den Wälsung,
siehst du, Weib!
Als Brautgabe
bringt er dies Schwert:
so freit er sich
die seligste Frau;
dem Feindeshaus
entführt er dich so.
Fern von hier
folge mir nun,
fort in des Lenzes
lachendes Haus:
dort schützt dich Nothung,
das Schwert,
wenn Siegmund dir liebend erlag!
(er hat sie umfaßt,
um sie mit sich fortzuziehen)
SIEGLINDE
Bist du Siegmund,
den ich hier sehe,
Sieglinde bin ich,
die dich ersehnt:
die eigne Schwester
gewannst du zu eins
mit dem Schwert!
SIEGMUND
Braut und Schwester
bist du dem Bruder -
so blühe denn,
Wälsungen-Blut!
(Accidentada cordillera rocosa.
En el foro serpentea desde abajo una garganta
ascendente que desemboca en un collado;
desde éste el piso vuelve a descender hacia el proscenio.
Wotan, completamente armado, con lanza; ante él Brünnhilde,
como walkyria, también con toda su dotación de armas)
AKT II
Erste Szene
WOTAN
Nun zäume dein Roß,
reisige Maid!
Bald entbrennt
brünstiger Streit:
Brünnhilde stürme zum Kampf,
dem Wälsung kiese sie Sieg!
Hunding wähle sich,
wem er gehört;
nach Walhall taugt er mir nicht.
Drum rüstig und rasch,
reite zur Wal!
BRÜNNHILDE
Hojotoho! Hojotoho!
Heiaha! Heiaha!
Hojotoho! Heiaha!
(blickt in die hintere Schlucht hinab
und ruft zu Wotan zurück)
Dir rat' ich, Vater,
rüste dich selbst;
harten Sturm
sollst du bestehn.
Fricka naht, deine Frau,
im Wagen mit dem Widdergespann.
Hei! Wie die goldne
Geißel sie schwingt!
Die armen Tiere
ächzen vor Angst;
wild rasseln die Räder;
zornig fährt sie zum Zank!
In solchem Strauße
streit' ich nicht gern,
lieb' ich auch mutiger
Männer Schlacht!
Drum sieh,
wie den Sturm du bestehst:
ich Lustige laß' dich im Stich!
Hojotoho! Hojotoho!
Heiaha! Heiaha! Heiahaha!
(Brünnhilde verschwindet hinter der
Gebirgshöhe zur Seite. In einem mit
zwei Widdern bespannten Wagen
langt Fricka aus der Schlucht auf
dem Felsjoche an: dort hält sie
rasch an und steigt aus. Sie
schreitet heftig in den Vordergrund
auf Wotan zu)
WOTAN
Der alte Sturm,
die alte Müh'!
Doch stand muß ich hier halten!
FRICKA
Wo in den Bergen du dich birgst,
der Gattin Blick zu entgehn,
einsam hier
such' ich dich auf,
daß Hilfe du mir verhießest.
WOTAN
Was Fricka kümmert,
künde sie frei.
FRICKA
Ich vernahm Hundings Not,
um Rache rief er mich an:
der Ehe Hüterin
hörte ihn,
verhieß streng
zu strafen die Tat
des frech frevelnden Paars,
das kühn den Gatten gekränkt.
WOTAN
Was so Schlimmes
schuf das Paar,
das liebend einte der Lenz?
Der Minne Zauber
entzückte sie:
wer büßt mir der Minne Macht?
FRICKA
Wie töricht und taub du dich stellst,
als wüßtest fürwahr du nicht,
daß um der Ehe
heiligen Eid,
den hart gekränkten, ich klage!
WOTAN
Unheilig
acht' ich den Eid,
der Unliebende eint;
und mir wahrlich
mute nicht zu,
daß mit Zwang ich halte,
was dir nicht haftet:
denn wo kühn Kräfte sich regen,
da rat' ich offen zum Krieg.
FRICKA
Achtest du rühmlich
der Ehe Bruch,
so prahle nun weiter
und preis' es heilig,
daß Blutschande entblüht
dem Bund eines Zwillingspaars!
Mir schaudert das Herz,
es schwindelt mein Hirn:
bräutlich umfing
die Schwester der Bruder!
Wann ward es erlebt,
daß leiblich Geschwister
sich liebten?
WOTAN
Heut' hast du 's erlebt!
Erfahre so,
was von selbst sich fügt,
sei zuvor auch noch nie es geschehn.
Daß jene sich lieben,
leuchtet dir hell;
drum höre redlichen Rat:
Soll süße Lust
deinen Segen dir lohnen,
so segne, lachend der Liebe,
Siegmunds und Sieglindes Bund!
FRICKA
So ist es denn aus
mit den ewigen Göttern,
seit du die wilden
Wälsungen zeugtest?
Heraus sagt' ich's; -
traf ich den Sinn?
Nichts gilt dir der Hehren
heilige Sippe;
hin wirfst du alles,
was einst du geachtet;
zerreißest die Bande,
die selbst du gebunden,
lösest lachend
des Himmels Haft: -
daß nach Lust und Laune nur walte
dies frevelnde Zwillingspaar,
deiner Untreue zuchtlose Frucht!
O, was klag' ich
um Ehe und Eid,
da zuerst du selbst sie versehrt!
Die treue Gattin
trogest du stets;
wo eine Tiefe,
wo eine Höhe,
dahin lugte
lüstern dein Blick,
wie des Wechsels Lust du gewännest
und höhnend kränktest mein Herz.
Trauernden Sinnes
mußt' ich's ertragen,
zogst du zur Schlacht
mit den schlimmen Mädchen,
die wilder Minne
Bund dir gebar:
denn dein Weib noch scheutest du so,
daß der Walküren Schar
und Brünnhilde selbst,
deines Wunsches Braut,
in Gehorsam der Herrin du gabst.
Doch jetzt, da dir neue
Namen gefielen,
als "Wälse" wölfisch
im Walde du schweiftest;
jetzt, da zu niedrigster
Schmach du dich neigtest,
gemeiner Menschen
ein Paar zu erzeugen:
jetzt dem Wurfe der Wölfing
wirfst du zu Füßen dein Weib!
So führ' es denn aus!
Fülle das Maß!
Die Betrog'ne laß auch zertreten!
WOTAN
Nichts lerntest du,
wollt' ich dich lehren,
was nie du erkennen kannst,
eh' nicht ertagte die Tat.
Stets Gewohntes
nur magst du verstehn:
doch was noch nie sich traf,
danach trachtet mein Sinn.
Eines höre!
Not tut ein Held,
der, ledig göttlichen Schutzes,
sich löse vom Göttergesetz.
So nur taugt er
zu wirken die Tat,
die, wie not sie den Göttern,
dem Gott doch zu wirken verwehrt.
FRICKA
Mit tiefem Sinne
willst du mich täuschen:
was Hehres sollten
Helden je wirken,
das ihren Göttern wäre verwehrt,
deren Gunst
in ihnen nur wirkt?
WOTAN
lhres eignen Mutes achtest du nicht?
FRICKA
Wer hauchte Menschen ihn ein?
Wer hellte den Blöden den Blick?
In deinem Schutz
scheinen sie stark,
durch deinen Stachel
streben sie auf:
du reizest sie einzig,
die so mir Ew'gen du rühmst,
Mit neuer List
willst du mich belügen,
durch neue Ränke
mir jetzt entrinnen;
doch diesen Wälsung
gewinnst du dir nicht:
in ihm treff' ich nur dich,
denn durch dich trotzt er allein.
WOTAN
In wildem Leiden
erwuchs er sich selbst:
mein Schutz schirmte ihn nie.
FRICKA
So schütz' auch heut' ihn nicht!
Nimm ihm das Schwert,
das du ihm geschenkt!
WOTAN
Das Schwert?
FRICKA
Ja, das Schwert, das zauberstark
zuckende Schwert,
das du Gott dem Sohne gabst.
WOTAN
Siegmund gewann es sich
selbst in der Not.
FRICKA
Du schufst ihm die Not,
wie das neidliche Schwert.
Willst du mich täuschen,
die Tag und Nacht
auf den Fersen dir folgt?
Für ihn stießest du
das Schwert in den Stamm,
du verhießest ihm
die hehre Wehr:
willst du es leugnen,
daß nur deine List
ihn lockte, wo er es fänd'?
Mit Unfreien
streitet kein Edler,
den Frevler straft nur der Freie.
Wider deine Kraft
führt' ich wohl Krieg:
doch Siegmund
verfiel mir als Knecht!
Der dir als Herren
hörig und eigen,
gehorchen soll ihm
dein ewig Gemahl?
Soll mich in Schmach
der Niedrigste schmähen,
dem Frechen zum Sporn,
dem Freien zum Spott?
Das kann mein Gatte nicht wollen,
die Göttin entweiht er nicht so!
WOTAN
Was verlangst du?
FRICKA
Laß von dem Wälsung!
WOTAN
Er geh' seines Wegs.
FRICKA
Doch du schütze ihn nicht,
wenn zur Schlacht
ihn der Rächer ruft!
WOTAN
Ich schütze ihn nicht.
FRICKA
Sieh mir ins Auge,
sinne nicht Trug:
die Walküre wend' auch von ihm!
WOTAN
Die Walküre walte frei.
FRICKA
Nicht doch; deinen Willen
vollbringt sie allein:
verbiete ihr Siegmunds Sieg!
WOTAN
Ich kann ihn nicht fällen:
er fand mein Schwert!
FRICKA
Entzieh' dem den Zauber,
zerknick es dem Knecht!
Schutzlos schau' ihn der Feind!
(Brünnhilde erscheint mit
ihrem Roß auf dem Felsenpfade
rechts. Als sie Fricka gewahrt)
BRÜNNHILDE
Heiaha! Heiaha! Hojotoho!
FRICKA
Dort kommt deine kühne Maid;
jauchzend jagt sie daher.
BRÜNNHILDE
Heiaha! Heiaha!
Hojotoho! Hojotoho!
WOTAN
Ich rief sie
für Siegmund zu Roß!
FRICKA
Deiner ew'gen Gattin
heilige Ehre
beschirme heut' ihr Schild!
Von Menschen verlacht,
verlustig der Macht,
gingen wir Götter zugrund:
würde heut' nicht hehr
und herrlich mein Recht
gerächt von der mutigen Maid.
Der Wälsung fällt meiner Ehre:
Empfah ich von Wotan den Eid?
WOTAN
Nimm den Eid!
FRICKA
(zu Brünnhilde)
Heervater harret dein:
lass' ihn dir künden,
wie das Los er gekiest!
(ab)
Zweite Szene
BRÜNNHILDE
Schlimm, fürcht' ich,
schloß der Streit,
lachte Fricka dem Lose.
Vater, was soll
dein Kind erfahren?
Trübe scheinst du und traurig!
WOTAN
In eigner Fessel
fing ich mich:
ich Unfreiester aller!
BRÜNNHILDE
So sah ich dich nie!
Was nagt dir das Herz?
WOTAN
O heilige Schmach!
O schmählicher Harm!
Götternot!
Götternot!
Endloser Grimm!
Ewiger Gram!
Der Traurigste bin ich von allen!
BRÜNNHILDE
Vater! Vater!
Sage, was ist dir?
Wie erschreckst du mit
Sorge dein Kind?
Vertraue mir!
Ich bin dir treu:
sieh, Brünnhilde bittet!
WOTAN
Laß ich's verlauten,
lös' ich dann nicht
meines Willens haltenden Haft?
BRÜNNHILDE
Zu Wotans Willen sprichst du,
sagst du mir, was du willst;
wer bin ich,
wär' ich dein Wille nicht?
WOTAN
Was keinem in Worten ich künde,
unausgesprochen
bleib' es denn ewig:
mit mir nur rat' ich,
red' ich zu dir. -
Als junger Liebe
Lust mir verblich,
verlangte nach Macht mein Mut:
von jäher Wünsche
Wüten gejagt,
gewann ich mir die Welt.
Unwissend trugvoll,
Untreue übt' ich,
band durch Verträge,
was Unheil barg:
listig verlockte mich Loge,
der schweifend nun verschwand.
Von der Liebe doch
mocht' ich nicht lassen,
in der Macht verlangt'
ich nach Minne.
Den Nacht gebar,
der bange Nibelung,
Alberich, brach ihren Bund;
er fluchte der Lieb'
und gewann durch den Fluch
des Rheines glänzendes Gold
und mit ihm maßlose Macht.
Den Ring, den er schuf,
entriß ich ihm listig;
doch nicht dem Rhein
gab ich ihn zurück:
mit ihm bezahlt' ich
Walhalls Zinnen,
der Burg, die Riesen mir bauten,
aus der ich der Welt nun gebot.
Die alles weiß,
was einstens war,
Erda, die weihlich
weiseste Wala,
riet mir ab von dem Ring,
warnte vor ewigem Ende.
Von dem Ende wollt' ich
mehr noch wissen;
doch schweigend entschwand
mir das Weib...
Da verlor ich den leichten Mut,
zu wissen begehrt' es den Gott:
in den Schoß der Welt
schwang ich mich hinab,
mit Liebeszauber
zwang ich die Wala,
stört' ihres Wissens Stolz,
daß sie Rede nun mir stand.
Kunde empfing ich von ihr;
von mir doch barg sie ein Pfand:
der Welt weisestes Weib
gebar mir, Brünnhilde, dich.
Mit acht Schwestern
zog ich dich auf;
durch euch Walküren
wollt' ich wenden,
was mir die Wala
zu fürchten schuf:
ein schmähliches Ende der Ew'gen.
Daß stark zum Streit
uns fände der Feind,
hieß ich euch Helden mir schaffen:
die herrisch wir sonst
in Gesetzen hielten,
die Männer, denen
den Mut wir gewehrt,
die durch trüber Verträge
trügende Bande
zu blindem Gehorsam
wir uns gebunden,
die solltet zu Sturm
und Streit ihr nun stacheln,
ihre Kraft reizen
zu rauhem Krieg,
daß kühner Kämpfer Scharen
ich sammle in Walhalls Saal!
BRÜNNHILDE
Deinen Saal füllten wir weidlich:
viele schon führt' ich dir zu.
Was macht dir nun Sorge,
da nie wir gesäumt?
WOTAN
Ein andres ist's:
achte es wohl,
wes mich die Wala gewarnt!
Durch Alberichs Heer
droht uns das Ende:
mit neidischem Grimm
grollt mir der Niblung:
doch scheu' ich nun nicht
seine nächtigen Scharen,
meine Helden schüfen mir Sieg.
Nur wenn je den Ring
zurück er gewänne,
dann wäre Walhall verloren:
der der Liebe fluchte,
er allein
nützte neidisch
des Ringes Runen
zu aller Edlen
endloser Schmach:
der Helden Mut
entwendet' er mir;
die Kühnen selber
zwäng' er zum Kampf;
mit ihrer Kraft
bekriegte er mich.
Sorgend sann ich nun selbst,
den Ring dem Feind zu entreißen.
Der Riesen einer,
denen ich einst
mit verfluchtem Gold
den Fleiß vergalt:
Fafner hütet den Hort,
um den er den Bruder gefällt.
Ihm müßt' ich den Reif entringen,
den selbst als Zoll ich ihm zahlte.
Doch mit dem ich vertrug,
ihn darf ich nicht treffen;
machtlos vor ihm
erläge mein Mut: -
das sind die Bande,
die mich binden:
der durch Verträge ich Herr,
den Verträgen bin ich nun Knecht.
Nur Einer könnte,
was ich nicht darf:
ein Held, dem helfend
nie ich mich neigte;
der fremd dem Gotte,
frei seiner Gunst,
unbewußt,
ohne Geheiß,
aus eigner Not,
mit der eignen Wehr
schüfe die Tat,
die ich scheuen muß,
die nie mein Rat ihm riet,
wünscht sie auch
einzig mein Wunsch!
Der, entgegen dem Gott,
für mich föchte,
den freundlichen Feind,
wie fände ich ihn?
Wie schüf' ich den Freien,
den nie ich schirmte,
der im eignen Trotze
der trauteste mir?
Wie macht' ich den andren,
der nicht mehr ich,
und aus sich wirkte,
was ich nur will?
O göttliche Not!
Gräßliche Schmach!
Zum Ekel find' ich
ewig nur mich
in allem, was ich erwirke!
Das andre, das ich ersehne,
das andre erseh' ich nie:
denn selbst muß
der Freie sich schaffen:
Knechte erknet' ich mir nur!
BRÜNNHILDE
Doch der Wälsung, Siegmund,
wirkt er nicht selbst?
WOTAN
Wild durchschweift' ich
mit ihm die Wälder;
gegen der Götter Rat
reizte kühn ich ihn auf:
gegen der Götter Rache
schützt ihn nun einzig das Schwert,
das eines Gottes
Gunst ihm beschied.
Wie wollt' ich listig
selbst mich belügen?
So leicht ja entfrug mir
Fricka den Trug:
zu tiefster Scham
durchschaute sie mich!
Ihrem Willen muß ich gewähren.
BRÜNNHILDE
So nimmst du von Siegmund
den Sieg?
WOTAN
Ich berührte Alberichs Ring,
gierig hielt ich das Gold!
Der Fluch, den ich floh,
nicht flieht er nun mich:
Was ich liebe, muß ich verlassen,
morden, wen je ich minne,
trügend verraten,
wer mir traut!
Fahre denn hin,
herrische Pracht,
göttlichen Prunkes
prahlende Schmach!
Zusammen breche,
was ich gebaut!
Auf geb' ich mein Werk;
nur Eines will ich noch:
das Ende,
das Ende! -
Und für das Ende
sorgt Alberich!
Jetzt versteh' ich
den stummen Sinn
des wilden Wortes der Wala:
"Wenn der Liebe finstrer Feind
zürnend zeugt einen Sohn,
der Sel'gen Ende
säumt dann nicht!"
Vom Niblung jüngst
vernahm ich die Mär',
daß ein Weib der Zwerg bewältigt,
des' Gunst Gold ihm erzwang:
Des Hasses Frucht
hegt eine Frau,
des Neides Kraft
kreißt ihr im Schoß:
das Wunder gelang
dem Liebelosen;
doch der in Lieb' ich freite,
den Freien erlang' ich mir nicht.
So nimm meinen Segen,
Niblungensohn!
Was tief mich ekelt,
dir geb' ich's zum Erbe,
der Gottheit nichtigen Glanz:
zernage ihn gierig dein Neid!
BRÜNNHILDE
O sag', künde,
was soll nun dein Kind?
WOTAN
Fromm streite
für Fricka;
hüte ihr Eh' und Eid!
Was sie erkor,
das kiese auch ich:
was frommte mir eigner Wille?
Einen Freien kann
ich nicht wollen:
für Frickas Knechte
kämpfe nun du!
BRÜNNHILDE
Weh'! Nimm reuig
zurück das Wort!
Du liebst Siegmund;
dir zulieb',
ich weiß es, schütz'ich den Wälsung.
WOTAN
Fällen sollst du Siegmund,
für Hunding erfechten den Sieg!
Hüte dich wohl
und halte dich stark,
all deiner Kühnheit
entbiete im Kampf:
ein Siegschwert
schwingt Siegmund; -
schwerlich fällt er dir feig!
BRÜNNHILDE
Den du zu lieben
stets mich gelehrt,
der in hehrer Tugend
dem Herzen dir teuer,
gegen ihn zwingt mich nimmer
dein zwiespältig Wort!
WOTAN
Ha, Freche du!
Frevelst du mir?
Wer bist du, als meines Willens
blind wählende Kür?
Da mit dir ich tagte,
sank ich so tief,
daß zum Schimpf der eignen
Geschöpfe ich ward?
Kennst du, Kind, meinen Zorn?
Verzage dein Mut,
wenn je zermalmend
auf dich stürzte sein Strahl!
In meinem Busen
berg' ich den Grimm,
der in Grau'n und Wust
wirft eine Welt,
die einst zur Lust mir gelacht:
wehe dem, den er trifft!
Trauer schüf' ihm sein Trotz!
Drum rat' ich dir,
reize mich nicht!
Besorge, was ich befahl:
Siegmund falle -
Dies sei der Walküre Werk!
(er stürmt fort und verschwindet
schnell links im Gebirge)
BRÜNNHILDE
So sah ich Siegvater nie,
erzürnt' ihn sonst wohl
auch ein Zank!
Schwer wiegt mir
der Waffen Wucht: -
wenn nach Lust ich focht,
wie waren sie leicht!
Zu böser Schlacht
schleich' ich heut' so bang.
Weh', mein Wälsung!
Im höchsten Leid
muß dich treulos
die Treue verlassen!
Dritte Szene
(auf dem Bergioche angelangt,
gewahrt Brünnhilde, in die Schlucht
hinabblickend, Siegmund und
Sieglinde; sie betrachtet die
Nahenden einen Augenblick, dann
wendet sie sich in die Höhle zu
ihrem Roß, so daß sie dem
Zuschauer gänzlich verschwindet.
Siegmund und Sieglinde erscheinen
auf dem Bergioche. Sieglinde
schreitet hastig voraus; Siegmund
sucht sie aufzuhalten)
SIEGMUND
Raste nun hier;
gönne dir Ruh'!
SIEGLINDE
Weiter! Weiter!
SIEGMUND
Nicht weiter nun!
Verweile, süßestes Weib!
Aus Wonne-Entzücken
zucktest du auf,
mit jäher Hast
jagtest du fort:
kaum folgt' ich der wilden Flucht;
durch Wald und Flur,
über Fels und Stein,
sprachlos, schweigend
sprangst du dahin,
kein Ruf hielt dich zur Rast!
Ruhe nun aus:
rede zu mir!
Ende des Schweigens Angst!
Sieh, dein Bruder
hält seine Braut:
Siegmund ist dir Gesell'!
SIEGLINDE
Hinweg! Hinweg!
Flieh' die Entweihte!
Unheilig
umfängt dich ihr Arm;
entehrt, geschändet
schwand dieser Leib:
flieh' die Leiche,
lasse sie los!
Der Wind mag sie verweh'n,
die ehrlos dem Edlen sich gab!
Da er sie liebend umfing,
da seligste Lust sie fand,
da ganz sie minnte der Mann,
der ganz ihre Minne geweckt:
vor der süßesten Wonne
heiligster Weihe,
die ganz ihr Sinn
und Seele durchdrang,
Grauen und Schauder
ob gräßlichster Schande
mußte mit Schreck
die Schmähliche fassen,
die je dem Manne gehorcht,
der ohne Minne sie hielt!
Laß die Verfluchte,
laß sie dich fliehn!
Verworfen bin ich,
der Würde bar!
Dir reinstem Manne
muß ich entrinnen,
dir Herrlichem darf ich
nimmer gehören.
Schande bring' ich dem Bruder,
Schmach dem freienden Freund!
SIEGMUND
Was je Schande dir schuf,
das büßt nun des Frevlers Blut!
Drum fliehe nicht weiter;
harre des Feindes;
hier soll er mir fallen:
wenn Notung ihm
das Herz zernagt,
Rache dann hast du erreicht!
SIEGLINDE
Horch! Die Hörner,
hörst du den Ruf?
Ringsher tönt
wütend Getös':
aus Wald und Gau
gellt es herauf.
Hunding erwachte
aus hartem Schlaf!
Sippen und Hunde
ruft er zusammen;
mutig gehetzt
heult die Meute,
wild bellt sie zum Himmel
um der Ehe gebrochenen Eid!
Wo bist du, Siegmund?
Seh' ich dich noch,
Brünstig geliebter,
leuchtender Bruder?
Deines Auges Stern
laß noch einmal mir strahlen:
wehre dem Kuß
des verworfnen Weibes nicht!
Horch! O horch!
Das ist Hundings Horn!
Seine Meute naht
mit mächt'ger Wehr:
kein Schwert frommt
vor der Hunde Schwall:
wirf es fort, Siegmund!
Siegmund - wo bist du?
Ha dort! Ich sehe dich!
Schrecklich Gesicht!
Rüden fletschen
die Zähne nach Fleisch;
sie achten nicht
deines edlen Blicks;
bei den Füßen packt dich
das feste Gebiß -
du fällst -
in Stücken zerstaucht das Schwert:
die Esche stürzt,
es bricht der Stamm!
Bruder! Mein Bruder!
Siegmund - ha! -
(sie sinkt ohnmächtig in Siegmund
Arme)
SIEGMUND
Schwester! Geliebte!
Vierte Szene
(Brünnhilde, ihr Roß am Zaume
geleitend, tritt aus der Höhle. Sie
trägt Schild und Speer in der einen
Hand, lehnt sich mit der andern an
den Hals des Rosses und betrachtet
so mit ernster Meine Siegmund)
BRÜNNHILDE
Siegmund!
Sieh auf mich!
Ich bin's,
der bald du folgst.
SIEGMUND
Wer bist du, sag',
die so schön und ernst
mir erscheint?
BRÜNNHILDE
Nur Todgeweihten
taugt mein Anblick;
wer mich erschaut
der scheidet vom Lebenslicht.
Auf der Walstatt allein
erschein' ich Edlen:
wer mich gewahrt,
zur Wal kor ich ihn mir!
SIEGMUND
Der dir nun folgt,
wohin führst du den Helden?
BRÜNNHILDE
Zu Walvater,
der dich gewählt,
führ' ich dich:
nach Walhall folgst du mir.
SIEGMUND
In Walhalls Saal
Walvater find' ich allein?
BRÜNNHILDE
Gefallner Helden
hehre Schar
umfängt dich hold
mit hoch-heiligem Gruß.
SIEGMUND
Fänd' ich in Walhall
Wälse, den eignen Vater?
BRÜNNHILDE
Den Vater findet
der Wälsung dort.
SIEGMUND
Grüßt mich in Walhall
froh eine Frau?
BRÜNNHILDE
Wunschmädchen
walten dort hehr:
Wotans Tochter
reicht dir traulich den Trank!
SIEGMUND
Hehr bist du,
und heilig gewahr' ich
das Wotanskind:
doch Eines sag' mir, du Ew'ge!
Begleitet den Bruder
die bräutliche Schwester?
Umfängt Siegmund
Sieglinde dort?
BRÜNNHILDE
Erdenluft
muß sie noch atmen:
Sieglinde sieht
Siegmund dort nicht!
SIEGMUND
So grüße mir Walhall,
grüße mir Wotan,
grüße mir Wälse
und alle Helden,
grüß' auch die holden
Wunschesmädchen-
zu ihnen folg' ich dir nicht.
BRÜNNHILDE
Du sahest der Walküre
sehrenden Blick:
mit ihr mußt du nun ziehn!
SIEGMUND
Wo Sieglinde lebt
in Lust und Leid,
da will Siegmund auch säumen:
noch machte dein Blick
nicht mich erbleichen:
vom Bleiben zwingt er mich nie.
BRÜNNHILDE
So lang du lebst,
zwäng' dich wohl nichts:
doch zwingt dich Toren der Tod:
ihn dir zu künden
kam ich her.
SIEGMUND
Wo wäre der Held,
dem heut' ich fiel?
BRÜNNHILDE
Hunding fällt dich im Streit.
SIEGMUND
Mit Stärkrem drohe,
als Hundings Streichen!
Lauerst du hier
lüstern auf Wal,
jenen kiese zum Fang:
ich denk ihn zu fällen im Kampf!
BRÜNNHILDE
Dir, Wälsung -
höre mich wohl:
dir ward das Los gekiest.
SIEGMUND
Kennst du dies Schwert?
Der mir es schuf,
beschied mir Sieg:
deinem Drohen trotz' ich mit ihm!
BRÜNNHILDE
Der dir es schuf,
beschied dir jetzt Tod:
seine Tugend nimmt er dem Schwert!
SIEGMUND
Schweig, und schrecke
die Schlummernde nicht!
Weh! Weh!
Süßestes Weib!
Du traurigste aller Getreuen!
Gegen dich wütet
in Waffen die Welt:
und ich, dem du einzig vertraut,
für den du ihr einzig getrotzt,
mit meinem Schutz
nicht soll ich dich schirmen,
die Kühne verraten im Kampf?
Ha, Schande ihm,
der das Schwert mir schuf,
beschied er mir Schimpf für Sieg!
Muß ich denn fallen,
nicht fahr' ich nach Walhall:
Hella halte mich fest!
BRÜNNHILDE
So wenig achtest du
ewige Wonne?
Alles wär' dir
das arme Weib,
das müd' und harmvoll
matt von dem Schoße dir hängt?
Nichts sonst hieltest du hehr?
SIEGMUND
So jung und schön
erschimmerst du mir:
doch wie kalt und hart
erkennt dich mein Herz!
Kannst du nur höhnen,
so hebe dich fort,
du arge, fühllose Maid!
Doch mußt du dich weiden
an meinem Weh',
mein Leiden letze dich denn;
meine Not labe
dein neidvolles Herz:
nur von Walhalls spröden Wonnen
sprich du wahrlich mir nicht!
BRÜNNHILDE
Ich sehe die Not,
die das Herz dir zernagt,
ich fühle des Helden
heiligen Harm -
Siegmund, befiehl mir dein Weib:
mein Schutz umfange sie fest!
SIEGMUND
Kein andrer als ich
soll die Reine lebend berühren:
verfiel ich dem Tod,
die Betäubte töt' ich zuvor!
BRÜNNHILDE
Wälsung! Rasender!
Hör' meinen Rat:
befiehl mir dein Weib
um des Pfandes willen,
das wonnig von dir es empfing!
SIEGMUND
Dies Schwert,
das dem Treuen ein Trugvoller schuf;
dies Schwert,
das feig vor dem Feind mich verrät:
frommt es nicht gegen den Feind,
so fromm' es denn wider den Freund!
(er zückt das Schwert auf Sieglinde)
Zwei Leben
lachen dir hier:
nimm sie, Notung,
neidischer Stahl!
Nimm sie mit einem Streich!
BRÜNNHILDE
Halt' ein Wälsung!
Höre mein Wort!
Sieglinde lebe -
und Siegmund lebe mit ihr!
Beschlossen ist's;
das Schlachtlos wend' ich:
dir, Siegmund,
schaff' ich Segen und Sieg!
(man hört aus dem fernen
Hintergrunde Hornrufe erschallen)
Hörst du den Ruf?
Nun rüste dich, Held!
Traue dem Schwert
und schwing' es getrost:
treu hält dir die Wehr,
wie die Walküre treu dich schützt!
Leb' wohl, Siegmund,
seligster Held!
Auf der Walstatt seh'
ich dich wieder!
(sie stürmt fort und verschwindet
mir dem Rosse rechts in einer
Seitenschlucht)
Fünfte Szene
SIEGMUND
Zauberfest
bezähmt ein Schlaf
der Holden Schmerz und Harm.
Da die Walküre zu mir trat,
schuf sie ihr den wonnigen Trost?
Sollte die grimmige Wal
nicht schrecken ein
gramvolles Weib?
Leblos scheint sie,
die dennoch lebt:
der Traurigen kost
ein lächelnder Traum. -
So schlummre nun fort,
bis die Schlacht gekämpft,
und Friede dich erfreu'!
Der dort mich ruft,
rüste sich nun;
was ihm gebührt,
biet' ich ihm:
Notung zahl' ihm den Zoll!
(er eilt Hintergrunde zu und
verschwindet)
SIEGLINDE
(beginnt sich träumend unruhiger)
Kehrte der Vater nur heim!
Mit dem Knaben
noch weilt er im Wald.
Mutter! Mutter!
Mir bangt der Mut:
nicht freund und friedlich
scheinen die Fremden!
Schwarze Dämpfe -
schwüles Gedünst -
feurige Lohe
leckt schon nach uns -
es brennt das Haus -
zu Hilfe, Bruder!
Siegmund! Siegmund!
(sie springt auf)
Siegmund - Ha!
(der Hornruf Hundings ertönt in der
Nähe)
HUNDING STIMME
Wehwalt! Wehwalt!
Steh' mir zum Streit,
sollen dich Hunde nicht halten!
SIEGMUNDS STIMME
Wo birgst du dich,
daß ich vorbei dir schoß?
Steh', daß ich dich stelle!
SIEGLINDE
Hunding! Siegmund!
Könnt' ich sie sehen!
HUNDING
Hieher, du frevelnder Freier!
Fricka fälle dich hier!
SIEGMUND
Noch wähnst du mich waffenlos,
feiger Wicht?
Drohst du mit Frauen,
so ficht nun selber,
sonst läßt dich Fricka im Stich!
Denn sieh: deines Hauses
heimischem Stamm
entzog ich zaglos das Schwert;
seine Schneide schmecke jetzt du!
SIEGLINDE
Haltet ein, ihr Männer!
Mordet erst mich!
(ein Blitz erhellt für einen
Augenblick das Bergjoch, auf
welchem jetzt Hunding und
Siegmund kämpfend gewahrt
werden. In dem Lichtglanze
erscheint Brünnhilde, über
Siegmund schwebend und diesen mit
dem Schilde deckend)
BRÜNNHILDE
Triff ihn, Siegmund!
traue dem Schwert!
(als Siegmund soeben zu einem
tödlichen Streiche auf Hunding
ausholt, bricht von links her ein
glühend rötlicher Schein durch das
Gewölk aus, in welchem Wotan
erscheint, über Hunding stehend
und seinen Speer Siegmund quer
entgegenhaltend)
WOTAN
Zurück vor dem Speer!
In Stücken das Schwert!
(Brünnhilde weicht erschrocken vor
Wotan mit dem Schilde zurück:
Siegmunds Schwert zerspringt an
dem vorgehaltenen Speere. Dem
Unbewehrten stößt Hunding seinen
Speer in die Brust. Siegmund stürzt
tot zu Boden)
BRÜNNHILDE
(zu Sieglinde)
Zu Roß, daß ich dich rette!
(sie hebt Sieglinde schnell zu sich
auf ihr der Seitenschlucht nahe
stehendes Roß und verschwindet
sogleich mit ihr. Wotan, von Gewölk
umgeben, steht dahinter auf einem
Felsen an seinen Speer gelehnt und
schmerzlich auf Siegmunds Leiche
blickend)
WOTAN
(zu Hunding)
Geh' hin, Knecht!
Knie vor Fricka:
meld' ihr, daß Wotans Speer
gerächt, was Spott ihr schuf.
Geh'! - Geh'!
(vor seinen verächtlichen Handwink
sinkt Hunding tot zu Boden)
Doch Brünnhilde!
Weh' der Verbrecherin!
Furchtbar sei
die Freche gestraft,
erreicht mein Roß ihre Flucht!
(er verschwindet mit Blitz und
Donner)
(En la cumbre de una montaña rocosa. A la derecha un bosque de abetos.
A la izquierda, la boca de una gruta que forma una sala natural:
por encima de ella se eleva la peña hasta su picacho más alto.
Hacia detrás rocas de diferente altura flanquean la orilla de la
cuesta que desciende escarpadamente hacia el foro.
Masas de nubes dispersas corren por delante del borde
de las rocas, como empujadas por la tormenta.
Gerhilde, Ortlinde, Waltraute y Schwertleite han acampado
en el picacho que hay encima de la gruta; van completamente armadas)
AKT III
Erste Szene
GERHILDE
Hojotoho! Hojotoho!
Heiaha! Heiaha!
Helmwige! Hier!
Hieher mit dem Roß!
HELMWIGES STIMME
Hojotoho! Hojotoho! Heiaha!
(in dem Gewölk bricht Blitzesglanz
aus; eine Walküre zu Roß wird in
ihm sichtbar; über ihrem Sattel
hängt ein erschlagener Krieger)
GERHILDE, WALTRAUTE,
SCHWERTLEITE
Heiaha! Heiaha!
ORTLINDE
Zu Ortlindes Stute
stell deinen Hengst:
mit meiner Grauen
grast gern dein Brauner!
WALTRAUTE
Wer hängt dir im Sattel?
HELMWIGE
Sintolt, der Hegeling!
SCHWERTLEITE
Führ' deinen Brauen
fort von der Grauen:
Ortlindes Mähre
trägt Wittig, den Irming!
GERHILDE
Als Feinde nur sah ich
Sintolt und Wittig!
ORTLINDE
Heiaha! Die Stute
stößt mir der Hengst!
GERHILDE
Der Recken Zwist
entzweit noch die Rosse!
HELMWIGE
Ruhig, Brauner!
Brich nicht den Frieden!
WALTRAUTE
Hoioho! Hoioho!
Siegrune, hier!
Wo säumst du so lang?
SIEGRUNES STIMME
Arbeit gab's!
Sind die andren schon da?
SCHWERTLEITE, WALTRAUTE
Hojotoho! Hojotoho!
Heiaha!
GERHILDE
Heiaha!
GRIMGERDE, ROßWEIßE
Hojotoho! Hojotoho!
Heiaha!
WALTRAUTE, SCHWERTLEITE
Grimgerd' und Roßweiße!
SCHWERTLEITE
Sie reiten zu zwei.
HELMWIGE, ORTLINDE,
SIEGRUNE
Gegrüßt, ihr Reisige!
Roßweiß' und Grimgerde!
ROßWEIßES, GRIMGERDES,
STIMMEN
Hojotoho! Hojotoho! Heiaha!
DIE SECHS ANDEREN
WALKÜREN
Hojotoho! Hojotoho!
Heiaha! Heiaha!
GERHILDE
In Wald mit den Rossen
zu Weid' und Rast!
ORTLINDE
Führet die Mähren
fern von einander,
bis unsrer Helden
Haß sich gelegt!
HELMWIGE
Der Helden Grimm
büßte schon die Graue!
ROßWEIßE UND GRIMGERDE
Hojotoho! Hojotoho!
DIE SECHS ANDEREN
WALKÜREN
Willkommen! Willkommen!
SCHWERTLEITE
Wart ihr Kühnen zu zwei?
GRIMGERDE
Getrennt ritten wir
und trafen uns heut'.
ROßWEIßE
Sind wir alle versammelt,
so säumt nicht lange:
nach Walhall brechen wir auf,
Wotan zu bringen die Wal.
HELMWIGE
Acht sind wir erst:
eine noch fehlt.
GERHILDE
Bei dem braunen Wälsung
weilt wohl noch Brünnhilde.
WALTRAUTE
Auf sie noch harren müssen wir hier:
Walvater gäb' uns
grimmigen Gruß,
säh' ohne sie er uns nahn!
SIEGRUNE
(auf der Felswarte, von wo sie
hinausspäht)
Hojotoho! Hojotoho!
Hieher! Hieher!
In brünstigem Ritt
jagt Brünnhilde her.
DIE ACHT WALKÜREN
Hojotoho! Hojotoho!
Brünnhilde! Hei!
WALTRAUTE
Nach dem Tann lenkt sie
das taumelnde Roß.
GRIMGERDE
Wie schnaubt Grane
vom schnellen Ritt!
ROßWEIßE
So jach sah ich nie
Walküren jagen!
ORTLINDE
Was hält sie im Sattel?
HELMWIGE
Das ist kein Held!
SIEGRUNE
Eine Frau führt sie!
GERHILDE
Wie fand sie die Frau?
SCHWERTLEITE
Mit keinem Gruß
grüßt sie die Schwestern!
WALTRAUTE
Heiaha! Brünnhilde!
Hörst du uns nicht?
ORTLINDE
Helft der Schwester
vom Roß sich schwingen!
HELMWIGE, GERHILDE,
SIEGRUNE, ROßWEIßE
Hojotoho! Hojotoho!
ORTLINDE, WALTRAUTE,
GRIMGERDE, SCHWERTLEITE
Heiaha!
WALTRAUTE
Zu Grunde stürzt
Grane, der Starke!
GRIMGERDE
Aus dem Sattel hebt sie
hastig das Weib!
ORTLINDE, WALTRAUTE,
GRIMGERDE, SCHWERTLEITE
Schwester! Schwester!
Was ist geschehn?
(kommt Brünnhilde, Sieglinde
unterstützend und geleitend)
BRÜNNHILDE
Schützt mich und helft
in höchster Not!
DIE ACHT WALKÜREN
Wo rittest du her
in rasender Hast?
So fliegt nur, wer auf der Flucht!
BRÜNNHILDE
Zum erstenmal flieh' ich
und bin verfolgt:
Heervater hetzt mir nach!
DIE ACHT WALKÜREN
Bist du von Sinnen?
Sprich! Sage uns! Wie?
Verfolgt dich Heervater?
Fliehst du vor ihm?
BRÜNNHILDE
(wendet sich ängstlich, um zu
spähen, und kehrt wieder zurück)
O Schwestern, späht
von des Felsens Spitze!
Schaut nach Norden,
ob Walvater naht!
Schnell! Seht ihr ihn schon?
(Ortlinde und Waltraute springen
auf die Felsspitze zur Warte)
ORTLINDE
Gewittersturm
naht von Norden.
WALTRAUTE
Starkes Gewölk
staut sich dort auf!
DIE WEITEREN SECHS
WALKÜREN
Heervater reitet
sein heiliges Roß!
BRÜNNHILDE
Der wilde Jäger,
der wütend mich jagt,
er naht, er naht von Norden!
Schützt mich, Schwestern!
Rettet dies Weib!
SECHS WALKÜREN
Was ist mit dem Weibe?
BRÜNNHILDE
Hört mich in Eile:
Sieglinde ist es,
Siegmunds Schwester und Braut:
gegen die Wälsungen
wütet Wotan in Grimm;
dem Bruder sollte
Brünnhilde heut'
entziehen den Sieg;
doch Siegmund schützt' ich
mit meinem Schild,
trotzend dem Gott!
Der traf ihn da selbst mit dem Speer:
Siegmund fiel;
doch ich floh
fern mit der Frau;
sie zu retten,
eilt' ich zu euch -
ob mich Bange auch
ihr berget vor dem
strafenden Streich!
SECHS WALKÜREN
Betörte Schwester,
was tatest du?
Wehe! Brünnhilde, wehe!
Brach ungehorsam
Brünnhilde
Heervaters heilig Gebot?
WALTRAUTE
(von der Warte)
Nächtig zieht es
von Norden heran.
ORTLINDE
(ebenso)
Wütend steuert
hierher der Sturm.
ROßWEIßE, GRIMGERDE,
SCHWERTLEITE
Wild wiehert
Walvaters Roß.
HELMWIGE, GERHILDE,
SCHWERTLEITE
Schrecklich schnaubt es daher!
BRÜNNHILDE
Wehe der Armen,
wenn Wotan sie trifft:
den Wälsungen allen
droht er Verderben! -
Wer leiht mir von euch
das leichteste Roß,
das flink die Frau ihm entführ'?
SIEGRUNE
Auch uns rätst du
rasenden Trotz?
BRÜNNHILDE
Roßweiße, Schwester,
leih' mir deinen Renner!
ROßWEIßE
Vor Walvater floh
der fliegende nie.
BRÜNNHILDE
Helmwige, höre!
HELMWIGE
Dem Vater gehorch' ich.
BRÜNNHILDE
Grimgerde! Gerhilde!
Gönnt mir eu'r Roß!
Schwertleite! Siegrune!
Seht meine Angst!
Seid mir treu,
wie traut ich euch war:
rettet dies traurige Weib!
SIEGLINDE
(die bisher finster und kalt vor sich
hingestarrt, fährt, als Brünnhilde
sie lebhaft - wie zum Schutze -
umfaßt, mit einer abwehrenden
Gebärde auf)
Nicht sehre dich Sorge um mich:
einzig taugt mir der Tod!
Wer hieß dich Maid,
dem Harst mich entführen?
Im Sturm dort hätt' ich
den Streich empfahn
von derselben Waffe,
der Siegmund fiel:
das Ende fand ich
vereint mit ihm!
Fern von Siegmund -
Siegmund, von dir! -
O deckte mich Tod,
daß ich's denke!
Soll um die Flucht
dir, Maid, ich nicht fluchen,
so erhöre heilig mein Flehen:
stoße dein Schwert mir ins Herz!
BRÜNNHILDE
Lebe, o Weib,
um der Liebe willen!
Rette das Pfand,
das von ihm du empfingst:
ein Wälsung wächst dir im Schoß!
SIEGLINDE
(sogleich strahlt aber ihr Gesicht
in erhabener Freude auf)
Rette mich, Kühne!
Rette mein Kind!
Schirmt mich, ihr Mädchen,
mit mächtigstem Schutz!
WALTRAUTE
(auf der Warte)
Der Sturm kommt heran.
ORTLINDE
(ebenso)
Flieh', wer ihn fürchtet!
DIE SECHS ANDEREN
WALKÜREN
Fort mit dem Weibe,
droht ihm Gefahr:
der Walküren keine
wag' ihren Schutz!
SIEGLINDE
Rette mich, Maid!
Rette die Mutter!
BRÜNNHILDE
So fliehe denn eilig -
und fliehe allein!
Ich bleibe zurück,
biete mich Wotans Rache:
an mir zögr' ich
den Zürnenden hier,
während du seinem Rasen entrinnst.
SIEGLINDE
Wohin soll ich mich wenden?
BRÜNNHILDE
Wer von euch Schwestern
schweifte nach Osten?
SIEGRUNE UND ROßWEIßE
Nach Osten weithin
dehnt sich ein Wald:
der Niblungen Hort
entführte Fafner dorthin.
SCHWERTLEITE,HELMWIGE
Wurmes Gestalt
schuf sich der Wilde:
in einer Höhle
hütet er Alberichs Reif!
GRIMGERDE
Nicht geheu'r ist's dort
für ein hilflos' Weib.
BRÜNNHILDE
Und doch vor Wotans Wut
schützt sie sicher der Wald:
ihn scheut der Mächt'ge
und meidet den Ort.
WALTRAUTE
(auf der Warte)
Furchtbar fährt
dort Wotan zum Fels.
SECHS WALKÜREN
Brünnhilde, hör'
seines Nahens Gebraus!
BRÜNNHILDE
Fort denn eile,
nach Osten gewandt!
Mutigen Trotzes
ertrag' alle Müh'n, -
Hunger und Durst,
Dorn und Gestein;
lache, ob Not,
ob Leiden dich nagt!
Denn eines wiss'
und wahr' es immer:
den hehrsten Helden der Welt
hegst du, o Weib,
im schirmenden Schoß!
(sie zieht die Stücken von
Siegmunds Schwert unter ihrem
Panzer hervor und überreicht sie
Sieglinde)
Verwahr' ihm die starken
Schwertesstücken;
seines Vaters Walstatt
entführt' ich sie glücklich:
der neu gefügt
das Schwert einst schwingt,
den Namen nehm' er von mir -
"Siegfried" erfreu' sich des Siegs!
SIEGLINDE
O hehrstes Wunder!
Herrlichste Maid!
Dir Treuen dank' ich
heiligen Trost!
Für ihn, den wir liebten,
rett' ich das Liebste:
meines Dankes Lohn
lache dir einst!
Lebe wohl!
Dich segnet Sieglindes Weh'!
(sie eilt rechts im Vordergrunde von
dannen. Die Felshöhe ist von
schwarzen Gewitterwolken
umlagert; furchtbarer Sturm braust
aus dem Hintergrunde daher,
wachsender Feuerschein rechts
daselbst)
WOTANS STIMME
Steh'! Brünnhild'!
ORTLINDE, WALTRAUTE
(von der Warte herabsteigend)
Den Fels erreichten
Roß und Reiter!
ALLE ACHT WALKÜREN
Weh', Brünnhild'!
Rache entbrennt!
BRÜNNHILDE
Ach, Schwestern, helft!
Mir schwankt das Herz!
Sein Zorn zerschellt mich,
wenn euer Schutz ihn nicht zähmt.
DIE ACHT WALKÜREN
Hieher, Verlor'ne!
Laß dich nicht sehn!
Schmiege dich an uns
und schweige dem Ruf!
Weh'!
Wütend schwingt sich
Wotan vom Roß! -
Hieher rast
sein rächender Schritt!
Zweite Szene
(Wotan tritt in höchster zorniger
Aufgeregtheit aus dem Tann auf)
WOTAN
Wo ist Brünnhild',
wo die Verbrecherin?
Wagt ihr, die Böse
vor mir zu bergen?
DIE ACHT WALKÜREN
Schrecklich ertost dein Toben!
Was taten, Vater, die Töchter,
daß sie dich reizten
zu rasender Wut?
WOTAN
Wollt ihr mich höhnen?
Hütet euch, Freche!
Ich weiß: Brünnhilde
bergt ihr vor mir.
Weichet von ihr,
der ewig Verworfnen,
wie ihren Wert
von sich sie warf!
ROßWEIßE
Zu uns floh
die Verfolgte.
DIE ACHT WALKÜREN
Unsern Schutz flehte sie an!
Mit Furcht und Zagen
faßt sie dein Zorn:
für die bange Schwester
bitten wir nun,
daß den ersten Zorn du bezähmst.
Laß dich erweichen für sie,
zähme deinen Zorn!
WOTAN
Weichherziges
Weibergezücht!
So matten Mut
gewannt ihr von mir?
Erzog ich euch, kühn
zum Kampfe zu zieh'n,
schuf ich die Herzen
euch hart und scharf,
daß ihr Wilden nun weint und greint,
wenn mein Grimm eine
Treulose straft?
So wißt denn, Winselnde,
was sie verbrach,
um die euch Zagen
die Zähre entbrennt:
Keine wie sie
kannte mein innerstes Sinnen;
keine wie sie
wußte den Quell meines Willens!
Sie selbst war
meines Wunsches schaffender Schoß:
und so nun brach sie
den seligen Bund,
daß treulos sie
meinem Willen getrotzt,
mein herrschend Gebot
offen verhöhnt,
gegen mich die Waffe gewandt,
die mein Wunsch allein ihr schuf! -
Hörst du's, Brünnhilde?
Du, der ich Brünne,
Helm und Wehr,
Wonne und Huld,
Namen und Leben verlieh?
Hörst du mich Klage erheben,
und birgst dich bang dem Kläger,
daß feig du der Straf' entflöhst?
BRÜNNHILDE
Hier bin ich, Vater:
gebiete die Strafe!
WOTAN
Nicht straf' ich dich erst:
deine Strafe schufst du dir selbst.
Durch meinen Willen
warst du allein:
gegen ihn doch hast du gewollt;
meinen Befehl nur
führtest du aus:
gegen ihn doch hast du befohlen;
Wunschmaid
warst du mir:
gegen mich doch hast du gewünscht;
Schildmaid
warst du mir:
gegen mich doch hobst
du den Schild;
Loskieserin
warst du mir:
gegen mich doch kiestest du Lose;
Heldenreizerin
warst du mir:
gegen mich doch reiztest du Helden.
Was sonst du warst,
sagte dir Wotan:
was jetzt du bist,
das sage dir selbst!
Wunschmaid bist du nicht mehr;
Walküre bist du gewesen:
nun sei fortan,
was so du noch bist!
BRÜNNHILDE
Du verstößt mich?
Versteh' ich den Sinn?
WOTAN
Nicht send' ich dich
mehr aus Walhall;
nicht weis' ich dir mehr
Helden zur Wal;
nicht führst du mehr Sieger
in meinen Saal:
bei der Götter trautem Mahle
das Trinkhorn nicht reichst
du traulich mir mehr;
nicht kos' ich dir mehr
den kindischen Mund;
von göttlicher Schar
bist du geschieden,
ausgestoßen
aus der Ewigen Stamm;
gebrochen ist unser Bund;
aus meinem Angesicht
bist du verbannt.
DIE ACHT WALKÜREN
Wehe! Weh'!
Schwester, ach Schwester!
BRÜNNHILDE
Nimmst du mir alles,
was einst du gabst?
WOTAN
Der dich zwingt,wird dir's entziehn!
Hieher auf den Berg
banne ich dich;
in wehrlosen Schlaf
schließ' ich dich :
der Mann dann fange die Maid,
der am Wege sie findet und weckt.
DIE ACHT WALKÜREN
Halt' ein! O Vater!
Halt' ein den Fluch!
Soll die Maid verblühn
und verbleichen dem Mann?
Hör unser Fleh'n!
Schrecklicher Gott,
wende von ihr
die schreiende Schmach!
Wie die Schwester träfe
uns selber der Schimpf!
WOTAN
Hörtet ihr nicht,
was ich verhängt?
Aus eurer Schar
ist die treulose
Schwester geschieden;
mit euch zu Roß
durch die Lüfte nicht
reitet sie länger;
die magdliche Blume
verblüht der Maid;
ein Gatte gewinnt
ihre weibliche Gunst;
dem herrischen Manne
gehorcht sie fortan;
am Herde sitzt sie und spinnt,
aller Spottenden Ziel und Spiel.
(Brünnhilde sinkt mit einem, Schrei
zu Boden; die Walküren weichen
entsetzt mit heftigem Geräusch von
ihrer Seite)
Schreckt euch ihr Los?
So flieht die Verlor'ne!
Weichet von ihr
und haltet euch fern!
Wer von euch wagte
bei ihr zu weilen,
wer mir zum Trotz
zu der Traurigen hielt' -
die Törin teilte ihr Los:
das künd' ich der Kühnen an!
Fort jetzt von hier;
meidet den Felsen!
Hurtig jagt mir von hinnen,
sonst erharrt Jammer euch hier!
DIE ACHT WALKÜREN
Weh! Weh!
(sie fahren unter wildem Schrei
auseinander und stürzen in hastiger
Flucht in den Tann)
Dritte Szene
BRÜNNHILDE
War es so schmählich,
was ich verbrach,
daß mein Verbrechen
so schmählich du bestrafst?
War es so niedrig,
was ich dir tat,
daß du so tief
mir Erniedrigung schaffst?
War es so ehrlos,
was ich beging,
daß mein Vergehn nun
die Ehre mir raubt?
O sag', Vater!
Sieh mir ins Auge:
schweige den Zorn,
zähme die Wut,
und deute mir hell
die dunkle Schuld,
die mit starrem Trotze dich zwingt,
zu verstoßen dein trautestes Kind!
WOTAN
Frag' deine Tat,
sie deutet dir deine Schuld!
BRÜNNHILDE
Deinen Befehl
führte ich aus.
WOTAN
Befahl ich dir
für den Wälsung zu fechten?
BRÜNNHILDE
So hießest du mich
als Herrscher der Wal!
WOTAN
Doch meine Weisung
nahm ich wieder zurück!
BRÜNNHILDE
Als Fricka den eignen
Sinn dir entfremdet;
da ihrem Sinn du dich fügtest,
warst du selber dir Feind.
WOTAN
Daß du mich verstanden,
wähnt' ich,
und strafte den wissenden Trotz:
doch feig und dumm
dachtest du mich!
So hätt' ich Verrat nicht zu rächen;
zu gering wärst
du meinem Grimm?
BRÜNNHILDE
Nicht weise bin ich,
doch wußt' ich das eine,
daß den Wälsung du liebtest.
Ich wußte den Zwiespalt,
der dich zwang,
dies eine ganz zu vergessen.
Das andre mußtest
einzig du sehn,
was zu schaun so herb
schmerzte dein Herz:
daß Siegmund Schutz du versagtest.
WOTAN
Du wußtest es so,
und wagtest dennoch den Schutz?
BRÜNNHILDE
Weil für dich im Auge
das eine ich hielt,
dem, im Zwange des andren
schmerzlich entzweit,
ratlos den Rücken du wandtest!
Die im Kampfe Wotan
den Rücken bewacht,
die sah nun das nur,
was du nicht sahst: -
Siegmund mußt' ich sehn.
Tod kündend
trat ich vor ihn,
gewahrte sein Auge,
hörte sein Wort;
ich vernahm des Helden
heilige Not;
tönend erklang mir
des Tapfersten Klage:
freiester Liebe
furchtbares Leid,
traurigsten Mutes
mächtigster Trotz!
Meinem Ohr erscholl,
mein Aug' erschaute,
was tief im Busen das Herz
zu heil'gem Beben mir traf.
Scheu und staunend
stand ich in Scham.
Ihm nur zu dienen
konnt' ich noch denken:
Sieg oder Tod
mit Siegmund zu teilen:
dies nur erkannt' ich
zu kiesen als Los! -
Der diese Liebe
mir ins Herz gehaucht,
dem Willen, der
dem Wälsung mich gesellt,
ihm innig vertraut,
trotzt' ich deinem Gebot.
WOTAN
So tatest du,
was so gern zu tun ich begehrt,
doch was nicht zu tun
die Not zwiefach mich zwang?
So leicht wähntest du
Wonne des Herzens erworben,
wo brennend Weh'
in das Herz mir brach,
wo gräßliche Not
den Grimm mir schuf,
einer Welt zu liebe
der Liebe Quell
im gequälten Herzen zu hemmen?
Wo gegen mich selber
ich sehrend mich wandte,
aus Ohnmachtschmerzen
schäumend ich aufschoß,
wütender Sehnsucht
sengender Wunsch
den schrecklichen Willen mir schuf,
in den Trümmern der eignen Welt
meine ew'ge Trauer zu enden: -
da labte süß
dich selige Lust;
wonniger Rührung
üppigen Rausch
enttrankst du lachend
der Liebe Trank,
als mir göttlicher Not
nagende Galle gemischt?
Deinen leichten Sinn
laß dich denn leiten:
von mir sagtest du dich los.
Dich muß ich meiden,
gemeinsam mit dir
nicht darf ich Rat mehr raunen;
getrennt, nicht dürfen
traut wir mehr schaffen:
so weit Leben und Luft
darf der Gott dir
nicht mehr begegnen!
BRÜNNHILDE
Wohl taugte dir nicht
die tör'ge Maid,
die staunend im Rate
nicht dich verstand,
wie mein eigner Rat
nur das eine mir riet:
zu lieben, was du geliebt-
Muß ich denn scheiden
und scheu dich meiden,
mußt du spalten,
was einst sich umspannt,
die eigne Hälfte
fern von dir halten,
daß sonst sie ganz dir gehörte,
du Gott, vergiß das nicht!
Dein ewig Teil
nicht wirst du entehren,
Schande nicht wollen,
die dich beschimpft:
dich selbst ließest du sinken,
sähst du dem Spott mich zum Spiel!
WOTAN
Du folgtest selig
der Liebe Macht:
folge nun dem,
den du lieben mußt!
BRÜNNHILDE
Soll ich aus Walhall scheiden,
nicht mehr mit dir
schaffen und walten,
dem herrischen Manne
gehorchen fortan:
dem feigen Prahler
gib mich nicht preis!
Nicht wertlos sei er,
der mich gewinnt.
WOTAN
Von Walvater
schiedest du,
nicht wählen darf er für dich.
BRÜNNHILDE
Du zeugtest ein edles Geschlecht;
kein Zager kann je ihm entschlagen:
der weihlichste Held,
ich weiß es,
entblüht dem Wälsungenstamm!
WOTAN
Schweig von dem Wälsungenstamm!
Von dir geschieden,
schied ich von ihm:
vernichten mußt' ihn der Neid!
BRÜNNHILDE
Die von dir sich riß,
rettete ihn.
Sieglinde hegt
die heiligste Frucht;
in Schmerz und Leid,
wie kein Weib sie gelitten,
wird sie gebären,
was bang sie birgt.
WOTAN
Nie suche bei mir
Schutz für die Frau,
noch für ihres Schoßes Frucht!
BRÜNNHILDE
Sie wahret das Schwert,
das du Siegmund schufest.
WOTAN
Und das ich ihm in Stücke schlug!
Nicht streb, o Maid,
den Mut mir zu stören;
erwarte dein Los,
wie sich's dir wirft;
nicht kiesen kann ich es dir!
Doch fort muß ich jetzt,
fern mich verziehn;
zuviel schon zögert' ich hier;
von der Abwendigen
wend ich mich ab;
nicht wißen darf ich,
was sie sich wünscht;
die Strafe nur
muß vollstreckt ich sehn!
BRÜNNHILDE
Was hast du erdacht,
daß ich erdulde?
WOTAN
In festen Schlaf
verschließ ich dich:
wer so die Wehrlose weckt,
dem ward, erwacht, sie zum Weib!
BRÜNNHILDE
Soll feßelnder Schlaf
fest mich binden,
dem feigsten Manne
zur leichten Beute:
dies eine mußt du erhören,
was heil'ge Angst zu dir fleht!
Die Schlafende schütze
mit scheuchendem Schrecken,
daß nur ein furchtlos
freister Held
hier auf dem Felsen
einst mich fänd!
WOTAN
Zuviel begehrst du,
zuviel der Gunst!
BRÜNNHILDE
Dies eine mußt du gewähren!
Zerknicke dein Kind,
das dein Knie umfaßt;
zertritt die Traute,
zertrümm're die Maid,
ihres Leibes Spur
zerstöre dein Speer:
doch gib, Grausamer, nicht
der gräßlichsten Schmach sie preis!
Auf dein Gebot
entbrenne ein Feuer;
den Felsen umglühe
lodernde Glut;
es leck' ihre Zung',
es freße ihr Zahn
den Zagen,
der frech sich wagte,
dem freislichen Felsen zu nahn!
WOTAN
Leb wohl, du kühnes,
herrliches Kind!
Du meines Herzens
heiligster Stolz!
Leb wohl! Leb wohl! Leb wohl!
Muß ich dich meiden,
und darf nicht minnig
mein Gruß dich mehr grüßen;
sollst du nun nicht mehr
neben mir reiten,
noch Met beim Mahl mir reichen;
muß ich verlieren
dich, die ich liebe,
du lachende Lust meines Auges:
ein bräutliches Feuer
soll dir nun brennen,
wie nie einer Braut es gebrannt!
Flammende Glut
umglühe den Fels;
mit zehrenden Schrecken
scheuch es den Zagen;
der Feige fliehe
Brünnhildes Fels!
Denn einer nur freie die Braut,
der freier als ich, der Gott!
(Brünnhilde sinkt gerüht und
begeistert an Wotans Brust; er hält
sie lange umfangen)
Der Augen leuchtendes Paar,
das oft ich lächelnd gekost,
wenn Kampfeslust
ein Kuß dir lohnte,
wenn kindisch lallend
der helden Lob
von holden Lippen dir floß
dieser Augen strahlendes Paar,
das oft im Sturm mir geglänzt,
wenn Hoffnungsehnen
das Herz mir sengte,
nach Weltenwonne
mein Wunsch verlangte
aus wild webendem Bangen:
zum letzten Mal
letz' es mich heut
mit des Lebewohles
letztem Kuß!
Dem glücklichem Manne
glänzte sein Stern:
dem unseligen Ew'gen
muß es scheidend sich schließen.
(er faßt ihr Haupt in beide Hände)
Denn so kehrt
der Gott sich dir ab,
so küßt er die Gottheit von dir!
(er küßt sie lange auf beide Augen.
Er geleitet sie zart auf einen
niedrigen Mooshügel zu liegen, über
den sich eine breitästige Tanne
ausstreckt. Er betrachtet sie und
schließt ihr den Helm: sein Auge
weilt dann auf der Gestalt der
Schlafenden, die er nun mit dem
großen Stahlschilde der Walküre
ganz zudeckt. Langsam kehrt er sich
ab; mit einen schmerzlichen Blicke
wendet er sich noch einmal um.
Dann schreitet er mit feierlichem
Entschluß in die Mitte der Bühne
und kehrt die Spitze seines Speeres
gegen einen mächtigen Felsstein)
Loge, hör!
Lausche hieher!
Wie zuerst ich dich fand,
als feurige Glut,
wie dann einst du mir schwandest,
als schweifende Lohe;
wie ich dich band,
bann ich dich heut!
Herauf, wabernde Lohe!
Umlodre mir feurig den Fels!
(er stößt mit dem Folgenden dreimal
mit dem Speer auf den Stein)
Loge! Loge! Hieher!
(dem Stein entfährt ein Feuerstrahl
der zur allmählich immer helleren
Flammenglut anschwillt. Lichte
Flackerlohe bricht aus. Lichte
Brunst umgibt Wotan mit wildem
Flackern. Er weist mit dem Speere
gebieterisch dem Feuermeer den
Umkreis des Felsenrandes zur
Strömung an; alsbald zieht es sich
nach dem Hintergrund, wo es nun
fortwährend den Bergsaum
umlodert)
Wer meines Speeres
Spitze fürchtet,
durchschreite das Feuer nie!
(er streckt den Speer wie zum Banne
aus. Dann blickt er schmerzlich auf
Brünnhilde zurück, wendet sich
langsam zum Gehen und blick noch
einmal zurück, ehe er durch das
Feuer verschwindet)
Resumen biográfico de Richard Wagner
ilhelm Richard Wagner, compositor, dramaturgo, director de orquesta, poeta, escritor y teórico musical, nació en la ciudad sajona alemana de Leipzig el 22 de mayo de 1813 y murió en Venecia, Italia, el 13 de febrero de 1883, a los 70 años de edad. Sus restos descansan en los jardines de su casa en Bayreuth.
Aunque Wagner prácticamente sólo compuso para la escena, su influencia en la música es un hecho incuestionable. Las grandes corrientes musicales surgidas con posterioridad, desde el expresionismo hasta el impresionismo, por continuación o por reacción, encuentran en él su verdadero origen, hasta el punto de que algunos críticos sostienen que toda la música contemporánea propia del Siglo XX nace de la armonía, rica en cromatismos y en las disonancias no resueltas de Tristán e Iseo.
La infancia de Wagner se vio influida por su padrastro Ludwig Geyer, actor, pintor y poeta, que suscitó en el niño su temprano entusiasmo por toda manifestación artística-filosófica-política. La literatura, además de la música, fue desde el principio su gran pasión, pero el conocimiento del compositor Carl Maria von Weber y, sobre todo, el descubrimiento de la Sinfonía Nº 9 “Coral”, de Beethoven lo orientaron definitivamente hacia el cultivo del arte de los sonidos, aunque sin abandonar por ello su vocación literaria, que le permitiría escribir sus propios libretos operísticos.
De formación autodidacta, sus progresos en la composición fueron lentos y difíciles, agravados por una inestable situación financiera, la necesidad de dedicarse a tareas ingratas (transcripciones de partituras, dirección de teatros provincianos) y las dificultades para dar a conocer sus composiciones. Sus primeras óperas –Las hadas, La prohibición de amar, Rienzi– mostraban su supeditación a unos modelos en exceso evidentes (era muy notoria en el joven Wagner la influencia de otros compositores como Weber, Marschner, Bellini, Meyerbeer), sin revelar nada del futuro arte de este magnífico autor.
Hasta el estreno, en 1843, de El holandés errante, no encontró el Wagner su voz personal y propia, aún deudora de algunas convenciones formales que en posteriores trabajos fueron desapareciendo. Tannhäuser y Lohengrin señalaron el camino hacia el drama musical, la renovación de la música escénica que llevó a cabo Wagner, tanto a nivel teórico como práctico, en sus siguientes partituras: El Oro del Rhin (primera parte de la tetralogía El Anillo del Nibelungo) y Tristán e Iseo.
En estas obras se elimina la separación entre números, entre recitativos y partes cantadas, de modo que todo el Drama queda configurado como un fluido musical continuo, de carácter sinfónico, en el que la unidad viene dada por el empleo de unos breves temas musicales, los leitmotivs (término creado por el propio Wagner), cuya función, además de estructural, es simbólica: cada uno de ellos viene a ser la representación de un elemento, una situación o un personaje que aparece en el drama, representado por la música orquestal oculta en el foso del teatro.
No sólo en el aspecto formal fue revolucionaria la aportación wagneriana: en los campos de la melodía, la armonía y la orquestación –con el uso de una orquesta sinfónica de proporciones muy superiores a las que tenían las habituales orquestas de ópera–, sino que también dejó una impronta duradera. Su gran aspiración no era otra que la de lograr la Gesamtkunstwerk, la “obra de arte total” en la que se sintetizaran todos los lenguajes artísticos.
Sus ideas tuvieron tantos partidarios como detractores. Uno de sus más entusiastas seguidores fue el rey Luis II de Baviera, gracias a cuya ayuda económica el músico pudo construir el Festspielhaus (Casa de los Festivales) ubicado en el poblado de Bayreuth, localidad cercana a Nürnberg, en la Alta Franconia de la Baviera alemana. Dicho teatro posee características particulares que lo distinguen de cualquier teatro de ópera del resto del mundo; por ejemplo, la orquesta está totalmente oculta bajo el escenario, de forma tal que no es posible para el público visualizarla, sólo escucharla. Interiormente el Teatro Wagneriano de Bayreuth no tiene palcos, sino la estructura propia de un teatro griego, a la usanza de los teatros trágicos de la Antigua Grecia. Éste es un teatro destinado exclusivamente a la representación de sus Dramas Musicales (que se celebran todos los meses de agosto, hasta nuestros días), cuya complejidad superaba con mucho la capacidad técnica de las salas de ópera convencionales. Los Festivales de Bayreuth siempre se inauguran con la Sinfonía Nº 9 “Coral” de Ludwig van Beethoven, compositor al que Wagner idolatraba.
En 1876 se procedió a su solemne inauguración, con el estreno del ciclo completo de El Anillo del Nibelungo. Años antes, en 1870, el compositor había contraído matrimonio con la hija de su célebre autor y amigo Franz Liszt, Cósima (fallecida en 1931), con quien había mantenido una tormentosa relación clandestina cuando estaba aún casada con el director de orquesta Hans von Bülow. Wagner dedicó los últimos años de su vida a concluir la composición de Parsifal, su obra póstuma.